
Y el fascismo vicario de la nueva normalidad española del coronavirus también es salvaje y rancio y peligroso para la salud y la libertad, cuádruplemente.
Así que entre tontos anda el juego.
Lo de “violencia vicaria”, es de lo más exótico. Habrá tenido que dar un gran repaso a los diccionarios de términos judiciales para soltar su prenda, como aquello tan divertido de “cordón sanitario”; porque lo del cordoncito sanitario en lugar de “boicot”, es de una hipocresía para la que hay que nacer para ostentarla tan bien.
Este tipo me recuerda al del chiste:
Un tío curioso le pregunta a otro a que se debe esa pequeña multitud de gente que hay frente a la estación de metro.
A lo que le responde:
–Me es indiferente.
El preguntador curioso, se maravilla de la elegancia de la palabra “indiferente” y se le queda grabada para decirla en cuanto le sea posible.
Esperando a su mujer en la parada del autobús, un hombre le pregunta si el autobús en su recorrido pasa por una determinada calle. Y le responde:
–Me es indiferente.
Y el chico responde:
–Pues a mí me suda la polla donde haya explotado el autobús.
Y yo digo que si la mujer del vicario está buena, pues te la follas.
No hay asesinos vicarios, solo asesinos hijos de la gran puta.