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Estar enamorado es tener algo clavado en el pensamiento y en el pecho.
En el culo, en todo el cuerpo…
Al menos en mi caso, y que benditos sean los que sienten esa mariconada de mariposas en el estómago.
Como no me queda otra, concluyo que es maravilloso sentirse tan lleno de astillas. De hecho soy el reflejo del muñeco vudú que mi amada no cesa de estrujar entre los dedos y clavar cosas cuando está excitada. Es tan carnal que siento en la piel su sensualidad como una ráfaga de aire ardiente del desierto cuando está en celo.
Y cuando habla del amor, cuando calla del amor, cuando se moja del amor.
Hasta hace unos pocos años, no creía posible que una diosa como ella se pudiera enamorar de mí. Una cosa es el vicio (que lo tiene también), la temporada de reproducción y los momentos de ovulación y todo eso. Pero… ¿Así, tan profundamente y tanto tiempo? Ni hablar.
No soy un tipo como para tirar cohetes multicolor con petardeo final en forma de palmera. No reniego, solo me exclamo de mi privilegio.
No creo en el vudú, en ninguna superstición; pero sí creo en la pasión de mi novia.
De su colosal atractivo que tira de mi piel hasta doler.
Da igual que crea o no, cuando pincha el muñeco me cago en todo.
Sentí la triste certeza de que había perdido una parte muy importante de mi vida el día que la conocí.
Tanto tiempo sin ella ahora resulta inexplicable.
Cuando me folla me lo extrae todo, es una vampira incruenta. Bueno, incruenta del todo no. Porque una sesión de follaje con ella es acabar con dolor de huevos por aplastamiento, me cabalga como si estuviera montada en un potro salvaje. Y cuando se corre y me desmonta, puedo observar casi alarmado que me ha dejado la picha despellejada por el violento frotamiento de su coño voraz.
Al cabo de diez minutos de dale que te pego ya estoy gritando y llorando. Y se ríe…
Y a la sazón inmovilizado por sus muslos cuando se clava a mí, me aferro con hambre a sus tetas que no dejo de mamar con la obscena idea de que produzcan leche. Si a mí me martiriza los huevos y abrasa la polla, sus pezones parecen los de una mamá primeriza.
No es venganza ¿eh? Es amarla hasta devorarla.
Cuando tengo que mear, durante los dos días siguientes tras el cortejo sexual, dejo caer los pantalones y los calzoncillos y hago el elefante, es decir dejo que la polla cuelgue porque con mis varoniles y toscos dedos no me la puedo tocar por lo abrasada sin blasfemar.
Luego para sacudir las últimas gotas, también como elefante, agito la trompa de un lado a otro moviendo el culo y salpicándolo todo en cámara lenta y efecto difusor. Estéticamente, mi drama y trauma de amor y sexo, es de una belleza perturbadora en mis íntimos actos.
A veces, incluso escupo sangre porque me ha hecho una herida mordiéndome los labios al correrse.
Es tan feroz…
Me hace sentir un hombre-consolador.
Y eso engancha, soy perturbadamente adicto a mi diosa.
Algunos días me pide más sexo cuando aún no ha habido tiempo para sanar la piel de la polla; los huevos como son tontos se sanan en unos minutos.
Entonces le digo que me ha bajado la regla y cariñosa y comprensivamente me dice: “¡Marica!”. Sé que es duro, pero eso de la inclusión y corrección se lo pasa por el coño, como hace conmigo. No tiene corazón entre esas preciosas tetas de portentosos pezones.
Así que cuando siento un pinchazo en el pensamiento o cráneo, o bien en el pecho; es lógico que no piense en un aneurisma o ictus y crea que hambrienta de follar, está cosiendo a pinchazos el muñequito vudú cuyas tripas ha llenado con mi pelo. Cuando se corre, no es nada extraordinario que me coja los pelos y me agite la cabeza como si fuera un cacaolat.
Es una bruja preciosa, voraz. El ser divino más carnal del planeta.
Y sigo pensando que lo único inexplicable es que con lo buena que está y con todo lo que puede escoger, se haya enamorado de mí.
Bueno, la belleza no está reñida con el mal gusto.
Y a mí no me disgusta. Que se jodan los guapos. Que en estos tiempos es más fácil dar con una tortillera que con un bocadillo de jamón york de cerdo de verdad (como odio el aséptico y reseco fiambre de pavo) con queso, aunque sea con tres o cuatro días de “maduración”.
Y ahora me voy al consultorio de Ama Calaverum, una bruja que se anuncia en feisbuc y dicen los comentarios de la chusma que es buenísima combatiendo hechizos. Tengo la esperanza de que neutralice el muñequito vudú con el que juguetea mi diosa y nos cose a los dos a pinchazos.
Se lo cambiaré por un vibrador de tres mil vatios.
Necesito un poco de reposo. Que me crezca el pellejo de la polla.
¡Uy, qué pinchazo en el culo! Ya está caliente mi santa otra vez.
Está bien, otro más y mañana voy al consultorio de la Calaverum.
Nunca me habían exprimido tan profundamente y sacado lo mejor de mí a tanta presión.
A solas, incluso lloro emocionado al evocar esos momentos en los que descargo mi semen caliente y que se le derrama del coño a los abductores de esos muslos preciosos con los que apresa mi cadera.
Coño, me voy pitando o me correré sin tocarme, y entonces la follada sí que va a ser larga. No quiero que me ingresen, me daría vergüenza.

