Posts etiquetados ‘enfermedad’

La luz oscura.
Las palabras en el vacío.
La oscuridad jadeante.
Los párpados destripados.
El pene desollado y la navaja sucia a tus pies.
Escamas de óxido en una esclerótica.
Llorar sangre y que no duela.
La sangre del ano que caga vidrio.
Una sonda de alambre en el meato.
Una oruga en los labios.
El filo que desguaza la uña de la carne.
Un sueño de infinita pena y no despertar.
Despertar de un sueño y quedar abandonado a la vigilia.
Un alarido que no sale a pesar de las mandíbulas desencajadas.
Un café amargo con mucho azúcar y los dientes ensangrentados.
La nariz rota hurgando el cerebro.
La vida rota.
La alegría hecha pedazos.
La tristeza como lepra.
El mismo día.
El último vómito del cáncer
Su coño desbocado golpeando circularmente mi boca.
El semen brotando como una meada, sin tocarme. Y ríen.
El hijo que nace con las tripas fuera y llora y no muere.
El amor era mentira.
La existencia de Dios.
El enfermo parto de una virgen.
Papá muerto follando a mamá muerta en el Cielo Cristiano.
Un jaco profundo en el oído y el caballo no calma el dolor.

Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

La comarca histórica como dice románticamente el pseudo periodista, no es tal.
Ojalá el fuego se hubiera comido hace decenas de años toda esa miseria, muerte, endogamia y putrefacción. Porque aquello era inhumano. Es tal la miseria y la muerte que allá se respiraba, que no quedaba resquicio alguno ni para la sonrisa, ni la esperanza y mucho menos para un recuerdo romántico.
Aquellos que gobierno tras gobierno ignoraron mil veces la ruindad y la degradación con su dejadez e indiferencia, propició una estirpe humana tan salvaje y monstruosa, de tal magnitud que se creó el infierno en la tierra. Los políticos quedaron en evidencia como lo que eran, unos timadores de medio pelo sin conocimiento de su propio país; al menos para aquellos pocos intelectuales que vieron aquellas imágenes sórdidas, grotescas, brutales. Aquellos pocos elegidos que tenían acceso a un cine, a una cultura vedada al resto de ciudadanos.
Sin embargo, la orgía de la hipocresía no cesó: gente rica, niñatos bien que heredaron un poder que no se merecían; continuaban lanzando sus peroratas sesudamente académicas dejando que todo se fuera a la mierda. Dejando que el país se hundiera en una guerra que provocaron con su negligencia, dejando crecer a un general ambicioso, corrupto y codicioso hasta el asesinato, arropado por decenas como él.
Nunca más se ha visto la dureza y la pornográfica imagen de gente, niños y mayores, beber agua turbia de sus propios excrementos y orina.
No. No señor, aquellas Hurdes no tenían que haber existido jamás.
Y repito, ojalá el fuego hubiera quemado toda esa miseria y enfermedad.
El documental es una muestra sin censura (a pesar de los propios escrúpulos de los autores) de a qué punto llega la especie humana a denigrarse y la especie política a permitir que eso ocurra y alardear de líderes. Son malos, unos son pobres seres humanos vacíos, sin cerebro; pero los políticos son asesinos fríos y psicópatas, que ni ellos mismos pueden intuir su cerebro podrido de ambición, codicia y vanidad.
Por ello, es muy posible que en poco tiempo, el gobierno penitenciario fascista español, decida eliminar este documental que revuelve las tripas y el alma. Hay que verlo y soportar la realidad, la verdad sin tapujos; antes de que youtube lo retire por algún decreto del actual dictador español. Y todo el mundo olvide hasta qué punto es salvaje el ser humano, tanto el pobre como el poderoso ignorante, codicioso y criminal sin escrúpulos.
Hay que verlo antes de que se pierda en las leyes-cepo de la memoria histórica o perversión de la historia, para ser más concretos, que están preparando para ocultar la esencia mala y enferma del poder político, económico y religioso. La de los ricos hipócritas que comen mierda con tenedores de oro.
Niños muertos, monstruos humanos, bocio, paludismo, seres humanos comiendo pan mojado en las aguas de un riachuelo de mierda humana, de perros, asnos y cerdos. Es imposible asistir a semejante documental sin sentir que el estómago se nos retrae.
Es de una inaudita dureza y crudeza.
Gracias por tu existencia, maestro Buñuel. Gracias…
Gracias por esa voz sentida, Paco Rabal.
No debería haber existido jamás. No debería hablar ningún falso periodista inculto tan a la ligera. Ningún botarate con pretensiones de escritor, debería escribir con romanticismo casi nostálgico sobre el paisaje de esa “histórica comarca” recorrida por Buñuel. Porque el propio Buñuel se sintió enfermo.
No hay ni una sola escena hermosa en “Las Hurdes. Tierra sin pan”, 1933, de Luís Buñuel. Documental rodado tras la instauración de la República Española.
Y empieza con esa festividad espantosa de borrachos arrancando cabezas a gallos atados a una cuerda. ¿Qué tipo de humanos eran aquellos? Porque también hay que preguntárselo.
Pero sobre todo acabas pensando que la especie política es un veneno más difícil de erradicar que el paludismo y cualquier otra enfermedad.
Ante tanta monstruosidad, miseria y animalidad dice el último párrafo del epílogo escrito tras los títulos de crédito:
“Con la ayuda de los antifascistas del mundo, la paz y la felicidad darán paso a la guerra civil y hará desaparecer para siempre los focos de miseria mostrados en esta película”.
Es decir, el desespero de los intelectuales era tal que no podían ver otra solución para reparar tanta decadencia del poder y los ricos, la miseria, la maldad y degeneración humana; que una guerra que arrasara con todo. Era la única salvación y esperanza de liberarse de toda esa degradación humana en el ya bien entrado siglo veinte. Aún no hace cien años que se rodó esa feria de monstruos.
Desafortunadamente, fue Franco, otra bestia, el que ganó la guerra y llevó el genocidio y el asesinato por todos los rincones de España durante medio siglo.
Eso no lo podía saber Buñuel. El cineasta solo quería que aquello dejara de existir.
Lo que recorrió Buñuel fue la miseria y la podredumbre más extrema a la que es capaz de llegar el ser humano. Algo a lo que ni las bestias no humanas llegarían jamás.
Veintiocho minutos recorriendo la más profunda miseria humana… Pareciera que dura horas.
No hay nada que añorar de aquella visita de Buñuel a Las Hurdes, a menos que tengas también el cerebro podrido.

