Si tienes a quien matar, es importante; tanto como amar.
Porque ambas cosas son actos pasionales.
Con la salvedad de que matar, según quien lo haga, incurrirá en delito y si no eres un elegido, irás a la cárcel.
Amar no afecta a la corrupción y a la riqueza y por ello nunca se considera delito el amor. Tampoco se puede dar el amor entre el estercolero que es la corrupción y la legalidad.
En una sociedad formada por leyes puercas, el amor, aunque sumamente escaso, no está sometido a la mezquina legalidad.
La pobreza es por ello, un estiércol para el amor.
El asesinato sin penalizaciones es el privilegio de unos pocos ricos y sus perros.
Paciencia, porque la mierda nunca se limpiará.
Archivos para abril, 2016
Amar y matar
Publicado: 30 abril, 2016 en Chusma, Citas, Conclusiones, fotografía, Humor, Lecturas, ReflexionesEtiquetas:Citas, Humor, Iconoclasta, Música, Pablo López Albadalejo, Reflexiones de Iconoclasta, romanticismo, Ultrajant,
El piloto y yo
Publicado: 30 abril, 2016 en ReflexionesEtiquetas:pensamientos, reflexiones, naturaleza, artificialidad, avión, piloto, esclavitud, libertad, artificialidad, naturaleza, pasión, sexo, amor, hastío, Iconoclasta, Ultrajant, Pablo López Albadalejo,
Es fácil saber lo que piensa el piloto: la libertad, la superioridad de tener el mundo bajo sus pies, estar en lo más alto.
Y ser el más rápido.
Y si se da el caso, el más letal.
Sinceramente, me suda la polla todo eso; soy de una sencillez patológica. O tal vez de una vanidad enfermiza. Porque nada ni nadie vale más que yo.
Observo la estela del reactor y pienso en la insignificancia del piloto y su avión. Son unos puntos que apenas se ven. Si muriera, no habría drama, está demasiado lejos, no llega nada de él.
Pienso en ese pobre humano encarcelado en aluminio y vidrio.
Me alegro de que pueda sentir esa sensación de libertad y poder, porque alguna satisfacción ha de haber en alguien que observa el mundo a través de un vidrio, respirando aire artificial y perdiendo los detalles de la vida a velocidades supersónicas.
Me alegro porque esa sería mi desgracia, me pegaría un tiro en la puta cabina.
Porque he visto la primera lagartija de la primavera, la primera mariposa y me he quitado una brizna de polen de la nariz.
Le he escrito un mensaje a mi amor diciéndole que la tengo dura y me duele, me duele, me duele… Y más entre las montañas preñadas de vida y muerte que despiertan en mí al macho en celo que soy.
Y he fumado con el frufrú de las ramas de los árboles y las altas hierbas.
He cerrado los ojos como un animal medio adormilado.
He sudado y bebido agua fresca y he cruzado un pequeño riachuelo mientras el piloto me sobrevolaba.
He observado la estela sin ningún interés.
Luego bajará de su avión y le rodeará asfalto, artificialidad y más esclavitud.
Dicen que hay puntos de vista; pero el del pobre piloto es erróneo, no tiene nada de lo que alegrarse, nada por lo que sentirse hombre.
Porque todo lo que ve, es pequeño y lo pequeño no existe en su vida.
Tal vez tenga una ventaja: que la miseria y la mezquindad también se hacen invisibles allá arriba.
Es un flaco consuelo, pero es eso o el suicidio.
Yo puedo ver hasta la transparencia de una lombriz, la textura aterciopelada de las alas de una mariposa pequeñita que revolotea absolutamente eufórica, bebiéndose la poca vida que tiene.
Observo atentamente sus pezones erizados, duros, tocándose. La amplío en la pantalla del teléfono hasta que no existen montañas ni nada más que ella.
Evoco el tacto de una vagina, mis dedos parecen resbalar y siento la calidez que fusiona los tejidos durante la penetración.
Follar es comunión y predación, me gusta por ese estadio que me hace descender e inhibe la razón. Me gustan mis gemidos animales cuando follo y mi misión de arrancar los de ella de lo profundo de su coño.
