Archivos para julio, 2009

Es el momento

Publicado: 31 julio, 2009 en Amor cabrón

Es el momento, mi bella. Por ninguna razón en concreto.
Por ti.
Es preciso cuando todo el peso de la realidad, hace del amor una prensa hidráulica que nos aplasta.
Es hora de extender las alas que soñamos poseer y escapar.
Ha de ser contigo, sé lo que es volar solo. Sé lo que es volar hacia ti, y es desesperanzador. Nunca llego. Nunca es suficiente.
Ahora o nunca, mi bella.
Se necesitan dos corazones para escapar de la prensa: un corazón cesa el movimiento de la gris realidad y el otro late más rápido para volar.
O nadar.
O teletransportarse.
Tú congelarás la prensa dando un manotazo al pulsador rojo y se detendrá el mundo con un chirrido de agonía. Yo aceleraré con fuerza mi corazón y esta vez servirá para algo más que amarte conteniendo toda mi ansia: te arrancaré de la asfixiante realidad.
Te raptaré y arrastraré al paraíso donde una narcótica y sedosa vegetación acogerá nuestros cuerpos y musitará palabras de amor y sensualidad que una brisa suave transportará como una invisible caricia a los sentidos. Aromas que erizarán la piel, que al aspirar excitarán nuestras mentes. Las alas de nuestros torsos se batirán furiosamente libres creando una tormenta de plumas azules y negras.
Ángeles del paraíso…
No somos ángeles, mi vida. Los ángeles son buenos, son virginales, no follan ni meten los dedos en tu raja divina.
Y tampoco esto es el paraíso.
Soy perverso y tú no mereces bondad. Todo tu ser dice no quererla. Naciste para ser amada y tomada.
Brutalmente, obsesivamente.
Nuestras alas caerán porque así lo quieren nuestras conciencias creadoras y de la tierra emergerán manos sarmentosas que apresarán tus muñecas y tobillos. Se arrastrarán por tus pechos cerrándose con fuerza en las areolas que tantas veces he mamado. Inflamando los pezones hasta casi el dolor.
Estrangularán mi pene ante tus ojos y clamaré al pie del volcán blanco un placer-dolor animal.
Te arañaré la piel, no es por dañarte, es por tenerte en cada resquicio de mí. Y lameré las heridas arrastrando mi lengua pesada y ávida, saboreando cada célula tuya.
Clavaré los dedos en tus pechos y aliviaré luego la presión desmesurada del deseo con la lengua. Amenazaré con los dientes tus pezones dilatados y sensibilizados.
Una gota de baba se desliza perezosa desde el contraído y maltratado pezón empapado. Rocío carnal…
La hierba se agitará y no habrá viento. Y yo clavado de rodillas en una tierra fría, mamaré tu sagrado cáliz tallado entre los muslos.
Beberé de tu coño el elixir de la carne y te inundaré con el mío.
Serás sagradamente mamada.
Jadearás y me ordenarás que te joda con la frente empapada del mador de la lujuria, con las muñecas heridas por intentar aferrar mi bálano dolorosamente duro y clavar tus uñas en él, por herir con tus dientes ávidos mi glande tenso que oscila frente a tu rostro.
Es ese el lugar al que te llevaré. Te arrancaré del mundo y sin piedad te haré mi reina y esclava en un orco-paraíso de bendita duplicidad.
Somos la dicotomía del amor y la carne. Ni ángeles ni demonios.
Y cuando el deseo se haya saciado, este esquizofrénico paraíso coserá de nuevo alas a nuestra espalda y hablaremos cosas que no importan, reiremos sin ser necesario. Volaremos alrededor del imposible cráter blanco que humea rojos pétalos de flor y ruge alegres melodías de amor.
Lloraremos para bebernos las lágrimas como absenta cristalino y lamentar tanto tiempo perdido.
Cazaré y untaré en tu vientre mi nombre con la sangre de nuestra comida.
Y ni un solo detalle de nuestro ser quedará oculto en esta naturaleza extraña y nuestra.
Creadores de Fantasías S.A. Y tú la bella gerente.
¿Oyes esos gruñidos hostiles?
Allí no habrá voces, que como en La Tierra, ahoguen las de los dioses; escucharemos los gruñidos de las divinidades con sus sagrados sexos presos en sus puños y de sus dedos descolgarse filamentos de fluido espeso.
Supurarán deseo como una infección.
Ahora son ellos, los otros: ídolos, dioses e idiotas crédulos los que se debaten gimiendo, pegados al invisible cristal que los excluye de este orco-paraíso. ¿No los ves arañar y empañar con su aliento el invisible y sordo muro que nos rodea y protege?
¿Sabes que escucharán nuestros suspiros y chapoteos libidinosos? Como animales en celo se rozarán con lascivia. Ni la masturbación podrán consumar enfermos de envidia.
Sufrirán hasta que yo lo diga, hasta que me dé la gana.
Su dolor será el voyeur insano que nos excite. Sufrirán toda su puta y eterna vida. Pagarán mi tiempo perdido sin ti.
Padecerán tumores por aferrar tu coño con la mano y provocar los gemidos y el movimiento convulso de tus piernas ante las oleadas de placer que mis dedos provocarán.
Labios entreabiertos por los que se escapa el placer incontenible.
Desearán ser yo, hacer lo que yo.
Desearán matarme y violarte.
Somos los dioses y nuestra unión nunca creará nada, porque nuestro amor excluye todo, hasta la vida. Somos únicos y mortales.
Mortales porque nos vaciaremos el uno en el otro hasta quedar exhaustos, hasta cumplir la sagrada comunión de una unión sin límites.
Únicos porque sólo cuando muramos podrán pudrir este lugar con su presencia.
Las finas heridas que se extienden desde tus pechos a los muslos les enfurece. Como les enfurece la gota de semen que cae de mi pene a tu ombligo adorándote apresada a la tierra, esclava e indefensa en mi realidad.
Araño mi pene duro y embotado en sangre ante tu sagrada vulva húmeda y brillante.
Es mi mundo perfecto donde millones de ojos quisieran ser como tú y yo.
Eres mía y te quiero abandonada a mí, de la misma forma que me hiciste tu esclavo.
Abierta hasta que vea la luz en tu bendito coño.
Hay un momento para el amor y otro para follarte. Es mi mundo, es mi ley.
Ésta es mi voluntad.
Yo no creo mundos piojosos como este en el que nos escupieron.
Nos cagaron.
Porque haber caído aquí, en este tiempo y lugar, no es nacer. No es vivir.
Es precipitarse y penar.
Te arrancaré de este anodino presente.
A ti y a tu coño.
Clavada a mí.
Una sonrisa de dientes ensangrentados, unos labios heridos por dientes que se clavan soñando el sabor de tu piel. Es el rostro de mi sueño, de mi fantasía.
La sonrisa en el orco-paraíso no es gratuita y tiene el acre sabor del deseo convulso.
Es el momento, mi bella.