Iconoclasta

A veces pienso que estoy absurdamente cansado.
De una forma absurda porque es mi voluntad cansarme. A veces tampoco me entiendo.
Tal vez es la vergüenza de ser un tullido enfermo y no trabajar como antes de romperme; como si no concibiera la vida sin esfuerzo.
La mente, el instinto dice: camina, muévete joder. Sin tener en cuenta lo roto y enfermo del cuerpo.
Y cuando llega la noche, cuando intento recuperar el cansancio y la fría serenidad, el sueño se llena de calambres, sus terribles dolores y pesadillas. Las pesadillas no me preocupan mucho, soy valiente. El dolor es el problema de difícil solución. Cuando el pie toca el suelo, no jodas… Hoy me lo tomaré tranqui, me digo para calmar lo que duele, para que se tranquilice lo que se pueda serenar de mí; pero no es así.
Con el primer café y su cigarrillo la mente sobrevuela horizontes de cielo y montañas y otra vez: camina, muévete joder.
Solo cuando hay una piel más negra de lo habitual, la rodilla tan inflamada apenas pasa por el pantalón y los dedos de los pies duelen al pisar, me asusto lo suficiente para solo caminar una hora a lo largo del día y aceptar con humillación mi horizonte tan vergonzosamente pequeño. Yo tan absurdamente tullido.
Si al menos no doliera tanto caminar, si no tuviera que arrastrar continuamente una pesada carne casi muerta, la vergüenza de ser medio hombre sería más llevadera. Podría sonreír de vez en cuando caminando como si disfrutara… Y no tener que controlar y disimular un rictus de dolor que contrae mi jeta a cada mal paso que son cientos.
Si no doliera esta hijaputa…
A veces haría autoestop por solo cien metros. ¡Qué maricón!
Calla y camina.
No quiero que la lluvia también me duela.
El secreto de caminar con cosas casi muertas pegadas en ti es siempre ser más malo que tu propio dolor. Considerarte merecedor de tu propio desprecio por ser un tullido.
Camina, pedazo de mierda.
Y otro día más igual, hasta que me rompa completamente.
Absurdamente cansado, a veces pienso que soy mi propio campo de concentración.

Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

El Nuevo y Normal Nazismo del Coronavirus se extiende a idéntica velocidad y proporción que la cobardía humana y su connatural ignorancia.
La sociedad ha vuelto dócil y alegremente (con aplausos) a la época en la que se quemaba gente inocente acusada de brujería; un espectáculo hipnótico para una sociedad podrida.
Realmente el nuevo nazismo es el coronavirus.
Y como todo fascismo sienta sus bases fundacionales militares y legales en su propio analfabetismo y endogamia. El fascismo florece entre las castas humanas genéticamente defectuosas y corrompidas sanguíneamente, abanderando la envidia hacia libres pensadores y creadores y, líneas genéticas limpias.
Es de cajón: si eres un tarado necesitas extinguir a los buenos individuos para que no destaque tu podredumbre genética y por lo tanto, intelectual.
Y en esta fase se encuentran ahora las pseudo democracias mundiales que han adoptado ese aforismo fascista de “nueva normalidad” a su gobernanza de control ganadero y veterinario de la población. Es un momento histórico idéntico al del esplendor de Franco, Stalin, Hitler, Mussolini, etc… Pero con una población sumamente decadente, cobarde e infantilizada. Y por supuesto, el Nuevo y Normal Nazismo Mundial posee además con la potencia del 5G, una cobertura impensable para aquellos artesanos genocidas dictadores ya mentados; para propagar su catequesis de la obediencia ciega, el miedo, la extorsión, el acoso, el encarcelamiento y la ruina de sus habitantes. La avalancha de noticias diarias de decretos de prisión y acoso contra la población suman cientos de miles diarias bombardeadas a cada segundo contra el imaginario patético de sus habitantes. Noticias de prensa, internet y televisión que son auténticos loas o libelos de amor y sumisión a los actuales líderes políticos nazis en el poder.
Ahora cabe esperar cuando, oficialmente, será declarado extinto el último ser humano libre y decente. El que afea a millones de indecentes.
Y esto no es una previsión, es una crónica de rigurosa actualidad, a tiempo real y a pleno 5G (eso dice el teléfono que me muestra continuamente las noticias del nazismo).
Cualquier titular de prensa y cualquier decreto de un gobernante de cualquier país elegido al azar lo corrobora.
Y sobre todo, los muchos millones de humanos que lucen con orgullo patrio ante los camareros o gorilas de discoteca, su brazalete nazi o pasaporte covidiecinueve con pauta completa.
La libertad es enfermedad y todos temerosos, enfermos y obedientes por igual; son las directrices básicas ideológicas de la “nueva normalidad” del Nuevo Nazismo del Coronavirus.
Si un policía te ve comer por la calle cualquier cosa, con toda seguridad se sentirá ofendido y posiblemente te pida documentación (lo sé por experiencia) porque no demuestras estar suficientemente acobardado.
Y mientras tanto, solo queda verlo venir, esconderse de la policía cuanto sea posible y escribir porque es mi placer y mi inteligencia convertida en tres dimensiones, en el papel, con una costosa y lujosa pluma que marca la diferencia con la vulgaridad, fuera de todo alcance del nazismo que todo lo ve.
Luego diré: este mensaje se autodestruirá en cinco segundos y pulso “publicar”.
¿Habéis visto como no he negado nada? Soy un “afirmacionista”.

Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

Si tienes una mente fuerte y un cuerpo roto, eres puro conflicto. Te hace exótico; pero es una exclusividad que no da beneficio alguno.
Las cosas que sabes y quieres hacer no las puedes realizar por mucha espiritualidad de mierda y buen rollo que le eches al asunto. Y semejante paranoia, te lleva a ser muy cuidadoso con lo que sueñas para no desestabilizarte demasiado.
El optimismo lo enrollas y te lo fumas, mientras tanto palpas los bolsillos buscando algo que te pueda relajar tras haber incinerado toda esperanza. Y entonces la navaja te conforta.
Es la mejor y más precisa salida de emergencia en caso de que la mente se resquebraje también. Y nunca se está tan roto como para no desplegar suavemente la hoja.
Te dices: “Es mejor que te tranquilices, tienes la herramienta, la llave adecuada”.
De cualquier forma acaricias con un dedo el frío filo de la esperanza y se forma en la piel una sutil y milimétrica línea roja que al cabo de unos minutos te lanza algún mensaje de muy leve dolor y alarma. A la sangre no le gusta estar fuera de la carne porque se coagula, se «marchita”.
Pero dentro también se coagula, y a veces mucho; hasta matarte.
Tu boca se convierte en un géiser rojo que lanza los trombos o coágulos que los pulmones diluyen con una tos malsana, sintiendo en todo momento que alguien te pasa papel de lija por dentro de la espalda, algo te araña los delicados pulmones.
Más exactamente: algo ardiente como un hierro al rojo te quema esas membranas. Y no hay forma alguna de distraerse de ello por mucho que te masturbes. Porque cuando te corres, escupes una buena bocanada de sangre burbujeante. Y eso duele un cojón, el conjunto, no la sangre.
Acaricias otra vez la navaja con la absoluta certeza que no vas a volver a pasar por ello.
La sangre habla por hablar, como todo lo que existe quiere aportar su propia mentira al mundo. La sangre se pudre también dentro del cuerpo, qué cojones.
Es necesario en este momento de miedo y enfermedad epidémica contar estas cosas por el simple deseo de joderos; decir que nada va a salir bien es uno de esos deleites que sorbo prolongada y profundamente.

Iconoclasta

Hay un espanto, un terror que eriza los pezones y contrae los cojones, cuando la tarántula Mediocrus está cerca y nos observa con sus seis envidiosos ojos.
Uno ojo envidia el coraje porque no tiene y por ello; se asoma a su balcón, la muy puta tarántula, a diez metros de la calle con un bozal, con su cobarde mascarilla. Otro, es por la voluntad, que no la encuentra. Otro por la libertad, que no sabría usarla. Otro es por la fuerza, porque a pesar de lo grande que es, se rompe de debilidad y miedo. Otro por la creatividad, que nació sin ella. Y el último por la independencia, que le provoca pavor solo pensar verse sola.
Porque si tienes coraje nada te calla a nadie te rindes. Esa es su envidia.
Porque si tienes voluntad eres invencible y único. Y ella está formada por miles de millones de cosas cuya única voluntad es poner sus huevos venenosos y agotar recursos del planeta.
Porque si eres libre te consideras ajeno a todo y caminas allá donde te place, guste o no a quien sea. Y ella muere mediocre en la vulgaridad y bastardía donde nació. Donde nacieron los millones de parásitos que dan forma a su cuerpo repugnante.
Porque si tienes fuerza combates. Y ella solo tiene un veneno cobarde que se le escapa como una baba de la boca, goteando por sus colmillos.
Porque si tienes creatividad, ella es absolutamente estéril en su cerebro, si lo tuviera, si fuera apto para ello.
Porque si eres independiente no tienes grupo, y eso es malo para la tarántula Mediocrus.
La tarántula Mediocrus solo ataca a los valientes que a ella y al mundo, hacen cobarde.
Te envenenará porque tu existencia hace la suya gris como un asfalto tapizado de ratas aplastadas. Tu vida hace la suya cobarde y triste. Despreciable.
La envidia de la tarántula no tiene como fin sorber junto con tu carne envenenada por su mordida, tu independencia, valor o determinación. Ni siquiera tu creatividad. Solo busca que no existas para que no la pongas en evidencia con tu dignidad. Si no hay dignidad, no hay indignos. Si no hay valientes, no hay cobardes. Si no hay inteligentes, no hay lerdos y así hasta el infinito.
Los mediocres quieren que todo lo que les rodea sea mediocre también; para que nadie pueda juzgar su genética mezquindad, su cobardía inmovilizadora y vergonzosa.
A la tarántula Mediocrus se la follan y no siente nada. Los mediocres solo se reproducen espantosamente dejan su leche y se dejan fecundar en un acto pornográfico que insulta el buen gusto. Y luego depositan sus huevos en sus vertederos o casas-celdas, en las que eclosionarán cientos de indignidades y mediocridades como ella. Y se sentirán ciudadanos ejemplares de mierda.
La tarántula Mediocrus, pobrecita, no tiene pezones. Nadie mamaría de su abdomen asqueroso su correcta y vulgar leche insípida.
Solo mata lo que es mejor que ella. Es por eso que apenas nadie la teme y es mascota preferida en casi todos los hogares del mundo.

