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Yo digo que una bofetada se resuelve con otra hostia.
Además, sería imposible pagar solo con otra.
La decapitación…
No se trata de poner la otra mejilla, no es tan fácil.
Todo va más allá, a otra dimensión, en la que yo rijo.
Yo lo puedo hacer; pero vosotros no y si lo hacéis será una chapuza. Un trabajo mal hecho e inconcluso por mucho que matéis.
Pero lo más importante, es que desde el momento en que ese dios melifluo, iracundo y maricón me creó, nadie me ha dado una bofetada.
Yo sí puedo hacer lo que digo, lo he hecho antes de alardear de ello.
En un tiempo remoto, cuando le comía los dedos de los pies a un bebé ante su madre, dios me preguntó desde su palacio celestial mierdoso, que parece un burdel barroco:
¿Por qué lo matas todo, 666?
Le respondí que no soy un hipócrita divino y sádico como él. Que no pido obediencia ni fe a sus amadas creaciones, monos de mierda…
Dices ser amor, y sin embargo asesinas y torturas hipócritamente, cerdo todopoderoso.
Le dije que es mi trabajo y disfruto con él, sin más liturgias de mierda.
Incluso cuando el primate casi con alegría va a morir y por ello dejar de sufrir, le insuflo vida por el placer de observar el movimiento de sus intestinos que, parecen grandes y sucias lombrices retorciéndose al aire.
Evito que el mono muera de un infarto cuando observa como descuartizo a todos sus seres queridos en largas sesiones, chapoteando mis pies en una balsa de sangre y restos cárnicos.
Lo más fascinante llega cuando el dolor y el terror se les hace tan insoportables que su mente estalla y dejan de ser humanos para convertirse en un organismo desgajado o eviscerado, mugiente y convulso. Incapaz de pensar, solo buscando la muerte como un animal que va a morir abrasado y corre hacia el acantilado, al vacío.
Juro que puedo escuchar el sonido a cristales resquebrajándose cuando la mente se les rompe y dejan de ser humanos.
Algo que ningún mono del mundo podrá gozar jamás. Es mi privilegio exclusivo y la razón suficiente e insaciable para exterminaros lentamente cada día, cada noche, a cada instante… A todos, desde los recién nacidos a los que han creído tener la suerte de morir dulcemente en la vejez.
No puedo creer, dios imbécil, como puedes asombrarte después de tantos millones de años viendo como desguazo y extermino a tus creaciones.
Y cuando acabe con el último primate sobre la capa de la tierra, subiré a tu cochino cielo y comprenderás lo que es la fractura de la mente cuando te tenga en el filo de la muerte y el dolor inenarrable; y a tu hijo el nazareno, repartido a trozos entre los coros celestiales, después de haberlo despellejado como un muñeco de medicina.
Cuando tu corazón negro dé el último latido en la palma de mi mano, tu mente se habrá rajado y dejarás de existir antes de morir. Y el mundo que creaste sufrirá un colapso que lo convertirá en otra piedra muerta flotando en el universo. Tu grito de dolor enmudecerá por fin allá en el vacío.
Mientras ese momento llegue, herviré crías de primates humanos como golosinas para mis crueles. Mis queridos y obedientes cerdos diabólicos…
Les gusta más cuando les doy carne de ángel, se matan entre ellos por un bocado de sus alas recias y musculosas, afeminadas hasta la vergüenza. ¿Por qué no los dejas acercarse a mí más a menudo, dios marica?
Ese Dios melifluo y asesino hipócrita, hace ya rato que ha cerrado las puertas de su reino. No le gusta que sus primates inocentes, bienaventurados, ángeles y arcángeles escuchen mi verdad, mi volición imparable.
Cuando desplego en todo su esplendor mi naturaleza en el infierno, el silencio se convierte en una plancha de plomo que lo enmudece todo, ni siquiera se produce eco. Un plomo que cae sobre las almas que sufren sin cuerpo para la eternidad o cuando a mí me plazca acabar con ellas.
Puedo imaginar vívidamente un mundo sin vida humana y rujo al cielo y a la oscuridad de mi húmeda y oscura cueva.
A medida que me tranquilizo tras mi furiosa epifanía, soy consciente del sonido que produce mi Dama Oscura entre mis piernas, chupando mi rabo y sus dedos chapoteando en su raja anegada y brillante, sentada a los pies de mi trono de piedra. Mis huevos captan el frescor de la piedra del trono. Me gustaría que la Oscura prestara más atención a estos detalles, que los acariciara y dejara de darse placer a sí misma.
Extraigo de entre la carne de mis omoplatos mi puñal y goteando viscosidad sanguinolenta, deslizo la afilada e infecta punta por sus pezones acariciándolos, conteniendo a duras penas el deseo de cortarlos.
Ante el caliente filo, se le escapa un gemido de la boca llena de mí y su orina se derrama entre mis pies y sus nalgas poderosas que esconden un indecoroso y hambriento ano.
Un cruel emerge gruñendo de la oscuridad que nos rodea, se acerca al trono y lame con avidez los jugos derramados y el coño de la Dama Oscura cuando se lo ofrece separando las piernas.
– ¡Hazme daño! –rujo.
Desenfunda la fina daga, un estilete ceñido a su muslo y lo clava en el escroto atravesándolo de parte a parte, destrozando los testículos… El glande escupe unas gotas de sangre que caen sobre el hocico del cruel. Las manos de la Oscura están ensangrentadas, ardientes…
Y bramo.
El cruel huye apresuradamente gruñendo horrorizado hacia las oscuridades a esconderse.
Eyaculo una gelatina rojiza que cae sobre las tetas de la Oscura, que mantiene su mano cerrada en mis mutilados cojones, apretándolos, sosteniendo el dolor en su nota más alta.
Es una virtuosa del dolor, no sé si le queda algo de humana…
Y como si leyera mi pensamiento lleva esa gelatina a su coño para extenderla mientras se corre y grita y jadea y sus pechos se agitan pesados, duros…
Esta es la dimensión oculta que habito. La del dolor, la cuarta que tanto buscabais.
Bienvenidos a ella, pasad y sufrid.
Pasad y rompeos, primates.
Moriréis todos.
Siempre sangriento: 666.