Iconoclasta

 
LA TIERRA
 
Para que el estudio parezca objetivo y serio, apuntaré algunas características de mi planeta natal aunque sea aburrido y más de lo
mismo.
Por supuesto, no fui tan gilipollas como para hacer escala el planeta. Preferí comprar tabaco en Marte aunque fuera más caro.
La Tierra es el tercer planeta del Sistema Solar y tiene muchos colores.
Sexualmente se lo montan gracias a penes y vaginas; los más solitarios o refinados con vibradores y succionadores.
Es un poco caótica la comunicación sexual, sobretodo en las mujeres que cuando están lubricadas, calientes, ansiosas y ovulando, le
dicen al macho que no quieren follar aunque es mentira. Si no discuten previamente, no follan.
Los machos en cambio, son de lo más simple y si les chascan los dedos, son capaces de correrse antes de bajarse los pantalones.
Ni de coña disfrutan los terráqueos del humor venusino.
Son complejos en cuanto a la comentada contradicción, pero el mecanismo excitante, el cortejo, es sencillo: se insultan, se humillan,
lloran, ríen y por fin follan.
En este orden inalterable.
Las ¾ partes de los terráqueos dicen follar a menudo, son embusteros por naturaleza y unos bocazas.
A mí particularmente me encanta ver como se lo montan un par de tortilleras y sacar mi miembro terso y reluciente ante ellas. Es bonito
convertir a una lesbiana en mujer decente. Cuando consigo esto, me siento como un misionero sexual.
Y no miento como los otros terráqueos bocazas que me avergüenzan con sus mentiras. No soy solidario con la hipocresía, ni corporativista
como los médicos.
Intentar decir alguna sutileza o mentira piadosa de la Tierra es tirar margaritas a los cerdos.
 
