JUPITER
El 5º planeta y once veces mayor que la Tierra. Es llamativa en la superficie una gran mancha roja; es el reflejo de miles de rótulos de neón del gran centro de ocio y prostitución del planeta: The Lujurious Ludopata’s Jupit Center.
Las bandas alternadas entre claro y oscuro que envuelven el planeta, indican la caprichosa concentración de mierda en la atmósfera; más oscuro, más mierda.
Usan en sus vehículos y centrales eléctricas un combustible sólido que atufa el aire cosa mala.
Los jovianos y jovianas carecen de conciencia ecológica porque les sobra planeta por todos lados.
El joviano es muy rápido en sus movimientos y no tengo claro si es algo genético o se debe a su estrés ludópata; algo neuróticos, vamos.
Cuando tomaba tierra en Júpiter, aparecieron una gran cantidad de cintas transversales que cruzaban la pista de aterrizaje, resultaron eficaces y acortaron en más de 2 Km. la carrera de frenado.
En un primer momento pensé que los jovianos estaban obsesionados por la seguridad.
A todas las naves que aterrizamos al tiempo, nos extendieron una alfombra azul que iba desde la escalerilla hasta el edificio de la aduana. Unas letras jovianas impresa en la alfombra y al pie de la escalerilla parecía ser un mensaje de bienvenida.
Soy una persona de una gran sencillez y no me dio la gana de caminar por aquella alfombra que tenía más mierda que el palo de un gallinero. En apenas unos segundos comprendí porque en Júpiter todos se mueven con tanta rapidez. Puse el pie en el asfalto y lo noté húmedo.
-Aquí pasa como en la Tierra, el suelo está bien limpito y recién fregado y nos ponen una alfombra mierdosa para que no dejemos marcas.-recuerdo haber pensado.
La misma lógica de la Tierra parece extenderse como una pandemia por todo el Sistema Solar. La cuestión es esforzarse por ser idiota en cualquier parte del universo.
Avancé el primer paso y salí disparado hacia la aduana. Deseé estar descalzo y no haberme cortado las uñas de los pies en 20 años; el suelo estaba cubierto por una capa oleosa, la lluvia joviana que devolvía la mierda lanzada a la atmósfera, de nuevo a la superficie. Concluí que el combustible no tenía propiedades biodegradables y que ni el suelo estaba limpio ni habían pasado el mocho por las pistas.
En mi vertiginoso resbalar hacia el edificio de la aduana, pude leer en la alfombra y en español (unos 50 cm. más adelante de la bienvenida en joviano: "Caminen por la alfombra, el firme es deslizante".
Llegué el primero y agradecí que unos metros antes de las cristaleras del edificio, hubieran montado una barrera con viejos neumáticos que dulcificó el impacto. Un grupo de jovianos se intercambiaban billetes de 10 sistemas gritándome y jaleándome en los últimos metros de mi resbalosa carrera.
Dos de ellos me miraron con odio y los otros me dieron palmadas en la espalda agitando el dinero en las manos.
Como no hablábamos el mismo idioma, les saludé.
-Hola, hijos de puta.
No tuve que lamentar daños físicos pero; psicológicamente la humillación de aquella entrada triunfal me hundió por cuatro o cinco segundos.
El joviano agente de aduanas me deseó que disfrutara de la estancia y le respondí que ya lo estaba haciendo.
Los jovianos tienen un tono de piel azul pálido. Las hembras tienen tres tetas dispuestas verticalmente. Los machos dos cuernos en la frente, pequeños como chichones.
Y ambos sexos tienen la raja del culo horizontal, de ahí su característico caminar torpe e inclinado adelante.
En los inodoros me tenía que sentar de lado para no dejar medio culo colgando.
No cuidan el turismo.
Lo más llamativo es su elegancia en el vestir y sus pies descalzos.
Las uñas de los dedos de manos y pies son largas, gruesas, duras y eternamente sucias.
Como mejillones de roca.