Iconoclasta

Pensé que llegaría un momento en la vida en el que me sintiera medianamente bien. Y cuando de nuevo escuchara Speed of Sound de Coldplay unos años más adelante, me reconociera de nuevo como un hombre pleno. Bueno… al menos vivo y con el cuerpo más o menos completo.
Tal vez alguna frecuencia de la música y la letra de aquella canción produjo una sorprendente reacción eléctrica en mi cerebro en el momento preciso. Una reacción de fuerza y ánimo contra todo pronóstico.
Me reconozco ahora que escucho la canción, cuando han pasado dieciséis años. Y he recordado con melancolía a aquel hombre más joven al que se quería comer la muerte trepando venenosa por una pierna dolorosamente rota… Y por ella, se asomó a los pulmones, se extendió por los huesos, se hizo pus en la sangre, secó las venas y creó carne muerta. Y a pesar de toda aquella andanada de dolor y miedo, escuchando a Coldplay en una de aquellas infinitas mañanas rotas, postrado en un sillón con la pierna enterrada en yeso hasta la ingle y palpitando malignamente, tuvo una certeza de futuro: que muerto él sería yo el que ahora, escuchando de nuevo la canción, lo evocara con ternura.
Pablo el Muerto: lamento que pasaras aquel año de mierda. Tantos días perdidos…
No sabré en qué momento moriré, el próximo que podría tomar el relevo de la vida será Pablo el Viejo; el decidirá si mi vida y muerte le habrán servido de algo.
Estoy condenado a vivir y morir, vivir y morir, vivirdolermorir…
Es eufórico vivir y por tanto morir a la velocidad de la luz cuando has experimentado la lenta y degenerativa velocidad del dolor.
Sísifo se entretenía con una piedra y podía subir empinadas cuestas.
Yo tengo un buen equipo de música y mi canción es muy bonita.
Seguramente al viejo Pablo, le encantará un día escuchar la velocidad del sonido, la que yo escucho ahora para él como hizo mi antepasado Pablo el Roto nacido en San Valentín del 2005.
Nunca se sabe cuándo acabará definitivamente la canción; pero no tenemos otra cosa que hacer.
Tal vez sea por culpa del esperanzador título de la canción y un ritmo ligero y tranquilizador para un tullido con la soga al cuello que, desearía correr a esa velocidad del sonido en lugar de la del dolor.
Si la canción no acaba antes, Pablo Viejo, espero que la disfrutes y que la poca vida que te queda, sea más velocidad que dolor, más música que rugido.
Cuando muera yo, toma el mando, no pises el freno.

Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

Se puede decir que si algo duele profundamente en el cuerpo, el pensamiento se contagia de ese dolor y es fácil que responda con locura y hostilidad. En los peores casos, con depresión y apatía.
El dolor es fuente de ira, el mío.
Es inevitable que el dolor prenda en el alma porque lleva consigo partículas de incertidumbre y miedo.

(Sueño con deslizar el filo de la navaja en tus bragas cortar la longitud justa para penetrarte sin arrancártelas, anhelando escuchar tu contenida respiración. Y con las piernas inmovilizadas notes la proximidad del frío acero en el coño y luego, la ardiente polla invadiéndote como un dolor que no lo es, solo soy yo. No sé si es un sueño de dolor, porque cuando no lo hay, también lo imagino.)

Cuando un dolor físico es profundo, se encuentra cerca del alma; que es lo más profundo que contiene el cuerpo.
Y la impregna.
No hay forma de llegar a ese dolor de la misma forma que no puedes hurgar el alma. No llega la calidez de la mano y sus dedos crispados tan profundamente, no hay forma de aplacar todo eso que te corta y arde en algún tuétano o entraña.
Mientras el dolor pulsa como un veneno o una radiactividad, el alma se marchita y no distingue muy bien entre vida y muerte.
En el dolor profundo es donde se encuentra el purgatorio real y definitivo.
Ni siquiera llegan allá las oraciones de los píos.
Ni la esperanza.