Iconoclasta

Hay un tipo de amor comprimido a gran presión por la distancia, el tiempo y la imposibilidad. Cuando uno de estos factores falla se abre una pequeña brecha en el velo íntimo de los amantes por la que escapa una mínima gota que se hace torrente en un instante. Una riada de urgente amor que los arrolla.
Se arrollan ellos mismos con una violenta y caudalosa pasión.
Pareciera que una cafetera exprés de amor empezara a llenar una taza.
Un expreso corto, muy corto…
Y una vez ha iniciado el ciclo no se puede detener el escape de pasión acumulada, presurizada durante meses y años y secreta; hasta que el chorro se detiene.
Un amor a presión, una hermosa tragedia…
La crema del café se forma con los besos y “te amos”. Y la sonrisa bendita de la alegría.
Me apresuro a follarle el alma con palabras, con la urgencia del que va a morir. Porque tengo poco tiempo para entregarme a ella y mostrarle todo mi amor en apenas unos minutos.
Un café expreso, un amor atropellado…
Unos minutos para un querer que se ha extendido durante años a una escala tan grande de tiempo como profundo el deseo e insalvables distancias espaciotemporales.
Y hablando y escribiendo al tiempo, te muerdes los labios vacíos del beso no formalizado. Maldiciendo los palpitantes deseos y los actos fallidos.
Tartamudeo queriendo decírselo todo antes de que la taza se llene y cese de nuevo el flujo aislándonos a cada cual en su mundo.
Hablas de esperanzas que sabes imposibles; pero necesarias para no arañarse el alma de desesperación. Una mentira venial de amor.
Tanta emoción en tan poco tiempo.
Luego, me sentiré mierda por todo aquello que no he sabido decir.
Qué desolación cuando se va.
Los enamorados, cuando cae la última gota de espuma en la taza, se despiden con dolorosos besos. Ese expreso hirviendo y a presión, les ha abrasado los labios al beberlo sin cuidado. Con la premura de las emociones desatadas en una pequeña taza de café corto.
Un amor exprés…
En unos segundos la fuga se habrá soldado y afrontarán de nuevo su soledad secreta e íntima.
Pobres amantes expresos que se olvidaron, con la urgente pasión, de azucarar el café. Por eso la sonrisa final, aunque sonrisa, es amarga.
No tienen más remedio que aferrarse con melancolía a la amargura, porque es lo único que les quedará durante otro océano de tiempo y espacio.
Esperar la próxima taza… Para eso vivimos.
Un amor urgente…