Las paredes de la ciudad estaban llenas de de arañazos y restos de uñas clavados. Daba grima ¿os acordáis de aquel pozo de la vieja película El silencio de los corderos?
El suelo lucía la misma decoración.
Un joviano corría veloz por la acera tras una joviana, ella cruzó la calle con el semáforo en verde, el joviano aún no había llegado al cruce cuando el semáforo cambió a rojo y los coches arrancaron.
Entendí el porque sus uñas eran tan fuertes y miré con tristeza y complejo las mías. Y el resbaladizo y peligroso suelo.
No decía nada el folleto de la agencia de viajes respecto a ese característico suelo y por ello no creí conveniente dejarme crecer las uñas y hacer un tratamiento endurecedor.
Para frenar su carrera, el joviano clavó las uñas de los pies en el suelo y en la pared las de las manos. Muy desagradable aquel sonido penetrante, chirriante.
Tardó 3,9 segundos en detenerse y recorrió 10 m., un coche le pisó el pie derecho y le debió decir al conductor auténticas barbaridades a juzgar por los gritos.
Llegar al hotel que se encontraba a 300 m. del aeródromo (más silencioso que los del famoso centro de ocio) me costó más de 60 resbalones. Cuando no resbalaba y respiraba tranquilo un joviano o joviana usaban sus uñas para detenerse y me rechinaban los dientes. Aquellos sonidos eran constantes y me llenaban de desasosiego.
Cuando por fin puse los pies en mi enmoquetada habitación, lloré prolongadamente para desahogarme de los nervios pasados en los ¾ de hora que llevaba visitando Júpiter.
Recobré la entereza encendí el televisor y cambié de canal hasta dar con el pornográfico.
Además de la extrañeza de ver follar a tíos y tías con el culo horizontal y las tres tetas verticales, y tener cuernos, sentí asco y repugnancia por sus uñas.
Me alegré que la película no tuviera escenas fetichistas en las que se chupan los dedos y por consiguiente meterse las uñas hasta las amígdalas.
Pensar en sorbetes de mejillón me descompuso por unos segundos.
Me relajé, dejé que mi nabo se expandiera por todo el universo, me la pelé y me sentí preparado para irme de putas.
Que no se piense nadie que siempre pago por follar. Esto sólo lo hago en vacaciones porque hay poco tiempo y mucho que follar; no puedo pasarme dos horas dorándole la píldora a una tía para follármela.
Uso a mi conveniencia los recursos que me ofrece el Sistema Solar como todo buen ciudadano.
No soy como esos tontos que se va a follar a Cuba, donde creen que ligan y luego se traen montada en la chepa a una cubana más puta que las gallinas y que se va a quedar con su mierda de piso cuando a ella le salga del coño divorciarse.
Me acerqué medio resbalando a uno de los cientos de casinos que había a lo largo de las 178 avenidas.
Localicé y detecté como puta a una joviana alta y de verde melena. Sus tres tetas eran enormes y se amontonaban una encima de otra, los tirantes del sujetador se transparentaban bajo la blusa de seda blanca y subían desde la entrepierna hacia los hombros.
Parecía un arnés de seguridad pero; me la ponía dura.
Distraído en admirar sus largas piernas di un paso descuidado y me planté contra la pared en la que ella se apoyaba haciendo girar el bolso, a su lado. Casi íntimamente cerca.
Me dolía mucho la nariz y sangrando con un fuerte acento nasal, la saludé.
-Hola, puta. Quie…
No me dejó acabar la frase.
-Hola, putañero, límpiate la sangre de la nariz. 60 sistemas el completo, 10 de la habitación y una copa de Delapierre dulce.
-Claro y si quieres te lo chupo.
-Está bien, putañero, te perdono la copa de cava.
Hasta para hablar eran rápidos.
Los chirridos de uñas continuaban, me estaba poniendo en tal estado de nervios que se me pasaron las ganas de regatear el abusivo precio del quiqui.
Un taxi paró ante nosotros antes de que acabara de levantar el brazo.