Iconoclasta

La bondad no es una virtud, sino la reflexión y el acto que surge de la inteligencia y la búsqueda o intuición de la justicia.
Esa justicia que degradaron y humillaron en códigos de leyes los gobiernos de las naciones del planeta Tierra, hasta convertirla en un puré corrupto de hipocresía para protección de la riqueza y sus poseedores.
Esa inteligencia que ha pervertido la sociedad hasta reducirla a un único mensaje electroquímico insectil; millones de veces chirriado por los millones de humanos-orugas.
La bondad es un acto medido, una emoción razonada.
Y no persigue recompensa.
Ser bondadoso indiscriminadamente es el mayor acto de injusticia para los que se la merecen; traicionarlos está muy lejos de la bondad, de la justicia y de la ética.
Sin embargo la superchería o ideología o religión, prostituye la bondad como método para alcanzar una santidad, un paraíso, un premio. Y exige ante todo, bondad hacia los líderes, amos y ricos (el perdón, respeto y obediencia a pesar de sus delitos y negligencias). Luego, hacia todos los seres humanos; excepto a los infieles cuando un gobierno decreta guerra.
No todo ser humano merece un acto de bondad.
En algún momento las grandes supercherías o ideologías o religiones del mundo pervirtieron la bondad amasando mansedumbre y fanatismo. Esta “bondad” es conocida como moral, un libro sagrado del buen ciudadano según los dogmas escritos a lo largo de la historia de la especie humana.
La bondad predicada por las más importantes supersticiones o religiones o ideologías del mundo es un mero trámite que da ciertos privilegios ante los dioses inventados por los líderes salvadores y redentores.
Una cartilla de cupones.
La bondad solo se da en anónimos seres humanos que viven el día a día sin mirar a nadie y hacen lo que deben cuando deben. Lo hacen según la razón y la justicia, sin exigir dinero, votos o fama. Sin exigir la fe en ellos.
Sin exigir el paraíso.
Luego se encienden un cigarrillo paseando a donde quiera que vayan hasta diluirse en el paisaje.

Iconoclasta

Dios odia las cosas buenas, por envidia, por celos. Me las arrebata para ser el único a quien amar o desear se pueda.
Es un hijo de puta.
Así que piso con displicencia sobre las tumbas de cadáveres putrefactos o los secos, los que ya no tienen carne que roer. Y sin ser necesario meo en las lápidas marcando territorio para cuando muera, ser el cadáver más respetado del cementerio.
A ver si ese dios cabrón lo supera.
Y digo que amo el veneno porque no defrauda. Ni la bala certera, ni el filo quirúrgico.
Y el coño infectado de la puta y mi glande invadido por un chancro purulento que me envenena la sangre toda.
Amo el trozo de pulmón podrido que me sale de la boca como un animal muerto.
Dios no sabe que es un pobre mediocre previsible como sus cochinas creaciones. Por eso tanta vulgaridad y seres que no importa si viven o mueren, porque es todo a su imagen y semejanza.
Me cago en dios porque es la justa blasfemia que me libera y alivia la presión de su envidia podrida.
Así que amo lo pútrido para que se joda. Y me santiguo salpicando gruesos goterones de mi esperma en el pecho.
No creo en satanás porque es la cara de la esquizofrenia sagrada del mismo dios. Su rostro enloquecido y repugnante; falso como la madera podrida.
Amo lo sórdido, lo que duele, lo que rompe como un cristal la razón y la adoración de los imbéciles.
Así las cosas, digo que dios debería existir para poderlo envenenar y desangrar. Y ceñirle la corona de espinas de su hijo en esos ojos enfermos de envidia y demencia.