Iconoclasta

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No es fácil follarla.
Sí que es fácil en cuanto a que ha nacido para acelerar la libido hasta la eyaculación precoz con solo intuir su presencia.
Pero cuando habla… Aunque su escote te deje bizco, no quieres que calle y los minutos pasan escuchándola postergando la carnalidad.
Cada palabra que emite es un pedazo de su alma que flota como diente de león girando en tu cerebro.
Es lógico plantearse si taparle la boca y metérsela. O cuando hablando y gesticulando te dejas hipnotizar y luego, ya libre del poder de su alma, te haces una paja más sosegado.
Me gustaría de veras, ser un cerebro-polla de esos que no saben respirar por la nariz y se la meten a la puta quedando servidos para toda la semana.
Tal vez donar, aún que estoy vivo, algunas partes de mi cerebro a la ciencia. Y así, libre de intelectualidad alguna, follarla a bocajarro, animalmente.
Porque su silencio es la banda sonora de la plenitud, su respiración es toda una experiencia sensorial.
Mierda… De verdad que no es fácil follarla, ni no follarla.
Hay días que todo rima con olla y no hay forma de serenarse.
Ella manda y mis huevos duelen. Es una de esas constantes universales que has de saber para no creer que todo el campo es orégano.
Es un asco ser macho metafísico, tener cerebro de más.

Iconoclasta

Hay días en los que quisiera dar las buenas noches a las estrellas y a ti a mi lado.
Sin palabras escritas, con la inmediatez de la proximidad.
Hay días en los que quisiera dar los buenos días al sol, y a ti frente a mí.
Sin tristeza escrita.
Hay días en los que quisiera decir te amo a la vida y a ti entre los brazos.
Sin tinta, con un jadeo en tus labios.
Hay días que quisiera acabar el día con la última palabra en tu oído, en la oscura e íntima horizontalidad de la noche, sin papeles mojados lanzados en el rincón lóbrego de los deseos muertos.
Hay días en los que quisiera dejar escapar la última silaba de mi palabra entre tus labios, en un desfallecer.
Y saber que al día siguiente, en nuestra íntima mañana y tu rostro dorado como la arena al sol, susurrarte el tierno cuento de los dos ángeles que no pudieron ser.
Que dios tenía tantos ángeles a los que dar sus alas, que cuando dos cogidos de la mano llegaron a su presencia, se le había agotado el pegamento.
Y se le escapó un estornudo tan fuerte en aquel instante, que fueron arrastrados por su viento todopoderoso y sus manos se soltaron.
Sintieron un desgarro en el alma como si se hubieran roto las alas que debían tener, cuando sus manos se quedaron vacías.
Y caían infinitamente solos a La Tierra.
Y dios les gritó desde el trono: ¡Tranquilos! ¡Os envío a Gabriel para que os traiga de nuevo desde la tierra! En cuanto acabe el desayuno se pone en marcha. Y recordadle que compre pegamentooooo…
Y hay días que quisiera decirle hola a Gabriel con cierta displicencia, porque los momentos en el cielo son casi vidas en La Tierra. Y tú llegabas con él con cara de niña disgustada; pero se te escapó una risa al verme.
Hay días que quisiera que los cuentos fueran reales y recuperar los momentos perdidos, los que ni siquiera pudimos imaginar. Arrancarte al fin de la mano de Gabriel y tomarte yo.
Decirte sin palabras escritas, que no te sueltes, que si dios estornuda, nos agarramos a su barba y se joda si le duele.
Quisiera no escribir más tonterías. Dejar de escribirle a dios que cuide su resfriado y que Gabriel es negligente y que no hay derecho.
Y así dar los buenos días a tu sonrisa tras la taza de café y desnudarte de las alas.
Que dios mire a otro lado con embarazo.
Quisiera un día dejar la pluma en el cajón y su tinta del color de la melancolía, que ya no sea necesaria; pero miro el reloj y cierro con fuerza la mano que sostiene la pluma, porque es tarde.
Entre dios y Gabriel, escribieron un cuento de tristes sonrisas de ángeles de plomo sin alas y un bote de pegamento vacío.
Hay días que no deseo escribir un final que duele un millón.
Y estiro las palabras para que sin darme cuenta, como si durmiera, el final no sea jamás escrito.
Solo dejar unos puntos suspensivos.
Como un tic sin…