Y me olvido del piloto, de su estela y de lejano rumor que rompe sonido y tiempo.
Yo acaricio el tiempo y el sonido.
Me rozaría contra un árbol hasta fertilizarlo.
Caliente me pone la muy…
Mis pasos parten ramas y espantan a los pequeños animales. Soy un predador en este momento. El piloto es un inocentón orgulloso que no puede imaginar mi grandeza.
No hay ninguna velocidad que supere mi orgullosa erección, hostilidad y libertad.
Si fuera humano, sentiría lástima por el avión y lo que contiene.
Iconoclasta
Fetiche
Publicado: 29 abril, 2016 en Absurdo, Conclusiones, fotografía, Humor, Lecturas, ReflexionesEtiquetas:Citas, Humor, Iconoclasta, Música, Pablo López Albadalejo, Reflexiones de Iconoclasta, romanticismo, Ultrajant,
No puedo evitarlo, necesito que mis pesadillas sean tangibles y cuando fumo, divagar en 666 y su inexistencia y la necesidad (mi ilusión) de su realidad.
Luego apago el cigarro y soy esa bestia durante un tiempo.
Siempre sangriento y caliente: Iconoclasta.
Desde mi nueva cueva.
Cumple años Michelle Pfeiffer
Publicado: 29 abril, 2016 en Chusma, Citas, Conclusiones, Humor, Lecturas, ReflexionesEtiquetas:Citas, Humor, Iconoclasta, Música, Pablo López Albadalejo, Reflexiones de Iconoclasta, romanticismo, Ultrajant,
Movimiento
Publicado: 28 abril, 2016 en Absurdo, Maldito romanticismo, ReflexionesEtiquetas:Absurdo, dolor, esfuerzo, imaginación, sueño, literatura, deseo, amor, voluntad, miedo, vanidad, reflexiones, pensamiento, Iconoclasta, Ultrajant, Pablo López Albadalejo,
«No camines, quédate en casa y descansa. Ahora no duele, cuando el mundo se detiene, el dolor también».
«Haz caso de la quietud, disfruta la ausencia de dolor».
El dolor me la pela, así que en contra de lo que mi cuerpo dice, me calzo. Es penoso, porque hay que forzar los músculos para que se muevan.
Ellos saben cuando es bueno salir a caminar, a respirar aire frío.
No me rijo por la sabiduría, ni la mía misma.
Me rijo por mis cojones.
Pienso en los seres que consumen oxígeno para absolutamente nada. Sin que se muevan y cuya única ventana es un televisor apagado o encendido.
Dicen estar cansados del trabajo, de lo que trabajaron, de que siempre es lo mismo: la misma calle, la misma luz, el mismo coño…
Cuando mueren, simplemente escupo como si fuera un moco molesto: siempre es lo mismo.
Tienen razón, pero no saben hasta que punto son ellos mismos de quien están asqueados.
Los huesos no saben de esas cosas, no pueden entenderlo. Así que la rodilla duele un millón y hago como que no me doy cuenta. La contera del bastón está tan desgastada que secretamente le doy la razón a mis extremidades.
Es más fuerte el miedo a ser un mierda que babea o que sueña mediocridades frente al televisor o su cerveza, que el miedo al dolor.
Camino sin que el dolor mengüe un ápice. No hago caso al miedo que me atenaza los testículos cuando pienso en la posibilidad de que andando, me rompa. Más que nada porque tengo la imagen de ella desnuda y húmeda. La erección es el mejor analgésico.
Y la vejez de las calles que piso, el recuento de muertos anónimos que las casas han visto con indiferencia intemporal.
Suficiente, razonable y vanidosamente cansado me siento a tomar un café y poner a prueba la discreción de las miradas de algunas mujeres. Porque aparte de moverme, me gusta follar o la caza. Y crear cierto halo de trascendencia y rebeldía que a muchos humanos les lleva a mirarme con extrañeza.
Suele ocurrir porque mi rostro muestra cierto rictus de dolor y mis ojos, sin embargo, reflejan mundos que no son de este universo. Ideas que están formando constelaciones de locura.
Los vulgares detectan esas cosas, aunque no sepan identificarlas.
