Siempre hay errores de cálculo en las “democracias” franquistas/comunistas. Tres ejemplos al azar de los millones que cometen los dictadores y sus caciques:
Cuarentena no significa centuria. Enfermar no es forma de curar. Solo un idiota aplaudiría a las siete de la tarde todos los días a sus represores y carceleros (presidentes, ministros y bofia).
El analfabetismo nunca ha sido una ciencia exacta. De hecho, aunque los fascistas electos no se lo crean, ni siquiera ha sido ciencia.
La ruta de la seda era la internet de la antigüedad: estafas, bulos, robos, pactos hipócritas, sonrisas venenosas y sinceros asesinatos; pero por encima de todo, la máxima expresión de la humana avaricia. La autopista por la que circuló la corrupción, la usura y la esclavitud entre Asia, Europa y África. Que además sirviera para expandir cultura, tecnología e idiomas, fue un hecho secundario e inevitable; nadie pretendió hacer semejante cosa. Hasta el romanticismo facilón tiene un límite: donde el conocimiento de la verdadera idiosincrasia humana dice “basta de estupideces”.
Id con cuidado con la bofia en España y sus territorios taifas, son cobardes con mando que están sedientos de joderos. Es lo que debería ser noticia de verdad: el toque de queda y sus carroñeros. ¿Os acordáis de aquellas parejas de guardias civiles franquistas que eran los reyes del pueblo y tenían incluso derecho de pernada? Pues en esas estamos de nuevo.
Mis padres follaron con demasiada alegría y despreocupación.
Y por ello tuvieron que cargar con la consecuencia: yo.
Y yo con ellos.
La vida está sobrevalorada.
Demasiados pseudo literatos de retórica fácil se callan muy cobardes y ansiosos de ventas, que la muerte y el dolor son la canastilla del recién nacido.
Lo peor que te puede pasar es nacer fuerte, porque no sucumbes a ningún dolor.
Si eres fuerte, la vida es asaz larga.
Sinceramente, prefiero que pase el tiempo rápido, en un bip-bip que diría el Correcaminos.
Y si hubiera nacido libre de dolores y tristezas concebidas amén, hubiera encontrado la forma de sentirme asqueado en este tiempo y lugar, una consecuencia más de mi aleatorio nacimiento.
Estaba condenado al fracaso.
Soy la consecuencia de una cópula mediocre.
Y si algo no pides o no quieres, se convierte en condena y el mundo en un vertedero.
Todo lo que contiene un vertedero es basura, a mí me contiene también; ergo…
En familia debes tragar cada año doce uvas que son cristales rotos que destrozan las muelas y a ti por dentro.
Hasta que rompes con casa y familia y la cosa mejora un poco; pero tampoco es que sea para tirar cohetes con explosión multicolor y traca final de alborozo.
Cuando al fin te quedas solo, de ser accidente no te libras.
Así que meto la mano entre tus muslos y accidentalmente, cuando los separas húmeda y viscosamente, juego con los filamentos que desprendes y los extiendo por esos labios que palpitan ante el roce de mis dedos ásperos. Cuando los separo y descubro esa belleza de perla que esconden, dura y resbaladiza; al presionarla tus uñas hieren la piel de mi brazo como si quisieras frenarme y a la vez, meter todo eso más adentro de tu coño.
Esa desesperación tuya no es un accidente; pero me roba la cordura y el decoro si alguna vez lo tuve.
Y chupo tus pezones para beberte, los amenazo con los dientes porque te comería. Me haces voraz.
Un voraz accidente.
Un accidente imprevisible que en medio de una frustración decide follarte.
Follarte sin piedad y cerrar la puerta a todo, incluso al aire y la luz.
Será que el corazón a veces baja al pene, se aloja en el glande y hace lo que debe con todas esas venas y con mi instinto accidental, como un jaco en vena que me arrebata de mi propia accidentalidad.
Y cuando te la meto, sin delicadeza alguna, todo está bien. Tu coño cálido se contrae y expande comprimiendo mi carne dura que hierve de presión, haciendo de mí un animal encelado, sin pensamiento.
Todo tiene sentido cuando revienta mi pene y la leche rebosa entre la cópula de tu coño y mi bálano.
Luego, mientras mi mano descansa en tu monte de Venus, a medida que el semen se enfría, vuelvo a mi accidentalidad y te beso como si tuviera que marchar lejos de nuevo, allá donde no pedí estar.
Un pajarito (un pajarito de mierda) me acaba de decir que dios ha muerto. Y no de coronavirus precisamente. Por lo visto, algún gracioso se ha ensañado con el sagrado. Si dios está muerto ¿dónde puedo encontrar a otro para rezarle mis deseos de que mate a mi prójimo, ese que odio profundamente con la intensidad necesaria para que se le seque la sangre en las venas? ¿Qué garantías tengo de que no será un imbécil hablando por un altavoz de profundos graves y con menos cerebro que un excremento seco, haciéndose pasar por deidad? No me apetece hacer el ridículo lanzando mis plegarias a un deficiente mental.
