Archivos para septiembre, 2018

Se escriben reflexiones de lo más ramplonas y aburridas, así como muy buenas y divertidas; sobre el asunto de las mujeres, las feministas y los hombres respecto al asunto de la depilación o rasurado de sobacos, piernas y genitales.
Básicamente me importa una mierda lo que cada cual haga.
Ocurre que como no puedo estar callado, también tengo que decir la mía y como tengo gracia y dominio del lenguaje, entraré a formar parte de la mitología moderna de escritores cerebrales que no se prostituyen por un “me gusta” en las redes “suciales”.
Y por ello digo que mis cojones están limpios, rosados, tiernos y apetecibles porque no tienen un solo vello.
Desde muy pequeño observaba hasta quedar bizco cada naipe de aquella baraja de mujeres desnudas que mi padre guardaba en el cajón de la mesita de noche.
Como me impactó mucho, me preguntaba en mi tierna candidez al ver los sobacos peludos de mi madre, si allí habría también un coño. Mi padre también tenía sobacos peludos; pero como no tenía tetas, carecía de interés alguno para mí.
Luego, con la edad fui subiendo de nivel, sobre todo cuando el puto Franco murió por fin.
Y así la pornografía entró a formar parte de mi vida diaria y cotidiana hasta hoy, en el que felizmente internet regala muy entretenidos videos pornográficos que tienen una utilidad aproximada de veinte, treinta segundos a lo sumo. Una vez he eyaculado, la película porno me aburre hasta el bostezo.
Nunca he tenido conflictos entre masturbarme y follar, da igual el orden.
Y si tenía que ir a trabajar todos los días, ¿qué razón había para que no me la pelara cuantas veces me diera la gana y luego se la metiera a mi santa?
Así que nunca me privo de una buena paja mirando porno lesbiano (es que cuando sale una polla me da asco).
Y como el porno es tan natural en mi quehacer diario y mi pene muy discreto de tamaño, me rasuro los cojones para que la picha parezca más grande.
No hay ninguna cuestión de higiene, es por pura vanidad. Y por otra parte, cuando el semen se desliza calentito por el pubis y los huevos, hay un placer añadido que los que tienen esa araña de pelo afro entre las piernas, desconocen.
Como mi cultura es básicamente pornográfica, adoro los coños rasurados ya que los puedes chupar, lamer, sorber y morder sin que un desagradable vello rizado te provoque una arcada y un vómito.
Además, un coño depilado, hace mi polla también más notoria (que sea efectiva no es consuelo para mí), más grande durante la cúpula. Los vellos restan unos centímetros importantes para mi desmesurada vanidad pornográfica.
Eso es todo lo que me rasuro, no soy un maricón, narcisista o un tonto del culo refinado (o todo junto, que los hay a patadas) que se afeita piernas, brazos, pechos, sobacos y genitales para que sus músculos resalten y se crea que una tía al azar le va a comer el rabo por verlo tan bien depilado.
Si tuvieran algo de cerebro, sabrían que hacer mientras no duermen.
Son tiempos de mierda: mujeres barbudas y bordes, compartiendo espacio con julandrones provincianos sin un solo vello.
A mí, conque la polla luzca bien, me basta. Ya soy suficientemente guapo.
Ya que soy un tanto vergonzoso no aporto una foto de mi pene luciendo en un pubis prístino y diáfano, libre de pelarros. Por otro lado, algún envidioso de mierda censuraría la foto.
Así que dejo aquí como documento gráfico, mi rostro erótico, dulce y trascendente durante el acto masturbatorio o de follar.