-La pensión está aquí mismo.-díjome la puta.
-Estoy reventado, no puedo dar un paso más.
Creí que quería decir que la pensión se encontraba a unos minutos de allí. Subimos en el taxi, arrancó y apenas recorrimos 8 m., paró frente a una pensión.
¿Nunca habéis tenido la sensación de que sois idiotas? Yo nunca hasta aquella noche y en aquel instante.
El taxista y la puta debieron contarse algo jocoso porque se reían sin ningún disimulo y con ganas.
El micro-paseo me costó 5 sistemas que el uñilargo no se cortó un pelo en cobrar.
Con paso firme y decidido recorrí los treinta y cinco metros que había del taxi a la recepción de la pensión. Pasé como una exhalación entre dos jovianas que manejaban dinero observándome e incluso señalándome. Me dejé tres uñas clavadas en la pared de la recepción durante la frenada.
La puta chirrió hasta mí con suma elegancia y naturalidad.
Ya en la habitación pude moverme con seguridad y fui más rápido que la puta poniéndome en pelotas. Claro que ella sólo se sacó la blusa y el arnés.
Me dejó chuparle los pezones y aprovechó para darse una capa de barniz de poliuretano rosa en las uñas de las manos, cosa que me desmotivaba bastante.
Esnifar prolongadamente aquel barniz me provocó una hilaridad tonta.
A los 10 segundos (me esforzaba por ser rápido) la dije:
-Ahora te jodo, puta.
Apenas vi como lo hizo, pero se quedó en pelotas; el pubis estaba poblado de vello rojizo y los muslos brillaban empapados. Era una máquina de follar.
-Estírate putañero.
Era una mujer poco agradable y cordial.
-No. Yo monto.-me impuse.
Separó bien la cama de la pared (no le pregunté por ese tonto capricho) y se estiró sumisa y aburrida en la cama; cuando abrió las piernas mostró la enorme vulva de enormes labios que goteaban fluido.
Eso me puso como un toro.
Casi me lancé encima de ese cuerpazo. Si la cabecera de la cama hubiera estado atracada contra la pared, ahora estaría sorbiendo líquidos por una pajita. Se lo agradecí en mi interior.
Era resbaladiza como una serpiente en el fango. Cuando tomé impulso alzando el culo para penetrarla, salí disparado por encima de su cuerpo y recorrí con la polla los tres pezones y la barbilla; se me dobló el torso al quedar en el vacío y tuve que apoyar las manos en el suelo para no caer.
-La mamada te va a salir por 15 sistemas más.-pronunció lentamente, con dificultad. Mascullando cada palabra con la boca llena de polla.
Fue un accidente que liberó un poco la tensión acumulada en mí y que a ella le sentó como una patada en el coño.
-Mira putañero, vamos a hacerlo bien.
Me tumbé panza arriba con el pene erecto, un regalo para la puta.
Se sentó encima sujetando y guiando el bálano y cerré los ojos para disfrutar plenamente. Al instante sentí una especie de movimiento sísmico, la cama vibraba y las paredes parecían moverse.
Sentí algo extraño y fugaz en mi pijo y grité:
-¡Ahhhhh!-y me corrí.
El polvo duró cinco segundos escasos.
Con la misma rapidez le pagué a la puta y ni la noche pasé en el hotel que había pagado.
Acabé hasta la polla de Júpiter; volví a resbalar por la pista hasta mi nave para ir más rápido y me largué del resbaladizo Júpiter.
Con el piloto automático activado, me pude duchar y me froté la piel como un neurótico, tenía grasa en cada poro, en cada vello. También me unté crema hidratante en el pene escaldado por el veloz coito al que me sometió la puta joviana.
Lloré por unos segundos de nuevo y luego, ya más sereno me puse hasta el culo de comer lentejas con chorizo.
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SATURNO
El 6º planeta por su distancia al Sol y el más bello por su gran disco y el esplendor de los anillos que lo forman.
Como curiosidad: un día saturniano dura 10 horas y 14 minutos.
