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Yo digo que una bofetada se resuelve con otra hostia.
Además, sería imposible pagar solo con otra.
La decapitación…
No se trata de poner la otra mejilla, no es tan fácil.
Todo va más allá, a otra dimensión, en la que yo rijo.
Yo lo puedo hacer; pero vosotros no y si lo hacéis será una chapuza. Un trabajo mal hecho e inconcluso por mucho que matéis.
Pero lo más importante, es que desde el momento en que ese dios melifluo, iracundo y maricón me creó, nadie me ha dado una bofetada.
Yo sí puedo hacer lo que digo, lo he hecho antes de alardear de ello.
En un tiempo remoto, cuando le comía los dedos de los pies a un bebé ante su madre, dios me preguntó desde su palacio celestial mierdoso, que parece un burdel barroco:
¿Por qué lo matas todo, 666?
Le respondí que no soy un hipócrita divino y sádico como él. Que no pido obediencia ni fe a sus amadas creaciones, monos de mierda…
Dices ser amor, y sin embargo asesinas y torturas hipócritamente, cerdo todopoderoso.
Le dije que es mi trabajo y disfruto con él, sin más liturgias de mierda.
Incluso cuando el primate casi con alegría va a morir y por ello dejar de sufrir, le insuflo vida por el placer de observar el movimiento de sus intestinos que, parecen grandes y sucias lombrices retorciéndose al aire.
Evito que el mono muera de un infarto cuando observa como descuartizo a todos sus seres queridos en largas sesiones, chapoteando mis pies en una balsa de sangre y restos cárnicos.
Lo más fascinante llega cuando el dolor y el terror se les hace tan insoportables que su mente estalla y dejan de ser humanos para convertirse en un organismo desgajado o eviscerado, mugiente y convulso. Incapaz de pensar, solo buscando la muerte como un animal que va a morir abrasado y corre hacia el acantilado, al vacío.
Juro que puedo escuchar el sonido a cristales resquebrajándose cuando la mente se les rompe y dejan de ser humanos.
Algo que ningún mono del mundo podrá gozar jamás. Es mi privilegio exclusivo y la razón suficiente e insaciable para exterminaros lentamente cada día, cada noche, a cada instante… A todos, desde los recién nacidos a los que han creído tener la suerte de morir dulcemente en la vejez.
No puedo creer, dios imbécil, como puedes asombrarte después de tantos millones de años viendo como desguazo y extermino a tus creaciones.
Y cuando acabe con el último primate sobre la capa de la tierra, subiré a tu cochino cielo y comprenderás lo que es la fractura de la mente cuando te tenga en el filo de la muerte y el dolor inenarrable; y a tu hijo el nazareno, repartido a trozos entre los coros celestiales, después de haberlo despellejado como un muñeco de medicina.
Cuando tu corazón negro dé el último latido en la palma de mi mano, tu mente se habrá rajado y dejarás de existir antes de morir. Y el mundo que creaste sufrirá un colapso que lo convertirá en otra piedra muerta flotando en el universo. Tu grito de dolor enmudecerá por fin allá en el vacío.
Mientras ese momento llegue, herviré crías de primates humanos como golosinas para mis crueles. Mis queridos y obedientes cerdos diabólicos…
Les gusta más cuando les doy carne de ángel, se matan entre ellos por un bocado de sus alas recias y musculosas, afeminadas hasta la vergüenza. ¿Por qué no los dejas acercarse a mí más a menudo, dios marica?
Ese Dios melifluo y asesino hipócrita, hace ya rato que ha cerrado las puertas de su reino. No le gusta que sus primates inocentes, bienaventurados, ángeles y arcángeles escuchen mi verdad, mi volición imparable.
Cuando desplego en todo su esplendor mi naturaleza en el infierno, el silencio se convierte en una plancha de plomo que lo enmudece todo, ni siquiera se produce eco. Un plomo que cae sobre las almas que sufren sin cuerpo para la eternidad o cuando a mí me plazca acabar con ellas.
Puedo imaginar vívidamente un mundo sin vida humana y rujo al cielo y a la oscuridad de mi húmeda y oscura cueva.
A medida que me tranquilizo tras mi furiosa epifanía, soy consciente del sonido que produce mi Dama Oscura entre mis piernas, chupando mi rabo y sus dedos chapoteando en su raja anegada y brillante, sentada a los pies de mi trono de piedra. Mis huevos captan el frescor de la piedra del trono. Me gustaría que la Oscura prestara más atención a estos detalles, que los acariciara y dejara de darse placer a sí misma.
Extraigo de entre la carne de mis omoplatos mi puñal y goteando viscosidad sanguinolenta, deslizo la afilada e infecta punta por sus pezones acariciándolos, conteniendo a duras penas el deseo de cortarlos.
Ante el caliente filo, se le escapa un gemido de la boca llena de mí y su orina se derrama entre mis pies y sus nalgas poderosas que esconden un indecoroso y hambriento ano.
Un cruel emerge gruñendo de la oscuridad que nos rodea, se acerca al trono y lame con avidez los jugos derramados y el coño de la Dama Oscura cuando se lo ofrece separando las piernas.
– ¡Hazme daño! –rujo.
Desenfunda la fina daga, un estilete ceñido a su muslo y lo clava en el escroto atravesándolo de parte a parte, destrozando los testículos… El glande escupe unas gotas de sangre que caen sobre el hocico del cruel. Las manos de la Oscura están ensangrentadas, ardientes…
Y bramo.
El cruel huye apresuradamente gruñendo horrorizado hacia las oscuridades a esconderse.
Eyaculo una gelatina rojiza que cae sobre las tetas de la Oscura, que mantiene su mano cerrada en mis mutilados cojones, apretándolos, sosteniendo el dolor en su nota más alta.
Es una virtuosa del dolor, no sé si le queda algo de humana…
Y como si leyera mi pensamiento lleva esa gelatina a su coño para extenderla mientras se corre y grita y jadea y sus pechos se agitan pesados, duros…
Esta es la dimensión oculta que habito. La del dolor, la cuarta que tanto buscabais.
Bienvenidos a ella, pasad y sufrid.
Pasad y rompeos, primates.
Moriréis todos.
Siempre sangriento: 666.