 

ic666 firma
Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

Esta araña tigre está viva (a la hora de tomar la foto) porque estaba ahí, monstruosa ella, paranoicamente atareada haciendo un ovillo de seda con una mosca.
Me gusta la naturaleza, incluso puedo llegar a respetarla a pesar de fumar; pero si el bicho hubiera estado cerca de mi pie, luciría aplastada en la suela de mi bota; un irreconocible cadáver.
Hay quien grita, se aleja, se frota la piel como si la tuviera encima y los hay que (idiotas) la cogerían entre sus dedos para lucirla, por esos colores tan bonitos, en una foto que colgarán al instante en alguna red sucial de las dos que hay (no saben que son levemente venenosas, lo suficiente para que la picadura te amargue el día).
Mi reacción natural es pisarlas sin pasión, sin alegría, tristeza u odio.
Es lo que debo hacer dada mi naturaleza hijaputa.
Y si está en su telaraña como ahora y no invade mi territorio, me limito a fotografiarla y luego ignorarla, como si la operan de algún cáncer, me da igual. Y así podrá en un futuro, poner sus huevos (es hembra, las arañas cuando son llamativas y bonitas, son hembras ¿por qué será?).
Ahora resulta que además de ser un asesino impasible de insectos, también soy biólogo. Seguro que a Dios se le pone gorda cuando me observa desde el cielo.

En Telegramas de Iconoclasta.

Dan ganas de despedirse de alguien o algo cuando el otoño irrumpe por primera vez con un viento frío y una tarde oscura.
Cuando ayer hacía calor y el planeta, repentinamente pierde unos grados de temperatura en este lugar. Y te los arranca de la piel si estás donde debes, donde quieres.
Tal vez sea porque todos los animales solitarios sabemos que los inviernos son las pruebas que hemos de superar para merecer el título de “seres vivos” otro año más.
De ahí ese tétrico deseo de decir adiós, tal vez sea el último invierno.
A medida que pasamos inviernos, estos se hacen más duros.
Como el pellejo, los huesos y el corazón.
Me despido de los animales y las montañas. De los árboles y los musgos. De los ríos y los senderos solitarios que hacen audible mi vida con cada paso.
Y secretamente me despido de mi hijo, de la que amo, de mis amigos y los desconocidos que entre ellos debería haber algún buen ser. En secreto, porque me da vergüenza confesar que es posible que muera, suena a tragicomedia barata para quien no ha sentido sus pulmones ensuciarse de la propia sangre.
El otoño es una melancolía porque evoca tiempos de muerte y lánguida belleza con sus saturados colores.
Y las ramas-esqueleto que han perdido sus hojas, no mejoran el
ánimo con esa hermosa tristeza planetaria y vital: tal vez no vea otro año más.
Y vuelvo a pensar que es la época más hermosa, la que me hace trascendente. Cuando estoy triste, mi alma es más pesada, soy más…
Tal vez sea eso, las ramas desnudas, lo que hace la muerte peligrosamente cerca. Ayer bullían hojas verdes y el movimiento les arrancaba sonidos suaves, sedosos. Hoy suenan a cáscaras secas arrastradas por el viento en los caminos y lucen los árboles como cadáveres descarnados.
Lo que en verdad hace el otoño, es despertar esas reminiscencias inmortales del instinto, una serie de emociones y reacciones que permanecen inalterables en el tiempo. Hace cientos de miles de años, los inviernos mataban por el frío, por la falta de caza, de alimento…
Por ese instinto buscamos la teta al nacer, por eso follamos sin manuales de instrucciones; y por eso sabemos ante según que dolor, cuándo la muerte es inminente: duele de forma extraña un órgano y pensamos que algo huele a podrido en Dinamarca. Y tenemos razón.
Me gusta la tristeza de pensar en morir entre las frondosas e invasivas montañas.
El otoño le arranca las hojas a los árboles y los últimos calores a la piel advirtiendo: “Tienes hasta la primavera para sobrevivir. Sé fuerte o muere. Ten suerte o muerte”.
Seré muerte, porque nunca he tenido suerte. Es tan fácil morir…
Qué curioso… Todo lo que importa en este otoño acaba con las mismas letras:
fuerte
muerte
suerte
Solo coño se parece algo a otoño.
Me gustan el otoño y el coño, no sé cuál más.
Hay que forzar una sonrisa o un sarcasmo en otoño, o te come vivo.
ic666 firma
Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

