Es muy llamativo el titular. Pareciera que el actor es todo un semental. Y asombra al lector e incluso al que copia y pega el titular, haciéndoles pensar en las aparatosas medidas de su pene. O su potencia a pesar de su ancianidad. Cualquiera versado mínimamente en la biología humana, sabrá que el macho dispone toda su vida de semen hasta morir. Otra cosa es que sea fértil o no. Quiero decir que aquí el mérito lo tiene la denodada hembra que tuvo la habilidad, paciencia y resistencia para ordeñarlo. Hay que hacerlo notar porque el titular es sumamente superfluo y pueril, como de cuento para la infancia de dos a cuatro años. Y hace del anciano paradigma aún vivo de ciudadano de pro y buen reproductor en general. Ya me gustaría ver la jaca que lo montó y cuanto tuvo que pagar Robert por el trabajo. Me place ser rústico como recurso literario cuando el tema es propicio para ello. Y así consigo alejarme del cabestro tipo: “casa, resistiré, aplauso, bozal, jaco”, sin prejuicio alguno en mi vocabulario para comunicar lo que me sale de la polla por muy incorrecto que a nadie le pueda parecer. Por muy globalizada que esté la chusma, no me parezco una mierda a toda esa caterva. Si el bebé es de compra me la suda, me lo he pasado un rato bien. ¿Chochea o qué? ¿Para qué cojones quiere otro más?
El caníbal es el animal que devora a los de su propia especie, los humanos que se comen a otros humanos son caníbales, los idiotas que se devoran entre sí son caníbales y si una sardina se come a otra, es una sardina caníbal. Dada la rareza de estos peces abisales, dudo mucho que sepan si son caníbales, lo que es seguro por la dentición es que son carnívoros, como la inmensa mayoría de los peces que, no son tan amigos de las algas como los veganos lo son de las hierbas amargas que se las comen casi con misticismo. Así que donde dice caníbal, léase carnívoro y discúlpese al redactor que debido a la gran cantidad de mentiras que se deben inventar todos los días para el nazismo poscoronavirus, contratan a cualquiera que sepa cortar y pegar un texto, que ya basta para llenar los espacios en blanco de la prensa puta de dicho nazismo.
Nos están diciendo los padres fundadores del nuevo Nazismo del siglo XXI que somos demasiados.
O comemos menos (sobre todo de carne y azucarillos) y pagamos más, mucho más. O empezarán a trabajar los mataderos nazis, ya de probada eficacia en el siglo pasado con los judíos, gitanos, negros, tullidos y deficientes; en pro de las futuras generaciones que aún no han nacido.
Estar enamorado es tener algo clavado en el pensamiento y en el pecho. En el culo, en todo el cuerpo… Al menos en mi caso, y que benditos sean los que sienten esa mariconada de mariposas en el estómago. Como no me queda otra, concluyo que es maravilloso sentirse tan lleno de astillas. De hecho soy el reflejo del muñeco vudú que mi amada no cesa de estrujar entre los dedos y clavar cosas cuando está excitada. Es tan carnal que siento en la piel su sensualidad como una ráfaga de aire ardiente del desierto cuando está en celo. Y cuando habla del amor, cuando calla del amor, cuando se moja del amor. Hasta hace unos pocos años, no creía posible que una diosa como ella se pudiera enamorar de mí. Una cosa es el vicio (que lo tiene también), la temporada de reproducción y los momentos de ovulación y todo eso. Pero… ¿Así, tan profundamente y tanto tiempo? Ni hablar. No soy un tipo como para tirar cohetes multicolor con petardeo final en forma de palmera. No reniego, solo me exclamo de mi privilegio. No creo en el vudú, en ninguna superstición; pero sí creo en la pasión de mi novia. De su colosal atractivo que tira de mi piel hasta doler. Da igual que crea o no, cuando pincha el muñeco me cago en todo. Sentí la triste certeza de que había perdido una parte muy importante de mi vida el día que la conocí. Tanto tiempo sin ella ahora resulta inexplicable. Cuando me folla me lo extrae todo, es una vampira incruenta. Bueno, incruenta del todo no. Porque una sesión de follaje con ella es acabar con dolor de huevos por aplastamiento, me cabalga como si estuviera montada en un potro salvaje. Y cuando se corre y me desmonta, puedo observar casi alarmado que me ha dejado la picha despellejada por el violento frotamiento de su coño voraz. Al cabo de diez minutos de dale que te pego ya