Iconoclasta

El funcionario sanitario apostado en el inicio de la calle principal y que da acceso al viejo distrito, luce sus pulmones rosados (se los he extraído cortando la carne por debajo de las costillas, parecen repugnantes flotadores de playa) por encima del mono de papel estéril, su mascarilla… El bozal está salpicado de sangre y con la capucha en la cabeza parece un alienígena ridículo. En la pequeña mesa de camping está expuesta la parafernalia de test de antígenos, termómetros y una radio. Y su pene pequeño y oscuro, un extra de mi Dama Oscura, es detallista.
China comunista. Shanghái. Distrito Hongkou, también conocido como “la pequeña Tokio”. Una tarde cálida y húmeda como lo es el excremento blando de la enfermedad.
En definitiva, romanticismos de monos aparte, el barrio, un trazado caótico de viejas y estrechas calles rurales y ruinosas casas, es un vertedero de primates hacinados. La pobreza de sus sueldos y el robo al que son sometidos por el estado comunista no les permite acceder a la zona moderna de la absurdamente rica ciudad. El distrito Hongkou es como una rata sarnosa infestada de pulgas correteando por el centro de una ciudad ultramoderna y ultra millonaria (solo para los líderes importantes del Partido Comunista, unos pocos).
Zhou es un primate macho chino de treinta y dos años. Por supuesto, está afiliado al Partido Comunista Chino y su ambición máxima es escalar hasta la clase social de funcionario humilde. De momento, gracias a sus mamadas a míseros burócratas, ha conseguido licencia para tener un segundo hijo, ya que el primer nacimiento fue una niña, y el segundo hace apenas un par de semanas, al fin el niño deseado. Es un miserable operario de tricotosa robótica en una fábrica textil, y también el chivato de la empresa, propiedad de uno de esos corruptos y poderosos funcionarios de la Asamblea.
El “Soviet” Chino tiene decidido para un futuro próximo que las casas de la pequeña Tokio sean derrumbadas con sus habitantes dentro, porque chinos que contribuyan con su esclavitud a la riqueza de la clase de los poderosos funcionarios, no faltan. Por eso los matan y es tan cotidiana la pena de muerte arbitraria y corrupta.
Odio Oriente en general por su constante y caliginosa humedad, este vapor pegajoso que me envuelve me enfurece. Sin embargo, me gusta el efecto perlado que causa en la piel bronceada de la Dama Oscura, es como el rocío de su coño en todo su cuerpo.
Siento cierta incomodidad enojosa con la sangre del primate que he eviscerado, es como un barro maloliente que no acaba de secarse nunca.
El clima subtropical húmedo de Shanghái es nefasto para ellos mismos, porque lo que no me gusta hará que los mate en mayor número, que los descuartice en serie. Que destripe a sus crías de mierda ante ellos y los asfixie con sus tiernos intestinos embutidos en sus bocas mierdosas, en la de sus padres.
Shanghái es una colmena para almacenar verticalmente ganado humano con una visión futurista y opulenta. Las viejas casas representan un absurdo desperdicio de suelo útil y los que las habitan no importan a nadie de la Asamblea Popular Nacional, una pocilga lujosa y limpia, atestada de altos funcionarios y burócratas que gobiernan la respiración y el ritmo cardíaco de sus reses porcinas.
Se dirige a su casa por una empedrada, desierta y apestosa calle, oscura y silenciosa. Silenciosa por el temor de los miles de habitantes apresados y sometidos a la violencia del gobierno chino y sus sicarios. Ha finalizado su turno de vigilancia.
El mediocre e insignificante Zhou capitanea a un grupo de primates como él, voluntarios que se dedican a reinar con mano dura sobre la gente controlada y asfixiada por las represiones del covid, bien en sus casas cuando las invade para inspeccionar, bien en los campos de concentración fabricados apresuradamente. Que nadie salga, que nadie hable, que nadie pida, que nadie se lamente.
Como su puesto de trabajo está cerrado por los encarcelamientos de la dictadura china y su política de “cero covid”; se dedica a tiempo completo a la extorsión de sus vecinos. Las dictaduras primates son el paraíso de los mezquinos, donde a base de sexo anal o vaginal, mucho oral y asesinar a vecinos y amigos con denuncias, los más cerdos de los cerdos, pueden subir un poco por encima de la miseria, y escalar a puestos que les otorgará algún privilegio y una casa con cagadero privado.
Los monos sometidos a una dictadura comunista ideológica como la de China con decenas de años de asesinatos y abusos decretados y cometidos por los señores de la vida y la muerte de la Asamblea Popular Nacional, han creado decenas de generaciones de monos chinos castrados mental y de hecho, genitalmente, ya que solo se pueden reproducir con el permiso expreso de sus criadores.
Y en China, en mayor medida y paranoia que en otras naciones con idéntica filosofía a implantar en un futuro muy próximo; una epidemia se trata como en toda granja de cerdos: sacrificando a los enfermos, y a los posibles llevándolos al hambre y la asfixia hasta asegurar que el brote de peste porcina (un coronavirus en este caso) ha sido controlado.
Las restricciones consisten ni más ni menos en mover a la población a grandes guetos o gulags donde esperar que mueran por sí mismos, bien de hambre, bien de enfermedad, por cualquiera de las mucho peores que el coronavirus o covid corren en esos lugares insanos, auténticos barrizales formados por excrementos y orina humana.
Y los que no son deportados, siguen condenados a un encarcelamiento domiciliario y hambriento; controlado con cientos de miles de funcionarios ejerciendo de Gestapo china, una masacre total que solo un pueblo con decenas de años de acondicionamiento mental puede soportar sin protestar demasiado.
El control veterinario (sanitario le llaman eufemísticamente), está formado por funcionarios que ejercen como los médicos hitlerianos que medían y torturaban a los judíos, maricas y otras razas cuando ingresaban en los campos de exterminio. En China, si durante un decreto de encarcelamiento se sufre un infarto, te dejan morir. No existe atención médica ni siquiera para las parturientas. Solo se atienden casos de covid para sacrificar al infectado o clasificarlo en algún campo de concentración según su casta social o si es un buen ciudadano.
La pareja de policías nos grita algo; se dirigen a nosotros con sus bozales blancos, impolutos. Sobre los monos de papel, las armas y radios. Al de la izquierda le disparo en los genitales, al otro directamente en el bozal y la quijada desaparece en un estallido de dientes y hueso.
El del tiro en la polla grita retorciéndose en el suelo con las manos entre las piernas, le pateo la cabeza hasta aplastarla, momento en el que deja de lloriquear.
La Dama Oscura acaricia mi paquete genital evidentemente excitada.
Es tan impúdica…
Hay primates mirando desde las ventanas, tras los cristales; evitando ser vistos, con suma cautela. No les importa los que mueren ahí fuera; y mucho menos si son funcionarios; si no hay algún colaboracionista de la dictadura entre ellos, no llamarán a la policía.
China pretende demostrar al mundo su poder sobre la vida y la muerte. Y por supuesto el control veterinario de su población. Todo para dar idea de prestigio y liderazgo férreo ante los líderes políticos occidentales. Desea monopolizar la modernizada ruta de la seda y enriquecerse (su centenar de poderosos funcionarios) con tasas de mercancías que entren o salgan de su territorio, marcando los precios a pagar por las sociedades consumistas occidentales por los productos que fabrica y erigirse así, en centro neurálgico de la economía mundial. Y para ello debe ser feroz y apoderarse o controlar los puertos de las distintas naciones orientales en los mares Oriental y Meridional de China, Japón, Amarillo e incluso los de Filipinas e Indonesia.
Ningún primate por poderoso que sea podrá sobrevivir a mí. Soy un dios que mata a dios. Un dios que odia todo lo humano, todo primate que respira. Extinguiré la plaga de monos humanos de la faz de este planeta que ese dios maricón creó.
Descuartizo a ateos con el mismo afán que a crédulos, con la misma furia. Con el mismo grado de dolor: infinito. Incluso suplicarán la existencia de un dios cualquiera cuando les escarbe los ganglios linfáticos de los sobacos con mi puñal caliente de sangre y pus. Lo digo porque en China más de las tres cuartas partes de la población es atea. Cosa bastante rara, porque los ateos suelen ser menos serviles… Será esa mansedumbre e indolencia una cuestión de raza o genética, como ocurre con las dictaduras en España o las africanas e hispanoamericanas, por ejemplo.
Zhou es un primate orgulloso, no tiene cerebro, solo una mezquina ambición y una envidia feroz. Jiao, su esposa, no lo quiere se casó con él porque debía hacerlo, para asegurarse casa y alimento. Se quedó preñada sin ningún tipo de alegría ni apreciar en lo más mínimo la polla de su corrupto y venenoso marido.
Es la historia común de millones de matrimonios chinos.
Las solteras chinas acaban apuñaladas por algún funcionario humilde o burócrata que las folla por nada, sobre todo en las zonas rurales, cuyos alcaldes actúan como auténticos capos mafiosos.
Zhou ha entrado en uno de esos indefinidos y monocromáticos edificios ruinosos.
La Dama Oscura avanza para situarse frente a mí.
–Mira 666, mete los dedos en mi raja, estoy ya anegada, viscosa.
Llevo la mano bajo la microfalda de cuero. Antes de hundir los dedos en su coño, siento la daga, fina como un estilete que lleva ceñida al muslo cuyo mango le roza estratégicamente el sexo que parece latir. Mis dedos se precipitan en ella y es tan cálida y tan resbaladiza su vagina que lanzo un grito atroz y le beso los labios que le sangran. Y los míos también, es voraz.
Cientos de persianas y ventanas se oyen bajar y cerrarse.
Dos voluntarios del comité vecinal a prudente distancia de nosotros, no nos piden documentación ni les importa que rompamos su confinamiento porcino, solo quieren vivir. Aún les queda ese instinto primigenio de presa, de temor a ser devorados.
Todo la cochina Shanghái ha escuchado mi grito; pero los primates hacen como que no ha existido semejante alarido. Es tan ancestral en los primates el terror que despierta mi ansia depredadora, que atávicamente saben que no hay posibilidad de vivir cuando me manifiesto. Sus cerebros entierran el sonido de mi ira como si no hubiera ocurrido algo tan espeluznante.
Hay un silencio sepulcral en todo el barrio y no es por miedo al estado comunista y sus sicarios extorsionadores.
Yo soy el cero absoluto de la vida.
Accedemos al portal, hacia el segundo piso, los primates dejáis siempre una estela de hedor en el aire tan fácil de seguir… Nacisteis para ser cazados y exterminados por mí.
Odio los insectos y su conciencia imbécil.
La Dama Oscura sube delante de mí y tomándola por la cintura la detengo en la escuálida escalera para hundir mi lengua en su ano. Jadea y con la mano oprime mi rostro contra sus nalgas, favoreciendo con movimientos de cintura que mi lengua penetre profundamente.
Llegamos a la puerta del apartamento. El puñal pulsa ardiendo envainado entre la carne de mis omoplatos, la pesada Desert Eagle .357 encajada en la cintura del pantalón, en la espalda, cargada de balas prácticamente desintegradoras; acentúa más mi erección cuando acaricio la culata bajo la camisa.
Rompo la puerta de una patada. La mujer está sentada dando de mamar al pequeño bebé que apenas tiene un par de semanas. Se lo arranco del pecho a la fea y pequeña Jiao y la derribo con una patada frontal lanzándola al suelo, grita aterrada. La Dama Oscura saca su daga del muslo izquierdo y se dirige a la cocina donde Zhou se asea. El lavabo es un zulo apestoso comunitario en los bajos del edificio.
Cierro la mano encima del cráneo del bebé y hago girar la cabeza. Su flexible cuello se parte suavemente y sigo girándola hasta que, como ocurre con las gallinas, se desprende del tronco. La dejo encima de la mesa, sobre los platos de la cena para el macho. El cuerpo lo dejo caer al suelo con desgana. Por un momento, reflexiono sobre la naturaleza humana. ¿Cómo es posible que en un cuerpo tan pequeño, una cría de primate almacene tanta sangre?
Para que calle la mona china, me agacho y le doy un puñetazo en la sien, su ojo derecho se opaca de sangre y rueda por el suelo muy cerca del cuerpo decapitado del bebé.
La Dama Oscura ha clavado el estilete en la garganta del miserable Zhou, de tal forma que ha afectado con precisión a las cuerdas vocales, está mudo y no sangra demasiado, al menos por fuera.
Cuando ve la cabeza de su apreciada cría de macho sobre el plato de tofu frito, se arrodilla ante mí pidiendo perdón.
El salón está pobremente iluminado por una débil luz que da un ambiente anaranjado y hace la sangre menos llamativa. Es deprimente la pobreza y su luz.
La Dama Oscura se arrodilla y sus preciosos muslos sudorosos se muestran obscenamente. Pincha con la daga las ubres plenas de leche de Jiao aún traumatizada en el suelo. Y sí, abre el ojo sano desmesuradamente y entro en su mente para que no grite, me da dolor de cabeza. La sangre que le mana del pezón rajado es rosada. La Dama Oscura la ayuda a incorporarse metiéndole la mano entre las piernas, masajeándole el coño para excitarla.
Su hija de cuatro años yace en un catre, tras una cortina de plástico en el salón. Se llama Mei, me lo dice su mente, la de Zhou.
– Abre la cortina, mono –le ordeno apuntándole a la cara con la Desert.
Con la mano en la garganta se apresura a correr la cortina, la pequeña nos mira asustada. Le disparo en la cara y su cabeza desaparece.
El padre se lanza contra mí histérico, lanzando débiles e infantiles puñetazos. Saco el puñal de entre los omoplatos y se lo clavo en el vientre, luego corto hacia la derecha, hasta que aflora un trozo de intestino. Cae al suelo retorciéndose, conteniendo la tripa entre los dedos.
– Dime Zhou, ¿cuánto dinero les sacas a tus vecinos por no meterlos en el campo de concentración?
Es una pregunta retórica, no me interesa ni él ni los oprimidos, solo quiero que entienda que la vida de sus hijos me ha importado nada. Que soy un tipo muy llano y directo.
Seidriel, el ángel de Dios que vela por las almas de los niños se manifiesta en este miserable salón comedor y siento una incómoda sensación de claustrofobia, somos tantos…
Con un tono afectado, y un rostro teatralmente dolorido me dice:
– ¿Qué has hecho, hermano de negra luz? Son tan pequeños… Deja que cuide sus almas.
La Dama Oscura orina sonoramente ante él con un potente chorro.
El pueril Seidriel sostiene beatamente el cuerpo del bebé que gotea sangre manchando las mangas de su afeminado camisón blanco.
Le pego un tiro al idiota que arranca unas cuantas plumas de sus gigantescas alas blancas al salir la bala por la espalda. Su sangre es blanca, me repugna. Parece que dios los rellenó con su semen para darles vida.
–Ve con tu dios maricón. Lárgate de aquí.
Y entonando un salmo con voz aflautada, se eleva despareciendo por el techo del salón hacia la nada. Hacia dios para que lo cure.
La Dama Oscura no puede evitar una carcajada. Rasga el pantalón de Jiao y le arranca las toscas bragas de algodón. Mi mente aún la controla. La Dama Oscura la adorna con unas zanahorias sin limpiar; cuando se las mete en la vagina su rostro no muestra emoción alguna.
Mi Oscura baja la cremallera del pantalón y saca mi falo; luego, tomando a la mona por los pelos la obliga arrodillada, a tragarse el rabo. Pincha los ojos de Zhou, que está a mis pies, a mi siniestra. Y dejo que grite, que le duela hasta el infinito. Y arrebatándole el intestino que tiene entre los dedos, lo enreda en mi mano. Se coloca tras la grupa de Jiao y hace oscilar adentro y afuera las zanahorias en el coño de la mona que jadea con la boca llena de mí, aunque no quiera.
Y eso crea una vibración en el pijo que me vacía de sangre el cerebro para alimentar mi glande insano. La Oscura se frota el erecto y brillante clítoris, y todos disfrutamos en mayor o menor grado de mi gracia maldita. Desearía que alguien hiciera una foto, que incluyera además el plato de tofu frito con guarnición de cabeza de primate lechal. Nada es perfecto…
En el momento el que la leche empieza a crear presión en los conductos seminales y se forma el orgasmo, alzo la mano con el intestino de Zhou enredado en ella, y saco de su vientre al alzar el brazo un metro y medio de tripa sangrante. A estas alturas aunque no está muerto, le queda tan poca vida que su cuerpo no sabe si aún vive o está muerto y su cerebro está ya apagando la red neuronal.
Lanzo un rugido de poder cuando el semen rezuma negro de la boca de la mona. Sus labios se queman y el veneno le baja por la garganta cauterizándola. La Dama Oscura se incorpora y me abraza por el torso, besando mi espalda, profesando amor. Comparte la tripa de Zhou enredada en mis dedos tirando de ella hasta que se desprende de su cuerpo.
Le masajeo el clítoris sin cuidado, con brutalidad; hasta que se corre estruendosamente en mis dedos, que lamo ávido.
Muy pronto los monos comprenderán que hay cosas peores y más infames que enfermarse de un constipado o de una gripe.
A los primates hay que educarlos con crueldad, con una crueldad que ni siquiera el estado podría imaginar jamás. Es la forma de que entiendan quien manda, quien decide realmente quien vive o muere.
Devuelvo con mortificante dolor el puñal a la carne de mi espalda y recupero de la cintura la Desert, aún no ha acabado la fiesta.
A mi Oscura le doy otra pistola que he conjurado del infierno, de mi húmeda y oscura cueva.
Disparo hacia la cocina perforando el tubo del gas y enciendo las barritas de incienso del pequeño altar budista que decora el salón.
Salimos del apartamento, siento las miradas de los primates a través de las mirillas, oídos pegados a las puertas. Subimos hasta el cuarto y último piso. Disparamos a todas las puertas, la sangre de los curiosos mana por el resquicio con el suelo y hay gritos de dolor.
Por fin suenan cercanas las sirenas de policía y ambulancias. Cuando acabamos de disparar a las puertas del tercer piso, los vecinos bajan precipitadamente a la calle, sin bozal, sin importar si está prohibido de mierda salir de la casa.
Una vieja cae escalera abajo y mientras rueda le acierto con cinco balazos que la convierten prácticamente en una hamburguesa fresca y jugosa. No era necesario, porque su cuello está roto.
Matar no es una necesidad, es un placer.
Mi Dama Oscura pisa con glamour su rostro muerto en el descansillo.
En la planta baja disparo al tubo general del gas, enciendo un habano H. Hupmann y sin apagar el encendedor, aproximo la llama al chorro de gas que crea una generosa llama de dos metros que silba con fuerza.
El apartamento de Zhou estalla. Cierro la puerta del portal ignorando a los primates que en la calle discuten con la policía y los comités vecinales. La Dama Oscura, con el rostro iluminado del color del infierno, me besa la boca y metiendo la mano por la cintura del pantalón masajea mis cojones y retira el prepucio para acariciar el glande. Y gimo…
La elevo tomando sus muslos y la penetro, golpeando su espalda contra la pared.
Algo se derrumba y baja una nube de polvo y humo por la escalera, me corro en ella mientras grita y de su coño gotea el semen en mis botas. Aún en mis brazos, baja el tirante de la camiseta de seda negra, ofreciéndome el pezón para que lo lama mientras regula su respiración agitada.
Sudamos ambos, el rugido de la llamarada del tubo de gas y los movimientos de derribo de los pisos superiores, crean nuestro infierno perfecto.
Nos llega un nuevo griterío, las llamas han prendido los edificios adyacentes y una nueva oleada de primates chinos se precipitan a la calle escapando del fuego.
Cuando abro la puerta del portal con el puñal en la mano, oculta la hoja dentro de la manga de la camisa, nadie nos presta atención, bomberos, policía y ejército intentan contener a la masa y piden por radio autocares para transportar a la gente a campos de concentración para evitar que la epidemia de coronavirus pueda extenderse más allá, hacia la zona de riqueza.
Un soldado aparece entre la muchedumbre que apenas cabe en la estrecha calle. Nos observa con suspicacia y se acerca.
– Pasaportes –exige con el subfusil en la cintura apuntándonos con el cañón.
La Dama Oscura se abraza a mi bíceps, demostrando temor y timidez.
Llevo la mano al bolsillo trasero del pantalón.
La otra mano le clava el cuchillo bajo la mandíbula y bajo el filo hacia la tráquea. No permito que se caiga. La Dama Oscura lo sujeta por un brazo y mantenemos el cadáver derecho. Con sigilo, lo dejamos caer en el portal que arde en el interior.
–Queda poco, mi Dama. Ya llega el camión. La tomo de la mano y la conduzco doscientos metros más allá del gentío, hasta una bocacalle de apenas un metro de ancho. Nos ocultamos en su penumbra.
Hay aproximadamente unos cuatrocientos primates entre vecinos, funcionarios, policías y bomberos, la estrecha calle está atestada de gente. Es un caos.
–Treinta segundos –le susurro a mi Oscura antes de hundir mi lengua en su boca.
La calle tiene el ancho justo para que un camión de gran tonelaje pueda pasar, sin espejos retrovisores, incluso las manetas de las puertas rozarán contra ambas paredes.
Un claxon neumático suena con fuerza, como un buque.
Y de repente los gritos de pavor de los primates se elevan por encima de todo. Unos buscan refugio en portales ya cerrados, otros quieren llegar a nosotros.
El camión está ya encima de ellos, el conductor, al que le corté los párpados en la autopista en una estación de servicio, la última antes de que la autopista se transforme en una avenida de Shanghái, es solo un robot, una cáscara sin alma. Policías y militares disparan para detenerlo; a pesar de que las balas lo hieren, el conductor no aminora la marcha, no muestra expresión alguna. Destruyendo señales y postes que sobresalen de las fachadas, embiste a la multitud, que es aplastada por decenas bajo las ruedas, las dieciocho ruedas del remolque que parece eterno. La tractora llega hasta nosotros y los globos oculares del conductor me miran húmedos. Con las pupilas dilatadas de dolor y pánico.
–Acaba el trabajo, mono –le ordeno con hostilidad.
Y pone de nuevo el camión en movimiento, hasta que los veinte metros de remolque rebasan la bocacalle en la que nos refugiamos. Luego, haciendo rugir el motor, lanza el vehículo marcha atrás contra la multitud, o lo queda de ella. Apenas nadie grita, por lo cual el sonido de cabezas y huesos aplastados llega claro hasta nosotros, un chapoteo sangriento. De nuevo, hace otra pasada y se detiene ante mí, esperando sin expresión lo que dicte mi voluntad.
Por fin el silencio. Le disparo tres veces en el rostro.
La calle se ha tapizado de carne, huesos y vísceras. Es un barro infame. Apenas puedes distinguir los cuerpos.
Con puñaladas en la nuca como a las reses, sacrificamos los que aún no han muerto, cuyos miembros están aplastados contra los adoquines. No es un acto de piedad, es nuestro placer, un sereno y relajado matar.
La Dama Oscura resbala al pisar un torso aplastado y ensangrentado y cae de culo al suelo, se ensucia de sangre y restos cárnicos, no lleva bragas. La limpio minuciosamente con la lengua y ella se me corre en la boca. Se corre otra vez…
Maldita sea, el deseo hace el mundo de color rojo sangre y siento deseos de cortarle la cabeza que sacude con espasmos corriéndose. Me contengo…
Podríamos celebrar nuestro acto en un buen restaurante de la zona rica; pero este confinamiento lo tiene todo cerrado.
Y no saben que hay cosas peores que un resfriado. No saben que si viven, es porque yo así lo permito.
Tengo una legión de ratas infectadas de peste neumónica en el infierno, tal vez sea hora de que los primates evoquen tiempos pasados.
Y controlar con más efectividad la plaga humana.
Sin embargo, soy un artesano de la muerte… Un romántico empedernido.
Tengo tiempo, todo el tiempo del universo para matar primates.
Siempre sangriento: 666.

Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

Lo que suele ocurrir con la fe en las divinidades, es que se desvanece con la madurez intelectual y, a lo sumo, se convierte en un vicio adquirido o costumbre el pedir cosas a la divinidad cuando las cosas van mal.
En definitiva, una vez superada la adolescencia, la fe se convierte en una tradición familiar como tirarse pedos.
Morir está demostrado que no tiene mayor trascendencia que un disgusto para las familias del primate muerto. Por consiguiente, haz lo que debas y como puedas.
Bueno, me parece bien que no creáis; pero en mi húmeda y oscura cueva hay millones de almas pidiendo paz, esperando que algo los libere del dolor y del eterno miedo.
Huelga decir que, atente a las consecuencias de lo que hagas. Por eso es habitual el suicidio entre los primates que han cometido actos abominables a ojos de la miserable humanidad.
Por cierto, yo soy acto y consecuencia; pero vosotros no. Nada impide que os pueda volar la cabeza de un tiro si es mi capricho.
No intentéis imitarme y pretender ser longevos.
Que hayáis llegado con cierta dificultad a la madurez mental, no quiere decir que yo no exista.
Otro consejo: si intentáis hacer lo que yo y pretendéis hacerlo bien, no os debe importar el sexo o edad del mono. Todo tiene sus pros y sus contras: un bebé suele desaparece entero si le aciertas con un 50, tiene un cuerpecito muy pequeño para tanta masa de muerte disparada. Eso sí, es muy dramático (bueno a mí me parece de risa). Y a un macho adulto le puedes pegar cuatro buenos balazos antes de matarlo si no le das en la cabeza o la médula espinal; lo que lleva a disfrutar de su agonía, aunque sea unos segundos.
Dicho esto, procedo con la masacre indiscriminada. Me encuentro en un tejado de un edificio en construcción, en Gotemburgo (Suecia). Es agosto, el corto verano arrastra a los primates suecos masivamente a las calles para acaparar todo el sol que puedan tras un invierno largo como mi verga. Mi ciudades favoritas para masacrar son las más pobres, cuanto más miserable es un primate, más disfruto. Es por aquello de meter mierda sobre la mierda.
Cuando tu esencia es el mal, has de hacerlo provocando los mayores daños posibles sobre los seres más desgraciados, es donde reside el mal más inquietante.
Sin embargo, cuando me siento tranquilo o pretendo alejarme de ciertos momentos de tristeza de la Dama Oscura (cuando está triste o pensativa, me parece más humana y temo descuartizarla), busco ciudades fáciles, limpias y donde los primates no están acostumbrados a vivir momentos de extrema violencia.
Allí hago mi trabajo de una forma más relajada, un poco menos salvaje y puedo recapacitar sobre otras cosas mientras os masacro.
Concretamente me encuentro en el distrito Johanneberg; entre unos sacos de cemento y otros materiales de construcción a mi espalda, mantengo inmóvil anulando su voluntad, a uno de los albañiles que trabaja en la construcción de este edificio de veinte plantas. Son las cinco de la tarde y ha acabado la jornada de trabajo, y también la vida para el bueno de Merkel. El hecho de que aún respire es puramente accidental, morirá sin lugar a dudas, yo soy Dios; aunque no como ese maricón que se masturba incontinente con los angelitos del quinto coro celestial.
Apunto hacia un parque público de una buena extensión con distintas zonas de equipamiento infantil y gimnástica; y caminos para correr e ir en bicicleta o patines. Hay muchísima gente, que dadas las fechas, ya ha hecho sus vacaciones o esperan comenzarlas. Mientras tanto, se entibian con el fresco verano sueco.
Dispararé desde unos doscientos a trescientos metros de distancia, con un fusil ruso SVKK-14S Súmrak con munición CheyTac 408 (10.3 mm), velocidad de la bala (gloriosamente demoledora): 900 metros por segundo.
Las armas de fuego, son lo único bueno que ha inventado esta especie de monos que el maricón Dios creó por casualidad.
Una mujer da el pecho a su bebé.
La Dama Oscura esconde su tristeza, aunque no puede engañarme, hace unas horas ha abortado el feto de lo que podría haber sido un hijo nuestro.
Por mucho tiempo que lleve conmigo, es humana y de vez en cuando le asaltan los instintos primates. Y es entonces cuando está más desprotegida ante mi maldad. Cuanto más muestra su cara humana, mis deseos de descuartizarla aumentan hasta el punto de sudarme la palma de las manos y me las froto contra mi rígida polla en un acto masturbatorio que precede, invariablemente a la aniquilación de la vida.
Apunto a la cabeza del pequeño mono mamón y disparo.
Ella lo sabe, mi semen negro es incompatible con la vida, puede desarrollar tumores, malformaciones incluso seres vivos que abrirán los ojos para sentir y padecer su muerte inmediata.
Fumaba aburrido uno de mis habanos en mi trono de piedra, cuando ella apareció desde nuestra alcoba en las tinieblas, con las manos ensangrentadas me mostró una masa de carne negra, como una hamburguesa quemada, entre ella habías vísceras de mono en miniatura.
El feto se había formado con todos los órganos hacia el exterior.
Se le calló de su maravilloso y acogedor coño cuando meaba.
La bala ha acertado la cabeza del bebé, la ha deshecho y ha destrozado la mama y luego, el corazón de la madre. Nadie ha oído la detonación desde el parque, la sangre mana de los dos cuerpos como un jarabe tranquilo y madre e hijo se han mezclado de una forma artística.
Pareciera que la cabeza del bebé ha sido devorada por la teta de la madre, es tan grotesco que siento ganas de gritar. Porque solo se puede apreciar el muñón del cuello del lechal dentro del pavoroso agujero que ha desintegrado el pecho. Debería sacar fotos para una exposición en el infierno.
Un pequeño trozo de cráneo está pegado al rostro de la madre muerta.
Bebé devorado por madre monstruo….
No vive nadie, nadie puede vivir en mi húmeda y oscura cueva; pero me gusta el arte, tengo mis aficiones.
¿Por dónde iba?
¡Ah, sí! Tomé el feto de sus manos y lo devoré, luego escupí los huesecillos, más que huesos, eran puro tendón.
-Ya lo sabías ¿no, mi Oscura? -le dije aspirando el habano.
-Soy tonta, a veces tengo esperanza.
-Sabes que no podría vivir, aunque lo parieras sano, lo mataría. Es inevitable.
Por toda respuesta, se sentó en el suelo entre mis piernas, y acarició distraída y melancólicamente mi pene que goteaba una baba espesa por ella.
Eyaculé sobre su cabello y su rostro. Mi Dama Oscura se sintió mejor, es voraz y voluptuosa hasta en la melancolía. La amo, me resisto a destrozarla.
Y para evitar matarla, Suecia y su verano relajante es ideal.
Un hombre corre por uno de los senderos, lleva unos auriculares llamativos y el teléfono en una funda que envuelve su brazo por encima del codo.
Apunto a su rostro de perfil, disparo.
Y desaparece del campo de visión de la mira.
Ha caído panza arriba y sufre espasmos, su rostro es un amasijo de carne, dientes y otros huesos que se han mezclado con el cabello negro y largo. Un ojo ha reventado y la nariz desaparecido. Le disparo de nuevo a una de las rodillas que se agitan espasmódicamente, el pie con la tibia se desgajan de su cuerpo.
Os aconsejo este fusil ruso, es simplemente perfecto y de una potencia que raya la pornografía por lo dura que te la pone su precisión.
Le disparo de nuevo, esta vez a al cuello. La bala rompe la médula espinal y la cabeza queda sujeta al cuerpo, tan solo por un tendón.
Los monos ya han empezado a gritar en sueco y correr de una lado a otro con sus crías.
En fin, pasado el primer momento íntimo de la sorpresa, ya no puedes esperar disfrutar de igual forma, así que consigo abatir sin demasiada alegría, casi con aburrimiento, a tres machos adultos y uno anciano, cuatro hembras de diversas edades y seis crías de entre doce y cinco años.
Le vuelo la cabeza a Merkel el albañil y abandono el rifle sobre su pecho. Las huellas no coincidirán; pero me suda la polla, mi impunidad es simplemente divina. Solo pretendo añadir al horror y el sufrimiento, desconcierto.
Antes de volver a la húmeda cueva, me paso por Turín, Italia. En un parque empresarial que ya apenas tiene actividad (son las ocho de la tarde), localizo a una secretaria de dirección sentándose al volante de su coche para volver a casa. La decapito con mi puñal teniendo especial cuidado en no ensuciar la mascarilla estampada con flores. Las secretarias de dirección suelen estar buenas, porque el mono empresario quiere cosas follables cansado de su mujer. No es necesario que sean ni siquiera secretarias.
Le meto los dedos en el coño: es suave y está aún sucio de semen. Invado su sistema nervioso central y masturbo el cuerpo decapitado que se agita grotescamente en el asiento corriéndose.
Con los cadáveres recientes puedo hacer cosas que os harían enrojecer, primates.
Le gustará a mi Dama Oscura, tiene una colección de cabezas de primates disecadas que abarcan ya desde el año 1400
Aún no tenía una cabeza del tiempo del coronavirus.
Espero que eso le levante el ánimo, por su bien. Y por el mío, no quiero estar sin ella.
No quiero que esté triste y recordar que es humana.
Cuando llego a mi cueva, me espera sentada en el trono de piedra, con su vulva obscenamente expuesta, ya que apoya las piernas en cada uno de los líticos reposabrazos. Como si fuera a parir.
Es tan brutal, tan amada…
Y me regala tal mamada, que creo que los intestinos se me salen por el sísmico orgasmo que genera su boca divina.
Luego la jodo por el culo y nos vamos a comer una pizza a España, que hay mucho que matar aún.
Siempre sangriento: 666.

