Archivos para febrero, 2022

El amor es una dulce desintegración. Se desgastan las pieles, los labios y el alma misma con el íntimo roce de los amantes, a veces sereno, a veces embravecido.
Lo que resulta realmente extraño es que los amantes sigan existiendo a pesar de la eternidad que acumulan en su sensual y carnal desgaste.
¡Qué valientes! ¡Qué recios!
Qué locos los amantes que como a los arrecifes, las olas del amor erosionan.
Y el mundo se desmorona a su alrededor sin que les importe.

En algún momento algo se rompió y no quedó de todo más que un hilo deshilachado. Con aquellas venas desgarradas pendiendo del corazón en mi mano, dije: la vida es una mierda made in Tailandia.
Y se me escapaba como una tos una risa sincera y lúcida.

Es una auténtica lección de savoir faire geopolítico del nuevo eje oriental, enemigo del occidental.
Porque a un Occidente/Europa socialmente humillada, acobardada y arruinada por el coronavirus, solo le faltaba para quebrarse definitivamente a nivel social, absorber a cinco millones de refugiados como traca final al coronavirus. Cinco millones de personas pueden desestabilizar de muchas formas (aunque no sea su propósito) a los países que acojan semejante cantidad de inmigrantes/refugiados.
El grupo asiático u oriental formado por China y Rusia (ya hablaremos de Corea del Norte y Turquía a no tardar) ha actuado de forma impecable disparando a la base social.
La Tercera Guerra Mundial no la provoca esta vez un loco pervertido y maníaco depresivo como Hitler, esta guerra mundial que se prepara será mucho más inteligente matando y arruinando (o intentándolo, es demasiado pronto para atisbar quien gana o pierde, siempre ocurren azares) a las decadentes naciones occidentales y su demostrada cobardía e infantilismo durante casi dos años, ante una gripe que ha aterrorizado tanto a su población que ha llevado a que se abandonaran incluso, las obligaciones naturales como el sustento propio.
Putin es un muñeco chino.

Pasear entre las montañas siempre te depara alguna agradable sorpresa.
De vez en cuando te encuentras con un perro que te sorprende: “Hostia puta, es grande como una vaca”.
Pareciera que me mira demasiado fijamente, como un poco hostil y pienso en los capotes, los toreros, banderilleros, picadores y los animalistas. No sé porque, es un perro.
De cualquier forma me digo: “Como me gruña le pego una patada en los huevos al perrito”.
Pero nada, es un buen perro que cuando paso por su lado (el que me deja, es condenadamente grande), ni siquiera me mira. Son tan antipáticos cuando quieren…
Eso sí, es muy buen escalador. Ha desaparecido entre la espesura del bosque y cuesta arriba. A mí no se me hubiera ocurrido subir por ahí por temor a verme cayendo durante horas como Homer Simpson por un precipicio, en uno de sus ya clásicos e imprescindibles episodios de la estupidez y la torpeza.
Este Marlboro me sabe raro…

Hay un vientre sacudido por espasmos, los ecos de un placer que suben desde el coño como latigazos lascivos, sin penitencias que alegar. Sincronizados con mi lengua, con mis dedos y mi pene hambriento.
Desbocada, maltrata con paroxismo el clítoris ante mí, retándome a que sea tan brutal como ella consigo misma. La quiere más adentro, más fuerte. Que le reviente ese coño ardiente gritan sus dedos chapoteando, rozando mi puta verga que trabaja como un pistón; que a duras penas puede contener un semen que hierve y pulsa doliente dentro de la dura carne.
¿Cómo es posible que el deseo sea tan líquido? Pienso cuando el glande es acariciado por los mojados y resbaladizos labios de su coño.
La primera lefa la escupo en su monte de Venus, y le salpica el vientre. Luego la violo con fuerza, y descargo. Cierra las piernas en torno a mi cintura y clava los talones en mis nalgas para meterme en lo más profundo de su vagina que se contrae con fuerza, lo noto en mi pijo que revienta allí dentro aprisionado.
Y ahí me quedo intentando respirar.
Ella inmóvil, aún aprisionándome, se asegura de que el vaciado sea perfecto.
Me libera y me aparta casi con desdén, se acaricia perezosamente añorando lo que ocurrió hace unos segundos, y el semen se derrama dulcemente por sus dedos. Un último gemido y se gira de lado en la cama, dándome la espalda.
Le gusta hacerme sentir como un esclavo sexual.
Por favor… Está preciosa.
Pero yo también soy cruel, me acuesto pegándome a ella. Con el pene más relajado, con restos de un semen ya frío rozo sus nalgas.
– ¡Cabrón! –e intenta separarse de mí; pero no la dejo, le muerdo y beso la nuca porque me la comería, y ella patea para alejarse.
Con la boca llena de su pelo farfullo algo que la hace reír.
–Un día te la arranco– dice apresando con fuerza la fláccida polla y limpia su mano de semen en mi cara con una risotada.
Y no dejo de maravillarme de que tras toda esa obscena lujuria, pueda luego surgir un par de adultos traviesos que al final, desembocan hacia una ternura inaudita.
Solo deseo que como amante o adulto travieso, que mis mañanas amanezcan con ella, aunque esté en la cocina haciendo el café para su macho.
Bueno, cuando le digo lo del café, me dice no sé qué de mi madre.
Y entonces soy yo el que lanza una risotada.