Siguen los tiempos oscuros donde cualquier sujeto está autorizado para escribir una noticia o reseña de arte, independientemente de su nivel cultural, intelectual o incluso si es un moralista mojigato.
Lo del cuadro “El origen del mundo”, no es un vientre (aunque lo haya) es un primer plano de una vagina, un coño peludo.
El “periodista” de La Vanguardia debería ir a un psicólogo por su problema de moralina vieja, a un oftalmólogo por si tuviera un defecto en la vista; y sobre todo aprender un poco de cultura para expresarse con corrección y sin prejuicios moralistas.
Los censores están presentes hasta en los más intrascendentes lugares y momentos de la vida.
Son como las pulgas o las chinches. Algunos no matan; pero me provocan cierto prurito testicular que hace que me mueva incómodo en la silla acariciando distraídamente mis huevos cansados.
Por lo visto, todos los tiempos son una mierda.

Entrevista realizada por JUAN CARLOS VÁSQUEZ.

 

Revista Almiar.

 

Y yo nací ayer… ¿Tolerancia y basura patriótica? No jodas…
¿No es divertido que los actuales enamorados de sus patrias, se sientan los mejores seres y más privilegiados por ser de una determinada nacionalidad y además vayan con el cuento de la tolerancia, cuando en sus fueros internos piensan que todo lo que no es de su sociedad es basura?
“Yo respeto todas las culturas”, dicen creyéndose su propia mierda.
Porque ellos son mejores que nadie. Lo proclaman a cada momento que pueden y luego se meten un jaco o inyección de tolerancia hacia homos, travelos o inmigrantes.
Porque eso es auténticamente lo que se lee cada día en los diarios y en las redes sociales, la caricatura aumentada de la analfabeta e hipócrita sociedad.
La historia se repite sin que varíen las interpretaciones, los actores viven y mueren; pero todos dicen absolutamente lo mismo.
Por eso, tras tres mil años de civilización moralista, follar es feo decirlo; pero no hacerlo.
Es lo mismo que un puto borracho esté mejor considerado que un fumador.
Mierda para los patriotas putos.

Este asunto tan de moda sobre la futura y actual inviabilidad del sistema de pensiones, es la mentira más falaz, repugnante y obvia de cuantas circulan por parte de los poderes políticos y económicos.
No existe tal problema con ellas, es una cortina de humo tan facilona que insulta la inteligencia de cualquiera que sepa contar cuatro números seguidos.
El gran problema de la sociedad occidental reside en la multimillonaria nómina que pagan los países en funcionarios y cargos políticos.
Diputados que cobran; pero no están, eurodiputados (diputados duplicados), representantes de la ONU, inspectores de los inspectores de los inspectores, maestros que sustituyen al sustituto del maestro, policías y militares por triplicado de brazos cruzados, jueces decorativos inoperantes… La nómina es trillonaria.
Esa nómina de trabajos inservibles y regalos políticos, es la que pone en peligro y destruye las pensiones y las ventajas sociales que los países deberían dar a sus ciudadanos.
Ocurre que las pensiones es el asunto más fácil de atacar, puesto que el trabajador carece de apoyo o protección alguna ante el abuso del poder económico, político y legislativo.
Y bueno, todos esos cargos regalados, diputados triplicados y representantes que no representan nada (incluye la nómina miles de traductores y administradores), llegarán a ser jubilados y cobrar su pensión.
Lo bueno, es que el trabajador, al ser chusma, muy listo no es. Y nadie habla del asunto de las nóminas regalo y privilegio de trabajos inservibles que sí constituyen un gasto superlativo en todo país.
El problema de las pensiones no reside en ellas, reside en el funcionariado.
Así de sencillo, sin concienzudos análisis económicos de mierda.

En Telegramas de Iconoclasta.