Iconoclasta

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Ayer tuve una teofanía durante uno de mis paseos asilvestrados.
Dios me preguntó si necesitaba algo: dinero, salud, amor, sexo o suerte.
Le dije que no, nasti de plasti. Aunque estuve tentado de pedirle unas gafas de sol molonas dada la potencia lumínica de su manifestación.
El muy zorro es malo como la peste; los favores los cobra con usura y podrías pasar los próximos doscientos mil millones de años pagando su favor de mierda.
Es mejor comprarse un coche de lujo con tu salario de mierda, financiado a precio de prostitución infantil que, pedirle a Dios una mísera cura de un dolor de uña.
Se sintió un poco molesto de que una de sus creaciones no se hincara de rodillas frente a él para hacerle una mamada. Soy un tipo experimentado en psicología de supervivencia y mediocridad.
Me preguntó por la familia y le dije que “Los que no has matado, están vivos ¡psé! Y supongo que bien”.
Y se alegró, aunque un tanto descolocado, seguramente porfiando por mi tono.
Le dije que no era para tirar cohetes, no todo es salud de mierda.
Aumentó un poco su potencia lumínica y entendí que tenía unos grandes deseos de incinerarme. Yahvé es un dios celoso y furioso.
Así que le dije con voz humilde: “Oye, me estoy meando. Luego hablamos ¿vale?”.
“Si tienes problemas de próstata te curo ya mismo”, se ofreció solícito.
“¿Qué cojones me está preparando este cabrón?” me pregunté ya alarmado.
Así que me saqué la polla y me puse a mear delante mismo de sus rayos foto-divinos, tuve que apretar fuerte el culo para que el chorro fuera potente y no sospechara de mi próstata y la urgente necesidad de curarla.
Se le escapó un rayo como un pedo y dejó caer una gran tormenta sobre mí y apagó su luz de mierda.
Esperé que se me apareciera el diablo (ambos son culo y mierda) para pedirle ropa seca, sus intereses por intervención sobrenatural son mucho más bajos; pero tras esperar veinte largos segundos no apareció, y eso que miré atentamente entre la maleza a ver si se arrastraba siseando una asquerosa serpiente hacia mí; pero nada.
Y como soy un cauto optimista, me dirigí mojado a casa; pero a salvo de la ruina y mi polla ilesa.
Dejo foto de la teofanía.
No todo en internet es mentira.
Me refiero a no todo lo que YO escribo, lo demás es para pedirle a Dios que te limpie el culo con ello.

Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

Rescate

Publicado: 25 octubre, 2019 en Sin categoría
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Si fueras la primera mujer, Eva, lamería tu hoja de parra hasta deshacerla en baba para llegar a tu coño y erizar con mi lengua dura, violadora y hambrienta tu clítoris; convertirlo en gelatina temblona.

No pretendo ser Adán. Soy un montaraz diablo.

Y no será necesario que muerdas la fruta prohibida, bastará con que te lleves mi rabo a la boca para ser rescatada de ese repugnante paraíso en el que te encerraron, amor.

Iconoclasta

Son tiempos normales, apacibles. No hay nada extraño y todo es mejor que hace cientos y cientos de años atrás por muchos feminicidios, infanticidios y parricidios que haya.
La tan cacareada violencia entre machos y hembras primates es casi inexistente, comparando a los primates actuales con los de hace simplemente cinco mil años. Hoy día son unos rumiantes inofensivos que jamás usan la violencia con sus parejas reproductoras.
Que un macho le pegue una buena paliza a una hembra, aunque habitual en las noticias, es un hecho puntual que estadísticamente no influye negativamente en la expansión demográfica de los primates, sois tantos que la muerte de una hembra o macho no significa nada.
El asunto de los asesinatos “de género” como pomposamente los llaman, son meros hechos anecdóticos y noticiosos para llenar espacios de noticieros y prensa.
Los humanos, sois plaga. No es preocupante que muera un mono o mona reproductoras y toda su descendencia.
En algún momento todo cambió y algunas hembras aprendieron a conocerse y poco a poco (tan poco a poco que les ha costado milenios poder entrar en los círculos de poder) se han hecho poderosas algunas líneas genéticas de monas. Los monos machos no han cambiado, son idiotas en todas las eras geológicas y sociales del planeta.
Las mujeres prehistóricas y antiguas no veían maltrato en las palizas y violaciones a las que eran sometidas a lo largo de sus cortas vidas. Nunca sintieron placer (como muchas hoy día, los machos más machos no saben follar y las dejan hambrientas y por tanto, putas). Hombres y mujeres eran animales en estado puro, incluso hasta hace apenas tres siglos atrás. El macho se la metía y ellas parían y servían de saco de entrenamiento cuando el mono frustrado y borracho por su propia torpeza no había sido capaz de aportar comida o dinero a la familia.
Tal vez, por esa prehistórica o antigua sumisión de las monas, la especie humana se hizo plaga. Las monas tragaban con todo y no existía cuarentena entre parto y parto. Parían sus crías como las ratas en las alcantarillas.
A medida que los monos os esclavizabais con las leyes y sus obligaciones, religiones y moralidades; os hicisteis más débiles machos y hembras, menos violentos y además, comenzasteis a procrear con más higiene y profilaxis, con más rapidez y seguridad. Las monas y sus crías sobrevivían más tiempo sobre el planeta. Os convertisteis en la peste que sois hoy.
Degenerasteis hasta convertiros en la mediocridad cobarde que sois hoy día, en animales de granja, productores con amos que os atan corto y os hormonan (suministrando licores y otros narcóticos) si es preciso, para que no baje la producción y se mantenga esa imbecilidad tan característica que tanta repulsión me provoca.
Lo cierto es que siempre os he odiado, os he matado y descuartizado por ser la especie más repugnante y amada por ese degenerado de Dios el melifluo, el maricón folla-ángeles.
Pero siempre quedan genes que de vez en cuando se hacen más evidentes en algunos ejemplares machos o hembras y por ellos, aún hay parejas y unidades familiares más o menos numerosas; formadas por sumisas de coño baboso por amor a sus maridos machotes, borrachos, violentos y lo más incomprensible: incapaces de darles un orgasmo de verdad.
He visto monas llorar por el macho que les ha pegado patadas en el coño, cuando lo he abierto desde el pubis hasta el esternón desparramando sus tripas. Tuve que hacer callar los gritos de la sumisa asfixiándola con mi pene en su boca llorona de mierda. Bueno, lo cierto es que mientras me la mamaba intentando respirar, le hice un coño más largo y sonriente con el cuchillo. En aquel charco de orina y sangre me sentía como el dios que soy.
Que amen tanto a sus monos es algo que me divierte. A veces pisoteo bebés hasta convertirlos en pulpa que, tienen más capacidad intelectual y dignidad que esas sumisas primates.
Creedme, he visto evolucionar el planeta y las cosas que lo llenáis; y de todas las bestias que torturo y descuartizo, las que me provocan más placer son los machos que aún a pesar de no saber meterla bien a sus monas, tienen muchas crías como prueba de su virilidad.
También esas hembras taradas son gratificantes de matar: folladas sin placer, apaleadas como perras y pariendo como conejas, envejecen mal y en pocos años ya no inspiran una mísera erección. Vale la pena matarlas durante unas horas. Una pareja de monos así, es un buena forma de pasar el rato antes de la cena.
Hace unos meses, mi Dama Oscura y yo pasamos una sangrienta y sexual velada con un matrimonio de primates de la especie que nos ocupa: sumisa-violento.
¿Sabéis que los más agresivos machos con las hembras gritan como cerdos acuchillados ante el más mínimo dolor?
Y conmigo y mi puta Oscura no existe dolor mínimo.
Os cuento lo que hicimos. Podéis hacerlo si queréis; aprended. Pero vosotros pagaréis las consecuencias legales e incluso podríais morir cuando vuestras víctimas se defiendan. No sois dioses, así que sed muy cuidadosos cuando asesinéis o torturéis.
Barcelona es otra apestosa ciudad granja, que vestida de modernidad y cosmopolitismo, quieren creer sus reses que es un lugar especial.
Dejando atrás el centro de Barcelon, marchando en dirección norte y ya en plena sierra de Collserola (lo de “sierra” es una broma, es una montaña pelada de tan pisoteada que está; allí hasta los jabalíes se sienten ciudadanos), se encuentra el último suburbio más miserable de toda la comarca (Torre Baró). Formado por chabolas de fibrocemento, planchas de metal y maderas podridas. En el mejor de los casos, hay casas que no se han acabado de construir y los primates viven dentro entre ladrillos desnudos y los bichos que allí se esconden entre tanta miseria.
Gitanos, delincuentes sin cerebro, camellos que se colocan con su propia mercancía y las ratas que duermen e infectan con ellos y en ellos…
En fin, si quieres hacer embutidos y chacinas humanas, allí hay suficiente carne para ello. Solo hay que matar el que más te guste, lo despedazas y te lo llevas a casa sin ningún problema legal. Como ya he dicho, son tantos que el asesinato de cuatro o cinco monos de piel oscura por raza o por suciedad, crea hasta cierto alivio.
Así que aparco mi Aston Martin frente a un solar en el que hay varias tiendas de campaña sucias y unos cuantos tipos fumando hierba entre la mierda, bebiendo vino de cartón ante un hoguera maloliente.
No tocarán ni la pintura de mi coche, son bestias que entienden muy bien quien es el macho dominante y captan el peligro de una forma muy primitiva. Su cerebro es muy ineficaz; y de tan primitivo, instintivo. Les sirve para salvarles la vida alguna vez por ese carácter básico y animal.
Tal vez los mate luego si me apetece.
Miran las rotundas piernas bronceadas y musculosas de mi Dama Oscura al bajar del coche, su microfalda de piel deja ver su coño desnudo y rasurado y su blusa negra, abierta en un gran escote, deja asomar las areolas de sus pesadas y sólidas tetas a través de las copas de un sujetador negro sexualmente pequeño.
Todo primate sabe que es un hembra vedada, a ellos. Solo es mía, jamás podrían tener y satisfacer semejante mujer. Por eso la observan con disimulo, desconfiadamente y con sus pequeñas pollas duras latiendo en sus calzones cagados.
Tres chabolas más adelante y hacia la montaña se encuentra la casa a medio construir y con los agujeros de las ventanas cubiertos con plástico y maderas, del matrimonio cuyo macho es un tal Axel Perea y la sumisa Desiré Expósito. El macho tiene treinta y siete años; la hembra, a pesar de aparentar sesenta, solo tiene treinta y cinco. Un niño de doce años (Luismi) y una niña de cuatro (Angelina) son los hijos.
Madre de Desiré: “No puedes seguir con ese hombre, un día te matará”.
Desiré: “Es el padre de mis hijos, es un buen hombre, solo está pasando un mal momento”.
Cuando Axel la tira al suelo y la patea durante minutos, al quedarse sola restriega su clítoris con el puño hasta correrse.
Es una subnormal absoluta, una enferma y retrasada mental.
Sin pretenderlo, resulta que estoy haciéndole un favor a los humanos primates.
El bueno de Axel le ha dado una buena paliza a Desiré (la segunda del día) porque no le ha comprado la cerveza como él le ha ordenado. Los niños lloran en su habitación bien calientes por un par de bofetadas que les ha pegado su padre tan macho. Desiré con la nariz y los labios sucios de sangre y de rodillas, le chupa la polla a su marido en la cocina, si así se le puede llamar a esa pocilga. Axel marca el ritmo del movimiento de su puta mona sucia agarrándole el pelo con fuerza. De vez en cuando le pega una bofetada para que use bien la lengua.
Tarda mucho en correrse porque es un borracho y no es tan hombre como se cree. Hoy no se correrá en la boca de su hembra idiota.
Axel trapichea con drogas, roba en el centro de Barcelona en comercios y a los niños y adolescentes al salir de los colegios. Un día trabajó en una obra como peón; pero se cansó demasiado y tuvieron que ingresar en urgencias a Desiré y extirparle el bazo tras una patada que le dio al llegar a casa tan cansado.
“Por tu culpa tengo que matarme a trabajar, asquerosa”.
Entramos en la casa, casi con una actitud aburrida. A veces nos pesa un poco la iteración de nuestro trabajo.
Mi Dama Oscura se deja caer mostrando sin cuidado su coño en un asiento de coche que usan como sillón frente a la tele. Yo me dirijo al cuarto donde se encuentran los niños.
Los degüello con el cuchillo y los decapito.
Los he poseído, he entrado en sus pequeños y apenas eficaces cerebros para que no gritaran. No han muerto dulcemente, simplemente les inhibo la capacidad de hablar y moverse, les duele y son conscientes de todo. Me gusta que sufran los primates por muy pequeños y lindos de mierda que sean.
Le doy una cabeza a mi Dama Oscura, la de la niña, e irrumpimos en la cocina.

-¡Ejem! -carraspeo ostentosamente.