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MARTE
 
El cuarto planeta del Sistema Solar, pequeño y rojizo.
Tiene abundancia de piedras y líquenes.
Los marcianos tienen un tamaño aproximado al de un cartón de ducados de pie. Dispuesto verticalmente más exactamente. Sus pieles rojizas
tienen la textura rugosa de un jabalí y cuando hablan lo hacen a gritos como sus primos los italianos.
Su alimento lo constituye el musgo y pequeñas hierbas que un terráqueo sólo podría metabolizar por vía intravenosa debido a su
repugnante sabor.
Dos argentinos tuvieron la feliz idea de montar un asador y ahora tienen más de 160 locales franquiciados.
Hasta los marcianos han cambiado de hábitos alimentarios y pasan de musgo y hierba.
Sexualmente se lo montan con los mismos medios que nosotros, salvo por una dolorosa diferencia que convierte a los machos en los seres
menos activos sexualmente del Sistema Solar.
Los servicios que las putas ofrecen a los extramarcianos, se limitan a felaciones varias: felación de una puta, o felación llevada a
cabo por un montón de putas a determinar en el momento de la transacción.
Lo habitual es que te la chupe un grupo de 3 putas marcianas, que gritan si cesar entre chupada y chupada.
Como es lógico, esta pobreza en la variedad de sus servicios se debe a su pequeño tamaño que hace inviable la penetración por parte de
un extramarciano que sea mayor de 7 años.
Tras comerme dos churrascos, un entrecot poco hecho, dos hamburguesas gigantes, una bandeja de patatas fritas y 8 latas de cocacola;
sentí la necesidad de follar.
Las hembras marcianas llevan siempre consigo dos piedras del tamaño de sus puños, cuya función no experimenté gracias a mi inteligencia
y rapidez de reflejos; de lo contrario estaría cantando un aria que haría palidecer de envidia a un castratto.
Afortunadamente en Marte están preparados para el turismo y hay zonas de edificios construidos al tamaño normal de las distintas razas
del Sistema Solar.
Y las casas de putas y pensiones de follercio, aunque no muy frecuentadas en comparación con otros planetas, también estaban diseñadas
para el placer de seres de mi tamaño.
Un cartel indicador, unos metros pasado el asador, mediante una flecha orientada al nornordeste rumbo 70º 6’ 40”; indicaba: “Putas”.
Así que giré a la derecha suavemente.
Siguiendo aquella dirección me encontré con un grupito de 6 putas que vociferaban como verduleras. Les pregunté el precio de la mamada.
La más vieja meditó unos segundos girando con habilidad las piedras en sus puños y me gritó con lo que a mí me pareció hostilidad:
-35 sistemas y te lo dejamos limpio, sin que caiga una sola gota en la sábana.
-Vale, puta.-le contesté desgañitándome para no desentonar.
-Y por ser tan guapo te hacemos gratis el nativo final feliz.-volvió a vociferar.
Serán putas, pero son muy buena gente. Aunque a mí se me complace con las cosas más sencillas.
-Vamos a chupársela, chicas.- gritó sin ningún cuidado a sus compañeras.
La discreción no es su fuerte.
Subimos a la habitación 101 del hotel Las Marcianitas de tu Vida y me sentí igual que Blancanieves si contabilizaba mi pene en el censo.
A través de la ventana abierta frente a la cama, podía ver una habitación de la casa de enfrente; era como la de una casita de muñecas,
y en ella una pareja de marcianos macho-hembra se encontraba en los prolegómenos de la reproducción.
No me extraña que las hembras marcianas sean tan promiscuas, los marcianos tienen; el pene enorme, representa la mitad de su altura. En
cambio, los testículos son ridículos, canicas que apenas son visibles.
Me arrepentí de no haber cogido mi cámara fotográfica; podría haber aportado documentación gráfica reveladora de la actividad sexual de
aquellos nativos folladores. Me la hubieran robado de las manos en Videos Sarnosos, un programa de videos aficionados en las que se
premia lo más insólito, violento y sexual.
Me tumbé en la cama y las seis enanas saltaron sobre mis muslos, mi vientre, mi polla…
En medio minuto estaba el pene duro y lustroso como el obelisco de la plaza de la Concordia en París. Los vecinos de enfrente me
excitaban, era como ver una película porno y que seis guarras enanas te la estuvieran chupando.
La marciana ensartada como una brocheta por aquel tremendo pollón era una imagen tierna y llena de amor, de inconmensurable belleza. Me
emocionó vivamente. La pobre no podía ni moverse con todo aquello metido entre las piernas.
-¡Pártela en dos!-le di ánimos mentalmente al concentrado marciano.
Dos lenguas me masajeaban y limpiaban los cojones y otras cuatro se ocupaban del bálano en toda su extensión. Ya me había acostumbrado a
sus gritos y confié en que no me morderían llevadas por el entusiasmo de sus ininteligibles discusiones.
Entre la rendija de los párpados aprecié que el marciano follador, transfiguró su mueca de placer (sacaba la lengua por un lado de la
boca) en una de profundo temor.
-¿Ya?-le preguntó su guarra con un grito muy molesto.
-Aún no, por favor… ¡Aún no!-sentí su pánico, había drama puro en la voz del enanito pollón.
No lo entendía, estaba cantado que iba a correrse. Estas cosas las noto.
Yo sí que me iba a correr, contraje el vientre y las enanas aceleraron sus lenguas, estaban atentas a su trabajo. Eran unas putas muy
eficientes.
Entrecerré suave y perezosamente mis preciosos ojos abandonándome al placer, y entre los pelos de las pestañas, como entre una nebulosa,
vi llorar al marciano. Con un ademán de inconsolable resignación no exenta de un malsano placer le dijo a gritos a la marciana:
-Ya…
Y yo a mis mini-putas:
-Me voy a correr zorras. Preparaos para tomar un sabroso requesón.
Y es que hay momentos en los que como éste no puedo reprimir mi desaforado romanticismo.
La marciana alzó sus piernas aún ensartada y abrió los brazos en cruz.
El marciano cerraba con fuerza los ojos.
La marciana sostenía una piedra en cada mano y las sujetaba con fuerza, se incorporó lo que pudo y lanzó una mano contra otra por debajo
de las piernas.
Son muy ágiles las marcianas.
No creí que esa horripilancia estuviera ocurriendo a escasos metros de mí. En menos de medio segundo le golpeó dos veces los testículos.
Son muy rápidas las marcianas.
El grito desgarrador del marciano confirmó la realidad de lo que yo creía que era una pesadilla, un espejismo, una alucinación, un mal
viaje… Las dos piedras golpeando los pequeños huevos del marciano era una cruel y descarnada realidad.
Al instante dejó de gritar, puso cara de imbécil, como cualquiera que se corre (excepto las actrices porno) y eyaculó como un bendito
con algunas lágrimas recorriendo aún sus mejillas.
La actividad de mis putillas había cesado, pero yo ya notaba mi leche presionar los conductos seminales.
Cinco de ellas formaban un semicírculo alrededor de los pies de la cama, la más vieja estaba arrodillado entre mis muslos abiertos con
una piedra en cada mano y mirando mis cojones fijamente.
Mi mente es ágil en estas situaciones del follercio y recordé aquello de “nativo final feliz”.
La puta ya lanzaba y cerraba los brazos como si quisiera abrazarme la polla, giré a un lado en plena eyaculación a pesar de bizquear de
placer. Me libré de que me aplastara los huevos pero; no de pagarles la lavandería. Con mi brusco gesto de evasión las rocié a todas con
mi leche.
Les caían goterones de semen desde la cabeza hasta los ñoños vestiditos azul cielo.
Son cursis vistiendo las marcianas.
Estaban más serias que una ninfómana sin baterías en el consolador; les di cinco sistemas para la lavandería, y por el tamaño de los
vestiditos, imagino que les llegó para un mes. Además, me salieron más baratas que el cubata que le pago a la puta del bar que hay al
salir de mi empresa a mano derecha.
-Para que te acuerdes de nuestro nativo final feliz.-me dijo la vieja ofreciéndome las dos piedras.
Las cogí con asco porque a saber que cojones habían chafado aquellas piedras y cuando salí a la calle las tiré.
Un taxi me llevó al aeródromo y los gritos cordiales del marciano me provocaron una fuerte jaqueca.
Despegué del peligroso Marte rumbo al próximo planeta masticando diez comprimidos de analgésico.
 