Iconoclasta

Hay formas y estilos de escribir, multitud.
Yo uso la ausencia total de escrúpulos y ética, como la crueldad, la maldad y la sordidez.
La crueldad no siempre es representativa de la maldad. Y lo sórdido es una cuestión económica, de miseria. En algunos casos, de enfermedad mental.
La maldad es un requerimiento biológico para el control de la especie humana. Solo un humano puede matar a otro con eficacia cuantitativa. Es mi reflexión y método más gratificante para disfrutar de mi imaginación escribiendo.
Pero la maldad es un hecho, no solo una pose o creencia. Es biológica.
El ser humano necesita un cazador, y como no existe ninguna especie que se alimente de seres humanos, los humanos se deben cazar a si mismos. No hay otra especie que pueda depredar a la humanidad y controlar su reproducción conejil.
La maldad es el medio grabado en la cadena ADN de la especie humana que evita su autoextinción por agotamiento de recursos y espacio en el planeta.
Para asumir y comprender el concepto de maldad se ha de tratar a la especie humana como una especie animal más, sin considerarla romántica y filosóficamente una especie con un intelecto superior a otras y por lo tanto más importante. No lo es, porque incluso lo que cagan las vacas tiene un valor intrínseco en la cadena trófica y la vida del planeta.
A partir de esta condición todo encaja y el hombre se vislumbra como una especie más a tratar sin privilegios.
Y así, como las serpientes tienen veneno, la especie humana goza de la maldad.
Es por ello que en las zonas más civilizadas del planeta donde la religión y leyes castigan el asesinato con excesivo celo y rigor, es donde mayor tasa demográfica hay. Porque no existen suficientes cazadores que se alimenten de seres humanos y hay serias trabas moralistas, religiosas y legales para evitar los necesarios asesinatos, trabas que acaban desbocando los nacimientos y ralentizando la mortandad.
Las civilizaciones próximas a alcanzar el estado de plaga, de una forma u otra a lo largo de la historia, se han extinguido.
Y ha sido gracias al gen de la maldad.
Los religiosos han inventado un dios bueno y colérico para combatir la maldad y crear líneas genéticas humanas más dóciles; como se ha conseguido a través de los siglos con las vacas, ovejas, cerdos, etc… Seleccionando el ganado.
Fue gracias al gen de la maldad, por lo que los primeros humanos consiguieron fortalecer a su especie. La selección natural era ejercida más por los humanos que por otros especies cazadoras.
Sin la maldad, se agotarán los recursos y la humanidad se canibalizará a sí misma para alimentarse.
Si la maldad fuera aceptada, los poderosos y herederos de brutales y pornográficas riquezas, correrían peligro de perder su posición social elevada. Eso explica la implantación de las doctrinas de la bondad y la sumisión con la invención de los distintos mitos religiosos como Jesucristo, Mahoma, Buda y otras filosofías amables con el medio ambiente que llevan a hacer del ser humano un animal más débil y maleable por el poder.
Los poderes económicos, religiosos y políticos son los que determinan el momento en el que se ha de decretar una guerra que frene el desmesurado crecimiento demográfico de sus poblaciones, es una cuestión meramente ganadera. Las guerras aportan las muertes por combate; pero también las de la enfermedad, hambre y frío. Son perfectas; pero el fallo reside en que los representantes de estos poderes, también están sometidos a la misma decadencia que el pueblo del que se alimenta y enriquece, y sus decisiones se toman tarde, sin inteligencia, con negligencia y desidia. Cuando se dan cuenta de que es necesario crear una guerra que mate a millones de seres humanos, suele ser tarde incluso para ellos mismos; con lo cual las sociedades implosionan como estrellas densas que se colapsan en el universo.
Se debe definir la maldad como la capacidad de la especie humana para hacer daños graves e incluso provocar la muerte a otro ser humano por causa de envidia, ambición o puro placer. De aquí surgen otras causas más concretas, que se encuentran englobadas en las tres primeras: la frustración de la incapacidad del individuo por realizar algo que desea y la propia torpeza que justifica con “actos de sabotaje” de terceros.
La bondad no existe, es una creación que se remonta a los primeros hechiceros, parásitos humanos con ambición de vivir sin cazar, recolectar o trabajar a costa del resto de la manada humana. Y para ello inventaron un dios al que rezar y ser ellos portavoces de la divinidad. Quien no obedeciera, sería castigado y acusado de maldad. El dios de la maldad es el diablo, otro invento de la paranoia místico-religiosa.
Con el tiempo, se crearon mandamientos que a su vez crearon religiones firmes, con multitud de creyentes. Los mandamientos se hicieron leyes penales.