Desiré me mira boquiabierta, y también la cabeza del pequeño Luismi, con la polla de su macho a unos centímetros de sus labios y el puño sujetándola con profesionalidad. La inmovilizo entrando en ella antes de que pueda gritar o hablar mierda, como a su marido.
A mí se me escapa la risa.
La Oscura lanza la cabeza de la niña y el Axel no intenta cogerla, le golpea el pecho y cae a sus pies. Es tan sórdido que me siento como en mi infierno.
No hablan, no dicen nada. Ni siquiera pueden moverse.
Son tan graciosos que les hago una foto con el móvil para subirla a mi Instagram.
Es que me parto.
Con el cuchillo corto muy lentamente el pene del macho permitiéndole que se muerda la lengua para intentar descargar un poco de dolor. Le quito ese pequeño rabo de los dedos a su puta sumisa y se lo meto en la boca.
Axel parece estar fumando un extraño puro mientras de su pubis mana un torrente de sangre que impacta en los inmóviles labios de la sumisa Desiré.
La Oscura trabaja con Desiré: rasga la camiseta de Metálica (su macho se la regaló hace cinco navidades). Sus tetas ya deformes y de largos pezones oscuros le caen por encima de los michelines de la barriga. Mi Dama saca una larga aguja que sujeta su melena negra y la usa para ensartar los dos pezones juntos.
Los ojos de ambos primates están anegados en lágrimas y por la forma en que los abren, parece que se les van a salir de las órbitas.
Dentro de sus cerebros puedo sentir el dolor y el pánico que vociferan mentalmente pidiéndome piedad.
No sienten pena por sus hijos muertos, ahora mismo están pendientes de un pene que ya no tienen y unos pezones que duelen sin que el puto Dios sea capaz de hacer nada por ayudarlos.
Cuando los primates ateos son sometidos a una buena lección de anatomía forense, le rezan hasta a las cabras si es necesario.
Me acerco a Axel y permito que sus pupilas se dilaten cuando le corto las fosas nasales para que se asemeje a un jabalí.
También corto sus mejillas desde las comisuras de los labios hasta el tope que marcan los maxilares. Sus muelas podridas se hacen visibles y se aprecia en el aire el olor de una dentadura con muy poca higiene.
La Dama Oscura ha practicado un pequeña y precisa incisión en el cuello de Desiré para que mane un chorro de sangre que usa para untar sus manos (una práctica habitual con las reses en las aldeas africanas hambrientas). Se arrodilla ante mí, saca mi falo malvado y lo unta con toda esa caliente sangre, me besa con devoción el glande y yo le regalo una gota de semen en la punta de su lengua.
Conduce mi rabo ensangrentado a la boca de la inmóvil sumisa que bien podría confundirse con una fea muñeca de látex hinchable.
Tengo unas absolutas ganas de rugir de caliente que estoy. Le follo la boca y hiero mi polla profundamente con sus dientes y muelas.
Mi Dama Oscura hace algo con el Axel que provoca un chapoteo. Me corro en la boca de la mona y le doy un golpe en la cabeza con una sartén. El lado izquierdo de su cabeza se deforma con un crujido al romperse el cráneo y su pelo se apelmaza de sangre.
Me giro con curiosidad apartando la cabeza de Lusmi con un pie; resulta que la Dama Oscura ha hecho una larga raja en la garganta del macho, le ha cortado los testículos y los ha colocado de forma horizontal en la herida. El vello rizado que asoma por esa llaga fresca resulta repugnante.
Coloco de nuevo a la sumisa frente a su macho mutilado con el rostro mirando hacia a mí y los fotografío para enviarle a Dios la imagen por wathsapp.
La amo. Amo tan profundamente a mi Dama… Tiene una sensibilidad inhumana. Es una rareza entre millones y millones de primates.
La muy graciosa le quita la polla de la boca y simula que es un puro al que le da una calada mientras se mete los dedos en su caliente y húmedo coño incitándome a metérsela. Juguetea con la cabeza decapitada de la pequeña Angelina, metiendo sus dedos entre su pelo ensangrentado.
La subo sobre la mesita de la cocina y la follo, y la follo, y la follo… La cabecita rueda mudamente por el suelo hasta el salón.
Mis pies resbalan en sangre y la muerte huele rancia. Los gemidos de la Oscura se extienden por todo el barrio que, permanece silencioso, expectante de una forma primigenia y atávica. Supersticiosa…
Y es que cuanto más pobres son los primates, más parecen involucionar.
Nos corremos, nos fumamos un cigarrillo en silencio frente a los cadáveres y permito que sus cuerpos se derrumben ya (ambos han muerto desangrados hace unos minutos).
Dejando pisadas ensangrentadas en la calle, llegamos al Aston Martin y mato a tiros a los monos del solar con mi Desert Eagle .50.
Las mitades superiores de sus rostros desaparecen en una nebulosa rojiza antes de caer en la basura muertos.
Y ahora vamos a un buen restaurante a cenar en la “exclusiva” Barcelona.

Os aseguro que no salió en las noticias. Que unas mierdas mueran no importa a nadie.
Nada nuevo bajo el sol y una familia de piojosos monos menos en el mundo.
Tenéis que reconocer que sin mí, el mundo sería infinitamente peor.

Siempre sangriento: 666.

Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

Alguien se ríe de alguien que sufre un accidente.
Y del que ahora ríe, se reirán otros cuando sufra y cague sangre.
Los primates se ríen del dolor ajeno, no así de la muerte; porque con la muerte se acabó la risa y es ineludible para cualquier mono.
El dolor ajeno es cómico y la muerte horrorosa.
Debería haber mucho más cáncer en el mundo para que se desarrolle cierta valentía y dignidad en los monos.
El cáncer conlleva una gran dosis de dolor y acaba en muerte.
Dios no hizo bien las cosas y por eso existo yo, para aportar el dolor que ese maricón creador no supo dar con la intensidad debida.
En el ciclo vital de todo primate debería imperar el dolor durante unos meses de vida, como selección natural y para curtir su ánimo.
El que los leones dejaran de comer primates resultó nefasto para una correcta evolución de la especie humana.
Y en estos tiempos de fertilidades artificiales y artificiosas, cualquier mono no apto puede tener descendencia. Una descendencia que empobrece aún más la especie.
Lo del dolor… El dolor emotivo o psicológico no aporta nada a la entereza. El dolor ha de ser físico y destructivo. Y así, si salen vivos de él, aprenderán de una cochina vez a distinguir ingenuidades y banalidades de cosas importantes y trascendentes.
Yo soy, por titularme de algún modo que entendáis, el Gran Maestro del Dolor; pero ocurre que cuando cazo un mono o se cruza en mi camino, no hay reparación posible ni mejora, no tengo ni quiero alumnos, no pueden existir si me han conocido. Mato sistemáticamente todo primate o mono racional al que miro a los ojos. De los cientos de miles de primates que he matado con mis manos desde la creación de este repugnante planeta por ese dios idiota, tal vez haya dejado a dos o tres vivos para que sirvan de testigos de que si hay un dios al que rezar, hay un dios del que huir: c’est moi.
Lo cierto es que mi satisfacción ante la tortura y asesinato, es ahora mayor. La disfruto más que hace unos cientos de miles de años atrás, con diferencia.
Desde el Génesis y los primeros miles años de existencia de la especie humana, los primates eran simples animales a los que mataba sin obtener de ellos demasiadas lágrimas y terror. Ahora la chusma humana sufre más por todo frente a las pantallas de televisión, ordenadores y teléfonos. Todos lanzan sus mensajes de “Yo también soy fulanita o fulanito de tal”. Lloran y padecen con mensajes cursis mil veces copiados y pegados, falsos de bondad y solidaridad hacia toda cosa que sufre.
En definitiva: se han alejado de la vía del dolor y se han convertido en cobardes profesionales.
Viven en el escaparate de la pusilanimidad y la hipocresía.
Hoy las familias pueden estar formadas por macho-hembra, hembra-hembra y macho-macho; da igual, ambos tienen hijos o los mantienen y alimentan. A mí me da igual descuartizar a una familia normal o a una formada por maricas o tortilleras. Soy la hostia puta de la tolerancia y la democracia.
Pero por ahora, y como al ser mayoría son más fáciles de cazar, os presento a esta familia (lo que queda de ella), un matrimonio en el que ambos (macho y hembra) andan sobre la treintena y con un par de crías (dos hembras) de cinco y ocho años. Si hubiera una enciclopedia de la mediocridad y el adocenamiento, una foto de la familia Gutiérrez Vílchez serviría como ejemplo e ilustración de la entrada.
Las niñas, sus cadáveres, permanecen sobre la mesa del comedor, desnudas y con las piernas separadas frente al matrimonio debidamente inmovilizado por la Dama Oscura. El hecho de que puedan ver sus pequeñas vaginas desgarradas y goteando un conato de precoz menstruación, unido a que sus gargantas están abiertas, sus ojos acuchillados y mi pene fláccido y sucio, goteando sangre en el piso laminado de cerezo del salón, crea una atmósfera letal para sus mentes primates.
No obtengo satisfacción con la violación de niñas; me aburren sus pequeños clítoris inoperantes aún. Me gustan las hembras voluptuosas, completamente formadas y con la mentalidad adulta que les permite captar todo el horror que aportaré a lo que les queda de vida. Follarme a sus hijas es solo un aporte de una crueldad necesaria para mi satisfacción como eviscerador.
Matar debe ser un arte y la crueldad es el color más llamativo, el que más impacta.
Siento absolutamente lo mismo descuartizando a un adulto que a un bebé: cero, nada, niente, rien de rien…
Ahora los concienciados progenitores saben con absoluta certeza lo que es el mal y simplemente esperan morir sufriendo lo menos posible.
Han gritado mucho por sus crías; pero ahora están agotados, en un estado de shock del que saldrán en unos instantes. Y como me he cansado de sus gritos, los hemos amordazado, cosa que amplifica el dolor que, normalmente se libera por la boca.
Así que extraigo de nuevo el puñal de entre la carne de mis omoplatos (es mucho más cómodo que llevar una funda de piel en la cintura, da más movilidad y de paso, los fluidos de mi herida eternamente abierta actúan como un magnífico veneno que impregna la milenaria hoja, si tuviera tiempo de actuar, claro), hago un tajo en el abdomen de papá y le introduzco entre los intestinos un teléfono móvil.
La Dama Oscura toma un afilado estilete y corta la sudadera de mamá, sus tetas aparecen menudas y un tanto lacias. Hace una incisión por debajo del pecho izquierdo e introduce como relleno el otro teléfono.
Se han agitado frenéticamente, lo suficiente para darme satisfacción. Y en lugar de gritar, les ha salido a presión los mocos por las narices.
Mamá se ha meado y mi Dama, infinitamente obscena, acaricia su coño para estimularla a que mee más. La escena de este acto me la ha puesto dura.
Me gusta que se meen encima, la entrepierna de papá está seca.
Le separo las piernas me meto entre ellas y con la punta del cuchillo hago un corte longitudinal a lo largo de la próstata, ahora sí se mea, aunque no es perfecto, la sangre enturbia la orina.
Conozco absolutamente bien la anatomía humana, localizo cualquier víscera, hueso, músculo o punto de dolor con una precisión que ya quisiera tener un neurocirujano operando con instrumental robótico.
Le levanto la microfalda a la Dama Oscura, me ha excitado ver como acaricia a la mamá y meto mi polla dura entre sus muslos, buscando su coño y ella, con suavidad lo guía por su raja con un gemido que me hace vibrar los cojones.
Mamá y papá tienen la mirada extraviada, sus ojos están llenos de lágrimas, ni siquiera se miran entre ellos. El dolor es la soledad absoluta, no se puede compartir y requiere toda la atención.
Esto no es una lección para el mundo; tenéis que saber que mis actos no son publicitados, no aparecen en las noticias. Son demasiado violentos, demasiado crueles para la psique humana. Trascienden más allá de la imaginación y se asientan como un parásito en la columna vertebral humana, un pánico enquistado que pulsa y lanza descargas periódicamente a los que han visto mi obra. Así que se guarda celosamente el secreto para que el gallinero no se alborote.
El poder mundial conoce mis actividades, hay un pacto de absoluta discreción y no comprometer así al melifluo dios con sus errores y su absoluta falta de poder para evitar que yo exista. Por otra parte, los poderosos no quieren morir e intentan congraciarse conmigo no interfiriendo en mis obras.
Soy un cáncer inoperable en la humanidad no hay forma de que me puedan extirpar, no hay dios que pueda evitar que Yo haga lo que me plazca.
No soy un narcisista como ese dios que lame los culos de los ángeles, solo soy un hedonista convencido. Los placeres del mal son mucho más intensos que cualquier bondad de mierda.
Mi semen corre ahora por la cara interna de los muslos de mi Dama Oscura.
Antes de irrumpir en la casa, hemos acordado no pronunciar ni una sola palabra para que la familia sufriera aún más, para que al dolor se sumara la oscuridad de la incomprensión.
Lo hacemos perfecto.
Se ha formado un gran charco de sangre que mana de mamá y papá, las hemorragias que padecen son importantes. Si los dejáramos así, si nos fuéramos a cenar ya, morirían en no más de media hora a lo sumo.
Cuando los leones cazan a un ñu, el resto de la manada no se pone a llorar, se alejan unos metros de los leones y continúan comiendo, cagando y bebiendo, no teclean con sus pezuñas mensajes de mierda.
Y dudo que esta familia que ha tomado conciencia del dolor y el miedo, tenga ahora mismo, deseos de poner un mensaje de piedad con carita triste.

Me aburro ya ¿Acabamos y vamos a cenar? -le susurro a la Oscura al oído, que está concentrada cortando la punta de la nariz respingona y las fosas nasales de mamá.
Asiente sonriéndome.