Iconoclasta

Secretamente la excita menstruar, la sangre que forma un fango viscoso y cálido en su coño provoca deseos que esconde en un ademán, en un suspiro, en un tono de voz. En un descansar, tal vez, demasiado sensual.
Dice que no; pero los muslos se separan ante mis dedos que hurgan en las bragas y se deslizan despegando la compresa de los labios constreñidos. Y no puede evitar gemir ante la invasión de la mano aliviándola de la asfixiante mordaza en su coño.
La vagina arde y palpita en mi mano anegada de su vida misma.
Temo correrme sin tocarme, sinceramente.
Mis dedos literalmente despojan a la sangre de su dolor. Y suave se adivina emerger un orgasmo sereno y potente. Mis dedos y la ruda textura de la compresa forman un caos ahí abajo que eriza sus pezones.
Me empuja los dedos con los suyos a lo más profundo.
No es fetichismo, no es por la sangre; es el placer per se.
La paranoia del deseo atávico, sin contemplaciones.
No importa dónde, no importa cuándo, no importa cómo.
Importa correrse.
Importa sentir su paroxismo de placer. La sangre amasada y coagulada entre mis dedos y uñas es solo consecuencia, no es devoción.
Si no fuera incrédulo diría que es la comunión de la carne y la sangre.
San Valentín ha tirado baja la flecha.
Y en eso estoy, reparando su mala puntería.
O tal vez perfeccionándola.
Se arquea en el clímax con los dedos ensangrentados aferrando mi pene.
Es el día de los enamorados inescrupulosos…

Iconoclasta

¿Cómo quieres que no te grite si te amo tanto?
Soy tu super amante y mi super pensamiento surge de mí rompiendo la barrera del sonido y tu ropa interior.
Lo siento.
No lo siento, luzco con vanidad mi super erección.
Estás hermosa con el sujetador desgarrado colgando de los hombros.
Con las bragas rotas que dejan desnudo parte del monte de Venus.
Y tu cabello alborotado, como cuando te corres.
Sucede a menudo que, no sé si te escribo o te super follo. Se me pone tan dura que me duele amarte, en el pijo y el corazón.
No puedo evitar esta desesperante y húmeda super dureza cuando te super pienso.
Es orgánico amarte.
¿Cómo evitar lanzarte mi super amor cuando mantienes mi cabeza sujeta entre tus muslos y jadeas y no me permites respirar y solo beberte? ¿Eh?
¿Cómo no gritarte mi pensamiento cuando manejas mi rabo sin cuidado y lo maltratas y te lo comes y te lo metes y haces de mí una cosa?
No puedo evitar la potencia de amarte y enviarte una super ráfaga de deseo.
Soy tu super amante…
Se me escapa un super pensamiento de demanda de piedad cuando tus dedos gotean mi láctea alma que me has extraído, exprimido.
Mis huevos se contraen con espasmos, vacíos entre tus dedos.
Y me conviertes en tu obsceno super trofeo.