Cuando los poderosos adquirieron conocimiento de su medio ambiente y la capacidad para dejar constancia documentada en la historia: lenguaje y escritura; los mandamientos se convirtieron en códigos penales que los religiosos certificaron como sagrados.
Sin embargo, el progreso de la ciencia y la cultura, contradecía a la religiosidad y su bondad. Se ejerció entonces un fuerte adoctrinamiento por medio del terror y el castigo a las manadas humanas, para que además de obedecer la ley, acataran preceptos religiosos que a su muerte, tras una vida de penuria y sacrificios, les otorgaría el acceso al paraíso. Este método de adoctrinamiento o lavado de cerebro ha durado miles y miles de años, y es ya un proceso prácticamente evolutivo donde los poderes fácticos seleccionan los especímenes ideales para su reproducción, crianza y adoctrinamiento.
Pero las eras geológicas y la evolución de las especies, dicen que una especie mutará o evolucionará hacia una carencia o nueva habilidad durante cientos de miles de años.
Cuando el conocimiento se impuso sobre la religión en un tiempo en el que los religiosos declaraban quién era rey y creaban naciones conforme a sus intereses; se pactó entre religión y ciencia dividir la historia en antes y después de los mitos religiosos que personificaban la bondad que la población debía abrazar. Así, para que los científicos no fueran asesinados por herejía por los papas de la época y otros líderes religiosos, aceptó la ciencia que la historia de la humanidad se dividiera en dos periodos: antes y después del nacimiento del mito. Si das un carácter científico a una leyenda, la población, mayoritariamente analfabeta, debe asumir que personajes como Mahoma o Jesucristo existieron, junto a sus milagros de bondad y sus autosacrificios para ensalzar las leyes dictadas como mandamientos, las mismas del código penal.
A grandes y básicos rasgos esta es la razón y el proceso por la que la maldad se trata como algo sucio y que castigar; cuando realmente es la salvación de la especie humana y su auténtica idiosincrasia.
En la actualidad no se puede erradicar la maldad de la especie humana no hay tiempo para que la evolución haga su trabajo; no sobrevivirá tanto tiempo como especie.
Así que requiere una mutación artificial destruyendo su ADN, pervirtiéndolo por medios quirúrgicos o medicinales, durante la formación del feto o un tratamiento en la edad infantil.
Es justo que se le llame maldad a esta característica biológica humana que nada tiene que ver con el instinto del resto de las especies animales.
Ninguna otra especie sufre por la ambición de cosas artificiales y superfluas.
Se puede afirmar que la inteligencia humana, es sinónimo de maldad.
Escritores y filósofos apadrinados por el poder, son los que se preocupan de maquillar o solapar la maldad con esa sobrevalorada espiritualidad de amar, exclusiva del ser humano.
Es otra mentira, cualquiera que esté en contacto con la naturaleza, verá que todos los animales crean vínculos afectivos.
Al final, tal como ha evolucionado el ser humano hasta hoy, digo que el amor es tan solo un ritual reproductivo, sin ninguna trascendencia metafísica o espiritual.
Y digo que el amor es un sentimiento que nace directamente en los cojones.
También se dice que lo cortés no quita lo valiente; pero no he conseguido ver valentía ni cortesía en ningún rincón del planeta. Además de malo, el ser humano tiende a ser indecentemente onanista en todo momento con su naturaleza desaforadamente amorosa y espiritual.
Algo no marchó bien con la selección de las especies viendo y conociendo a la especie humana.
Alguna mutación por un accidente nuclear y su radiación estropeó a la humanidad definitivamente y ocupó un espacio que no se merecía gracias a la maldad. Un desastre como el que acabó con los dinosaurios.
Algo así.
Por último, se debe puntualizar que la venganza no es maldad. Es la reacción lógica a una ofensa.
El sadismo es una maldad improductiva; una aberración que no conduce a nada, matar a un sádico no es maldad, es selección natural.
La locura y su asesinato, aunque enfermedad mental, nunca podrá ser usada como atenuante ante el juicio humano individual y biológico; al igual que el sádico, para el agredido o su familia, será causa de venganza y su muerte. Los locos de una forma natural deben pagar por su locura y los borrachos por su borrachera, etc…
Estas son las únicas leyes biológicas y justicias intelectuales, sencillas y comprensibles, adecuadas a la morfología y química del cerebro, con las que nace la especie humana antes de ser castrados los especímenes por el adoctrinamiento o educación social.
No hay que olvidar que con la maldad no se va a extinguir la especie humana; porque para ejercerla, debes estar dispuesto a padecerla. Y no hay mayor equilibrio en ello y mayor obstáculo para usar la maldad como forma de vida para medrar por encima de otros animales humanos.
La maldad es una libertad salvaje que tiene consecuencias, exactamente las mismas que tus actos. Y esto la hace equilibrada, hermosa y temiblemente justa.

Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

Soy el hijo que no pudo ser abortado, y luego demostró con su maldad y odio ese accidente o error.
Si hubiera sido decidida y valiente mi madre, hubieran muerto muchos miles menos; pero una adolescente mediocre y con un cerebro aún más vulgar, sintió el peso de la conciencia insectil humana y desgarré su coño para emerger a esta cochina luz que ese dios maricón creó.
Si hubiera sido humano, así me gustaría haber nacido. Y arrancarle los pezones a bocados cuando me diera de mamar.
Afortunadamente no soy hijo de mono. No soy un primate como vosotros.
Me creó con materia fetal Dios el melifluo maricón, junto con otros diez mil ángeles.
Supe corromperme y crear músculos llenos de sangre ponzoñosa, rellené los huesos con tuétano de materia cadáver.
Y en toda esa carnalidad pulsante, maloliente y venenosa prendió también la eternidad que Dios concedió a sus ángeles.
Desarrollé inmunidad contra la bondad y su dios. Resbalaron sobre mi piel feroz los mandatos y el amor a la humanidad.
Creé el infierno donde sufren ángeles y primates reviviendo en un ciclo sin fin el dolor más fuerte que marcó sus existencias.
Soy el nº 1 en la lista de Forbes en millones de almas de mi propiedad. Y no todas son malvadas o han cometido pecado mortal. Están en los sótanos de mi oscura y húmeda cueva porque soy rápido cazando las almas que se desprenden de los cadáveres de los primates cuando mueren o cuando los descuartizo.
Lo cierto es que las almas son accidentales, son la molesta consecuencia de las matanzas que cometo, que gozo, que necesito realizar.
Si no tuvieran vapor o alma, haría exactamente lo mismo con ellos: aterrorizarlos, torturarlos y matarlos. Si el alma pudiera ser asesinada, no existiría el infierno y unas pocas almas idiotas habitarían el paraíso de Dios, el homosexual y pederasta sagrado. Porque masturbarse o ser acariciado por un estúpido y asexuado querubín, es lo mismo que usar primates de cinco años.
Odio a los primates porque son creaciones de Dios y son repugnantemente parecidos a él en sus maneras y pensamiento, sobre todo por esto los odio hasta la extinción.
Os odio aunque estéis dormidos. Os odio tanto que deseo vuestra resurrección para mataros de nuevo. Para mataros un millón de veces. Hasta que el universo se extinga…
La Dama Oscura se acerca caliente, sin un solo vello en su vagina que se muestra por debajo de una falda que no es más que un concepto, una trampa sexual para atraer la atención a su coño. Su raja abierta, dilatada, está brillante de viscosa humedad. Su chocho tiene hambre. Cuando pienso profundamente en mí mismo, entra en celo, se calienta. Hay alguna conexión entre mi maldad y su coño de la que ninguno de los dos podemos escapar.
Tengo una teoría: cuando pienso en mí, en mi historia y pasión y mi ansia de aniquilación humana; mi polla se pone dura y actúa como antena de emisión. Y ella recibe las vibraciones de mis cojones y el semen que presiona hacia un glande amoratado, henchido con la sangre que lleva la vida, el veneno o la dureza de la reproducción. Del sexo brutal e impío.
Así que separo los muslos, alzo cada pierna sobre los reposabrazos de mi sillón esculpido en roca, una roca que no puede herir el cuero grueso que recubre mi carne. Mi ano se ofrece indefenso ante cualquier agresión, porque si hay algo que soporto, tanto como lo provoco, es el mortificante paroxismo del dolor supremo e íntimo. Aquel al que no llegan manos para consolarlo, tan profundo, tan devastador para la mente.
Y le regalo mi polla, para que haga lo que deba, lo que quiera.
Y decide atar una cuerda ruda en la base del pene y estrangularlo.
Observo fascinado como se congestiona, las venas pulsan a punto de reventar y cuando noto que algo malo ocurrirá, suelta el lazo y la sangre corre de nuevo en tromba hacia el pijo. El glande entra en espasmos y grito con todo mi poder. Las almas crean un coro de terror que inunda la cueva y los crueles desaparecen en la oscuridad, excepto uno.
La Dama Oscura se arrodilla y traga hasta sentir náuseas mi falo y escupo mi semen que brota con fuerza inusual inundando su garganta. Parece vomitarlo y por la nariz escupe el semen regando mi pubis. Tose y se ríe…
Un cruel, lame su coño, con su rugosa lengua de jabalí monstruoso. Mi Oscura gime de placer y dolor, y escucho excitado el obsceno chapoteo de la lengua en su sexo hirviendo, lacerada la piel… Lo noto en sus espasmos de dolor, son como pequeños orgasmos que erizan sus pezones más allá de lo que la bondad puede soportar.
Y no tiene bastante, agarra una de las afiladas navajas del cruel y lo fuerza a meter más profundamente el hocico entre sus muslos. Con la boca llena de mí y dejando escapar el esperma, grita mudamente y se aferra a mis cojones llevándome a otro nuevo nivel de dolor.
Desenvaino de entre los omoplatos mi puñal y corto sutilmente la piel de su rostro hasta que una fina de línea de sangre se desborda en pequeños ríos. Y ella responde cayendo a mis pies, gritando un orgasmo entre convulsiones, con el cruel casi asfixiándose en su coño sin dejar de lamer.
De repente, cesa todo sonido, todo movimiento. Se incorpora, acerca su boca a la mía y muerde mis labios juguetonamente; pero maldita sea, clava sus uñas en mis piernas alzadas. En las tibias y arrastra…
El dolor es inenarrable. Llevo la punta del cuchillo a su nuca embrutecido.
Me mira a los ojos desafiante, y decido entrecerrar los míos y desear que no cese.
El cruel se ha colocado a un costado del trono de piedra y lame la sangre y el pus de mi daga que gotea sobre su morro. Y se lo clavo en la cerviz, son crueles, no importa si mueren. No importa que todos mueran, excepto ella, mi Dama de alma oscura, de coño profundo, de ano ardiente… Feroz como no he conocido jamás primate alguno.
La mataré, lo mato todo; pero aún no.
Aún no…
Os estaba hablando de almas; pero en este momento incluso de mis piernas brota esperma por las heridas, entre sus uñas. Ella provoca esas cosas.
Y las almas me importan tanto como mis crueles: una mierda.
A medida que nuestras respiraciones se relajan, pienso en Dios, en clavar mi puñal en sus cojones y cortar hacia arriba, hasta que los huesos de su cráneo sagrado de mierda lo impidan. Es una imagen recurrente, como meter a sus ángeles y arcángeles en un picadora de carne para dar de comer a mis millones de crueles.
¿Los oís? Los ángeles revolotean asustados en el cielo, temen mi pensamiento mismo.
Están cantando a coro salmos celestiales para conjurar el Mal, a Mí; piden que jamás suba a ellos. Y Dios mira a otro lado, sin poder prometerles nada.

