Archivos para septiembre, 2014

Sus ojos son tan claros, que deseo que no los abra, porque parece un ángel, un ser ultraterreno.
E impone respeto follarse un ángel.
Los pliegues de la vulva son pétalos de rosas pálidas y las venas que recorren sus pechos, ríos subterráneos bajo esa piel blanca como la leche, como mi semen.
(de mi relato: La luz hecha carne)

Confusas palabras.

Están cinceladas por un artista loco, lucen en catedrales y rascacielos sin ningún fin más que ser feas. Para que nos recuerden que fea y gris como ellas es la vida.

Están esculpidas con la miseria de la vanidad y la frialdad, con dedos de uñas sucias y melladas. Son mentiras creadas y expuestas para dar un aire de misterio a lo que no tiene.
Misteriosas cuando las miras desde abajo, allá en las alturas; pero cuando estás cerca, pierden la gracia de la locura y se convierten en tristes e inertes esculturas que no producen ninguna emoción más que el desencanto en el corazón de los que esperan algo más.
Adoradas por legiones de mediocres, ignoradas por el amor verdadero.
Pobres gárgolas, con su eterna mediocridad luciendo en las alturas de las ciudades grises.
Vigilando nada, cagadas por palomas…

En Telegramas de Iconoclasta.

Las palabras se hacen confusas por muy claras que se pronuncien cuando el lenguaje corporal y emotivo entra en conflicto con ellas.
Como un orgasmo de sexos calientes pensando en otros que no son los que se acarician.
La perfecta dicción no hace nada por mejorar la comprensión. Y la erección y la humedad dilatada es algo animal, no tiene porque amar un pene o una vagina.
La confusión nace cuando las palabras no están sincronizadas con las miradas y los gestos.
Ocurren cosas y nace la desconfianza y la desconfianza va de la mano de la antipatía.
Las palabras confusas son esculturas de arena que se desmoronan apenas se han modelado. Ideas efímeras que se erosionan en segundos por el viento, que las aplastan niños que juegan en las playas de Cabo Cobardía y el Golfo de la Decepción.
Son confusas las frases cuando no consiguen definir la realidad de un momento, de una emoción. Y un monosílabo como un «sí» o un «no», no se comprende.
Y crees estar en una dimensión acuosa donde la voz llega lejana y deformada. No me gusta el buceo, no me gusta el mar asesino.
Palabras que flotan inertes e inservibles en el vacío cósmico sin un lugar donde anclarse.
Nos confunden tanto algunas palabras, que creemos estar sordos o mal de la vista, porque quien las pronuncia, se hace extraño de repente. La confusión de las palabras deforma los rostros de una forma cruel y despiadada para el recuerdo, para los buenos recuerdos.
Y te preguntas que haces ahí, que lenguaje extraño estás oyendo… Miras atrás por si hay alguien más a quien se dirijan esas palabras incomprensibles.
Nacen de la inmadurez y el desequilibrio. De la decepción, del miedo a la soledad y al silencio.
Estas cosas se han de combatir como sea, y el precio es excesivamente caro para un producto tan decepcionante como un simple y vulgar consuelo que solo acaricia una vanidad desmedida.
La cobardía no es una virtud y va ligada íntimamente a las verborrea sin sentido.
Tampoco es un vicio, es una tara de nacimiento que va metida en el corazón de los bebés humanos y lo perfeccionan con la edad.
Las palabras de la fe son confusas, su única misión es aturdir a los que escuchan, agobiarlos hasta que sus voluntades se agotan ante tanta cháchara sin sentido. Y así se rinden a las mentiras, a las confusiones.
Las palabras de la cobardía y el desamor son ininteligibles y erosionan la serenidad y la lógica.
Hay que huir de las palabras confusas, porque crean angustia, un vacío en el alma.
Confunden hasta los recuerdos y plantean la duda de si lo vivido fue una verdad o una mentira.
Son confusas las palabras que no se dicen, son humillantes para quien están dirigidas, como las palabras que se lanzan a oídos ajenos, llevan la frecuencia hiriente de la mentira entre cada fonema.
La confusión, al final, es una verdad, y la verdad confusa es mentira. Solo que llegar a esa conclusión tan enrevesada requiere un tiempo precioso que se malgasta.
Y nadie va sobrado de tiempo, porque todos mueren. Y morir confusos es haber vivido una mierda de vida.
Un «te amo» puede ser tan falso como el beso en la mejilla que antes se daba en los labios. Hay que taponar los oídos y abrir bien los ojos para que no nos aturdan las confusas voces de la cobardía, la decepción y la vanidad.
El diablo era más sencillo y simple, mentía tan claramente…
Y la muerte no habla, no confunde, es terroríficamente clara; el corazón se detiene comprendiendo.
Los humanos usan armas mucho más traicioneras y complejas, buscan ser héroes de las emociones, mártires de la vida. Necesitan ser admirados por nada, no acaban de entender ni aceptar su propia mediocridad.
A veces soy humano, lo entiendo.
Sus bocas expulsan confusión para buscar toda esa admiración que no pueden despertar en nadie por medios diáfanos. Vuelven a amar a quien un día odiaron, y a cambio, odian a quien creen amar.
Las palabras confusas, solo nacen de mentes cobardes.
Una vez salvado todo ese enfermizo caos, queda la tranquilidad de ver deshacerse las esculturas de arena desde lejos.
Y el amargo sabor de un tiempo perdido.
Aunque lo cierto es que el tiempo no se pierde, solo se emplea de distintas maneras hasta que llega la hora de morir.
Las hay, claro que las hay , solo que son escasas: las palabras francas y diáfanas, las palabras del amor decididas e inquebrantables.
Resolución y determinación, por mucho que duela.
Las claras palabras del odio y de la ira…
Las he oído todas, tengo suerte…
No morir confusos y ser firmes y claros aunque joda.
Es un buen objetivo, noble en tiempos de cobardía.
No creo que existiera una época de valentía. Tampoco soy un ingenuo.

Iconoclasta

«La soledad es su naturaleza, o una parte de ella. Porque su otra naturaleza se marchita de pena entre savia y fibras que no acaba de asimilar como suyas.
Las noches son el descanso de los árboles, la fotosíntesis es agotadora.
El vegetal se retira y da paso al hombre.
Al hombre más solo del mundo.» (Iconoclasta)

Para leer en:
http://issuu.com/alfilo15/docs/el___rbol_humano_libro
y
http://binibook.com/details.php?id=1656

Las Tarjetitas de la sabiduría de Iconoclasta ya no son virtuales. Ya se pueden tocar, doblar, usar como papel higiénico de emergencia, etc…

Tarjetitas de la sabiduría de Iconoclasta
Tarjetitas de la sabiduría de Iconoclasta
Tarjetitas de la sabiduría de Iconoclasta

Sería bueno que existiera ese mal diabólico, que existiera la magia.
Porque el único mal al que tenemos que temer es al cotidiano, al de seres mediocres y vulgares que matan sin emoción, sin interés.
La humanidad ha conseguido hacer del mal, algo vulgar y sin fantasía.
¿Cómo va a existir la belleza de la bondad si es tan vulgar como su antítesis?
(Reflexiones sobre la película Líbranos del Mal, 2014)

Personal e intransferible.

En Telegramas de Iconoclasta.