Iconoclasta

Pienso en lo que no pude ser y estoy satisfecho, nunca he ansiado ser nada.
Solo observo el mundo a niveles profundos, atómicos.
Nunca me he planteado ser, porque soy. Lo mío es existir.
Sin complicaciones.
He llegado a este instante donde he adquirido ciertos superpoderes para codificar mi pensamiento profundo a la tridimensionalidad en la que habito, con precisión y fluidez. Sin límite ni prejuicio de cómo y con lo que quiera expresarme. Soy absolutamente libre y salvaje haciendo tinta del pensamiento. Y concluyo que soy un cochino sabio que al saberlo todo, no se asombra de nada. Excepto de mí mismo y mi podredumbre mental.
Desconozco los límites concretos a los que aún puede llegar el dolor y la ruindad en los humanos, pero solo es un dato cuantitativo. Sé que, grosso modo, llegará a rangos pornográficos para la cordura, la dignidad y la inteligencia. De hecho, no dejan de batir marcas todos los días. Crecen sin freno.
Lo que me desconcierta es que hay momentos en los que no sé si la amo a frecuencia de alto impacto o es mi reto.
Siempre hay una faceta de mi amada que no conocía. No puedo decir de ella lo que digo del mundo, que lo sé todo.
En las mañanas cuando mira por la ventana hacia el horizonte y me sonríe en silencio, al llevarse la taza de café a la boca, he visto una luz dorada en lo profundo de sus pupilas. Sin que el sol la iluminara aún.
Me fascinan los brillos diamantinos y texturas de su alma, tan extraterrestres y distintos.
Me descoloca e hipnotiza su ser mutable y desconocido.
Y quedo desordenado en sus dimensiones como un muñeco con la cabeza en el culo.
Es girar un diamante y observar la distinta refracción de la luz en cada una de sus innumerables facetas, en cada mujer que descubro en ella.
¿Por qué esa luz en sus ojos?
Y afirmo que las estrellas se refugian del frío cosmos en ella…
No sé si soy amante o discípulo. Quisiera ser solo amante y menos siervo de su multiplicidad.
Comparten todas ella la misma alma, la misma piel que beso y los ojos que absorben la luz, y a mí.
Y yo tan sabio, tan uno.
Tan nada…
Imagina cosas que creía imposible que pudieran ser escritas.
¿De dónde viniste, amor?
Me desconcierta ese nuevo ser que has creado ahora, en el mundo plata que reflejan tus ojos, engastados como gemas en un lugar de belleza imposible, de emociones como embates de agua tibia en las entrañas.
Soy incapaz de vislumbrar tu nuevo mundo, solo lo intuyo en tu presencia; de lo que emanas a tu alrededor. Y me pregunto dónde cabría yo tan carne y tan opaco en tu nueva creación. Y si deberé enamorar de nuevo a esta desconocida.
¿Y si no puedo?
Si tu nuevo ser no me amara, me desintegraría como mis sueños al despertar.
No tendría sentido una existencia sin vosotras, sin ti.
Eres descarada y carnal hasta excitar cada célula de mí. Y en otros momentos eres una ternura que se derrama suave y melancólica hacia el cielo, desobedeciendo a la ley de La Tierra.
No quiero conocerte, quiero descubrirte en cada momento; incluso cuando no existo porque estás atareada cambiando el universo en un extraño orden que no puedo ni quiero entender, solo quiero asombrarme. Fascinarme a tu lado.
¿Cómo puedes hacer eso? Eres de carne y piel, te he follado…
¿Qué has hecho de la vida en ese momento que has llevado el cigarrillo a la boca mirando las nubes?
Me siento tan dimensionalmente extraño en este universo-aura que dimana de ti, que siento ser una creación tuya que no sabe dónde está ni desde cuándo.
De alguna forma, siempre consigo reaccionar y rozar con los labios tu piel y crear un momento sólido y cálido donde afianzarme en tus universos sutiles y etéreos.
No me pierdas, no me dejes fuera de tu creación. Existo, quiero existir en ti, todas tú.
Y no concibo la vida sin ti.
Eres mi asombro y un hambre carnal.
Todos esos cosmos que inventas, están unidos a ti con sutiles hilos de tu alma. Una telaraña incruenta que lleva a cada una de las mujeres que amo.
Soy un amor deslizándose por esas sedas buscando el origen donde se forman, tu alma nuclear y profunda; pero no hay manera. Cuando desbocas la imaginación me desoriento y no encuentro el hilo primigenio, el que surge de ti y se derrama en líquidos sueños a tu alrededor.
He visto en tus ojos una ola romper contra el acantilado y destrozarse en rubís y esmeraldas tiñendo el cielo del color del paraíso.
No lo entiendo. ¿Cómo puedes hacer todo eso y tener tiempo para amarme?
Cuando te digo que os amo, te ríes de lo absurdo.
Y pienso que no recuerdas que tus ojos han contenido un mar sereno hace un segundo. Que algo has cambiado.
Lo que conozco de ti a ciencia cierta es el sabor de tu piel. Tanto besarte, tantas caricias…
Y la forma en la que te llevas las manos al rostro cuando te corres.
Todo lo demás es cambiante, un parque de atracciones, un drama desconsolado, una hoja que revolotea al viento, un sol de vida en tus manos…
Un niño que ríe.
Una niña coqueta que lo besa.
¿Qué has hecho? ¿A qué vienen ahora esos osos panda buceando entre corales de mercurio dorado, que desprenden burbujas haciéndose jirones de dulces almas ?
Mi amante creadora, solo soy una carne inofensiva, no puedo hacer daño.
No me dejes nunca fuera de tus mundos, ten piedad y espera a que muera.

