Archivos para mayo, 2013
Síntesis de la biblia
Publicado: 31 mayo, 2013 en HumorEtiquetas:Iconoclasta, Pablo López Albadalejo, Telegramas de Iconoclasta, Ultrajant
El desierto, un buen lugar
Publicado: 30 mayo, 2013 en Lecturas, ReflexionesEtiquetas:Iconoclasta, Pablo López Albadalejo, Reflexiones de Iconoclasta, Ultrajant
El desierto es tan buen sitio para masturbarse y morir como cualquier otro.
Es mentira, no hay sitios tan buenos como el desierto; porque en los polos te congelas y no viajas simplemente estás ahí, como una fotografía aplastada entre toneladas de hielo, no hay corrientes de aire que te lleven a ninguna parte. Y cuando ya has visto cuatro focas, tres osos polares y cinco o seis esquimales, piensas en el aburrimiento y en lo abundante e internacional que es.
Muerte en el desierto
Publicado: 28 mayo, 2013 en ReflexionesEtiquetas:arena, desierto, dunas, Iconoclasta, muerte, Pablo López Albadalejo, Reflexiones, Ultrajant
Los muertos viajan en tropel entre las dunas del desierto.
El polvo de sus huesos y sus pieles resecas alimentan las montañas andantes; por ello cada año la arena está más cerca. Cada día es más molesta.
Los idiotas que no se han convertido en petróleo que se quema en motores, se han hecho sílex.
Yo sé de estas cosas.
Como sé que las rosas del desierto no son formaciones aleatorias: mi semen las forma, amalgama muertos en caprichosas figuras florales de extrema debilidad.
Creo rosas de arena con un gemido, con el pene asfixiado en mi puño, con los cojones palpitando. Creo rosas en el desierto con la imagen de sus labios entreabiertos cuando su coño se hace agua y estoy dentro.
El semen lo amalgama todo. Y le da sentido y forma.
El desierto es tan buen sitio para masturbarse y morir como cualquier otro.
Es mentira, no hay sitios tan buenos como el desierto.
Porque en los polos te congelas y no viajas. Simplemente estás ahí, como una fotografía aplastada entre toneladas de hielo. No hay corrientes de aire que te lleven a ninguna parte.
Y cuando ya has visto cuatro focas, tres osos polares y cinco o seis esquimales, piensas en el aburrimiento y lo abundante e internacional que es.
Vives-mueres en el desierto y te haces experto en arena, de lo contrario eres más idiota que la media.
Entre los granos puedes ver quien en vida estaba enfermo. O era un enfermo.
Tal vez sea bueno ser arena y dejarse llevar por el viento, dejar de razonar y de elegir. De esperar.
Que le den por culo al libre albedrío, solo sirve para equivocarse y perder el tiempo.
Solo quiero erosionar, desgastar pieles, paredes y montañas.
Nada hay más caliente que el humo de mi cigarrillo que abrasa mis pulmones, pareciera que me he pasado la vida entrenándome para respirar el ardiente aire del desierto.
Por esta razón el aire del desierto no me molesta demasiado.
Derramé el agua para asegurarme que seré arena en unas horas.
Tan solo me queda una carga de leche en mis deshidratados cojones. No sé si al morir, cuando mis cojones se relajen y mis vísceras y músculos no puedan retener nada, eyacularé como dicen que lo hacen los ahorcados.
Me gustaría hacer mi rosa del desierto póstuma, que sea arrastrada por las dunas de muertos, y llegue a las manos de un idiota y la acaricie y la tenga en una vitrina iluminada.
Iluminará y amará mi semen sin que lo sepa. A veces se me escapa la risa.
Hay rosas rodando por el desierto, los nómadas las encuentran y comercian con ellas. Algunas acabarán en manos de personas que se piensan que la arena se amalgama por alguna orden divina de mierda. Con orina de camellos, los más esnobs e incultos.
Yo me dejo llevar por las dunas, las dunas arrastran rosas, muertos y vidas. No sé si es una condena o si las dunas disfrutan su trabajo.
Y ahora, para complicar las cosas, hay un rastro de huellas que comienzan en el centro de esta nada y se dirigen a mi izquierda. Una perfecta y recta línea que se pierde en el ondulante y difuso horizonte. No lo entiendo, tal vez sea una alucinación.
En el desierto hay espejismos, es congruente.
Tal vez alguien más quiera ser parte de una duna. Se ha puesto de moda morir aquí.