En España y sus particiones taifas no hay inocentes, solo oscuridad y feroz y ferviente represión. Cobardía y estafa. La bofia velando por la imposición y la eternidad de un franquismo resucitado con un resfriado. La bofia apostada venenosa y peligrosamente en cruces de carreteras, patrullando ferozmente por la calles en busca de una multa o detención falsas que los mantenga en la cima de la cadena alimentaria de la carroña en la que han convertido la más mínima libertad. Si pudieran me sacarían ellos la polla para dictar el tiempo que me conceden para mear. La bofia omnipresente patrullando las calles con nocturnidad tóxica, junto a sus colegas de especie las ratas; haciendo de las ciudades prisiones sin permisos carcelarios. Con sus lucecitas azules en los techos de sus coches grises que provocan vómito. La bofia esperando excitada la caricia en el lomo y la galleta de sus amos fascistas y asesinos que no gobiernan, solo asfixian. En España y sus taifas, no hay inocentes, solo enfermos, muertos, presos, negras noches y días grises como los uniformes de aquella bofia del siglo pasado que a tantos asesinó y encerró. Hoy no es día de inocentes ni de bromas; es solo otro día de mierda más, esperando encarcelados, las doce vacunas venenosas de la nochevieja del coronavirus y la prisión de un nuevo y normal franquismo. Hoy es el día de los gilipollas, como cualquier otro.
Pues no sé si será mejor que una vacuna, una bala o un cepo para combatir la nueva mutación del coronavirus. Iba yo tan tranquilo cruzando el puente cuando lo vi: a Michael Myers, aunque no era La Noche de Halloween. Parecía esperarme al otro extremo del puente, cruel, voraz y nocturno. Así que no me arrepentí de no llevar mascarilla; pero sí que tuve el súbito deseo de tener una granada de fragmentación en la mano. Así que me encendí un cigarrillo antes de enfrentarme a él… Luego me gritó: “¡Coño! ¿vas a pasarte toda la noche en el puto puente?”. Los hijos y su impaciencia… Siempre consiguen romper el romanticismo que da un simple resfriado.
¿Y si dormimos con y por la esperanza de que al despertar la realidad sea otra? Necesitamos escapar. No es solo por descanso. Tal vez pretendemos que el mundo duerma y mañana amanezca raro. Sea como sea, cuando dormimos somos incorpóreos y escapamos a las leyes de la física. Viajamos a la absurda e incuantificable velocidad del pensamiento. Todo es posible. Y la posibilidad es la dimensión de la esperanza. El sueño es la libertad infinita. La suprema libertad. Y dormir la cuántica esperanza de que todo sea diferente al despertar, no mejor o peor; sino otra cosa. Tal vez al despertar, tu sueño me haya convertido en algo no mediocre. En algo que se diferencie de los otros que duermen solo para descansar, o por narcosis. Esos… los de los sueños vacíos que no reparan nada. ¿Tienes el poder de cambiar la vida, cielo? Di que sí mientras duermes, porque en los sueños todo es sinceramente extraño, son absurdas realidades, extrañas certezas que duelen o ensalzan las almas. Eres mi esperanza. ¿Sabes? Muchos de mis despertares son tristes; porque cuando irrumpe la consciencia, tengo la certeza de que no ha cambiado nada, el aire tiene el mismo tacto que ayer. Y duermo desesperanzado de que pueda cambiar la vida. Escribo lo que me hubiera gustado ser y sentir. Escribo que quiero volver allá donde el sueño es tan absurdo y sus luces tan extrañas, donde el amor se siente en la corriente sanguínea y los miedos son tan grandes, que me hacen héroe. Te deseo hermosos sueños porque te amo y además son mi esperanza. Un día despertarás y seré digno. Y quedará una palabra a medio escribir en el papel nocturno. Una palabra que en algún momento de tu sueño, se interrumpió en mi mano porque no era ya necesaria. Algo cambiaste… Querré llorar. Todos los seres tristes quieren dormir. Lo fascinante del absurdo, es que no precisa ni tiene explicación; es imprevisible y debes abandonarte a lo que ocurre con la serenidad que da lo expectante e ignoto. Duerme, cielo, eres mi esperanza a la desesperanza. Tal vez, cuando despiertes mi vida y el mundo merezcan la pena o una sonrisa. Y entonces no sabremos que ocurrirá y todo estará bien, sin tristezas al despertar. Pero hoy la vida ha vuelto a despertar triste, que desolación. Me quiero morir, cielo…
Si es que parece mismamente un alijo de droga. Y una mala imitación de Narcos. Por otra parte, mucho hermetismo no hay si cualquier periodicucho, digital o no, ya sabe desde cuándo llegó el alijo y donde se encuentra el veneno. No jodas… Es todo tan absurdo como Tenet, película mala donde las haya. Y claro, los ojillos de los pusilánimes se humedecerán esperanzados por un próximo futuro mejor. Dios protege y escucha al fascismo español y sus caudillos. Todos los fascismos tienden a la sobreactuación, al histrionismo, proclamando proezas que no son. Y ahora, a bailar la Macarena. O Paquito el chocolatero…