Iconoclasta

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El amor nace entre un hombre y una mujer, entre dos seres.
Un solo ser humano no ama si no es amado; por mucho que grite y sufra. Eso es ambición o deseo o ilusión, depende del momento anímico de ese ser; pero no es amor.
Entiendo el amor como un intercambio de emociones, una complicidad entre dos.
El auto amor no existe, no puedes amar en soledad. Es una perversión imposible ese “amar”.
No todos somos susceptibles de amar. Los hemos de naturaleza solitaria, y eso es tanto como ser anti amor.
Y cuando eliges soledad…
Tú mismo, ya eres mayorcito para saber lo que haces y atenerte a las consecuencias.
Follarse a la puta es la confirmación de la soledad, no hay soledad mayor que la piel extraña que compras.
Te equivocaste, mano.
Así que echas de menos el amor y te torturas lo suficiente para reconocer que siempre hay otra cara de la moneda y a lo hecho pecho.
Está bien, no existe el auto amor; pero es imposible pensar que no la amo.
Sé que no soy coherente con mi soledad; pero me paso la coherencia por el culo.
Luego, en algún momento daré una patada a una solitaria piedra del camino del anti amor; y con una blasfemia pensaré que diga lo que diga mi yo sabio e infalible, la amo. Ser románticamente ridículo, es una de las grandezas de la soledad, principalmente porque no hay nadie que se ría de ti.
E irremediablemente se lo escribiré: te amo.

Iconoclasta

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Nació para ser amada, con la carne y la piel que cubre y protege su pensamiento perfectas. Cálida y sedosa su mirada y sus urgentes labios.
No puedo creer estar amando a una diosa. Solo ocurre en las películas.
Sin embargo, me rebosa agua ácida de los ojos. Se me irritan y el mundo se hace difuso.
Una costura se ha rasgado en el tejido de mi mediocre existencia y ha hecho mierda mis defensas.
Es lógico que plante los pies en el suelo. Podría elevarme hacia ella, por ella.
No puedo permitirme soñar despierto, debo afianzarme a la tierra.
No soy pájaro, cometa o meteorito. Sino una piedra tallada por las presiones telúricas y los volcanes.
A menos que te quede un respiro para la muerte, no importa fracasar y caer.
Y aún no siento ese olor a moho en mis pulmones que deja la muerte cuando está demasiado cerca. Huele como las hojas que se pudren con la escarcha invernal. Las que piso con la firmeza de mi peso y la ingravidez del amor.
Se me desprende la carne de los huesos por su poder de atracción gravitacional.
Amar duele.
Quiero ir, llegar a mi estrella.
Pase lo que pase, cueste lo que cueste.
Soy un asteroide al rojo camino a la desintegración. Mi diosa no lo quiera…
Y antes de seguir con mi letanía de amor y deseo, me aseguro de nuevo que los pies sigan ahí, pegados en la tierra.
Caer duele millones de lamentos luz.
Y el dolor no aporta misericordia ni dignidad a la mística tragedia de amar.
No puedes curarte con aceite hirviendo una quemadura.
Desea a gritos, pero no dejes la tierra, no te separes de ella. Toda una vida llena de grisentería no puede tener un final feliz.
Ni lo sueñes.
Me digo que es un espejismo; pero no resulta y es más doloroso. La vida sin ella duele más.
Solo sé que soy un pensamiento perdido en la muerte gélida y árida del cosmos, un astronauta desecado y congelado sin posibilidad de putrefacción desintegradora.
Soy un trozo de plástico espacial.
Y un viaje incierto a un destino ineludible.
Porque si no amas ¿cómo vives?
Siendo un mierda.
Me fascina cuando se estira desnuda y felina entre las sábanas, ronroneando universos extraños e intensos, hambrienta de ser tomada. Imaginando su piel cubierta por el deseo y el coño palpitando en una ascensión a la cima del placer violento y animal.
Aquí en la tierra fría, mis pies parecen hundirse; fundirse con el calor que produce su tormenta de amor solar.
No puedo dejar de evocar mi semen deslizándose entre lo más prohibido y secreto de sus muslos, un goteo viscoso que se bebe la sábana cálida que la sostiene.
Mis pies en el suelo…
Y me duele el corazón de luchar contra su tirón orbital.
Durante unos minutos permanecemos en silencio. Recuperando el aliento y retornando suave e inevitablemente a la realidad con el corazón pleno y el coño agotado, ahíto de placer. Mi pene decreciendo, escupiendo algún semen residual, humillado silenciosamente ante la diosa.
Con leves jadeos se desvanece la violenta lujuria que nos abandona a un amor relajado y caníbal.
Observo sus pezones aún duros mojados de mis labios.
Es mía, mi diosa…
Y un pie se alza traidoramente. Me apresuro en contraer los dedos en la bota haciendo un puño para dar potencia a la pisada, si eso es posible.
Peso lo que peso…
Es mi desesperación y tortura, un castigo a mi impío amor que detesta y ofende a la humanidad y sus interferencias constantes entre ella y yo.
Soy una triste mitología.
Somos de la misma especie: el amor nos hace feroces, desinhibidamente irracionales.
Pero tengo mis limitaciones, no soy un dios y si dejo la tierra que me mantiene vivo también perderé lo poco que tengo de ella.