Iconoclasta
 

Trípode

Publicado: 24 julio, 2009 en Absurdo

Soy un trípode, un aparato. Una cosa completamente insensible, no siento nada.

Tal vez algún día me cansé de sentir, de oír, de ver, tocar…

Olvidé la pena, el llanto, el amor, el hambre, el color, el calor, el frío y la mierda en la que me hundía.

Soy de un frío metal cárnico.

Mis dos pies están bien afianzados en la tierra y mi pene, la tercera pata, aunque lejos, muy lejos de tocar el suelo, es una barra firme, un caño que regala a la humanidad un líquido espeso y blanco.

Disfruto con este alarde de erección constante. No preciso nada más, sólo la envidia de otros machos, el perverso deseo de ellos y ellas.

Mi total indiferencia representa la divinidad. Los dioses son inmunes a todo, como yo.

Es un nivel de existencia superior.

Se me mantiene dura con el niño que se muere de hambre y con los cuerpos destrozados por bombas, por los críos que se abren de piernas ante el turista que los abanica con billetes. Por el coño mutilado de la negra.

Se me pone dura con el que se consume por el sida, se vuelven los cuerpos tan delgados…

Soy el Cristo Resucitado y mi pene es la redención divina.

A todos les doy apoyo, no importa lo podridos y destrozados que estén. No los amo, ni los odio; siento una completa, total y liberadora indiferencia.

No me importa nadie, es mi pene la muestra de que el mundo está vivo, de que no existe tanto dolor como dicen.

Mis venas latiendo, mi glande rosado y mojado. Si hay fuerza en el mundo, mi pene es la prueba. El poder está en mi congestionada polla, es la fuerza divina que no atiende quejas ni risas.

La leche es el maná que a veces se derrama cuando demasiadas manos buscan apoyo, cuando las manos buscan placer.

Son blancos cuajarones de indiferencia lo que se me derrama sin querer, mientras fumo y observo las volutas deshilacharse en jirones de indiferencia.

Un niño exhausto y sin carne asió mi pene para incorporarse, agonizaba; mi pene se mantenía henchido, se agolpaba la sangre por ningún placer, sin excitación. Como Cristo ofrecí mi barra divina a la humanidad y el niño se aferró a él. Me sentía poderoso en mi indiferencia. Entre temblores, con un esfuerzo titánico se levantó. Ya de pie, consiguió andar unos metros más antes de morir.

Pocos pueden mantener esta erección en una situación así. No tengo la más mínima empatía.

Eyaculé sin placer, sin necesidad, sin excitarme, mi pene es así. Soy un trípode casi irracional.

No siento nada por el dolor de nadie, sólo soy un mecanismo de soporte.

Los que buscan apoyo cuando las fuerzas flaquean, los desesperados de dolor o pena pueden sujetarse a él, no importa que sus manos podridas de lepra me toquen, incluso me hacen cosquillas con sus costras y muñones.

No soy un trípode delicado.

No desfallezco ante su dolor, me la pela el dolor ajeno y el mío propio.

Soy un trípode que se mantiene firme ante todo.

Y los poderosos, los que no tienen suficiente ya con la cocaína que esnifan, con las personas que compran para su uso personal, con las vidas que destrozan por pura codicia; ellos son los que se sujetan con la boca, a veces ni se sujetan. Sólo buscan mamar la divinidad.

Incluso muerden con hambre.

Siento un placer mortificante cuando sus dientes se clavan en mi divino pijo.

Como un Cristo yo les ofrezco mi irrigado bálano, mi semen.