Una duna sigue el rastro, va tras las huellas y subo a ella, creo que aún no he muerto, aunque no estoy seguro. Solo sé que debo caminar. Otra cosa no tengo que hacer. Subo la ladera y cuando comienzo la bajada, ya se empieza a formar otra nueva subida, con la misma arena, con los mismos muertos. Conmigo…
Borra viejas huellas con su avance, es cuidadosa con las que quedan para no perdernos.
Descanso un momento. Entre las llagas infectadas de mis pies, se han metido muertos que molestan e infectan. Exprimo la herida y junto con el pus y la sangre salen granos de arena y piel que no es mía. Lo sé porque simplemente la rechazo.
Son trozos de hueso y piel de cadáveres infecciosos en forma de arena y sales.
Nada anormal, es tan lógico que dan ganas de cavar un agujero y meter en él la cabeza de puro aburrimiento.
Bip-bip.
Hay muertos a los que se les quiere, pero deberíamos ser cuidadosos, aunque se trate de familia, esos restos infectan. No es higiénico.
El sol no lo mata todo, solo mata lo bueno, lo malo sigue desarrollándose bajo sus abrasadores rayos ultravioletas.
El hombre a lo lejos es una mancha de gas, una llama menuda en medio de este océano seco y tórrido. Se ha detenido.
Estoy lo suficientemente cerca para atreverme a gritar y preguntarle quien es.
Estoy llegando a la cresta de la duna y hago pantalla con las manos en mi boca.
— ¿Necesitas ayuda?
No parece oírme. Está arrodillado, tiene en la mano una foto y con la otra aferra su pene. Me detengo, no quiero ver eso. ¿Otro que se masturba en el desierto?
Es demasiada casualidad.
A pesar del sol tengo frío, a pesar de la distancia y del tiempo que llevo caminando, no estoy cansado.
Me acerco un poco más y llego a ver como eyacula en la arena. Se derrumba sobre sus rodillas llorando y hundiendo la cara en la arena abrasadora. El viento le arrebata la foto de las manos y se la lleva por donde había venido.
Yo me masturbé también hace tiempo, los desgraciados siempre nos reunimos en el mismo sitio, de la misma forma que los elefantes tienen su cementerio.
Dan ganas de no ir.
Dan ganas de no preguntar.
En la espalda lleva un bidón de agua con una manguera para beber, se lo quita y lo deja caer abierto para que se derrame el agua.
Se levanta dejando un charquito de sangre que le ha salido del culo y continúa caminando. Ya debería haberse dado cuenta de mi presencia, pero no es así y pasa por mi lado sin mirarme, con la vista fija en la cima de la próxima duna. Diríase que camina hacia el sol.
Avanzo más, no me preocupa él, me preocupa de donde viene. En el desierto no hay escondrijos y no entiendo porque el hombre va al contrario que las huellas.
Hay un automóvil volcado sobre el techo, sus neumáticos están desgarrados, la plancha sin pintura y brillante. Las dunas han limpiado todo rastro de color.
Hay vidrios rotos en el interior que ahora están opacos.
El desierto mata el brillo, solo deja lugar a los espejismos.
Dentro, en el asiento del acompañante, el esqueleto de una mujer cuelga del asiento, su cabeza está aplastada contra el suelo, su cabello parece una madeja de cáñamo. Su cuello se rompió hace mucho tiempo.
La foto ha vuelto a la sombra del automóvil, como sino quisiera morir de nuevo.
No huele mal, no hay carne podrida. La arena ha limpiado los huesos y los seguirá erosionando hasta hacerlos polvo. Volveremos a estar juntos mi amor…
Hacíamos un breve recorrido por el desierto, solo iba a ser media hora de adentrarse para poder disfrutar por unos minutos de ese inmenso mar muerto.
Una duna ocultó la carretera a la vuelta, y por ella caímos dando vueltas.
Te vi tan muerta, con tu cuello espantosamente roto, hinchado. Ese bulto que te salía bajo la mandíbula como una deformidad…
Caminé hacia el sol, para morir. Me masturbé con tu foto, no quería llorarte, te necesitaba tanto que las lágrimas eran desesperantes.
Mi vientre estaba roto, notaba la sangre moverse entre las tripas provocando un dolor atroz. Luego morí, y el sol me evaporó, el viento pulió mis huesos y los hizo polvo.
Salí de la nada, de entre una duna, con la conciencia de existir, en el mismo lugar que morí. Peregrino desde hace un tiempo indefinido hasta ti, mi amor. Ojalá hubiera podido sacarte de ahí dentro y que tus huesos se hubieran unido con los míos al mismo tiempo. Espero que las dunas poco a poco te gasten te erosionen y cada día te unas un poco más a mí.