Mientras acaba de realizar los retoques de la nariz de mamá (su nariz parece ahora la de una vaca), decido guiar a papá un poco más hacia el supremo dolor y corto los tendones de sus ingles.
Y… ¡Opsss! Se me ha ido la mano y seccionado la femoral, el surtidor de sangre es espectacular.
Mamá se ahoga con la sangre que mana de su nariz, se le va garganta abajo y a los pulmones.
Fumamos observando como mueren.
Tras un bostezo de aburrimiento, apago el cigarrillo y absorbo sus almas a través de sus bocas, en un beso que no lo es. No puedo evitar arrancarles los labios con mis dientes y escupirlos encima de los cadáveres de sus hijas.
Me arrodillo ante mi Dama y lamo su coño húmedo, ella se mea en mi boca graciosamente. Y hundo mis dedos en su sexo hasta que siento sus muslos temblar de un dolor que llega a confundirse con placer, miro hacia arriba y sus pezones están erectos.
-Vamos a cenar, mi Oscura.
Doy por concluido mi magisterio del dolor y la crueldad.
Siempre sangriento: 666.

Iconoclasta

Papá le compra a su hijo una casa de diseño en la montaña, muy cercana a la suya. Podrían compartir putas.
Papá compra a su hijo un coche porque ha conseguido finalizar la carrera en la costosa universidad.
Papá le regala a su hijo un smartphone y suspira tranquilo porque así lo deja en paz.
Papá le regala a su hijo un pequeñísimo dron de oferta en el hipermercado.
Papá le regala algo de ropa de invierno a su hijo.
Papá vende a su hijo a una red de prostitución y pornografía y compra tres flamantes botellas de ginebra en el supermercado.
Papá mata a su hijo a golpes porque no puede mantenerlo, ante el cadáver del niño se folla a su mujer que dejará preñada de nuevo.
Papá llora borracho en el salón ante el televisor, debería suicidarse pero no tiene cojones. Su hijo, por fin, le revienta el cráneo con un bate de béisbol.
Papá se folla-viola a su mujer, a pesar de que ya se le han muerto dos crías por la hambruna y sequía etíope, el macho precisa dejar a su hembra embarazada para demostrar su virilidad.
Tendría que haber explicado que los papás “eran”; porque están muertos, desde el más rico al más miserable. A cada uno de ellos le corté con precisión la carótida, un corte fino e indoloro. La Dama Oscura les inmovilizó la cabeza mirando al techo de sus casas de mierda, para que la sangre fluyera sin demasiados obstáculos. Me encanta verlos morir lentamente. La Dama Oscura acariciaba mi bálano excitada, mi negro semen contrastaba en sus pálidas manos.
A alguno se le metía el primer chorro a presión de sangre en los ojos. Nos partíamos de risa…
Al niño que mató a su papá con el bate, lo decapité para que no se crea nadie que siento algún tipo de piedad por ningún piojoso primate.
Y al mono etíope le metí su mísero rabo amputado en la boca, no murió asfixiado porque no era tan macho como se creía.
Creedme, si fuerais la maldad pura, seríais como yo.
Si tenéis que matar a papás o mamás ejemplares o no tan ejemplares, usad un buen filo y no hagáis chapuzas.
Y si lo hacéis, yo os descuartizaré, porque al fin y al cabo, asesino asesinos, no tengo una simpatía especial por nadie.
Y recordad, la pasión es necesaria. Un buen trabajo, siempre es algo personal, aunque no importe el motivo.
Monos…
Siempre sangriento: 666.

Iconoclasta

666 relatos_01 def

Así es como masacro una familia de clase baja acomodada en sus limitaciones: paga una hipoteca, un coche a plazos, tiene ordenador y teléfonos móviles, son activos en las redes sociales y les interesa todo lo que tenga muchas visitas, likes o sea viral según los medios de comunicación.
Soy un orfebre de la maldad y el dolor. Soy la muerte de todo lo humano y sagrado, en definitiva.
La pantalla de un teléfono se enciende ocasionalmente en la mesita de noche dando una alerta con un zumbido.
Tomo al bebé por un pie arrancándolo de la cuna. La cabeza golpea contra la baranda de la cuna y la cría de humano arranca a llorar, aún no ha cumplido los tres meses. Su pequeño tórax se infla y desinfla como si fuera una membrana translúcida y un poco se pueden apreciar las delgadas y blandas costillas en sus berridos. Abre y cierra los puños por el dolor y el terror. Los bebés sufren tanto miedo como cualquier primate adulto.
En alguna habitación de la casa se escucha el timbre electrónico de un ordenador que recibe algún mensaje. Y el aire acondicionado ronronea suavemente. Da algo de consuelo a mi glande hirviendo y henchido de sangre.
La madre no puede hablar, he bloqueado su cuerpo. Dejo que su mente sufra sin que ninguna emoción pueda mostrarse en su rostro o cualquier otra parte de su aún buena anatomía. Hoy más que en el pasado, las madres después de parir, siguen siendo apeteciblemente follables.
La Dama Oscura está lamiendo su vagina ensangrentada, en lugar de quitarle las bragas ha practicado un corte en la tela e inevitablemente en su coño.
La mamá mira con sus ojos mates y sin expresión a su hijo colgar por un pie de mi puño.
El marido se estaba masturbando en el cuarto de baño pensando en la compañera de oficina, la que se sienta frente a Adrián, de facturación. Suele llevar bajo la falda tangas negros que su esposa, la muy recatada, no lleva.
Cuando la hembra tiene una segunda cría, el macho pierde el interés y la ve como madre de sus hijos y no como un coño deseable. Entonces se busca otra hembra aunque sea menos valiosa que la que tiene como pareja.
Cuando ha salido del baño le he clavado mi infecto puñal en el cuello, sin seccionar una vena o arteria importante. Y eso duele un millón de cualquiera que sea la unidad de dolor humano. Lo he arrastrado sin cuidado a la habitación donde poco a poco está muriendo toda la mediocre familia.
Agarro el otro pie del bebé y abriendo los brazos con rapidez y fuerza desgarro en dos partes asimétricas a la cría humana. El padre intenta gritar y solo consigue escupir una pequeña bocanada de sangre.
Permito que se deslice una lágrima por un ojo de la madre. El sonido de succión que produce la Dama Oscura en su coño, por un momento parece ser el único sonido que existe. Hasta que la parte del bebé que tiene la cabeza lanza un débil berrido. Tiro ambas partes tras la cuna, para que se vacíe de sangre el cerebro de la cría y muera de una puta vez, solo y sin que su madre le dé consuelo. “Adrianito” reza un cursi letrero en el cabezal de la cuna.
Me arrodillo en la cama, separo las nalgas de mi Dama Oscura y se la meto con brutalidad. Me gusta que le duela mi polla, me fascina que le sangre la vagina. Y ante esa oleada de placer y dolor, muerde el clítoris de mamá y se lo arranca. Se lo escupe a la cara y yo le meto tres dedos en el culo y los saco ensangrentados.
La sangre se desliza sucia desde su ano por los muslos de mi Oscura y siento deseos furiosos de acabar con el universo entero.
Y relincho y rujo.
No eyaculo en ella, me acerco hasta papá y le escupo mi negro semen en el rostro.
Con las nuevas tecnologías ya no basta con ser cruel. Hay que traspasar la barrera de la imaginación humana, ir mucho más allá de lo que un mono medio puede imaginar. La ventaja de hoy día es que los monos no conocen las carencias y las dolorosas enfermedades; hay potentes sedantes y analgésicos. Cosa que los hace más sensibles al dolor y gritan y lloran más. Me gusta.
Me gustaban también los tiempos en los que las amputaciones de los primates se hacían sin anestesia. Aquello sí que era arte puro. Yo las practico aún; lo que me apasionaba era la angustia que sentía el que cortaba y el dolor del amputado. Era una mezcla de emociones de una obscenidad absoluta.
Yo no soy un dolor. Soy un abismo insondable de terror y los nervios de la anatomía primate se parten dolorosamente ante la sobrecarga que representa mi sola presencia y mis actos.
Antes, un par de siglos atrás, los primates eran más resistentes al dolor; sin embargo, cuanto más tiempo dura una especie en el planeta, más decadente se hace.
Yo no pretendo hacer selección natural y mejorar así vuestra piojosa genética.
Yo quiero exterminaros porque sois obra de ese Dios maricón. Y cuando os haya matado a todos, a él le cortaré su celosa y exterminadora cabeza y le meteré el bálano en su asquerosa boca legislativa de mierda.
Tienen también una hija de seis años (siento su miedo llegar desde una habitación a mi gruesa piel) que se ha escondido con absoluta ingenuidad bajo la cama.
Las vacaciones también las han de pagar a plazos, vale la pena para ellos, para colgar sus mediocres y aburridas fotos de viajes que nadie mira en sus muros de redes sociales.
Los like solo son una forma de expresar la misma hipocresía humana de siempre.
Celebran todo, absolutamente todo.
Forman parte de la millonaria chusma o casta de votantes bien integrados en su sociedad.
En definitiva, la familia tipo del estilo de vida occidental. Pobre; pero ignorante de ello gracias a la efectividad y precisión de un consumismo arrollador aglutinante, uniformador y global.
Antes de provocar la próxima guerra, me dedico a exterminar a familias de forma artesanal. Siempre actúo así, cuando me aburro de descuartizarlos paso a sistematizar la muerte y el dolor y dejo que la Dama Oscura me la chupe viendo sus muertes a una distancia cómoda en la que no me molesten sus gritos de mierda.
El padre que ahora se ahoga con su propia sangre, explicaba durante una cena con otro matrimonio, que en estos tiempos no interesa hacer una guerra; que no es posible.
El mono hijoputa se equivoca, siempre es buen tiempo para una guerra.
Incluso Dios reconoce que la guerra es necesaria, y a su pesar; me ayuda creando confusión, como siempre, con sus mandatos idiotas e ininteligibles.
Salgo de la habitación de matrimonio y central de muerte, abro la puerta de la habitación de Virginia.
– Sal de debajo de la cama, Virginia. No tengas miedo, cielo.
Y hace caso de mi voz engañosa, de mi arte. Mi oratoria es tan buena y tan perfecta como mi infinita maldad.
Le ofrezco la mano y ella me la toma camino a la muerte.
Cuando ve lo que ocurre ahí dentro, intenta escapar.
Cierro la puerta, saco mi Desert Eagle del pantalón y le descerrajo un tiro en el pecho. Es impulsada un par de metros atrás y cuando toca el suelo, ya está muerta. Es una bala enorme para un cuerpo tan pequeño.
Giro el puñal clavado en el cuello del primate macho y con ello secciono, ahora sí, las importantes venas. En treinta segundos está muerto.
Tomo el teléfono de la mesita, me siento a su lado y hago una foto de nosotros dos.
La Dama Oscura ha cortado los pechos de la hembra por la parte inferior y ha deslizado las manos a través de los cortes para acariciárselos desde dentro.
He perdido un poco el control y la primate llora por los dos ojos.
-Mi Dama Oscura, es hora de ir a cenar, tengo hambre -le susurro dulcemente al oído deslizando mis dedos dentro de su coño.
Se gira y me besa con las manos aún metidas en las mamas de la mona.
Apoyo el cañón de la pistola en uno de los ojos y disparo.
Su cabeza parece desintegrarse.
Mientras la Oscura se limpia de sangre en el baño, yo fumo entre los muertos.
Ahimiel aparece con sus alas extendidas y enormes, blancas como la luz de la luna. Llora un cántico por los muertos y me mira con ojos terribles.
Pero yo ya he aspirado todas las almas, se vienen conmigo al infierno.
-Has llegado tarde, arcángel. Deberías ser menos cobarde.
Y le lanzo la colilla del cigarro.
Toma las dos partes del bebé acunándolas en sus brazos poderosos, como si pudiera enmendar el mal. Y solo llora.
Dios es un melodramático de mierda, siempre prepara grandes escenificaciones.
La Dama Oscura aparece en el vano de la puerta con el cabello mojado, y mirando al arcángel saca su lengua lascivamente. Se acerca a él y posa la mano donde debieran estar los genitales.
-Estás vacío -le dice sin piedad.
Amo a esta mujer.
Me apetece pizza.
Cerramos la puerta y dejamos dentro a Ahimiel cantando sus salmos ininteligibles. He pensando en descuartizarlo; pero me encanta saber que irá con todo ese dolor a ver a su Dios.
Siempre sangriento, 666.
ic666 firma
Iconoclasta

