¿Es posible que ahora los niños catalanes jueguen por las calles a correr encapuchados, con la boca cubierta con una braga de cuello y gritando: “La pilota de foamy, la pilota de foamy…!”. -“¡La pelota de foamy!”-
No… ¡Bah! Eso es por el bombardeo de los medios de comunicación.
Puta televisión…
Sin embargo, mi mente es la más lúcida del planeta… Puede
que no sea sugestión inducida.
¿Me lo parece a mí, o la peña camina hacia la Plaza de
Cataluña de Barcelona con un rollo de papel higiénico sin ser necesario, por vicio
e inconscientemente? Porque se sorprenden de sí mismos cuando las palomas de la
plaza se les cagan encima.
No soy yo, son los telediarios independen… Los telediarios.
¿Eso que se quema en un contenedor de basuras de Barcelona es
Bob Esponja? ¿Qué cojones hace aquí ese aborto de muñeco?
¿Por qué corre ese niño riendo con un parche en el ojo, gritando en catalán “¡M’han fotut l’ull, m’han fotut l’ull!” -“¡Me han jodido el ojo!”-.
Niños… Seguro que es un nuevo juego que se ha viralizado en
yutup. Angelito…
Lo que es muy raro es ese crío que le ha pegado a su dron de juguete una banderita española para después romperlo de una pedrada, gritando en catalán: “¡Fora les forces d’ocupació españoles! ¡Fills de puta!” –“¡Fuera las fuerzas de ocupación españolas! ¡Hijos de puta!”-
Su padre cabreado con lo que cuesta el juguetito le ha pegado una hostia: “Ets gilipolles o què?” –“¿Eres gilipollas o qué?”-
Menos mal que tengo El Exorcista (la versión un millón del
aniversario de su estreno con material adicional sobre los pelos del coño de la
niña posesa) para pasar un rato distraído y menos sórdido. Solo he de procurar
no mirar la televisión hasta que empiece el Blue Ray la reproducción.
Tsunami Democràtic no es más que un video juego de realidad aumentada de redes sociales, solo que las proyecciones de esa realidad son los muñecos humanos reales que asisten a las manifestaciones, como robotitos de carne teledirigidos. Es la función última de las redes sociales, hacer de los humanos con escasas luces muñequitos de realidad aumentada. Si el jugador (una élite de racistas políticos y otra chusma poderosa y ricacha) mueve a los drones hacia un aeropuerto, los miles de drones acuden sin saber bien porqué. Si el jugador les dice que se vayan, dan media vuelta los miles y se van. Si se les ordena llorar y llevar papel higiénico para limpiarse el culo en la calle, lo hacen. Luego, con los créditos obtenidos durante el juego, puedes usar una serie de sicarios con sudaderas y con un armamento limitado; pero irritante y luminoso que se moverán por distintos puntos del escenario del videojuego. El juego está tan bien programado que la sincronización es perfecta en muñecos operados a cientos de kilómetros de distancia. Por ejemplo, por viejos o jóvenes que sean, son capaces de recorrer largas distancias a pesar de joderse pies, pasar hambre, calor y ridículo con una sonrisa beata en el rostro. Incluso dejando de trabajar y por tanto ganar dinero. Si no fueran muñecos de un videojuego, serían simplemente imbéciles. ¿Para qué los androides si con unos cuantos votantes puedes hacer lo mismo sin tener que fabricar complicadas máquinas? Es tan sencillo como indigno. Doy gracias a mi inteligencia por no ser un muñeco de Tsunami Democrátic. Solución: que un hacker joda el videojuego y desconecte a esos miles de robotitos del sistema para que sigan con su mediocre existencia como antes de ser usados. No sé si habrá en el videojuego una opción sexual: crear situaciones pornográficas con los muñequitos manifestantes, grandes orgías e incluso violaciones (de machos y hembras) con esas famosas manadas que tanto gustan y entretienen en todos las fiestas mayores de pueblos; pero podría ser una grata opción para el público adulto. Dado el éxito, los dueños del videojuego podrían sacar una pasta gansa con lo sexual.
Cojones… Es
como leer en la prensa una reflexión de Bambi en versión YMCA.
Precioso de
verdad.
Lo entiendo,
cuando veo la mierda que me pagan, también pienso que estoy en el cuerpo
equivocado; solo que yo adoro mi cuerpo con sus testículos y pene incluidos.