estoy gritando y llorando. Y se ríe… Y a la sazón inmovilizado por sus muslos cuando se clava a mí, me aferro con hambre a sus tetas que no dejo de mamar con la obscena idea de que produzcan leche. Si a mí me martiriza los huevos y abrasa la polla, sus pezones parecen los de una mamá primeriza. No es venganza ¿eh? Es amarla hasta devorarla. Cuando tengo que mear, durante los dos días siguientes tras el cortejo sexual, dejo caer los pantalones y los calzoncillos y hago el elefante, es decir dejo que la polla cuelgue porque con mis varoniles y toscos dedos no me la puedo tocar por lo abrasada sin blasfemar. Luego para sacudir las últimas gotas, también como elefante, agito la trompa de un lado a otro moviendo el culo y salpicándolo todo en cámara lenta y efecto difusor. Estéticamente, mi drama y trauma de amor y sexo, es de una belleza perturbadora en mis íntimos actos. A veces, incluso escupo sangre porque me ha hecho una herida mordiéndome los labios al correrse. Es tan feroz… Me hace sentir un hombre-consolador. Y eso engancha, soy perturbadamente adicto a mi diosa. Algunos días me pide más sexo cuando aún no ha habido tiempo para sanar la piel de la polla; los huevos como son tontos se sanan en unos minutos. Entonces le digo que me ha bajado la regla y cariñosa y comprensivamente me dice: “¡Marica!”. Sé que es duro, pero eso de la inclusión y corrección se lo pasa por el coño, como hace conmigo. No tiene corazón entre esas preciosas tetas de portentosos pezones. Así que cuando siento un pinchazo en el pensamiento o cráneo, o bien en el pecho; es lógico que no piense en un aneurisma o ictus y crea que hambrienta de follar, está cosiendo a pinchazos el muñequito vudú cuyas tripas ha llenado con mi pelo. Cuando se corre, no es nada extraordinario que me coja los pelos y me agite la cabeza como si fuera un cacaolat. Es una bruja preciosa, voraz. El ser divino más carnal del planeta. Y sigo pensando que lo único inexplicable es que con lo buena que está y con todo lo que puede escoger, se haya enamorado de mí. Bueno, la belleza no está reñida con el mal gusto. Y a mí no me disgusta. Que se jodan los guapos. Que en estos tiempos es más fácil dar con una tortillera que con un bocadillo de jamón york de cerdo de verdad (como odio el aséptico y reseco fiambre de pavo) con queso, aunque sea con tres o cuatro días de “maduración”. Y ahora me voy al consultorio de Ama Calaverum, una bruja que se anuncia en feisbuc y dicen los comentarios de la chusma que es buenísima combatiendo hechizos. Tengo la esperanza de que neutralice el muñequito vudú con el que juguetea mi diosa y nos cose a los dos a pinchazos. Se lo cambiaré por un vibrador de tres mil vatios. Necesito un poco de reposo. Que me crezca el pellejo de la polla. ¡Uy, qué pinchazo en el culo! Ya está caliente mi santa otra vez. Está bien, otro más y mañana voy al consultorio de la Calaverum. Nunca me habían exprimido tan profundamente y sacado lo mejor de mí a tanta presión. A solas, incluso lloro emocionado al evocar esos momentos en los que descargo mi semen caliente y que se le derrama del coño a los abductores de esos muslos preciosos con los que apresa mi cadera. Coño, me voy pitando o me correré sin tocarme, y entonces la follada sí que va a ser larga. No quiero que me ingresen, me daría vergüenza.
¿De dónde sacan los dioses? ¿Y dónde duermen? ¿Qué comen? ¿A quién? ¿Quién los creó? ¿Cuánto matan los dioses por minuto? ¿Los psiquiatras que los revisan son corruptos? ¿Tienen titulaciones oficiales? Es que hay tanto imbécil vivo y tantos buenos muertos, que tengo serias dudas de su divinidad y omnipotencia de mierda. Todo el mundo dice que no cree en dios, pero tampoco niega su existencia por si acaso (por si dios lo castiga, pinche cagón cobarde…). Es la muestra de cobardía más mezquina y primigenia que existe en el cráneo vacío del ser humano en general. ¿Qué precio tiene un cráneo humano descarnado, pulido y barnizado con dentición completa? ¿Y un cerebro en formol? ¿Cuánto piden por un corazón podrido? ¿Los fetos muertos se pagan por edad o peso? ¿Está legislada la colección de restos humanos con fines decorativos? Son cosas que todo el mundo desconoce y ansía saber para ampliar o crear su colección sin trabas administrativas. Los monstruos no viven entre nosotros. Somos los monstruos.