Iconoclasta

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No niego la belleza de las pequeñas cosas tiernas que se guardan con veneración en el puño cerrado con pasión; pero ¿sabes qué ocurre, cielo? Que necesito la grandeza de los cielos azules ektachrome, las largas, altas y lejanas cadenas montañosas.
Es que no cabe nada en las miniaturas, son tan pequeñas que apenas entra un lágrima.
Y las pequeñas cosas no se merecen ser aplastadas por un romanticismo enorme que carece de los conocimientos básicos de la hidráulica del amor y otros fluidos.
Imagina esas camisas baratas que venden en los mercadillos a precio de mearse de risa y a pares, tengo que probar tres tallas más de las que me corresponden y el vendedor se coloca un chaleco antibalas para que los botones no lo acribillen mientras me dice: “Te queda perfecta, incluso holgada”. Y yo rojo de asfixia.
Así me siento amándote entre cuatro paredes.
No quiero ser pretencioso, amor. Es porque me desenvuelvo bien en los grandes horizontes, aunque me humillen con su enormidad.
El color de mi piel comparado con el azul, los verdes y los marrones invernales, con la impoluta nieve lejana; casi me hacen cadáver.
Un insecto tísico, descolorido.
No importa.
La razón más importante es que solo la grandeza puede contener mi amor y deseo.
Las hermosas y pequeñas cosas, pobres, no pueden contener lo que te amo, no cabes en ellas.
Necesito todo el espacio que mis ojos abarcan para que mi amor se expanda y te arrolle y te envuelva y te cobije y te susurre, ahora sí, mis pequeñas palabras que se deslizan suavemente por las laderas boscosas y nevadas, por los valles y los ríos.
¡Que todo sea enormidad!
Que mi amor se libere de la compresión de mi corazón y pulmones, que se expanda hasta cubrir tu piel.
Siempre pienso al ver una flor, en la belleza que concentra; pero evocándote concluyo que es poca cosa para contenerte y definirte.
Y créeme, si no tienes un buen espacio para liberar todo el amor, te asfixias por dentro como si la cabeza y el corazón se aplastaran contra sí mismos en una fisión de amor atómico.
Es como ser alérgico y meter las napias en una flor para esnifarla, llevado por el suicida romanticismo.
No. Necesito gritar y que mi voz resuene lejana entre las montañas y digan al oírme: “Ya está el macho en celo de nuevo”. Sí, ya sé que me denigro yo mismo, no sé venderme con elegancia; pero es que no quepo ya ni en mí de tanto que te quiero. Todo se hace pequeño si no hay unos amplios horizontes.
No puedes alimentar a un león con berberechos y salmón ahumado con galletitas saladas.
Ya sé que a veces salgo de los límites del buen gusto literario y me dejo resbalar de culo por la pendiente de la vulgaridad; pero es que estoy hasta los huevos de estar tan comprimido, coño.
Por mucho papel y tinta que use, el amor se me derrama de los límites de las hojas y al no contenerlo, siento que es pérdida y tontas ganas de llorar.
¡Pobre amor derramado sin lugar a donde ir!
Créeme, el amor es un fluido y soy un buen mecánico en hidráulica. Sé lo que digo…
Sé lo que siento, sé lo que duele la presión de una columna de amor por centímetro cuadrado en la piel y en algún lugar dentro de mí.
Hacia el horizonte lanzaré este amor que avanzará a través de los bosques y las altas cimas, por los mares y los ríos, y llegará a ti como una avalancha, un alud de ternuras y pasión. De sueños que no se cumplirán, pero recitaré en tu oído como una plegaria a la esperanza.
Instantes de ilusión…

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