El sol que ese superfluo y homosexual Dios creó aparece en el horizonte arrasando todo vestigio de noche y oscuridad. Como una lámpara de baja calidad, molesta los ojos y crea un nuevo día con el que iluminará el rostro de cientos de primates.
El sol arrasa el amor, el cariño, la sonrisa y el optimismo. Es como yo, pero sin cerebro, sin maldad, solo un aparato defectuoso de ese cabrón todopoderoso padre de un loco crucificado.
Yo arraso también la vida y la esperanza.
Me baño en su sangrienta aparición diaria como un desafío al imbécil creador, pero no puede arrasar mi maldad, mi odio, mi soledad, mi desesperación porque existen los primates. Mis ansias de descuartizar, matar y aniquilar cualquier vestigio de renovación planetaria.
El sol y su luz es para los primates, para que esos cobardes se olviden de su miedo enfermizo. De sus hipócritas sentimientos.
Como todo lo que hace dios, es una chapuza, y su sol de mierda solo crea espejismos en las mentes débiles y enfermas de la humanidad. No existe el amor y la bondad, solo el engaño de Dios. Y su pene acariciado por sus ángeles en un orgasmo eterno que lo hace idiota.
Amor es mi pene endurecido metiéndose en el ano de mi Dama Oscura, en su coño. El amor es mi mano golpeando su vulva y mis dedos castigando los pezones. El amor extremo es la sangre que mana de sus labios cuando se los muerdo y su melena negra y lisa como el zafiro entre mis puños sucios de sangre.
El amor es el desprecio que siento por ella cuando he eyaculado mi semen negro sobre y dentro de ella, cuando ya saciado me aparto a mi oscuridad y dejo que toda mi maravillosa maldad repose y se haga tan omnipresente que Dios tema que abra los ojos en ese momento.
Paseamos por las tristes y anodinas calles de los barrios bajos de la ciudad, ya bien pasadas la dos de la madrugada, cuando no hay más que borrachos y alguna puta mal vestida que vomita semen y pelos de una polla sucia apoyándose sin elegancia en el poste de una farola estropeada.
En una privada oscura, un policía parece dormir dentro de su coche patrulla, está estirado. Me acerco a la ventanilla con sigilo. La Dama Oscura se acaricia su siempre húmeda vagina que apenas cubre una falda de cuero negro muy ceñida. Qué cuerpo tiene…
En realidad no duerme, una puta está comiéndole su corrupto rabo, abro la puerta del vehículo y sacando el cuchillo de entre mis omoplatos siempre ensangrentados, les acuchillo los ojos, las manos, el cuello, los genitales… Le amputo los cojones y a ella le corto los dos pezones que se los pego en los ojos abiertos al policía. He colgado los testículos en el espejo retrovisor, junto con el rosario y me guardo una bolsa con marihuana que tiene en el salpicadero.
Han gritado como puercos en la matanza, pero en la noche, los primates son más cobardes que en el día. Nadie ha abierto una sola ventana, ni una sola luz se ha encendido.
La luneta delantera se ha opacado de sangre, los bajos del coche sangran.
Es una puta gran obra.
Seguimos nuestro camino sucios de sangre, la Dama Oscura se ha untado las ingles con la sangre ya espesa de los muertos. Un rito de adoración a mí.
Las ratas corren sigilosas y los perros dejan de ladrar cuando me reconocen, quisieran no existir ante la maldad pura. Los perros y las ratas son más listas que los primates.
Observo el cielo repleto de estrellas, me gusta, son frías como yo. No quiero que salga el sol, quiero que sea una noche eterna y se congele el planeta lentamente entre el llanto y el miedo de los primates.
Pasamos frente a una casa con ventanas oxidadas, con los vidrios rotos y unas cortinas grises por la mierda, antes eran blancas. El techo está lleno de basura, latas, botellas, hierros viejos y algún neumático junto con unos alambres llenos de ropa tendida. Un perro se asoma desde el tejado vecino, nos observa con sus tristes ojos hambrientos y enfermos y vuelve a desaparecer entre la miseria allí también amontonada.
Una de las ventanas, a la derecha de la puerta de entrada, tiene un papel pegado al vidrio que dice: «Este es un hogar católico».
Y yo creo en Dios, es más, lo conozco, por eso siento tanto odio por él y su obra.
Se me ocurre que podríamos ver llegar el amanecer con alguno de esos seres que habitan esa católica casa, si llega alguno vivo, claro. Quedan poco menos de cuatro horas para que salga el sol.
Dios quiere que ellos sean unos mártires, porque la mísera puerta de hierro se ha abierto con solo correr la maneta a un lado.
La Dama Oscura sonríe maravillosamente malvada, cuando pasa por la puerta, acariciando mi paquete con malicia.
Vuelvo a desenfundar mi cuchillo de entre los músculos de mi espalda y la casa se impregna de olor a carne y sangre podrida, mezclándose con el olor a fritos rancios y frijoles hervidos.
En el salón duermen dos primates en un sofá cama plegable.
En una habitación pequeña duermen un viejo y una vieja, los abuelos.
En otro dormitorio, al que se accede a través de una cocina que contiene un par de fogones y un retorcido comal, se encuentra el matrimonio y un bebé en una cuna vieja, una de sus patas la forman un par de latas vacías de leche en polvo.
La Dama Oscura, da media vuelta en la cocina y vuelve al salón. Yo entro en la habitación del matrimonio. En apenas unos segundos se escuchan voces viejas, lo que despierta al matrimonio y a los niños.
Cuando el hombre se pone en pie para encender la luz de la habitación, se encuentra con mi mano en el interruptor.
— ¡Qué chingaos…!
Le golpeo la sien con el puño en forma de mazo y se me queda mirando fijamente sin comprender, luego se le escapa un vómito y se desploma en el suelo.
Es un hombre bajo y chaparro, muy corpulento, de pelo negro y piel muy oscura, solo viste un calzón de algodón que le viene demasiado pequeño. Se ha orinado, cosa normal ante una fuerte conmoción cerebral.
La mujer, una tetona gorda que apenas puede moverse, muestra sus muslos gordos y oscuros antes de levantarse y gritar; pero se detiene en seco con lágrimas en los ojos.
—Ni se te ocurra gritar, primate, o mato primero a tu hijo ¬—le amenazo tomando la cabeza del bebé y haciendo girar mi mano en ella, como si le retorciera el cuello.
Dejo que el bebé descanse cabeza abajo, lo tengo agarrado por el tobillo y cuelga de mi mano como un muñeco roto.
— ¡Señor, así se va morir. Se morirá! Démelo, juro que no gritaré.
Se lo lanzo a la cama y lo toma en el aire.
La idiota me entiende y se queda sentada en la cama hipando por no llorar abiertamente.
La Dama Oscura llega con la cara sucia de sangre y del brazo trae a una mujer más vieja que las piedras, llora y se lamenta sin dientes, con su pelo corto y escaso, canoso y despeinado que contrasta con su piel de color bronce.
El marido se está reponiendo e intenta ponerse en pie.
¬—Tráete a uno de los niños, mi Oscura, vamos a tener que convencerlos de que esto no es una broma.
El marido se ha puesto de rodillas, nos mira a mí, a su madre, a su esposa y a su niño y parece comprender por fin que hay gente de más. El cuchillo en el casi dorado cuello de su vieja madre, le mantiene la boca cerrada y su coraje de macho, metido en el culo.
Nos tenemos que apretar un poco en esa pequeña estancia cuando la Dama Oscura llega con un niño de diez años. Se mantiene aparentemente tranquilo gracias a la daga que amenaza su oído y que le ha herido aunque no se dé cuenta, porque la sangre reciente tiene la misma temperatura que la piel.
— ¡Ha matado a mi Pepe, le ha cortado el cuello! —lloriquea la vieja babeando.
La abuela desestabiliza un poco el estado de ánimo de los primates y le debo cortar el cuello. Sus viejas rodillas se doblan y sale muy poca sangre de su cuello abierto, es decir, comparando la hemorragia con un primate adulto o joven, aún así hay que ir con cuidado para no resbalar entre la sangre. Muere emitiendo unos gorgoteo que llenan los ojos de lágrimas del niño y un llanto quedo. Cuando saco el viejo cadáver empujándolo con un pie hacia la cocina, el hombre se lanza hacia a mí y lo freno sujetando su cabeza con una mano, con la otra mano, doy un certero tajo en su bajo vientre muy cerca del pubis. Su mona grita con el bebé en brazos.
El niño se esconde tras su madre y mi Dama Oscura sujeta las manos del marido colocándose a su espalda para que no pueda llevarlas a la herida.
Yo enciendo un cigarro observando casi aburrido lo de siempre: sus intestinos se derraman lentamente en sus pies, los humanos y los cerdos tienen unas tripas muy parecidas.
Mi Dama Oscura deja que caiga en el suelo, a un lado de la cama, y le corta el cuello en redondo para asegurarse de que no nos molestará. El suelo es un charco rojo y resbaladizo, que apesta a mierda y sangre.
A mí me gusta, y a cualquier fotógrafo le encantaría hacer una toma fotográfica de este inmenso drama que estoy creando en apenas ocho metros cuadrados.
Pasan las tres de la madrugada, queda poco para el amanecer, pero este asunto del tiempo es relativo, para mí pasa a velocidad de vértigo, para estos primates es toda una vida.
El sufrimiento y el horror te da veinte años de vida por cada minuto.
Yo ofrezco la vida eterna sin necesidad que nadie me rece, ni rinda culto.
— ¿Qué les hemos hecho, somos pobres no tenemos nada? No le hemos hecho daño a nadie—lloriquea la mujer con el bebé en brazos, que llora.
— Mi bebé necesita comer, por Dios.
—Dale de comer y que se calle.
La Dama Oscura se acerca hasta la mujer y le mete la mano por el escote de la camiseta holgada que viste. La madre intenta zafarse de la mano, pero la Dama le da una fuerte bofetada que provoca que el bebé se le caiga de los brazos a la cama. La primate ha entendido y la Dama Oscura toma unos de sus gruesos pechos y se lo lleva a la boca.
Durante el tiempo necesario para que mi polla se encabrite y se ponga dura, la observo mamar la leche de la mona. La muy pornográfica deja que la leche se le escurra de los labios para bajar por su blusa roja abierta hasta casi el ombligo. Sus pezones se marcan rotundos en la tela y deseo follar y matar en este mismo instante como el drogadicto necesita la aguja en la vena.
Observa mi dureza patente en la tela del pantalón y acompaña la cabeza del bebé al pecho para que mame.
Una vez ha callado la criatura, solo escucho el sonido irritante de su succión.
—Por el amor de Dios, dejen que mi Jorge vaya con su hermana.
Amor de Dios…
Invado su mente, sus ojos parecen morir, no enfocan, sin dejar de dar de mamar a su hijo, se saca las bragas dificultosamente y mete sus oscuros y gordos dedos en la peluda vagina, los dedos chapotean. Presiono más su mente y sus ojos lagrimean de terror e incomprensión, llevando la contra a su boca que gime de placer.
La Dama Oscura se ha arrodillado ante mi bragueta y ha sacado el pene, que se lleva a la boca. Me muerde el glande y siento el dolor extenderse por los cojones. Le agarro la cabellera y la empujo hasta que se traga todo el rabo. El vómito sale por entre mi pene, a presión, ensuciando mi pubis.
— ¿Amor de Dios, dices mona? ¬—le grito provocando que su masturbación sea cada vez más frenética, por lo que cada vez gime con más fuerza —. La virgen, dios, los santos y los ángeles solo tienen una función: entretenerse con vosotros. Tú rezas a la virgen o a dios y ellos te pagan con enfermedad y pobreza. Dios se ríe y envía a sus ángeles para hacerse cargo de vuestras almas, que son los ladrillos que mantienen a flote el cielo, ese vasto reino sagrado donde Dios es masturbado por las bocas de sus querubines. Sin vuestras almas, el cielo sería un lugar tan vulgar como cualquier ciudad.
Empujo al pequeño Jorge, hacia su madre.
¬—Lámele el coño, ayuda a tu madre a correrse.
El pequeño se resiste. La Dama Oscura lo toma por el cogote y le planta la cara en la vagina de su madre que se mea de placer.
—Chúpaselo, cariño, o nuestro 666 te matará.
Y el niño con torpeza comienza a pasar la lengua por la raja y los dedos que se mueven febriles en la consecución del placer que yo impongo.
—Vírgenes y santos no existen, son solo figuras de control para aleccionaros a ser «buenos». Lo que Dios y los ángeles desean. Hacer de vosotros unos ladrillos sumisos para mantener su reino seguro y alto.
La Dama Oscura acaricia los genitales del pequeño Jorge y parece que la cosa mejora. El pequeño primate se tranquiliza.
—Yo no soy así, mi reino es un infierno oscuro y húmedo. Tallado en las rocas más profundas del planeta. Vuestras almas forman la población del dolor. Todo ese daño y esa maldad que sufrís eternamente crea la degradación de la obra de Dios, su planeta tiembla y se pliega en sí mismo cuando el dolor de tantas almas es insostenible para el magma y la atmósfera. Es algo que solo me satisface a mí. Desearás ser un ladrillo en el cielo que un ser que piensa y siente en el infierno; pero mi voluntad es ésta. Y si Dios o tu Guadalupe no estuvieran masturbándose con sus asexuados ángeles, hubieran intentado ayudaros. Tu hijo muerto estará entre tus brazos la eternidad y lo amamantarás con dolor y sin darle consuelo. No descansarás jamás.
Detengo mi arenga para encenderme otro cigarrillo. El tabaco es lo único bueno que inventó ese Dios retrasado.