Iconoclasta

Hay curas (muy pocos, exóticos más concretamente) que están hartos del neonazismo impuesto con el coronavirus y aún así mantienen un ingenioso e hiriente humor sarcástico.
Está bien que alguno disienta del favoritismo del Vaticano hacia los actuales (es vieja la tradición) líderes nazis que han gobernado sus países con acoso, segregación, humillación, muerte y ruina gracias al coronavirus que, les ha enviado unas tablas de mandamientos fascistas que han exhibido sin rubor pisoteando sus cacareados “estados de derecho” de mierda.

Camina pensando en sus banalidades de prostituta. En un momento dado no sabe dónde se encuentra y mira agitada y angustiada en derredor intentando hallarse en la ciudad.
Tenía el cerebro podrido e incluso lo podía contagiar si eras débil o niño.
A aquella puta le pasó unas cuantas veces. Se colocaba con drogas que conseguía en el trabajo a cambio de una mamada o una mala follada, incluso grupal; su coño era un cóctel de sémenes distintos.
Su boca y su coño eran idiotas.
O son, no sé si aún vive, y lo cierto es que tanto me da que viva o muera. Me la pela.
Solo me revuelco desinhibidamente como un cerdo en el viejo y apestoso barro.
En algún momento me confundió con un asistente social de yonquis.
Pensaba que su coño era una joya irresistible, nunca le dije que olía a excremento. A veces cometo actos de piedad. Es una generosidad propia de los recios.
Y en algún momento le di la patada porque no nací para misionero, soy discreta e infinitamente malo y perverso. Por supuesto, selectivo, mi cerebro no está podrido solo es indecente e indecorosamente eficaz; puedo apreciar cosas si me lo propongo.
Una vez participó en la marcha de las putas; pero claro, no era de esas putas. Las putas no son malas personas por definición, ella sí.
No sabía mamarla; pero le ponía interés. Y si no por arte y profesionalidad, por aburrimiento también te puedes correr, les ocurre a los borrachos; incluso sin que se la chupen.
Me gusta la indecente poética de lo sórdido…
Dicen que uno tiene la vida que se merece. Una mierda, es una puta suerte, una ruleta que reparte premios podridos en mayor o menor medida.
Han confundido el misticismo con la ignorancia y el infantilismo. Ser adulto e ingenuo es lo mismo que ser retrasado mental.
La vida no tiene desperdicio, me refiero a lo literario, a lo sórdido.
Me muevo bien en ello; como el cerdo que he apuntado.
Juego con ventaja, tratar con una puta mala es infinitamente más relajado que salvar la vida.
Y si algo aprendes, o debieras aprender si no eres como la puta del cuento, es que la parte mala de la vida la has de extirpar cuanto antes, es en lo único que no has de reflexionar. Sé veloz e impío arrancándote las putrefacciones, aunque tengas que perder parte de ti.
Porque apenas hayas leído esto, yo podría estar muerto.
O tú.
Yo pretendía ser un escritor de esos atormentados, hechos mierda por los golpes de la vida. Y mira por dónde, que he salido un buen hijo de puta.
Soy la parte de la naturaleza humana que intentan barrer bajo la alfombra.
No me quejo.
Me gusta, qué cojones.
Prefiero ser odiado a comer mierda. Si hay algún problema, encontraréis cochinas ventanillas de reclamaciones para tarados en cualquier lugar de esta sociedad degenerada e hipócrita; y también puta e idiota hasta para hacer mamadas.
Y hoy tengo un buen día.

Iconoclasta

Y es que después de tanta represión, acosos, encarcelamientos, segregación, ruina y respiración podrida, es normal que la peña quiera fumarse un cigarrillo de la risa tras casi dos años de ruina y humillación, no puede hacer daño.
Los dictadores han de conocer también cuando han llegado al límite para que la cuerda no mate definitivamente a los que los mantienen con su trabajo (el que lo tenga) y sus nóminas míseras, en el poder.

No tengo claro cuanta vida consume el amor.
¿Y si es al contrario? Que sea la vida la que desgasta el amor.
Entonces también cabría preguntarse:
¿Cuánta vida consume la búsqueda del amor?
Sea como sea, has de ser muy cauto cuando juras que la amarás por toda la eternidad.
Y también debes preguntarte, dado el caso:
¿Qué clase de amor es el que no puedes jurarlo eternamente? Es una mierda de amor.
No seas estúpido, ama con pasión, sin razonar; porque de lo contrario estropearás una de las cosas más bellas de la vida.
Y que pase lo que quiera.
Tú, ámala. No tienes otra opción. No tienes otra cosa que hacer más digna.
Cuando todo deba ir mal, cuando se rompa, llora.
Y desgástate buscando otro amor. Consume la vida en la búsqueda de la belleza.
Además, te distraerá de la muerte que te pisa los talones.

Iconoclasta