Archivos para enero, 2020

Estoy de acuerdo con la taza.
Aunque coincido más con salvaje que con libre, es que yo sin fumar…
Es que yo tan impío con mi pensamiento hostil…
Aunque no quiera, mi pluma es cuchillo.

Se sonríe demasiado. Nunca he sabido de que se ríen las hienas ni los idiotas.

Amar requiere demasiados esfuerzos y sacrificios.
¿No será el amor una consecuencia del miedo a la soledad?
Les han vendido un timo con todo eso de sus propiedades terapéuticas y euforizantes.
Porque tanta tragedia y padecimiento por unos instantes de euforia no se justifica.
Y mucho menos si eres un buen conocedor de la especie humana, la cual no tolera las cosas de tristeza y dolor. Es definitivamente cobarde.
No nos engañemos, la soledad es más importante que el amor. Lleva a la comprensión de las cosas, a concretarse uno mismo. A ejercer la valentía.
Y la reproducción no es cuestión de amor.
Hablando de reproducción: el amor siempre morirá (si alguna vez lo hubo) ante el afecto filial. Amar a los hijos mata el amor de los amantes, lo degenera en una insulsa sociedad, o una camaradería en el mejor de los casos.
Es la razón de ser de las putas y el adulterio en general.
Así que no sé porque te quiero tanto.
No puedo controlar amarte, cielo. Sé que no es sano.
Sin embargo, imagino el mundo contigo y todo está bien.
Y eso me lleva a pensar que no tendremos hijos, porque no caben en nuestro amor, no habrá nada que nos rompa. Y ¿dé dónde sacaríamos tiempo para educarlos? Solo les podríamos dar clases prácticas de sexualidad, seríamos unos educadores graciosamente indecentes. Ríe, cielo, te estoy amando a pesar de lo malo que es.
Todas las mañanas del mundo, el café de la mañana será nuestra íntima comunión de amor. En la penumbra, en el silencio, en la charla, en la tristeza, en los dolores, en las risas o las sorpresas.
Cada día solo contigo, cielo.
Insisto, el amor es un virus y un delirio febril.
Lo cual viene a decir, que soy un enfermo crónico de ti y deseo tus cuatro labios con hambre atávica.
Ya está bien de cháchara, vamos a la mesa (encima), te quiero comer.

Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

A-weema-weh, a-weema-weh, a-weema-weh, a-weema-weh
En la jungla, la jungla poderosa
El león duerme esta noche
En la jungla tranquila
El león duerme esta noche
A-weema-weh, a-weema-weh, a-weema-weh, a-weema-weh

Los árboles son los grandes protagonistas de Ramas tristes entre la niebla. Han ganado el Óscar a la mejor actuación de las horas melancólicas por la trágica y dramática interpretación de los quebrantos tras haber perdido sus hojas. Las ramas son dedos crispados por el dolor de la pérdida, creando un colosal himno mudo a la tristeza y al silencio mismo de morir.
Si dios existiera, y si tuviera decencia; les pediría perdón por sus errores de creación.
Óscar a la mejor fotografía por su precisa y preciosa nitidez contra el albo de la niebla, sin brillos; perfecta como una lámina de papel con definidos trazos de carboncillo puro y milimétrico.
Óscar al mejor guion por la elegante composición de una poesía sobrenatural, triste y bella donde la existencia muere para crear un universo místico, nebuloso, enmarañado de fríos silencios y rudos dolores.
Óscar al mejor sonido, el efecto de las ramas secas agitadas por la brisa, provoca un estado de desesperanza en el espectador anunciando sin descanso muertes en un tétrico e inevitable azar.
La película Ramas Tristes entre la niebla, es ya un clásico del cine existencial.

Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

Puedo entender cómo se sienten aquellos que han visto la manifestación de un santo o una virgen o cualquier otra parafernalia mística en un momento de soledad o aislamiento.
Puedo comprender que babeen, estoy a punto de hacerlo ante la diosa del cartel publicitario.
Yo soy mucho menos profundo. Y ante todo, pragmático. No voy a pensar que la belleza me mira provocadoramente, ni siquiera como ejercicio de imaginación; porque soy viejo como la calle por la que camino, mucho más a pesar de mi fecha de nacimiento.
La arrogancia de la mujer del cartel está justificada, sobradamente.
También entiendo de arrogancia, la mía la luzco en lo oscuro donde la hostilidad es veneno; vivir demasiado lo mismo, hace rancias todas las sustancias.
No es mi propósito ser un punto de luz para las polillas que se estrellan como idiotas contra las lámparas hasta quemarse.
Me siento bien en la oscuridad, en esa que ni siquiera la belleza puede taladrar.
No es que sea insensible, es que soy tenaz cuando me propongo ser oscuro.
La calle me teme y parece oscurecerse con más fuerza cuando la piso. La mujer me admira como un antihéroe que fuma con el firme propósito de hundirse más profundamente en la penumbra, en la de verdad, la que todo concluye. Esto podría ser una gran película.
Podría seguir divagando; pero también me aburro, me aburro de mí mismo.
Ser oscuro da pocas satisfacciones al amor propio si lo haces bien.
Corto y cierro.

Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

No hay prisa, puedo parar a descansar. De hecho, no descanso, solo estoy desfallecido.
El camino es interminable, no tiene sentido seguir.
Es tan largo que los ojos han perdido interés por él y observan desenfocados lo inabarcable con cierto hastío que roza el odio.
No lleva a ninguna parte y las partes son las mismas. Solo cambio yo con cada paso, un desgaste, un dolor profundo de tuétano y una sangre que se queda en el pie y pulsa peligrosa en los dedos, embotándolos.
Los restos de todo lo fracasado e inacabado forman una estela de humillación tras de mí, como una serpiente que se ha hecho amiga mía; no es por temor a convertirme en sal, es por vergüenza por lo que no miro atrás.
El camino es vida; pero de pronto, gira dirección muerte. Eso es todo.
Si no llegas ¿para que ir?
Es cosa de biología, las células se mueven independientemente de mi pensamiento.
Es absurdo…
La senda es eterna y las botas no se quejan de ser efímeras.
Hay tanto camino y tan poca vida…
Es como el tiempo, tan abundante que te erosionas antes de llegar.
Y nunca llegarás a nada ni a nadie, simplemente caes en algún kilómetro innombrable.
Mejor llevar una buena cantidad de cigarrillos, no te preocupes, el cáncer también se muere antes de llegar.
Hay una tristeza en la conclusión…
No es por no llorar, los ojos se secaron hace miles de kilómetros.

Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

Gracias a internet, a los muchos años de navegar y hojear con rapidez e incluso superficialidad sus infinitas páginas llenas de imágenes (leer poco, todos mis libros los he comprado por las llamativas y decorativas portadas y lomos), me he formado en disciplinas como arte, sociedad, filosofía y su degeneración como la psicología, política, sociología, economía, religión, brujería, parapsicología, e incluso matemáticas gracias a los sudokus en los que no es necesario borrar cientos de veces cuando alguna rara vez me equivoco. Soy un absoluto lingüista y domino bien el argentino, mexicano, venezolano, colombiano (Narcos es toda una cátedra), peruano, cubano, e incluso algún dialecto hindú y africano gracias al lote de películas indias y africanas (Bollybood y Nollywood) malísimas que Netflix tiene en catálogo.
Lamentablemente en sexología, la red no me ha aportado nada. Y es que en internet no hay nada tan sucio e imaginativo como yo. Hasta tal punto que, cuando uso el pelador de patatas con las patatas, of course (también se inglés), siento un picor muy fuerte en las palmas de las manos y tengo que meterme en la bragueta el trapo de la cocina mojado, independientemente de que tenga trozos de ajo y cebolla, para poder seguir realizando mis exquisiteces culinarias como rebanadas de pan con fuagrás La Piara, por ejemplo. Pelar patatas es una de mis muchas rarezas sexuales.
Es por mis grandes conocimientos del arte que, hace ya unos minutos medité eructando aparatosamente sobre los grandes misterios de las grandes obras pictóricas.
¿De qué se reía la Mona Lisa (o Gioconda, la gran obra maestra de Caravaggio)? ¿Por qué esa misteriosa y tonta sonrisa de virgen satisfecha? Pensaba tras haber comido con glotonería un quesito, buscando argumentos y similitudes que explicaran ese otro misterio del arte que es La Vaca que Ríe.
Yo veo vacas todos los días, y ninguna se ríe.
Es más extraña y enigmática la sonrisa de la vaca del quesito que la aburrida e insulsa de la Mona Lisa. No jodas.
Sinceramente y sin más misterios, La Mona Lisa se ríe porque ha sido bien follada. Luce esa sonrisa serena tan propia de toda mujer satisfecha sexualmente dura, gozosa y lingualmente. Cuando sonríen de forma estúpida al leer las obscenidades que les dicen por whatsapp, es diferente; solo se trata de aburrido esfumato.
Si La Mona Lisa hubiera sido puta profesional, no reiría, se rascaría el coño un tanto hastiada.
La sonrisa de La Vaca que Ríe, es con diferencia mucho más inquietante.
Definitivamente, internet ha hecho de mí un ser humano con grandes inquietudes humanísticas.
¿Sabéis que bien resbalan los dedos untados con ese quesito y la inevitable mezcla de saliva como preámbulo para el cortejo sexual?
Dichoso arte…
¿De qué coño se reirá La Vaca?
Sus pendientes son horribles; pero su suave sonrisa sin dientes peligrosos…
Dice el refrán que boca sin dientes, ni te lo pienses.

Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

De menuda me he librado: no he necesitado pagar a un logopeda.
Murf habla hasta por los codos si tuviera. De cualquier forma, es inevitable invertir en analgésicos cuando se siente demasiado locuaz.
Sí, ya sé, es tan absurdo que solo me falta ver a dos curas tirando de un burro muerto en el salón de casa. Puedo entender porque Buñuel y Dalí realizaron aquello del perro andaluz.
¿Es que no había perros catalanes o qué? Es un asco… Siempre discriminando a la catalanidad. No tienen ni tuvieron corazón.