Dónde nacen los seres más tontos del mundo es difícil de concretar. Pareciera que la imbecilidad es una espora que viaja por la atmósfera y me los contamina a todos allá donde aleatoriamente se deposite. En cualquier región de La Tierra. Lo que me lleva a pensar que somos un peligro para cualquier otra especie en el universo, podríamos ser los que infecten otros mundos con la imbecilidad. Es temible ser los malos de las películas. Tanto lloriquear conque vamos a ser invadidos y toda esa mierda. Así que emanando de dios, la imbecilidad ha colonizado desde los más altos estamentos sociales de las civilizaciones hasta la mísera casta paria esclava o trabajadora. Esto explica porque desde el más poderoso al más mísero, son incapaces de hacer la “o” con un canuto o moneda. La diferencia entre el poderoso y el mísero o trabajador, radica en el dinero, su cantidad más concretamente. El poderoso puede pagar una nómina de diez expertos para que entre todos atinen a escribir o dibujar la “o”. Una “o” preciosa, de calidad y duradera, como solo un poderoso sabe hacerla. La imbecilidad se mantiene igual para ambos. Es el mayor alarde de democracia en el universo. Al poderoso las esporas de la imbecilidad lo parasitan por las napias (típica nariz empolvada de blanco). Y a los míseros les entra por el ano (más bien se las empujan) que les sangra, esporas aparte, de tantas cosas que les meten en él cada día los poderosos. Y no solo supositorios con el aval de la justicia puta porque prevalece el derecho a la vida. Una cosa sí está clara: si dios no hubiera querido que se les metiera cosas por el culo, no los habría creado con un agujero y una raja en la parte inferior de la espalda. No les habría dado culo. Y es de agradecer que lo tengan ambos, poderosos y míseros; sin culo solo quedaría la boca y se les pudrirían los dientes por exceso de dulce de leche. Es fácil colegir así que, dada la obsesión de dios por el asunto anal, su origen se halle en un homosexualismo cosmogónico sea lo que sea eso. Contando además, de que no nos hallemos ante las barbas de un todopoderoso transexual; teoría que cada día es más plausible según las tesis del Nazismo Poscoronavirus Penitenciario Maricón Sanitario Climático. Sea como sea, lo único cierto y comprobado cienciológicamente, es que dios está en la nariz de los poderosos y en el culo de los míseros. Es un equilibrio natural en el planeta Tierra. Y lo que es más importante, gracias a ello me lo paso en grande con mis ensayos. Realmente agradezco la inexistencia de dios y ser yo el que ríe sin cosas metidas en el culo. Es mi única fe y dogma: el culo es una salida, no una entrada. Y la prueba es que todo ser humano instintivamente, ante una situación de estrés, peligro y miedo; aprieta fuertemente las nalgas para que con alevosía o por accidental indecencia, no le metan algo. Hasta que no se llega a la insensibilización por la destrucción de los nervios culares o anales, se viven grandes crisis de dolor que pueden durar décadas (medios siglos más precisamente) según las regiones más dadas a ello, como España.