Siempre sangriento: 666

Iconoclasta

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Todo es relativo (según dicen algunos genios, mostrando una cómoda tolerancia para quedar bien con todo el mundo), un día frío en una región del planeta será cálido en otro lugar aunque las temperaturas sean iguales.
Cada habitante se acostumbra a su clima, es lógico y no relativo.
En tiempos violentos ocurre igual, un día será tranquilo si hay menos muertes de las habituales; para cualquier otro lugar donde haya paz, una muerte será suficiente para considerar el día como trágico.
Las cuestiones de amor funcionan igual, un poco de simpatía puede confundirse con amor cuando la soledad marca con tristeza los días.
La soledad requiere haber experimentado y conocer suficientes cosas, tantas como para sentirse ahíto. Lo mejor de la soledad se pierde con la flaqueza de ánimo.
Al final nada es relativo, cada situación se adapta con precisión a quien la vive. Con absoluta objetividad.
Porque ¿qué me importa la temperatura de otro lugar del planeta si no soy envidioso?
¿Qué me importan los amantes o los que agonizan en soledad?
¿Qué me importan los que viven o mueren si no los conozco?
Existe un exceso de hipócrita caridad y empatía. Nadie puede querer a tantas personas a la vez a menos que sea un arribista, un ambicioso político enfermo de poder.
Y si hubiera alguien tan altruista, sería una excepción. Y las excepciones no se tienen en cuenta en las estadísticas. Si yo soy pura estadística, estoy autorizado a imponerla con mi buen criterio. Soy vengativo.
E inmisericorde como retorcidas son las ramas desnudas de los inviernos impíos.
Los grandes mesías, profetas, santones e ideólogos de la historia, sufren y sufrieron cáncer de ego.
Yo no necesito que nadie me admire, ni que me escuche Solo comparto momentos con un puñado de personas que con toda probabilidad bastaría con mano y media para contarlas con los dedos.
Por otra parte, considero mi vida mucho más importante que la de la humanidad en general.
Lo malo de los humildes, de su gran virtud, es que esconden una inevitable vanidad y una gratificante crueldad. En el fondo, desean que sufran muchos para lucirse ante el mundo.
Yo me conformo con que un prestidigitador haga desaparecer las cosas y seres que no quiero.

