Ocurre que lloriquear por todo y tener miedo a cualquier cosa es la forma de vida habitual en las ya viejas sociedades degeneradas.
Y trabajar duro causa un temor paralizante a la chusma que bala aburrida.
Lo extraño es la independencia y el pensamiento libre.
La libertad y la autonomía no son una simple cuestión de inteligencia, es una genética que está desapareciendo asfixiada entre la mediocridad, mezquindad y envidia.
Ser feliz en las granjas humanas o ciudades es auténticamente ser imbécil.
No hace falta que ningún iluminado explique lo obvio, bueno… A los idiotas sí.
Archivos para noviembre, 2020
Pocos animales existen tan valientes y libres como los gatos. Mueren cazadores; no dejarán de serlo por mucho que vivan entre humanos, y ahí radica su mayor valentía: moverse entre seres humanos.
Esa capacidad de habitar dos mundos sin prostituir su esencia es proverbial.
Y es la principal causa de la atávica antipatía que sienten muchos humanos hacia ellos. Antipatía que nace de la envidia de que un animal pueda vivir entre dos mundos y no corromper su naturaleza; es inquebrantable. Su inteligencia supera con mucho a la de un gran porcentaje humano.
La envidia es veneno para todos los seres vivos, incluyendo a la humanidad misma que se canibaliza por ella.
Es tal su naturaleza independiente que se reconocen a sí mismos con cierta vanidad. Y pobres… A veces esa vanidad los mata, los lleva a caer de alturas elevadas, lanzarse hacia una presa cegados por el instinto… No están exentos de errores, ningún ser vivo en el planeta lo está. Es lo primero que te muestra la naturaleza: los cadáveres de animales que tuvieron un pequeño o gran error. He visto ardillas caer de una rama.
En los gatos, debido a su casi humana vanidad, se da más. Los admiro por ello.
Dicen que la curiosidad mató al gato; pero yo sé que intentó dar un gran salto desde una gran altura y falló por milímetros.
Desde que conozco la esencia y el carácter del gato, no quiero otro compañero de vida.
En contraste con su independencia y naturaleza depredadora, exigen momentos de un íntimo roce. Ellos dicen cuándo y yo estoy de acuerdo; es cuando se revela su profunda naturaleza de crueldad con sus presas en contraste con una desconcertante ternura.
Siempre saludo a un gato, por admiración; porque son tan pequeños, fuertes y osados…
A los humanos saludo en ocasiones por una inevitable norma social de simple supervivencia, sin afecto o admiración alguna.
No es fácil vivir sin morir para ningún ser. A veces hay que escribir lo obvio para no restar mérito al movimiento.