(Entre mis dientes tu pezón se eriza, se endurece. Y la venda en tus ojos es una sensualidad devastadora para mi razón. Sabes que no cerraré los dientes, que en lugar de eso mis dedos se han metido entre tus piernas, chapoteando en tu vagina. La posibilidad de un dolor, es un gemido que desprende fluidos como ayes.)

El alma reside en la médula de los huesos y recubre cada fibra nerviosa del cuerpo. Solo a través del dolor te das cuenta de que el alma es real, porque se calienta y arde en las sienes haciendo cerrar los puños con fuerza; horadando con un chirrido obsceno un hueso, como te curarían una caries sin anestesia y sin ninguna consideración.
El alma enloquece y la locura amplifica el dolor y nace la paranoia, el horror a sentirlo de nuevo. Y con ella la posibilidad amable del suicidio como un oasis entre toda esa mierda.
Así que, si duele profundamente allá donde no llega el calor de las caricias, prueba con una droga potente, porque de morir no te libras.
Mejor morir sin dolor, al final pagas el mismo precio que llorando lágrimas de sangre.
Y si no hay forma de aplicar una droga o analgesia, despídete de ti mismo. Te perderás en tierra de nadie donde la ternura y el amor forman ramos marchitos de rosas muertas que se rompen con una brisa. Donde la alegría es un manto de hojas podridas en un frío otoño.

(El dedo corazón busca tu ano, y te defiendes contrayéndolo. Le escupo, lo lamo y como la cueva de Alí Babá, de repente se relaja y me deja entrar. Me gustan tus gemidos mezclados de dolor y deseo, de mortificación húmeda e indecente. Somos nazarenos en la procesión de nuestra santa patrona La Puta Obscenidad. Y muerdes con indecencia la mordaza.)

Al final regalarías el alma por dejar que la víscera o el tuétano dejara de pulsar, si existiera el diablo le vendería ese alma caliente y ya infectada. Antes de perderte, busca un poco de claridad entre el dolor, a veces la hay durante unos segundos.
Y muere en paz.

(Dentro de ti; en tu coño, en tu ano, en tu mente que hoy es mía. Eres mi puta.)

Iconoclasta

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Existo cuando respiro violento, cuando pulsa un latido hostil en la sien.
No puedo ni debo renunciar del animal que soy; por ello quemo la vida y digo que la paz es para los muertos.
A menudo me arrepiento de ello; pero no puedo ni debo renunciar de lo que soy; por ello quemo la vida.
Y quemo la vida.
Otra vez…
Y la vida arde.
Las cenizas ahogan y hacen la sangre espesa.
Todos rotos, todos destrozados.
El arrepentimiento pulsa una muerte ¿Está en la sien la muerte?
Todos quemados.
Los sueños todos… Por favor…
A menudo me arrepiento de ello; pero no puedo ni debo… la vida quemada… La paz es muerte…
A menudo me arrep… Soy un enfermo de podridas venas.
Un chute de aspirina de la buena…
Un caballo salvaje que trota en las venas y piafa en el corazón gélido.
Los muertos no hablan y sus labios suturados duelen; pero no debería ¿O sí?
El cerebro hierve en el cráneo y no hay control, no hay coherencia. No hay paz.
No es nieve, son las cenizas de las ilusiones.
El arrepentimiento llega tarde, cuando hay paz y no hay retorno.
Qué desolación…