El problema
no es el cuerpo: es un cerebro bastante estropeado.
Aun así, que
cada cual haga lo que le salga del coño o la polla antes de perderlos.
Alguien podría pensar que al ser el Ripollés una comarca catalana principalmente ganadera, es lógico que por aburrimiento y desidia, las autoridades señalicen lo que no es necesario porque ya lo está con decenas de señales. Sin más malicia, con su mentalidad ganadera tratan a los ciudadanos como a las vacas y han decidido que hay que marcar con más rigor el paso de la reses humanas. Si contamos además con que por este lugar no circulan coches, motos o camiones; que es eminentemente lúdico para peatones y bicicletas, lo absurdo llega a la comicidad. Pero es mucho peor que una desidia o una “deformación profesional” derivada de la ganadería. Lo real, lo exacto es concluir que realizan un ejercicio de autoridad y demostrar así a sus ciudadanos que son ellos los que ordenan y marcan por donde y como se debe caminar. Con estos postes crean situaciones de accidente: que los ciclistas o los niños que aprenden a ir en bici se golpeen contra los grandes y llamativos postes, o se acumule gente y bicicletas en el embudo que han creado con esa mierda que han plantado. Si generan situaciones peligrosas o irritantes, se hará necesario que intervengan las autoridades y hacerse así más necesarias en los lugares y momentos más banales e inverosímiles. Con ello tienen asegurado el control, la omnipresencia y la excusa para contratar más seguridad a costa de los siempre felices y pastoreados votantes o contribuyentes. Y todo con un objetivo fascistoide e hipócrita: vuestro Gran Hermano vela por la seguridad y el bienestar de las reses votantes. Y aún hay más, el mensaje más duro y obsceno que transmiten esos postes con su rojo y blanco contrastando como barreras de aduanas, como mierda en la nieve, es: “No sois libres. Nosotros decimos hasta donde y por donde puedes serlo”. Con sus deseos de crear más fronteras, los ilustres próceres de la sociedad no pueden reprimirse de crear puestos y sistemas de control y represión hasta donde pastan las vacas, jodiendo el paisaje y mi libertad con su omnipresencia de mierda. Sin ser necesario. Sería de risa si no fuera tan ofensivo y degradante como los chequeos de control de los aeropuertos.
Es habitual que al
despertar de la siesta escuche un silbido, como el de una tubería dejando escapar
por un poro fluido a presión.
Con más precisión
se asemeja al chirrido de acoplamiento que hace un altavoz cuando se acerca
demasiado un micrófono.
Dicen que estos
ruidos, son acúfenos y suelen ser síntoma de sordera. Sin embargo, hacerse
viejo es hacerse sordo.
Y aún escucho con
aceptable calidad para entender, me refiero a que no es una de mis taras más
notables.
Ocurre solo
cuando duermo durante el día. En el sueño nocturno y silencioso, raramente escucho
en mis oídos ese silbido.
Mis oídos no
están excesivamente estropeados.
No son acúfenos.
Ocurre que el
mundo y yo nos rechazamos, más concretamente la humanidad y yo.
Y un otólogo no
puede curar estas cosas.
Algo extraño se
filtró entre la cópula de madre y padre, la que me concibió.
Y soy por tanto
una mutación, un extraño entre la humanidad.
En algún momento,
un espermatozoide y un óvulo se contaminaron y absorbieron algo ominoso, y el
resultado es la aberración que soy.
De pequeño le decía
a mi madre que oía crujidos en mis oídos. Mis dolores más frecuentes y temidos eran
los de oídos, y lo son. De hecho, cualquier malestar o daño, repercute siempre en
mis putas orejas. Una noche, muy adulto ya, dejé sangre en la almohada y no me
extrañó, solo quería que dejara de doler de una puta vez. Y aquel silbido que
no me dejaba escuchar mi propio pensamiento…
La humanidad
provoca un rugido molesto y caníbal. Solo cuando me oculto en mi madriguera, consigo
bajar el volumen a un agudo silbido.
Y loco no estoy
porque identifico con absoluta nitidez los que deberían morir y los que no
importa que sigan viviendo.
Solo la frecuencia
de su voz me da paz, cuando ella habla, yo callo para que no deje de decir.
No son acúfenos,
son ruidos reales que provocan los humanos en mí, es una infección.