Es todo un espectáculo ver Saturno a medio millón de Km. de distancia; el rico colorido de su disco produce al observarlo una gran serenidad. Cuando aterricé en Saturno, quedé anonadado por su atmósfera clara y cristalina; las distancias se hacían engañosamente cortas merced a aquella nitidez.
Los saturnianos son seres soberbios, orgullosos y xenófobos. Los más hijo putas del Sistema Solar.
Y más horteras que un cerdo con diente de oro.
Su piel es tornasolada, nacarina. Dan ganas de vomitar ante tanta belleza.
Son altos y espigados. Las mujeres no tienen mamas y los sexos se distinguen por el color de la nariz: hembras verde y machos marrón.
En la aduana, el agente le dijo a su compañero cuando me coloqué frente a su ventanilla:
-Mira, otro terraca.
-¿Motivos de su visita?-me preguntó.
-Follarme a una saturniana.
Me miró con los ojos cruzados y hostiles.
-¿Cuánto tiempo tiene previsto permanecer en Saturno?
-Lo que me cueste comprar una puta y tirármela.
Me sonrió más amable, no hay nada como ser un hijo puta entre hijo putas. He viajado mucho.
Me sellaron el pasaporte y al entregármelo le pregunté:
-¿Tiene alguna hermana guarra que sea puta?
-Yo no, pero la mujer de mi colega lo hace por 90 sistemas e incluye a su hija sin costes.
Anoté la dirección del domicilio del agente y me tendió la mano de mala gana, se la estreché sin cordialidad. A mí no me gana nadie a borde si me lo propongo.
Compré unas gafas polarizadas para atenuar el efecto estroboscópico de tanto tornasolado, y luz nítida de bellos matices.
Un auténtico coñazo, la belleza hace bostezar a las ovejas.
No había mucho ambiente en la calle, la peña se apeaba rápidamente de sus coches para meterse en su casa y los pocos que paseaban, al cruzarme con ellos me giraban la cara ostentosamente.
Los termómetros marcaban 45 ºC.
Los comercios vendían artículos de lujo a precios astronómicos; por ejemplo: una gorra con un disco como el del planeta a modo de visera: 45 sistemas; justo la mitad que un ménage a trois con la mujer del agente de aduanas y su hija.
En las tiendas en las que entré a curiosear me seguían y controlaban; era una situación violenta porque cuando era un nariz marrón el que me seguía, no sabía decirle que no era maricón como él. Mi saturniano es muy limitado.
En cambio, a las saturnianas les ofrecía pasta por un quiqui rápido. La dueña de una lencería, me seguía constantemente y le ofrecí 20 sistemas por una follada.
-Palurdo terraca…-y me dejó tranquilo mientras acababa de darle un vistazo a las bragas, sostenes no había.
Como quiera que no conseguía intuir en que zona se encontraban las putas (no habían zonas deprimidas ni bulliciosas) intenté preguntar a algún aborigen, pero me hacían un gesto para que no me acercara más y decían no llevar nada suelto encima.
No podía soportar más el calor y entré en un bar. Supe que era un bar porque miré por las cristaleras haciendo pantalla con las manos, porque no había letrero alguno en el exterior que lo indicara.
Estaba decorado con decencia y buen gusto, era como esos de la Tierra que están hechos para las mamás que tras el gran trabajo de dejar a sus hijos en el cole, necesitan relajarse cotorreando con sus colegas.
Resumiendo, parecía una granja bollería.
Estaba a rebosar de napias verdes y deduje que estando todas las saturnianas allí metidas, era imposible que hubiera ambiente de vida en el exterior.
Tal vez sea porque soy de naturaleza frívola y sexual y un tanto simple, la cuestión es que todas aquellas narices verdes y respingonas me pusieron cachondo.
Además, allí en el bar, no habían los 45 ºC de calor que hacía en la calle. Comprendí que era normal que estuviera tan lleno el local, aunque seguía sin cuadrarme el que no hubieran narices color mierda.