Tomad y bebed, ésta es mi leche, diría si me importara lo más mínimo.

No les digo nada, los miro porque en algún sitio se ha de posar la mirada.

Y mientras los desesperados abrazan a dos manos mi pene para no caer (soy tan macho…); los poderosos quieren ser como yo, me tocan continuamente, acarician mi polla, están obsesionados por mi potencia, quieren ser insensibles a su podredumbre mental. Quieren eyacular encima de los cadáveres y los sedientos.

Como yo lo hago, sin sentir nada.

No pueden, ni con sus narcotizadas narices, evitar sentirse mierdas con el paso del tiempo.

Me tocan compulsivamente, ellos son los que más eyaculaciones me provocan.

Vi tanta mierda hasta que decidí ser un trípode para la humanidad, que mis cojones se infectaron.

Creo tener gusanos en los cojones, creo que mi semen es un cóctel de babas y larvas.

Y siento el picor de la infección, de la pus que se forma. Me rascaría por dentro si pudiera.

Ellos calman mi picor, los poderosos; el presidente aburrido frota el bálano hasta que le riego la boca con mi semen podrido. Me pregunta si me gusta, si disfruto. Y desespera por no oír mis gemidos.

No le respondo, no siento una mierda. Y su mano se acelera quiere que sienta, quiere ejercer su poder hasta para otorgarme placer.

No le miro a la cara y sin un solo espasmo mana la leche podrida.

Cuando me derramo entre sus ojos, en su boca, no gimo, el placer es nulo. Sale el semen en un chorro muerto, grávido. En el que cientos de larvas sacian su sed depravada.

Infectaría el mundo entero.

Es veneno puro lo que traga, y no me importa que muera con las entrañas devoradas. Vienen él y miles para adorar mi polla, a mamar la podredumbre que han creado.

Este es mi semen, tomad y bebed, porque no me importa si morís o matáis. Me importa nada los que lloran.

No soy humano, ni siquiera animal.

Soy cosa.

Mama el juez y el rey cansado de no encontrar putas que superen lo que se ha hecho cotidiano y previsible. No pueden comprar más de lo que tienen y les sobra dinero, les falta divinidad.

Soy su trípode, para ellos también me hice cosa y aparato. Ellos necesitan saber que hay más, que un pene permanezca inmutable a la muerte y a la miseria les da esperanza de que ellos puedan algún día eyacular con la conciencia enferma y sin vomitar.

Sienten envidia cuando el desamparado se cuelga de mi bálano buscando descanso y ni siquiera soy capaz de mirarlo, de hacer algo más que de trípode.

Ellos ansían este poder que me hace incansable, inagotable, perpetuo y eterno.

Mucho más que un dios renacido. Que un leproso redentor.

Tanto despreciar y sentir asco…

Al fin soy lo que todos anhelaban ser.

Soy el trípode del universo.

Ella se cuelga de ahí abajo, y mama y mama y mama…

No siento nada, sólo su voz: "Dime que te gusta, dime que te doy placer" quiere destrozar mi indiferencia. Y chorrea blanca crema de su boca, y se sale de madre ante la lenta catarata de semen que la baña de la boca a los pechos, llora acariciándose su poderoso coño, no puede dar placer al trípode ni con todo su poder.

Dice ser mi madre. Se parece, pero tampoco me importa.

Soy inmisericorde.

Dejan dinero bajo a mis pies, sacrificios al indolente Dios Trípode, quieren ser bendecidos por mi semen venenoso; pero no soy puta y lo regalo a la humanidad.

No hay una leche de más calidad para los favoritos.

Algunos aún creen que sin el dinero no saldría esperma por la tercera pata del trípode. Idiotas…

Pringo a los más miserables con mi leche. No necesito nada de nadie. Me alimento de mí mismo, de mi profundo poder de erección.

Ni siquiera la ropa interior manchada de sangre y orina me provocan curiosidad, ni alarma, ni desprecio.

Tomad y bebed, esto que mana de mi pijo es la ponzoña.

Como un dios os la devuelvo, como un Cristo Resucitado, ignoro vuestros crímenes, vuestras salvajadas.

Tomad y bebed, esto es mi leche.

No hay maldición ni bendición, sólo la indiferencia hacia vuestra vida, hacia vuestra muerte.

Tomad y bebed.

Relameos.

Ego os absolvo.

Iconoclasta

Viejos

Publicado: 23 julio, 2009 en Reflexiones

No soporto a mi suegro, es uno de esos repugnantes seres que como cerdos hocicando en mierda, buscan miserias, fallos de los demás con los que alimentarse para creerse a si mismos un asomo de lo inteligentes que no pudieron ser y que su podrido cerebro es ya incapaz de hacerse.

Ancianos venerables… (ahora mismo me froto la entrepierna excitado por tanta respetabilidad, no te jode).

Estos especímenes son ideales para ceniceros, deberían estar mejor repartidos a lo largo de las calles.

Los cerdos no son tan repugnantes; pero mi suegro sí.

Esto es sólo una introducción sobre lo que es la vejez de los ignorantes, de los desgraciados que en su vida han destacado en nada, ni siquiera para reproducirse; porque su genética la han transmitido estropeando así una generación o dos.