Recuerdo el
molesto eco de la voz de un sacerdote en la iglesia, cuando hice la primera
comunión. A los sacerdotes les encanta la teatralidad de orar y demostrar que con
su potente eco resonando en las paredes, tienen un trato directo con dios. Un
par de veces que ya de mayor, inevitablemente he asistido a una misa, no han conseguido
rebajar esa incómoda sensación acústica que sentí de niño.
Temo que si fuera
sordo, serían mis ojos los que con aberraciones ópticas, pondrían de manifiesto
mi rechazo a los humanos y sus cosas.
Del constante olor
a mierda, ya reflexionaré en otro momento.
Y no estoy loco,
solo cuando la follo y el único sonido que escucho es el líquido chapoteo de
los sexos y los gemidos y jadeos; siento que pertenezco aquí a este lugar
poblado de humanos, abarrotado, atestado, asfixiante…
Gracias a esta
bella espécimen que amo sorda y únicamente, gozo de momentos de armonía. Lo que
dura un polvo. Y he de reconocer que no soy un gran follador que bombea durante
horas sin cesar. Es humillante confesar estas cosas, lo efímero que a veces
puedo ser para lo mejor.
Alguien
insistiría en que algo huele a podrido en Dinamarca cuando mira mi cerebro, está
bien; psiquiatras y psicólogos necesitan ganar dinero, es lógico.
Hay ocasiones que
imagino que ese silbido es la vida que se me está escapando por los poros de la
piel, y cada vez con más caudal y presión.
Temo que un día
la muerte haga sonar su trompeta pegada en mi oído para despertarme y sacarme de
aquí.
Morir con el arrebato
de un sórdido solo de trompeta…
Es bonito; pero una
vergonzosa ingenuidad facilona y tonta por mi parte.
Todo son malas
noticias.
No se me puede
reprochar ser un odiador profesional.
No, no son
acúfenos y unos audífonos lo empeoraría amplificando el ruido del mundo hasta
lo insoportable.
Me pegaría un
tiro.
Estoy seguro, de
que si vivo lo suficiente para quedarme sordo, ese silbido lo seguiré
escuchando. Ese chirrido que me provoca la cercanía de la humanidad.
Y ella tiene que
hacer sus cosas, mi amor no puede estar ahí siempre protegiéndome y dándome
paz. Por otra parte, soy muy orgulloso. No necesito ni quiero cuidados de nadie.
Sé joderme con la boca cerrada, con cojones. Y si tiene que doler, que duela.
Necesito urgentemente
unas vacaciones, apagar ya el sonido de la vida; con su conclusión lógica.
La Reina de Barcelona, su Majestad la Colau, ha dictado orden de multar, cazar y capturar los patinetes eléctricos y los perezosos que van encima, ya que son más fáciles de denunciar, multar, e inmovilizar que los ladrones violentos homicidas y traficantes de drogas. Incluso molestan más que esos vendedores africanos tan morenos y negros que venden gafas, bolsos, carteras y paraguas de grandes marcas a precio de estiércol. No tan barato resulta cuando no les puedes dar un solo uso, tampoco seáis tan ingenuos de pensar que solo pagáis “marca” por un bolso caro.
Por lo visto los patinetes son muy grandes, ocupan mucho espacio y sobre todo, le hacen la competencia a la mierda de transporte público barcelonés. Pero lo que es peor: son agresivos, sus ruedas tienen cuchillas que amputan los pies de los peatones. De ahí ese chorro de multas que ha puesto la guardia mora de Colau.
Es su feudo y tiene derecho a llevar su puto reino como le salga del coño.
Luego dicen del buen talante antimonárquico, democrático y liberal de Unidas Podemos, la bondad de sus medios machos, de sus curtidas mujeres y otros satélites asociados.
Pues yo siempre he pensado que este símbolo, por su estilo era la marca de una ganadería de toros como los vitorinos o los miuras. Y ahora me entero de que se trata del víctor franquista (cosa que no sabía que existiera, no soy de naturaleza fetichista ni religiosa). Bueno, tampoco iba muy descaminado, está relacionado con las bestias, al menos con las porcinas. Que me disculpen las bestias ganaderas y de corral por la confusión, puedo imaginar lo deprimente que es ser marcado como un marrano franquista. No es que sea inculto, es que soy tan introspectivo y estoy mentalmente tan lejos de la sociedad, que es lógico que estas confusiones hagan inesperadamente mis días más jocosos. Soy lo que rima con joya de divertido e instructivo.