¿Soy yo el que muere allí, en medio, en el centro de la nada?
Soy arena, absolutamente hueso y piel seca.
A veces siento una tristeza absoluta al darme cuenta de lo que fui, de lo que soy, de lo que me espera. El desierto tiene tan pocos escondrijos que ni el dolor ni la añoranza encuentran donde ocultarse.
La vida es tan frágil como las rosas que emergen en la arena. La muerte es tan frágil como un sueño o el sueño es muerte. O el sol no acaba de hacer bien las cosas y no hay fin a esta agonía.
A veces no puedo pensar con claridad…
Pienso demasiado. Creo…
¿Cómo es posible que en medio de esta nada, en el centro de ningún lugar, haya un rastro huellas que se alejan por mi izquierda, hacia el norte?
¿Alguien ha sido llovido por el cielo? Tengo que seguir ese rastro, a lo mejor es alguien como yo, que se masturba bajo el sol sin saber por qué.
Los muertos viajan en tropel entre las dunas del desierto.
Aunque hay dunas solitarias, donde eres arrastrado en una soledad sin fin.
No sé, no me preocupa; solo sigo el rastro, no me importa de quién es. Solo quiero saber si hay algo más en un mar muerto donde no se puede esconder ni la muerte.
¿Habrá una habitación fresquita?
¿Habrá un lugar donde el sol de mierda me deje descansar?
El hombre se masturba y llora.
Es un déjà vu, un espejismo de una mente insolada seguramente.
Es lógico aquí en el desierto.
Iconoclasta
El sol no mata
Publicado: 27 mayo, 2013 en Lecturas, ReflexionesEtiquetas:Reflexiones de Iconoclasta
El sol no lo mata todo, solo mata lo bueno, lo malo sigue desarrollándose bajo sus abrasadores rayos ultravioletas.
Trabajo y sensualidad
Publicado: 23 mayo, 2013 en ReflexionesEtiquetas:fotografía, Realidades truncadas
La risa de los idiotas
Publicado: 23 mayo, 2013 en Humor, LecturasEtiquetas:Telegramas de Iconoclasta
Fenómeno atmosférico
Publicado: 21 mayo, 2013 en Amor cabrónEtiquetas:Amor cabrón, Iconoclasta, lluvia, meteorología, Pablo López Albadalejo, pasión, sexo, Ultrajant
Meses esperando la lluvia, con la piel seca, la boca rasposa, los labios partidos y la piel de las manos resquebrajándose como una corteza de barro en el desierto.
Muchas veces me he arrepentido de no tener crema hidratante a mano. Y en el miembro no vendría nada mal.
Aunque ella me lo hidrata más allá de lo que la cosmética comercializa.
He subido al polvoriento tejado de la casa, la lluvia se llevará la porquería acumulada en el suelo y dará paz a mi piel. Me he estirado desnudo entre pequeñas hormigas que huyen del agua. Con mi pene erecto, venoso y agresivo por una sequía que se ha hecho eterna a lo largo de semanas y meses.
Las lluvias marcan una de mis cientos de temporadas de celo por ella.
Tengo miedo que la dilatación del pijo rasgue el prepucio, tengo una necesidad casi suicida por follarla otra vez.
Y que las hormigas se me metan por el culo es una idea que no me gusta. No quiero que me entre nada por el ano. El esfínter es salida y única dirección.
La espero con una ansiedad desesperante, aguantando el ímpetu de masturbarme, dejando los ojos abiertos a las gotas que se estrellan contra ellos y me ciegan.
Las gafas de nadador no hubieran molestado. No hubiera necesitado una gran inversión y le hubiera dado un aire fetichista a la sesión de sexo que me espera con mi reina.
Parece que lloro; pero solo quiero follarla.
Otra vez…
La lluvia da alivio a mi rostro, incluso cuando se desliza por mis labios: el agua reciente sabe a la suciedad que flota en el aire.
No importa; luego beberé directamente de su piel.
Y la mierda ajena, lo de alrededor no importará.
Me pregunto si mi picha hará el efecto de pararrayos, no me gustaría. Creo que sería indigno morir con la verga carbonizada.
Llegará aquí arriba, se sentará en mi vientre y se clavará en mí envolviendo mi carne dura con su coño viscoso, sedoso y resbaladizo. Empapado… Como si ella fuera cálida lluvia oleosa y sempiterna.
Decididamente se me va a rasgar la piel que cubre el pijo con toda esta presión. La evolución no fue muy lista y no tuvo en cuenta que nacería un hombre como yo con tantas ganas de metérsela a su mujer. El prepucio debería ser más holgado. Pienso en los judíos y la circuncisión; pero resulta traumática, es mi pellejo y lo quiero.