Paciencia y perseverancia son mis apellidos, si uno va reuniendo datos, acaba entendiendo el porque de las cosas.
No soy un ejemplo de higiene para la humanidad pero, tampoco soy un cerdo, por lo que deduje que si se taparon la nariz las mujeres más cercanas, fue porque tenían un sentido del olfato patológicamente desarrollado en su desmesurada sensibilidad.
Me olisqueé los sobados peludos (llevaba camiseta de tirantes) y aún olían al desodorante de dos días atrás.
Dejé de preocuparme ya seguro de mí mismo.
Me acerqué hasta la barra y le pregunté a la camarera:
-¿Dónde coño están las putas?
Me sonrió con amabilidad y el resto de mujeres pareció relajarse y observarme con menos soberbia.
-Todas estas lo son; hace tanto calor ahora que no hacen la calle.
La miré asombrado y cogí una de las tarjetas del dispensador de plata y diamantes. Estaba escrita en varios idiomas, incluido el terraca y decía:
Casa de putas La Lujuria Solar.
Las más exquisitas bellezas saturnianas.
Abierto las 10 h. y 14 m. del día.
Gran variedad de precios y servicios.´
Todas las chicas con certificado médico.
-Pues ya podríais haber colocado un letrero, coño. Ponme una cocacola.
Caminé entre las mesas examinando la mercancía. Puede que no tuvieran tetas; pero sus piernas largas, esbeltas y discretamente musculadas prometían esconder entre ellas el más sugerente de los coños. Su actitud orgullosa y altiva las hacía deseables.
Opté por sentarme con una solitaria porque en el caso de hacer el ridículo, prefiero ser discreto. Cuando me acerqué a ella creí entender que decía al verme:
-Vaya mierda.
-Desde luego, el calor ahí fuera es insoportable.-intenté mantener mi dignidad.
-¿Vamos a follar?-le pregunté ya cansado de prolegómenos.
-Vale terraca; pero antes paga.
Le dejé en la mesa 90 sistemas y me reprochó que faltaran 10; tenía mucha calderilla y vacié el monedero en la mesa; sumé los céntimos hasta llegar a 8,5 sistemas.
-Ya está bien, potentado.-me dijo haciendo acopio de paciencia.
Me guió hasta una zona de habitaciones a la que accedimos a través de una cortina de terciopelo rojo con brocados de hilo de oro y una cruz de calatrava del tamaño de un cerdo.
Si el mal gusto y la vulgaridad fueran delitos, los saturnianos morirían en la trona-láser.
Nos desnudamos y no le encontré el chocho.
-¿Dónde tienes la raja?
Y me enseñó el culo.
-Digo la otra, el coño, puta.
-Las saturnianas no tenemos esa porquería entre las piernas, no somos unas tiradas.
-¿Y los narices color mierda no tienen pene?
-¡Qué asco…! ¡No!
Encima de puta, delicada.
-¿Y cómo os reproducís?
Me dio unas gafas de protección como las de los soldadores, me las puse intrigado sintiéndome fetichista.
Hizo una serie de arrancadas con la garganta e hizo emerger el pollo a la boca y me soltó un escupitajo de color verde, como los genuinos, que me lanzó atrás.
Se me revolvieron las tripas y cuando me aferré a las cortinas de seda para limpiarme con ellas, sentí un placer extendiéndose desde el moco hacia las extremidades incluidas el nabo.
-Te perdono porque está guay, pero que no toque la cara.
-¿Ya estás, no?
-Claro que no.-dije con el pecho chorreando mocos.
Y con la picha más dura que pata de cabra.
-Pues nuestros hombres ya se hubieran corrido.
-Oye puta, no he pagado 89,5 sistemas para que me escupas y largarme con un calentón, así que sigue.
-No me quedan más pollos.
-Pues me devuelves la pasta o me la chupas.
-Yo no me meto eso en la boca.-dijo señalando mi pene que cabeceaba pidiendo más.