Porque mi suegro es sólo una representación subatómica de la Gran Verdad.

¿Sus calaveras llevadas al oído dejarían oír el rumor del mar? Bien pulidas y barnizadas… Cualquier cosa vacía nos provoca la ilusión de rumor de mar.

Si alguna vez los ancianos han sido los sabios y consejeros de la sociedad, fue cuando la esperanza de vida del hombre rondaba los treinta y pocos.

A esa edad el cerebro no se ha licuado aún y es razonable pensar que tuvieran suficiente amplitud de miras e inquietudes. Algo de humor inteligente en aquellos primeros ancianos de la humanidad.

Porque lo que yo veo ahora, son deshechos que se agarran como chinches a las vallas de las obras y juzgan trabajos que no han tenido valor, inteligencia y ni entereza para realizar.

Y esta es una pequeña muestra, la mínima.

A veces mean en rincones, como perros que no pueden alzar la pata.

Perros viejos…

Se les puede escuchar criticar a los jóvenes, llamarlos guarros y otras lindezas. Evocan tiempos en los que sí que había respeto y nadie le ensañaba la polla a nadie en la calle.

Encima de idiotas, miopes. Deberían ser sacrificados como toros viejos y liberarlos de esta vida llena de cosas malas que los rodean en todas direcciones.

Viejos idiotas que sólo hablan del tiempo, del tiempo, del tiempo… Las ofertas del supermercado y de la economía que sus deficientes cerebros no comprendieron jamás y que ahora su vejez les hace alucinar que son capaces de asimilar.

Viejos de reflejos gastados para los que el mundo va demasiado rápido.

Tienen la falsa creencia de saber hacer algo más que metérsela a su vieja mujer de muslos ennegrecidos y de coño seco.

Lo del coño seco, es un regalo gratuito de obscenidad para hacer el texto más ameno. Soy un zorro.

Alguien dirá que hay viejos muy dignos; pero a mí lo que me interesa son los de cerebro liso que consiguen que mi pensamiento se torne hostil como el filo de una navaja en el glande henchido de sangre, baboso como las viejas bocas envidiosas que recelan continuamente creyendo que en sus pequeños cráneos hay algo más que un cerebro primitivo de reptil.

Desgraciados…

Sus arcos superciliares se desarrollan como los de un cromañón y sus cejas se pueblan de desconfianza y miedo.

Y repiten muchas veces al día lo mucho que han trabajado en su vida, como si quisieran que aturdido ante ese chorro de horas de trabajo y como si yo me hubiera rascado los cojones toda la vida, me arrodillara ante ellos y les comiera la polla en señal de sumisión y respeto.

Precioso.

Viejos muertos de hambre, corruptos de ignorancia que con sus porcinos ojos desconfían del camarero, del cocinero, del carpintero que les hace un trabajo y de la cajera del supermercado.

No se mueren nunca.

Vagos y ahora viejos, con coches de marca de lujo, la versión más básica que su limitada economía les deja comprar y que será el último coche de su anodina y prescindible existencia.

Podrían aprender a leer y a escribir en lugar de practicar la envidia y la desconfianza, no puede hacer daño. Y tal vez, con un poco de suerte, una mañana al despertar se darían cuenta del imbécil que ven frente al espejo y vomitarían de asco de si mismos. La sabiduría no da consuelo ni mejora la percepción de uno mismo.

Y aún, yendo más lejos, con un poco de suerte, se abrirían la garganta con una vieja y mellada navaja de afeitar dejando correr su sangre sucia que desafortunadamente han eternizado jodiendo a la cerda de su mujer.

Y me ahorrarían parte del trabajo sucio.

Sé que puede resultar cacofónico tanto mentar a los cerdos; se trata de una astuta licencia literaria que me he tomado la libertad de introducir en un texto de carácter científico y social para acentuar el dramatismo que yo mismo padezco en mis paseos de tullido.

Hoy he visto a un viejo sentado a la sombra con un bolígrafo y una libreta más grande que él. Y escribiendo sonreía. Sonreía desde adentro, disfrutando.

No babeaba, sólo gozaba de lo que se le escapaba entre los dedos.

Son cosas que saltan a la vista.

Pero es sólo uno entre miles: ancianos tristes como una mancha de negro aceite en el asfalto acarreando una bolsa de pan que sacan cuatro céntimos más barata en un supermercado que se encuentra a más de media hora de camino de su piso de mierda: su máxima ilusión y fin último de su vida, propietarios de algo.

Viejos animales que luego suben a su cochazo comprado como si fuera el gran puto premio de su vida y conducen inmaculado.

Y lento.

Y mal.

No es justo ni conveniente que el ser humano sea tan longevo. Hay viejos (tantos que la cifra causa vómito) que deberían haber muerto; que hubieran muerto si vivieran en consonancia con la naturaleza y no en esta degenerada sociedad.

La sanidad es la culpable de la involución del ser humano.

Mi suegro es un mierda, al igual que los otros miles que huelo.

Porque huelen a carne vieja y sucia, por debajo del olor a colonia barata dejan su tufo de sudor rancio.

Sucias estelas invisibles tejen un entramado de miseria añeja en el aire urbano.