He de hacer algo, pero temo tocarme y eyacular fuera de ella.
Me tiene tan caliente que las gotas de agua se evaporan al contacto con la polla levantando pequeñas nubes de vapor.
Me haría muy popular en una sauna femenina.
Mis músculos se relajan, soy gelatina temblorosa bajo la lluvia. Y lo único firme es la verga que cabecea en mi pubis. Desearía tocarme ahora mismo, cerrar el puño con fuerza para subir y bajarlo con violencia. Rasgar mi puto prepucio y que sangre la polla.
Intento relajarme y dejo que la orina corra por mi vientre y se meta cálida entre los testículos y las nalgas, me gusta el contraste de la lluvia fresca con los meados.
Me limito a tirar de la piel y descubrir el glande púrpura como la casulla de un sacerdote en rito de penitencia; el meato está obscenamente abierto como lo están los labios que ansían la boca amada y deseada.
Espera la lengua que lo saciará de placer.
Me imagino metido en ella, su tanga negro transparentando la palidez de su monte de Venus rasurado, el roce del hilo a lo largo del pene en la cópula…
Saboreo entre mis dientes los pezones endurecidos, clavo los dedos maltratando sus masivos y pesados pechos.
Areolas ovales que deseo cubrir con mi leche, con mi semen ardiendo.
Es tan cálido su coño como sus labios tallados en un rostro hermoso y anguloso de grandes ojos oscuros, de una melena rizada que recibe mi semen cuando ella así lo dispone.
Estoy abandonado a su voluntad.
La lluvia hará cascadas en sus pezones y beberé y me ahogaré en ellos mientras la follo. El agua inundará la cópula y hará chapoteos obscenos sexo contra sexo.
Y como en un altar ante la Virgen María observándome con Jesús mamando de su teta, elevaré la pelvis para meterle la polla en la boca y me la devore con sus dedos acariciando mis cojones. Excitándome el ano.
Y así ante la lluvia me denigro y me formo. Me embrutezco de anhelo. Me convierto en macho en celo. Ante las nubes que limpian el aire y dan alivio a mi cuerpo y mente, soy un hombre follando la nada, el aire. El espacio que ocupará ella.
Espero el momento sublime de eyacular, cuando blasfemo ante mi caída al pozo de la irracionalidad, en el que el placer es la vertiginosa aceleración.
Los rayos cada vez se acercan más… No quisiera, pero tal vez me ponga un condón hasta que llegue. El látex es un buen aislante ¿no?
Su boca succionando mi alma a través del pijo próximo a estallar, su coño estrangulándome el bálano, aplastándolo con las contracciones de placer de su vientre.
Sintiéndome cabalgado como un toro en el rodeo.
Quiero ser como las nubes en lo profundo de su coño y llover dentro de ella.
Que se ponga en pie y de su raja gotee mi semen dejando cráteres de leche en el polvo del suelo. Barro blanco…
Lluvia de semen entre sus muslos.
Yo soy una nube que llora por ella, que descarga en ella.
Ese rayo ha caído muy cerca. Bueno… Soy osado y atrevido, peligro es mi apellido.
Soy empático con el clima, y ardo con el calor del puto sol, me hago gris con las hojas crujientes del otoño, mi pene se lubrica en la calidez de la primavera. Y en invierno desato mi furia y mis tormentas.
Me gustaría ser rayo letal y mantener así un radio de varios kilómetros entre nosotros y los humanos.
Yo solo me debo a ella, y cuando la espero, soy fenómeno atmosférico zarandeado por las caprichosas presiones y anticiclones del planeta.
Con ella empieza y acaba el día. Por ella soy primavera, verano, otoño e invierno.
Un erecto fenómeno meteorológico, es lo que soy cuando la espero, cuando la follo.
Un pararrayos pornográfico que hiere a todos los vecinos con su obscenidad.
Porque la amo y no importa mi ridículo.
Joder con ese rayo… Al final me va a freír los cojones.
Iconoclasta
Transgresión
Publicado: 21 mayo, 2013 en ReflexionesEtiquetas:Iconoclasta, Pablo López Albadalejo, Reflexiones de Iconoclasta, Ultrajant
La transgresión es lo mismo que follar con una muñeca de plástico: no arregla nada, no alivia; pero hace sudar.
Transgrediendo consigues ridiculizar a algún idiota y tirándote a la muñeca, solo consigues que se masturbe mirándote con envidia.