Iconoclasta

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Jodiendo

¿Y si no hubiera enfermedad, hambre, sed, guerra y crimen?
Tantos seres reproduciéndose sin control…
Los humanos como plaga.
La mediocridad eternizada sin que nada pueda detenerla.
Una blasfemia que me haría vomitar.
El acierto de las religiones no reside en la bondad y el amor predicados.
Reside en el mal, en su continua enumeración de delitos y pecados.
Las religiones piden violencia, dolor, abuso y muerte para poder condenar y castigar.
Porque el premio es post-mortem.
No importa, estoy yo, estamos nosotros para corregir la falsedad, la falacia, la ignominia de una bondad que nace de los cerebros blandos e inefectivos.
Cuando te follo, hay momentos en los que me siento metafísico, estar dentro de ti es el mundo sin errores, sin asco.
Y así, mientras mi falo hace su trabajo en tu boca, en tu coño y en tu piel. Yo sueño que te jodo encima de una montaña de cuerpos moribundos y muertos.
Que mi semen gotea por tus nalgas sobre rostros cadáveres y rostros que agonizan de dolor y miedo.
Que miro el mundo con el ojo ciego y cerrado de mi glande supurando deseo.
Rostros muertos y rostros gimientes.
Si no hubiera enfermedad, hambre, sed, guerra y crimen; la humanidad tiene una esperanza de no convertirse en rumiantes: Tú y Yo.
Yo dentro de ti bombeando en tu coño mi amor y hostilidad innata. Te llamo puta jadeando con baba colgando de mis labios.
Y tú gritándome: «¡Párteme en dos con la polla, hijo de puta, animal!».
Y ellos agitados por el movimiento brutal de nuestra cópula, los muertos y los que han de morir.
Y ante los sanos, los saciados, los bondadosos; dejando caer sobre sus bocas satisfechas mi leche y la baba de tu coño espesa y obscena.
Somos el obsceno reducto de la dignidad humana. Los guardianes de los más primitivos instintos.
Semen, fluidos y jadeos se derraman sobre la faz de la bondad y la maldad.
Sin importar quien vive o muere.
Quien sufra o goce.
Quien llore o ría.
Somos el contrapeso amoral de toda ley o norma.
De toda adocenada bondad farisea.
Benditos los hijos que no nacerán de nosotros.
Yo te jodo sobre muertos y vivos.
Tú gimes y te arqueas sobre pieles frías y enfebrecidas por la muerte que avanza como una sanguijuela ávida.
Derramamos la leche estéril de la ira y la animalidad que nadie quiere.
Solo nos espera la muerte, jodamos.
Jodámoslo todo.

 

ic666 firma
Iconoclasta
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hielo-y-piedras-copy
He visto el hielo en las piedras de un viejo muro de más de cuatro siglos.
El sol no alcanzaba a evaporarlo, como si el muro cobijara al hielo y éste enfriara y diera de beber a las secas y viejas piedras cansadas.
Son buenos amigos que se hacen compañía.
Todos esos siglos los han unido.

Debe haber un tiempo secular determinado para que las cosas más extrañas traben amistad entre ellas.
Y entiendo porqué amo y odio con idéntico placer e intensidad y nada me frena.
Con entusiasmo, lo mismo que construyo, destruyo.
Debe ser que soy más viejo que el muro y el planeta me adora por la pureza y la total ausencia de escrúpulos en mis emociones.
He cumplido una edad secular y el planeta adora mis emociones de amor y destrucción.
Al fin y al cabo soy hijo suyo: un producto de este lugar que flota en el cosmos.

Soy fuego y hielo.
Hierba y piedra.
Agua y tierra.
Soy perfecto, equilibrado en maldad y bondad puras.
El universo me quiere, es mi amigo a pesar de mis aberrantes pensamientos.
Tan viejo como él mismo.
Por ello aún vivo.

No tengo reparo en odiar por igual al más rico o al mendigo que más sufre. No prostituyo mi ser por nada ni por nadie.
Soy muro y hielo que avanza hacia una muerte que no pide ni necesita arrepentimiento alguno.

No existe el examen de conciencia en mí. No soy conciencia, soy consecuencia. Soy un acto continuo perfecto.
Cada acto cruel, cada detestable pensamiento, que he ejecutado y hay en mi cerebro, es la perfecta consecuencia del universo.