Sus cerebros porcinos, ante la situación de la economía y su básica y primitiva visión, padecen por lo ricas que se hacen las compañías distribuidoras de energía y de comunicaciones a su costa. Miran su teléfono móvil continuamente y se angustian con el saldo, es otra de sus grandes preocupaciones.

Y escatiman agua en su higiene.

Su principal misión ahora que son jubilados, es ahorrar.

El hombre que escribe a la sombra, no se preocupa de ello, que viva largos años y sonría tanto como los viejos idiotas desconfían y porfían. Un abrazo ¿quieres ser mi padre?

Queda una esperanza: que la gripe porcina (conocida por el eufemismo de gripe A), limpie en los próximos cambios de estación, toda esta manada de viejos que viven pendientes de los demás. Malas personas que buscan ahora justicia y rectitud. Que las putas leyes se cumplan porque de lo contrario, todo sería un caos.

Esos viejos que tienen el absoluto convencimiento que todo el mundo les quiere engañar, que no se fían de nadie. Que necesitan que a los hijos de los demás les den disciplina y severidad.

Porque sus hijos de mierda sí que son ejemplares.

Y pretenden enseñarnos a ser como ellos, para que no nos engañen.

"No se puede dejar pasar una" rezan en grupo los viejos monos.

Porque estos tarados, piensan que los demás son idiotas y no sabemos ir por la vida.

Es la desconfianza del ignorante, del que su cerebro ya no da más de sí.

Zotes.

La vejez no es buena, acentúa la podredumbre genética.

Ojalá la gripe porcina ponga las cosas en su sitio.

Aunque temo que al final, de tanto tiempo que viven los indeseables, conseguirán hacer mutar el virus y se lo devolverán amplificado a los pobres cerdos.

Si Buda existiera, sus pequeños genitales enterrados en grasa, se aplastarían bajo la desagradable barriga agitada por una carcajada burlona.

Si los dioses existieran, los oiríamos reír a carcajadas dando puñetazos encima de la mesa donde nos joden.

Los cerdos sólo han dejado de mi suegro un trocito de uña que aparece absurdamente impoluta entre el barro y la mierda. Su gran aportación y último legado a la humanidad.

No pueden salir buenos embutidos con semejante alimentación.

Aunque antes de echarlo a los cerdos he desangrado convenientemente a mi suegro y reservado la sangre, creo que no voy a hacer morcillas, no creo que puedan ser sanas ni buenas.

Iconoclasta

Desolación, cementerio de sueños

Publicado: 15 julio, 2009 en Reflexiones

Es desesperante, tiene que haber algo más, tiene que haber un atisbo de magia y fantasía. Cada día que vivo, sé más. Soy más sabio y la verdad es un cálculo en el riñón.

Meo sangre al despertar.

¿O cae de mi cabeza? No lo sé, lejos de Desolación todo es posible, porque en Desolación no existe la magia, todo es tan previsible como el destino de un ataúd.

Duele todo esto que espero y deseo, todo aquello que imagino y es imposible. Está aquí, en mi cabeza. Hay un lugar donde el suelo es tierra y polvo, donde el cielo no se oculta tras la porquería que la chusma expulsa al aire y se escucha el viento y la quietud. El mudo rumor de la serenidad aplaca mi desánimo, como un elixir de paz.

No quiero volver a Desolación, por favor…

Las mieses doradas sucumben plenas ante el peso de los rayos del sol. Son salvajes y sólo el viento las ha plantado. No hay manos previsibles que cultiven en mi mundo.

Hay un lugar en el que al mirar las estrellas, siento el vértigo de la magnificencia del universo.

Hay una luna desde la que ella me mira con una deliciosa sonrisa y es tan fácil llegar a ella… Me espera, me invita. Me aturde y un camino de cristal desde el cielo hasta mí, se extiende como la pasarela de una nave espacial.

Unas lágrimas emocionadas se unen con la sangre que mana de mi cabeza. Soy un esquizofrénico alucinando el mundo como debería ser. Me abandono, olvido el saber acumulado durante los escasos segundos en el que soy imbécil.

Desolación se vislumbra en el horizonte, partiendo en mil pedazos la luna y el camino de cristal. Desolación lanza su luz sucia y polvorienta al universo y rasga el gélido tapiz negro en el que las estrellas lucen. Desolación es la estrella más negra, la estrella más voraz del universo.

Soy un desolado, un nativo de la frustración.

He inventado lugares en los que el aire trae aromas de clorofila y muerte salvaje. Mundos en los que mi existencia no se ve alterada por chusma de incultas palabras, de risas ebrias. Idiotas de cerebro vacío aplastados contra el planeta como las ratas en el asfalto, en el metal de los coches, en el dinero.

Y cuando mi pensamiento sabio concluye que no es más que una fantasía, me encuentro en Desolación.

No es un buen lugar Desolación, donde los sueños se estancan, caducan y como el agua queda, se corrompen y hacen veneno.

La sabiduría no es un consuelo, no aporta sosiego sólo una comprensión que maldita sea la falta que me hace.

Es una condena. Desolación es mi gulag, y el vuestro idiotas. Aunque no lo sepáis.