La madre se está corriendo, sus piernas se convulsionan con un orgasmo que yo prolongo hasta llevarla al bestialismo. Golpea a su hijo apartándolo de su coño para meterse la mano entera en la vagina. Su bebé está muerto, asfixiado bajo su cuerpo. Hace unos minutos lo ha dejado en la cama para acariciarse y pellizcar sus pezones que ahora sangran heridos. Mientras gemía como una puta actriz porno, sus bruscos movimientos han llevado al bebé bajo sus nalgas y lo ha aplastado y asfixiado con cada arremetida de placer que le estallaba en el coño.
—Y ahora que ya lo sabes todo, te voy a reventar la cabeza con el crucifijo bajo el que duermes y ahora te corres. Dios estará orgulloso de ti, solo que no va llevarte a Mariconilandia.
A través de la pared puedo escuchar los cuchicheos de la casa vecina, no se atreven ni a llamar a la policía. Presiento sus oídos pegados a la pared y sus oraciones para que a ellos no les pase lo mismo. Para que el mal no entre en su católico hogar.
Telefonean a otros amigos y toda la colonia sabe que alguien está siendo masacrado muy cerca de ellos. La cobardía se extiende por todas las casas como un repugnante y sucio manto de silencio.
Tomo el crucifijo que cuelga medio metro por encima de la cabeza de la madre que ahora acuna a su bebé muerto aún con la vagina dilatada y húmeda. Cuando dejo de invadir las mentes, todo el horror y el miedo hacen de una pesadilla la realidad. No hay piedad al despertar.
Le golpeo el cráneo con el crucifijo, pero es una porquería barata que se hace pedazos sin herirla.
Así que le arranco el bebé de los brazos tomándolo por los pies y estrello la pequeña cabeza en su cara. La golpeo dos veces más, pero no hay un daño masivo, el cráneo del bebé es aún demasiado flexible, su cuerpo inerte y vacío de vida, se vacía también de sangre sin presión por la nariz, la boca, los ojos y los oídos.
La Dama Oscura me observa sin pestañear.
Desentierro mi puñal de mi carne y apuñalo a la primate con un rugido que inquieta a todos los seres vivos animados y vegetales. Apuñalo el fofo vientre de la mona, la cara, el pecho, el vientre y el cuello hasta que deja de respirar. Es tanta la sangre que la he de apartar de mis ojos porque me ciega.
En el universo el único sonido que existe es mi resuello, mi respiración acelerada, ávida y furiosa.
El primate Jorge se encuentra en estado de shock, su cerebro no toma en cuenta lo que sus ojos ven. Parece mirar más allá de nosotros. Como si ya estuviera en el infierno.
Pero esto es solo un ensayo que apenas muestra nada del dolor que sufrirá en la eternidad.
La Dama Oscura lo toma de la mano y se dirigen al salón. Yo los sigo reteniendo mis ganas de descuartizar lo que queda. Quiero recibir al sol como Dios se merece.
—Espérame en la cocina, mi Negro Dios, quiero prepararte una sorpresa.
—Te espero, mi Oscura Sangre ¬—le digo hundiendo mis dedos en su vagina para sentir toda esa humedad que le empapa los muslos.
Le rebanaría el cuello llevado por el deseo. No sabe el peligro que corre… Tal vez sí. Es infinitamente cruel por ser humana.
Me fumo un cigarro de maría envuelto en un trozo de papel de periódico viejo. No vale una mierda, sabe mal, pero es peor estar entre los primates, así que me lo acabo sudando y con el penetrante olor de las sangre y los cadáveres en mi nariz.
—¡Ven, mi Dios! Es para ti, para nos.
Encima del sofá cama, está la niña, la hermana de Jorge.
Tiene trece años, su mente es tan simple como la de su madre, no tiene futuro alguno, nada que destacar en su vida con ese cerebro, como su hermano, ambos se convertirán en adultos anodinos y cobardes que apenas tendrán utilidad para nadie, salvo para malvivir con más hijos de los que pueden mantener. No vivirán tanto tiempo, ni siquiera poco tiempo.
No siempre me llena matar primates tan poco valiosos, de vez en cuando tengo que buscar monos importantes en la sociedad, pero para un amanecer, cualquier cosa me vale.
La Dama Oscura ha atado a la niña, desnuda, los brazos pegados a lo largo del tronco, las piernas rectas, el monte de Venus aún tierno y poco peludo, me hace salivar y pienso en penetrarla y reventarla con mi pene embistiéndola una y otra y otra y otra vez… Hasta aplastarle los intestinos.
Ha usado cuerda de esparto fina para rodear su tronco e inmovilizar los brazos, ha llegado hasta la base de los pechos obligando a que luzcan rectos y verticales. Hay tres ataduras en sus piernas: a la altura de los muslos, en las rodillas y en los tobillos.
En la boca le ha incrustado una naranja, su cuello está tenso por la tensión de la apertura de la mandíbula y la inmovilidad.
Como guinda, entre los muslos, pegada a la vagina, ha insertado una imagen de plástico de la virgen de Guadalupe.
—La concha en la concha —me dice sonriendo, señalándose el coño que muestra subiendo la falda para excitarme.
Por lo visto, para poder trabajar tranquila, ha golpeado la cabeza de Jorge con el mazo de un molcajete, del cuero cabelludo del niño ha manado bastante sangre, pero está vivo.
—Es una preciosidad lo que has hecho con esta mona. La vamos a exponer ahora mismo para que el amanecer la ilumine también. Y todos sepan que el sol no tiene mi poder.
Extraigo de nuevo mi cuchillo, y giro el cuerpo de la niña, hasta que queda boca abajo, suavemente inserto la punta del puñal en la base del cráneo y le corto la médula, muere en una décima de segundo, sin apenas sangrar, quiero que se vea limpia. Virginal, que dirían algunos idiotas.
La Dama Oscura se acerca con una escoba y le arranca el cepillo, yo sujeto el palo encima de la espalda de la niña y ella lo ata con más cuerda en tres alturas para darle rigidez.
Así, una vez rígida, la sacamos a la calle y la apoyamos al lado de la ventana, donde tienen el letrerito que dice que es un hogar católico.
La Dama Oscura, vuelve a meterse en la casa y aparece con la virgen de plástico en la mano.
—Se le había caído.
Y se la coloca de nuevo entre los muslos.
Con un pintalabios rojo, da color a sus pezones, le pinta los labios y dibuja una flecha en su vientre, desde el ombligo al pubis, que obliga a seguir mirando hasta su coño, donde mantiene a su virgen protectora.
Dejamos así a la niña, a la vista de todos.
Mi vanidad no conoce límites. Quiero que lo vea toda la humanidad. De hecho, ya lo están viendo los vecinos de la casa de enfrente, sus cortinas se agitan y sus voces no son tan inaudibles como ellos se creen.
—Voy a llamar a la policía, Fátima.
—Ni se te ocurra, Sergio, vamos a dormir, eso no es asunto nuestro.
Los miro directamente a los ojos antes de volver a entrar en la casa que hemos hecho nuestra, siento su terror atravesar el vidrio de sus ventanas y puertas cerradas.
Jorge ha abierto los ojos mientras comemos unos huevos revueltos con longaniza, le he tirado en el suelo algo de comida, pero no ha hecho caso.
Son las seis treinta de la madrugada, en unos minutos saldrá el sol.
El niño se ha escondido bajo el sofá, en principio ha querido ir a la habitación de los abuelos, pero olía mal por el viejo.
Salimos al patio de la casa, donde hay una lavadora protegida por una funda y unas toscas escaleras que llevan al tejado.
Llevo al niño colgado de mi brazo, lo ha abandonado cualquier ánimo y voluntad. A veces los primates más jóvenes se colapsan como conejos bajo los faros de un carro en la noche.
La Dama Oscura sube delante de mí con el único fin de mostrarme su coño y sus labios vaginales brillantes por ese moco sexual que lamo y lamo sin cansancio.
Una vez arriba, el caos de hierros oxidados, botellas de plástico y vidrio y algunos neumáticos consigue enfurecerme, no me gusta vivir o estar entre mierda. Así que doy una patada a una caja de botellas de refresco de vidrio y caen a la calle formando un gran alboroto.
Los coches comienzan a circular con frecuencia y algunos primates caminan rápido, sin querer mirar hacia arriba, donde estamos.
El sol aparecerá tras una antena parabólica del tamaño de un cerdo de grande que es, salvo por eso, pocas construcciones superan los dos pisos, hay un horizonte razonablemente despejado.
La Dama Oscura saca su daga de la espalda, la lleva metida en la cinturilla de la falda.
—Yo sacrifico y tú te bañas en la luz del puerco Dios, mi Negro Amo.
De cada una de las cuatro esquinas que tiene el terrado, sin baranda, hay un pilar que sobresale medio metro del suelo y del cual salen como raíces secas y podridas las varillas de acero de un metro de altura. Lo hacen así con la esperanza de ganar dinero un día para poder levantar otra planta, pero todas las casas llevan así decenas de años y esas feas varillas de hormigón son ostentosos testimonios retorcidos del fracaso de la vida.
Los tinacos de cemento viejo y desconchado, dan un efecto de decrepitud que me hace sentir bien. Siempre que observo la humana miseria y la pobreza, me siento bien; porque parece que es una parte del infierno.
De mi reino.
El cielo se está tornando rojo, los primeros rayos de un sol que aún está escondido hacen el drama de Dios cada día.
Pegado al pilar del vértice que mira al este, he apilado un par de cajas de refresco para llegar a lo alto de las varillas. Tomo al niño en brazos y lo alzo por encima de mi cabeza. Sigue roto, sin emoción, sin decir nada, sin mover un solo músculo. Su alma ya está en el infierno. No hay ángeles porque es demasiado pronto, están durmiendo la mona de una orgía que practican a diario con su Dios.
Apoyo la espalda del niño en las varillas y tiro de sus brazos para que se claven, lo justo para que se mantenga ahí quieto. Deja ir un gemido con una bocanada de sangre que ha inundado sus pulmones. No morirá por esto.
Mi Dama Oscura será quien lo ejecute.
—Tú sabes cuando hacerlo, mi Deseo Oscuro.
Como toda respuesta, se sube a las cajas apiladas con la daga en la mano.
Yo me coloco bajo la cabeza del niño, que expulsa pequeñas bocanadas de saliva rosada.
Ya asoma el borde del sol por el horizonte haciendo una sombra negra de la antena parabólica, la luz empieza a bañar el mundo con fuerza y siento un insano deseo de apuñalar al sol.
Hay un momento en el que el cielo empieza a cambiar del rojo al azul, un instante que dura unos segundos. Ha llegado.
La Dama Oscura corta la garganta de Jorge, y su sangre me baña chorreando desde su abundante pelo oscuro.
Siento la calidez de la sangre, su viscosidad y lanzo un rugido que mueve los edificios. Cuatro primates desde la calzada de la calle, dos de ellos hembras, observan mi amanecer con la boca abierta, con los ojos desencajados de terror. Me siento más dios que nunca observando su cobardía a través de una catarata de sangre en mis ojos.
Cuando el rojo del cielo ha desaparecido, cuando la noche ha dejado de sangrar, tampoco queda sangre en el cuerpo del joven primate.
No me limpio, dejaré que la sangre se coagule en mi piel, me gusta el olor de la sangre corrompida y muerta.
La Dama me besa, se restriega contra mí ensuciándose a su vez.
Nos bajamos del tejado a tiempo de observar bajando las escaleras, que un ángel madrugador intenta tomar en brazos los restos del primate. Busca su alma, pero hace horas que abandonó su cuerpo. Como un estúpido canto de gallo, así suena el lamento del ángel en la madrugada.
Al fin y al cabo son como gallinas, tienen plumas y un carácter estúpido.
Tiro la bolsita con marihuana en el salón de la casa y salimos dejando la puerta abierta, sucios de sangre.
Muchos de todos estos monos, sufrirán remordimientos de conciencia, se verán como lo cobardes y ratas que son. Los que no ayudaron, los que ignoraron el dolor y el terror de sus amigos y vecinos necesitarán razones para explicar lo que hicieron, lo que no hicieron. Porque si no las encuentran, tendrán que pensar que mañana les haré lo mismo. Y los quiero engañados e ignorantes.
Esta familia de primates, se alimentaban del mísero sueldo de albañil del padre, todo el mundo lo sabe en la colonia, pero a pesar de conocerlos de toda la vida, cuando la policía encuentre la bolsa de marihuana, concluirán que han sido ejecutados por un asunto de drogas. Y todos los subnormales de sus amigos, vecinos y familiares, tendrán una explicación del porque han muerto todos. Lo creerán porque sus cerebros son lerdos e imperfectos, porque son a imagen y semejanza de Dios.
Respirarán razonablemente tranquilos porque nada tienen que ver ellos con la droga.
Es tan fácil conducir a los retrasados mentales de los primates adonde me propongo…
A pesar de conocerse toda la vida, de saber hasta en que momento se aparean, se maravillarán de que al final, era una familia de delincuentes.
Así funcionará.
Nadie pensará que Yo quise demostrarle a un sol arrasador, que yo extermino la vida de día y de noche, que arraso con todos los seres que me proponga sean cuales sean.
Dios y su sol, no pueden superar mi odio. El sol no borra mi ira, no aplaca mi odio, no calienta mi alma gélida y destructiva.
Y Dios solo puede rezar y simular que está contrito.
Sagrado hipócrita…
Unos metros más adelante se abre una brecha en el suelo y bajamos al infierno, a mi fresca y húmeda cueva.
Levanto la falda de mi Dama Oscura y meto mis dedos ensangrentados en su ano, ella se separa los glúteos para que entren más y siento un fluido fresco y viscoso derramarse por mi glande.
La voy a joder a salvo de la cochina luz del sol, a salvo del calor, a salvo de las miradas envidiosas de Dios, a salvo de cualquier injerencia de los divinos maricones.
Siempre sangriento: 666

 

Iconoclasta