Iconoclasta

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Lo bueno de tener una pierna hecha mierda entre cáncer, venas podridas, piel negra, articulaciones con artrosis y además, torcida como un tirachinas con una rama rota; es que no tengo que ir a trabajar. Vamos, que no me dejan trabajar.
Por mí, de puta madre; pero es que si quisiera, ninguna empresa contrataría un tullido con tanta mierda ni para vender caramelos en un quiosco, por muy guapo y fuerte que sea.
Un tullido no es negocio si tiene tantos números para que todo le vaya a peor, y no pueda aguantar sin descanso tres o cuatro horas caminando, sentado o de pie.
Ya sé que un día me subirá algún trombo al pulmón, un trozo de cáncer al cerebro o se me desprenderá la pierna caminando y la tendré que recoger para reciclarla y que no me multe la bofia fascista; pero todo eso carece de importancia, porque mi enfermedad es mi libertad.
Y por otra parte no voy al médico porque solo quiere verme para aconsejarme sobre la amputación (uno de ellos). Otros no, simplemente me dicen que hay que cuidarla y me dan una bolsa de supermercado llena de ibuprofenos para que me coloque durante tres o cuatro meses.
Y yo no me desprendo de un miembro ni de mi polla tan fácilmente. Por mucho que joda o me duela; por poco que pueda, conseguiré que mi cadáver pese lo que debe pesar en canal y entero.
Bueno, pues cuando tenía la mala suerte de tener que acudir al trabajo diariamente, todos los putos días de cada semana en algunas ocasiones; una mañana al salir del vagón del metro, me tropecé con un tipo.
-Perdón -le dije sin sinceridad ni afabilidad, era un puro trámite.
El tipo olía a marihuana desde la barba hasta los pies descalzos, en los cuales, sobre cada empeine lucía una cicatriz circular, de esas que se hacen algunos con el cigarrillo por puro aburrimiento. O eso, o le habían clavado unos clavos a martillazos o golpeando con una piedra, no sé…
Y no quiero hacer comentario alguno, para no ser aburrido en detalles, de su sotana de jipi, o la cuerda de esparto a modo de cinturón. O de sus serenos ojos tristes. Ni de su media melena castaña y tan sucia como la barba. O de aquella franja de cicatrices pequeñitas, como una viruela, que lucía en la frente y le bajaba hasta las cejas.
-No… La culpa ha sido mía, perdóname por no haber estado más atento y haberte molestado por ello -respondióme con humildad.
Había juntado las palmas de las manos como saludan los chinos en las pelis (porque nunca en las tiendas chinas me han saludado así, ni de coña); pero sin mover rápidamente la cabeza arriba y abajo. En el dorso de cada mano tenía también una cicatriz circular, como las de los pies. Parecía que se hubiera quemado por puro aburrimiento con sus porros (tanta maría provoca reacciones raras o adversas hacia uno mismo). O bien, también la habían metido un clavo en cada mano a martillazos o golpeando con un taco de madera, no sé…
Por un momento tuve un deyavú (también se francés, aunque prefiero que me lo hagan), que mi hizo pensar en alguna película que había visto de pequeño; cuando el hijo de puta de Franco ordenaba que la televisión emitiera en semana santa películas de romanos y leones comiendo cristianos. Aburridísimas, un auténtica mierda bostezante. Y cada año la misma basura.
-No te preocupes, no ha pasado nada -le dije otra vez con idéntico nivel de sinceridad y afabilidad que hacía unos segundos.
Y me di la vuelta para continuar mi camino hacia el calvario laboral.
-Quiero que sepas que lamento mucho mi torpeza. Perdóname por ello, rezaré por ti.
Me giré ya con la paciencia a niveles de hierro en sangre de anémico y díjele:
-Oye, no tengo tiempo para esto, y no llevo nada suelto para darte.
¿Y sí además de jipi era marica? ¿Eh? ¿Eh?
Y con decisión, sin esperar más, me puse en marcha y me alejé camino a las escaleras mecánicas; yo no hago esas estupideces de subir escaleras a trote de atleta gilipollas. Y es que tenía unas tremendas ganas de salir de la puta estación para encenderme un cigarrillo.
Solo por no encontrarme con pirados así, vale la pena ser un tullido y la libertad que conlleva. Duele, pero nada es perfecto.
Coño, es que parecía el mismísimo Jesucristo Superstar. Y ese olor a porro…
Qué gusto, ahora, no entrar en el metro y así en el campo, aspirar el efluvio de la mierda de vaca y el podrido estiércol tan propio de los ambientes rurales, cuyos labriegos y ganaderos tienen también ganas de aportar su granito de arena para que nada sea perfecto con su: “vamos a tocar los cojones para que se enteren lo que es oler mierda de la buena” (sinceramente, es mejor el olor de aquel pirado, eso sí).
Como yo me entere de que rezó por mí, vuelvo al metro para encontrarlo, tropezarme con él cojeando y meterle un clavo en cada ojo y otro en la lengua.
Buen sexo.

Iconoclasta