Salió fuera del folladero y la sentí hablar con sus compañeras.
-Arreglado, te irás satisfecho.
Fui escupido 15 veces por 15 putas diferentes y aún así, no miro con buenos ojos la escatología.
Me entró complejo de Jesucristo.
Cada escupitajo superaba y se sumaba al placer del anterior y antes de que me llegara el 15, ya me estaba corriendo.
Debía ser una droga con un efecto neurológico general, porque nunca me había corrido castañeteando los dientes y haciendo el pino. Yo no sabía hacer el pino.
¿Entendéis por qué quiero ser discreto y no estar demasiado acompañado? Nunca se sabe cuando puedes caer en el ridículo más espantoso.
-Tenéis poca clase hasta para esto.-comentó despectiva la puta nº 15.
No le pude responder porque aún me repicaban los dientes y como estaba haciendo la vertical con las manos, hacía también el ridículo; el semen y los mocos se escurrían por mi nariz, por el pecho, la boca…
Y no por este orden.
Era muy desagradable sobre todo porque los fluidos se habían enfriado y estaban más espesos.
Entró un grupito de 20 putas más para observar mi extraño orgasmo, me hicieron fotos y no tuvieron la delicadeza de darme un cacahuete las muy racistas.
Recapacitando, el sonido que hacían para sacar el moco del gaznate era muy desagradable y el tacto repugnante, pero cuando hacía efecto se convertía en un cortejo sexual exquisito.
No obstante, me sentí herido en mi orgullo machista y cuando recuperé la compostura, arranqué una miasma cargada de alquitrán y nicotina de lo más profundo de mi ser y se lo escupí contra el pecho de tabla a la puta 1 cuando se estaba vistiendo.
-Hijo de pu….-intentó decir, aunque nunca supe que era lo que quiso comunicarme.
No pudo acabar su frase, se tiró al suelo gimiendo como una perra y extendiéndose el escupitajo por la caja torácica, retorciéndose de placer sincero.
Y pensé orgulloso que había nacido para dar placer a las hembras fuera como fuera.
-¡Más! ¡Más! ¡Cabrón, dame más!
La escupí hasta quedarme seco.
Era de locos, me tuve que masturbar por lo caliente que me puso de nuevo la saturniana.
Le di un beso en la boca para que se sintiera más mujer; un arrebato romántico.
-Eres un guarro.-me insultó con náuseas.
Cuando salí al salón no había una sola puta y era de noche. No había pasado ni una hora y media desde que entré.
-¿Cómo puede ser de noche ya?-le pregunté a la camarera.
-Terraca, aquí el día dura 10 horas terráqueas.
-¿Y las chicas?
-Haciendo la calle.
Salí de la casa putas satisfecho, asqueado, excitado y apestado; no me permitieron ducharme porque les daba asco el pelo de mis sobacos.
En la calle había gente hasta en las alcantarillas y no hacía el asfixiante calor de hace un rato. Ni siquiera hacía calor.
Es lo que tiene viajar solo y no hacer ni puto caso de las guías turísticas, es muy difícil dar con el lugar y el momento idóneo llevado por la sed de aventura.
Camino del aeródromo pasé ante un corrillo de putas que me escupieron con suavidad, para incitarme.
-Iros a la mierda, guarras.
Me sonrieron con simpatía.
Cuando despegué y me sumergí en el espacio, sentí la experiencia como un sueño subrrealista; me duché y con lana de acero tuve arrancarme los restos de escupinajos y semen. Afortunadamente no me escupieron en los huevos.
Fumando un cigarrillo y tomando un café, repasé la guía turística, no me había equivocado, allí decía: "se practica el sexo a todo trapo*"
Pasé por alto la nota del asterisco que decía así:
"N.T., errata, léase escupitajo".
No importa, hubiera ido de todas formas, no soy delicado con estas cosas del follar.
Lancé un pollo al suelo y me eché en la cama para reflexionar con un condón de precioso tornasolado color verde metálico en la picha.
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