Hay algún restaurante en España, que en caso de que no bebas vino, licor o agua sin gas; si eres de tomar refresco en la comida, te convierte en hereje por muy descreído de todo que seas. Talmente como en los países moracos que prohíben cosas de todo tipo y elevan a rango de delito algunas costumbres. Como no avisan de que no sirven refrescos en ese restaurante, cuando te preguntan qué quieres para beber y pides cocacola, te miran como si hubieras dicho una barbaridad y fuera algo malo. Y te sueltan rigurosa, casi eclesiásticamente, que ellos no sirven refrescos más que un sucedáneo amargo sin más sabor que el saborizante a hiel. Agua sucia enlatada, en definitiva. Y por supuesto, sin gas. Una vez lo has probado, solo tocarte el agua sucia los labios, aprendes que tampoco les parece bien que esté frío. Y te arrepientes de haber entrado en esa mezquita y maldices tu propia ignorancia y suerte. La pura imposición es como un nabo metido en el culo que te incomoda. Porque a fecha de hoy, es más difícil no disponer de un refresco habitual que tenerlo. El dogma talibano-español es incruento, por ello das gracias a nadie (no soy crédulo) de que no haya ido a más la blasfemia cometida sin pretenderlo. Y si tienes cierto concepto elevado de la cordialidad, educación y del “vive y deja vivir”, no les dices que se metan su refresco vía anal y pides tu menú como haría cualquier persona sometida al nazismo, fascismo, comunismo, nutricionismo (humano-ganadero) o mariconismo; sabiendo que no te pasará otra vez. Soy “mu liht-to y ha prendo hen següida” a no meterme en mezquitas ajenas por muy camufladas que estén. Pero si lo piensas bien, lo peor está aún por llegar: cuando no sirvan en ningún restaurante español un refresco. Está bien, tampoco es malo; con no ir a restaurantes del régimen talibano, ya está. No problem (como se puede apreciar, sé inglés además de ser blasfemo). Lo malo será cuando prohíban vender los refrescos en las tiendas. Bueno… Siempre nos quedará internet, amazon, corte inglés, etc… Lo peor y lo verdaderamente escalofriante ocurrirá cuando prohíban su consumo y en España se empiecen a ver y ejecutar castigos públicos por beber refresco, como hacen los moros en algunos de sus países por cosas parecidas. Y lo peor de lo peor llegará cuando cuelguen a los bebedores de refrescos en las plazas de pueblos y ciudades, como los moracos en algunos de sus países y sus ciudades asesinan a su gente por algo parecido. Y lo peor, de lo peor, de lo peor, será que las imposiciones derivarán rápidamente en asesinatos e incineraciones masivas. Y se pondrán de moda otra vez los botones y peines de hueso humano vendidos a precio de artesanía chachi de exquisita tradición. En definitiva, hay que estar ojo avizor, observar como deriva el radicalismo alimentario en España y preparar los billetes de ida a otro lugar más relajado y libre en el que no te ahorquen por un vaso de cocacola o no debas envenenarte con un sucedáneo amargo y calientito (en mexicano). Y si te aplicas espiritualmente un metódico y forzado optimismo, concluyes que cambiar de aires es bueno para la salud, la libertad y la cultura. Mientras dure… Porque el fascismo y sus religiosidades asesinas se globalizan más rápidamente que la pornografía que no mata a nadie (si no te ven pelártela, claro).
Debería estar prohibido este cruel día. Mi mami está muerta😬 y hiere mi sensibilidad de ver tantísima dicha y santidad y yo tan fúnebre 😥 y sin maa-mmma (parafraseando a Forrest Gump). No se me puede negar que soy correctamente político y he aprendido bien la doctrina de este nazi, triste, decadente e ignorante gobierno español y su también triste, decadente, acomodada y cobarde sociedad. Soy la hostia puta de un ciudadano integrado, inclusivo y tolerante. Con una exquisita educación fariseo-moralista. En fin, felicidades a las madres vivas y a las muertitas, que disfruten de su paz y santidad por muy sexualmente inquieta 😬 que fuera alguna. ¿Qué será hoy de esos niños que no tienen mami o ni la conocen? Todos los demás riendo, de tapeo, consumiendo, gritando alborozados… ¡Jajajajajajajajajaaaaa…! 😀😀😀😀😀😀😀😀 A este gobierno nazi decadente y doctrinal y su sociedad patética, resulta tan fácil clavarle agujas de inteligencia, ética y nobleza a su hipócrita evangelismo nazi y moralista; como clavárselas a un muñequito vudú de tu ser más odiado para matarlo cómodamente desde casa. 💀☠️👿😈 ¡Jajajajajajajaja! 😀😀😀😀😀😀
No es para reírse que una persona muera por un vacazo; pero hombre… Plantarse tan cerca de la vía para enseñarle la polla a la maquinista/to queda feo, por muy grande y gorda que la tuviera. ¿O estaba flirteando con la vaca? Sea como sea, aunque se sintiera cansado el meón, no le costaba tanto caminar algo más de treinta pasos hacia un poste o árbol que lo ocultara un poquito. Ya sé que no es educado reírse. Pero… ¡Qué tontería! ¡Jajajajajaja!