Podría ser más hermoso; pero nada es perfecto.
Y lo perfecto hastía.
ic666-firma
Iconoclasta
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El paraíso efecto invernadero
Habría que vaciar el paraíso de tantas almas, pesa sobre mi cabeza, es demasiada presión.
No es sostenible que hayan tantos millones y millones de muertos que hayan sido tan buenos en vida. Eso es mentira, el paraíso es una secta destructiva.
Las almas son las que provocan el efecto invernadero. Ya deben ser multitud, sus excrementos tienen que ir a algún lado. No son los aerosoles los que destruyen el ozono, es la mierda bendita de los tocados por la gracia divina.
Mi divinidad es un músculo cavernoso que se hincha de sangre y a las mañanas no me deja orinar bien. Es lo que hace que me sienta orgulloso de ser lo que nadie quiso que fuera.
Son tantas y tan buenas todas esas almas que me avergüenzan de mi naturaleza animal.
No puedo follar a una mujer sin sentir que todos esos bondadosos que se ganaron la gloria, están mirando mi culo subir y bajar, observando como hundo mi lengua en esas vaginas deliciosamente viscosas…
No puedo evitar que al comer marisco, sienta el reproche de sus miradas idiotas por no ser humilde. Siento que al fumar, debería donar el dinero a los pobres y los muertos de hambre.
Padre… Soy un gusano, discúlpame, pero no es mi intención ir al paraíso para coger de la mano a un nerón idiota que sonríe gordo y flotante. Sin pene ni cojones en el pubis.
Los eunucos son tan desagradables…
No sé porque miran con beata compasión mi polla entrar y salir de esa raja…
Si tuvieron hijos es que sus beatos y bondadosos penes y coños hicieron coito. Follaron, copularon como bestias en celo. No sé porque están en el paraíso.
Deberían quemar las almas buenas que rondan ese cielo estúpido e insulso para hacer sitio a las nuevas generaciones de beatos muertos.
¿En el paraíso no follan? ¿Sonríen siempre tomados de sus pulcras manos plenas de bondad?
Ojalá mis muertos no estén allí, no me gustan las sectas idiotas.
No me gustaría mandar a mi padre a la mierda por verlo sonreír estúpidamente con una túnica blanca y las manos puras de inocencia, como si nunca hubiera follado, blasfemado, emborrachado y engañado.
Sueño con los muertos, con los que amo, flotando en el espacio, clavados cada uno en una cruz, sangrando… Con los genitales lacios, inertes, muertos como ellos.
Y el espacio es de un azul cobalto, las nubes están preñadas de ira de soportar tanta muerte…
Padre Nuestro, mejor deja que mi alma se descomponga junto con mi cerebro y mis genitales, que se transforme en lo que sea; pero no quiero ir al paraíso de los eunucos y no follar para toda la eternidad con la mirada idiota de los que han fumado demasiado hachís.
Por otro lado, a veces me siento un poco ecologista y no quiero participar en la destrucción de la capa de ozono. No voto a los verdes porque son tan buenos que imagino que ya los tienes fichados para la entrada en el reino celestial. Y me caen mal las almas bondadosas, no son de fiar. Nadie cambia aunque esté bajo tu protección. Estoy seguro de que tienen llagas purulentas bajo sus túnicas blancas y cagan y orinan de pie mientras sonríen felices de mierda.
¿Acariciar una ballena vale el cielo? Porque no tengo dinero para hacer un crucero. ¿Sirven las caricias a mis gatas?
¿Cuando una puta dice «te amo», va a tu paraíso de mierda, a pesar de tener el coño negro de tanto tirarse a borrachos y subnormales?
No me lamento por la muerte ajena, somos muchos, pero si un día me arrodillara en la tumba de cualquier desconocido ¿sería perdonada mi indiferencia?
Solo quiero saberlo para no ser perdonado. Me niego ir a ese paraíso melifluo de seres que no follan, que no maldicen.
De mediocridad, uniformidad e hipocresía hay mucha en la tierra, no quiero más de lo mismo. Envíame al infierno y si me meten un hierro al rojo por el meato de la polla, me jodo; pero lo prefiero a tu paraíso.
El dolor puedo aguantarlo, pero la uniformidad, el tiempo inmóvil y la certeza de que todo será eternamente invariable, me jode cosa mala.
Hagamos una cosa, para asegurarme el infierno. Voy a follarme a la hija de mi vecina, la voy a violar más concretamente, con quince años se merece un buen tratamiento ginecológico, soy hábil. Luego le acuchillaré los ojos y esperaré a su madre para penetrarla con una botella de vino roto hasta que se vacíe de sangre.
¿Será suficiente para no ser perdonado? Porque aún puedo sacarle los intestinos al padre con una navaja de afeitar oxidada.
Y puedo eyacular sobre el cuadrito de la virgen que tienen encima del televisor del salón.
Padre mío, puedes condenarme ahora por mi pensamiento infecto y evitar que lo haga.
Sabía que me perdonarías, tú quieres ver como me follo a madre e hija y hago morongas con las tripas de papá.
Sea pues, es tu voluntad.
Me voy a sacar mi billete al infierno de una vez por todas.
Este calor del efecto invernadero es insoportable. Me ha tocado ser el malo. Pues muy bien, lo soy, no problem.
Tap, tap, tap, tap (pasos tranquilos hacia la casa de los vecinos que voy a masacrar).
Almas bondadosas, no miréis con tanta intensidad lo que le hago a la niña, puercos. Sé que de alguna forma os tenéis que masturbar en el Cielo, no soy un ingenuo.
Y dejad de cagar sobre mi cabeza. Estoy cansado de tanta mierda.
Esos pedos divinos y llenos de gracia nos joden el ozono y provocan cáncer de piel.
No os creáis tan bondadosos.

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Iconoclasta

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