La ignorancia es la auténtica esperanza y cuanto más vivo, más verdades se revelan. La idiotez me está vedada desde el mismo momento que me parió una madre jadeante y quejosa.

Sucio mundo, sucio yo.

Necesito ser imbécil; hay tanta presión y tristeza aquí, en mi cerebro.

Los deseos y los sueños estancados no son errores, no acumulo errores. Nadie lo hace.

Se acumula la vergüenza como dato a tener en cuenta, como experiencia inservible.

Y se repite un día, y otro, y otro, y otro…

Los errores se cometen y se incineran sin más. Cobran su precio como las putas y chaperos a los idiotas que tienen el cerebro en sus genitales, y desaparecen. La belleza y la magia, sí que se acumulan. Si hubiera nacido antes, unos siglos antes, hubiera hecho arder el mundo entero para que no se pareciera a esta infección que respiro.

¿Qué hago con todas esas ilusiones enquistadas? He cortado el cuero cabelludo con el cuchillo. Estoy tan frustrado que no duele. Sólo me molesta el ruido del filo contra el cráneo. No hay magia, no aparecerá ante mí un ser misericordioso que me unte el alma de paz y me transporte lejos de Desolación.

No hay cirujanos que extirpen esperanzas vanas, no hay tratamiento alguno para la realidad que se extiende ante mí como un vertedero de basura.

¿Qué sentido tiene imaginar belleza y bondad, amor y ternura, fuerza y vida? ¿O la sonrisa y la dicha? ¿O la bendita lucha y la sangre de una batalla territorial, animal? La violencia de la supervivencia, de la reproducción. La simple ira animal. La muerte y la venganza. Los jueces muertos, empalados…

No hay nada de eso en Desolación, y si lo hay, necesito ser deficiente para verlo.

Que la sabiduría se haga tumor y la extirpen.

Sabiendo lo imposible: ¿por qué cojones mi cerebro sigue soñando con escapar de aquí? Sabiendo lo imposible ¿por qué insisto en imaginar mundos bien hechos?

No tengo con que romper el hueso. Necesito romper el puto cráneo para que salgan los sueños caducos e imposibles. ¿Es que no me va ayudar nadie?

Necesito aliviar la presión. Necesito en mis manos el cachorro de un tigre que juguetea con mis dedos y la madre que me arranca la cabeza de un zarpazo. No quiero morir en Desolación, es triste, es humillante.

Si un cerebro podrido como el mío es capaz de imaginar en mis manos el cachorro de un tigre que duerme, es que puede ocurrir.

¿Qué sentido tiene fantasear? Iluso de mierda, estoy acabado.

Debería ocurrir… Para esto me he levantado el cuero cabelludo, desde la sien izquierda cuelga como un bistec fresco. Si no fuera por el hueso, el cerebro podría aliviar la presión vaciándose de ilusiones. Si tuviera suerte dañaría alguna parte de los sesos y me convertiría en subnormal.

¿Qué he hecho para que mi imaginación se desboque?

No quiero, me niego a escribir, a soñar; porque despertar a la verdad duele un millón. Un millón de voltios que fríen mis sesos, la realidad es una fuente de energía inagotable. Apestosa.

¿Para cuándo el fin del mundo? Me gustaría vivir para disfrutarlo, No quiero morir antes de que la humanidad sucumba como la plaga que es.

He soñado caminar por un manto verde y suave; inundado de rocío fresco. Y he despertado gimiendo con los pies abrasados en un pavimento gris y sucio.

¿Para qué coño imagino mundos mejores?

Puto cerebro de mierda…

Odio la sabiduría; cuando respiro en el mundo que no es mío, se forman en mi garganta flemas de veneno, ponzoñas mortales para el ánimo y la alegría con las que desearía contaminar el agua de este planeta erróneo producto de un aciago azar.

Soy un príncipe encantado convertido en un sapo venenoso, como en un cuento; pero ni lo peor se hace realidad. Y no soy un sapo. Un cerdo a lo sumo dirían unos. Un hombre prisionero en la región Mediocridad City, del planeta Desolación.

Soy un desolado, nativo de la frustración.

Imagino cosas tan bellas que me es imposible aceptar esta porquería de tiempo y lugar. Lo tangible.

No hay elfos, no hay duendes. No hay ogros, arpías o diablos.

No hay infierno ni paraíso en Desolación, sólo hay monotonía y lisura.

Estoy enfermo, sé la verdad; pero este cerebro podrido sigue creando magia, belleza y las pasiones más temibles y las más tiernas.

No soy de aquí, no lo seré jamás a menos que algún microorganismo patógeno licúe mi cerebro. Y me haga idota.

Desolación… ¿Cuándo el fin del mundo? Es otra esperanza de fantasía que tengo acumulada, presionando: ver estallar Desolación con un trillón de gritos y lamentos.

Mi hijo me está gritando algo desde Desolación y con una toalla me hace un turbante que sujeta el trozo de carne que cuelga de mi sien. Limpia la sangre que cae por el rostro del prisionero de Desolación con un teléfono en la oreja.

-¿No tienes algo con lo que romper el hueso? ¿No puedes ayudarme? Eres mi hijo. Yo lo haría.


Iconoclasta