Cuando frente al café saco la pluma y el cuaderno del bolsillo, es como si el mundo desapareciera y me quedo solo, como un invisible entre la humanidad.
Y escribo cosas peores y mejores que ésta. Ignorándolo todo, hasta la presencia de mi padre si aún viviera.
Soy tremendo.
No quisiera no tener dolor y hablar del tiempo, o de un programa de televisión, o de la crisis.
Ni siquiera tengo deseos de hablar.
Tengo secretos…
Secretos de un pensamiento que bordea peligrosa y suicidamente la locura y el sexo voraz.
No podría hablar porque son pensamientos que se hacen sonido cuando el semen eyaculado se enfría en la piel ajena. En los pezones ajenos, en el monte de Venus, en sus muslos que tiemblan…
Son pensamientos que se expresan, precisamente, cuando más difícil es hablar. Porque los ecos del orgasmo colapsan la voluntad y la respiración.
Así que no me interesa hablar banalidades pudiendo tener silencios de belleza extraterrestre.
Me llevo el café a la boca y pienso a que sabrá su monte de Venus rasurado cuando lo bese, cuando deslice la lengua hacia su raja hambrienta…
Y el dolor ha dejado de importar, ha dejado de importar todo.
Porque mi lengua tiene el dulce saber de su coño-café.
Lo he visto escrito en el papel, aunque no recuerdo cuándo lo escribí.
Ni el dolor ni el mundo pueden impedir que yo me mueva, que enloquezca, que joda a esa preciosa.
No es vanidad, me importa poco ser tosco, ser brutal. Solo quiero ser fuerte, un forzudo de los sueños, de la risa, del llanto, del dolor, del sexo y de la tristeza.
Que duela o que goce, siempre con el exceso.
Pago el café y me permito una broma que jode a muchos: «¿Por qué es tan barato el café? Me siento mal pagando tan poco, no es elegante».
La camarera ríe un poco aliviada cuando demuestro humanidad y doy muestras de humor y simpatía.
Y mañana más, aunque me sangren los ojos.
Si me sangraran, saldría un texto magnífico. Lo mío no es el miedo, le temo al asco.
El movimiento es vida y sueño.
La inmovilidad es muerte de mierda.
Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.
Desde aquí
Publicado: 27 abril, 2016 en Amor cabrónEtiquetas:amor cabrón, asesinato, locura, libertad, amoralidad, sangre, amor, deseo, pasión, hostilidad, Iconoclasta, Pablo López Albadalejo,
Soy oso, soy bestia, soy triste, soy un héroe, soy un miserable, soy un husmeador, soy pornografía, soy un romántico suicida, soy un asesino sin pasión, frío como dios condenando. Soy todo eso, pero ante todo: absolutamente libre.
Si se le puede llamar libertad a pensar continuamente en ella. No todo es perfecto.
Asesinar es fácil, se ha vuelto cotidiano. Hay más de treinta seres humanos eviscerados en el camino que asciende a esta cima. Son la estela que dejo en mi camino.
La humanidad es idiota, ni un rastro de sangre son capaces de seguir. Están lejos de apresarme, de matarme.
Los intestinos de los muertos les debe hacer resbalar.
No soy un asesino por alguna deformación del cerebro. Simplemente asesino por amor.
Porque cuanta menos gente respire en el planeta, más posibilidades tengo de llegar a ella.
Mis designios no son inescrutables, son tan claros que iluminan las noches con sangre fosforescente y mi glande refleja la luna cómplice que me admira, supurando un deseo espeso y brillante que forma desesperantes filamentos entre mis dedos cuando meo.
Despedazo a quien está por delante de mí obstaculizando mi visión y mi camino hacia ella. Mi navaja corta certeramente los tejidos que protegen los intestinos. Y la sangre hace rojo mi pensamiento, no puedo detenerme ahí. Practico un corte bajo las costillas y metiendo la mano, les saco los pulmones. El resultado es divino, como si fueran hombres, niños y mujeres con agallas, extrañas mutaciones de humanos-peces en una montaña agreste.
Soy un artista enamorado que rasga seres inútiles con absoluta libertad y desinhibición.
Cuando te acostumbras a desentrañar pulmones e intestinos, te vuelves insensible al olor de los excrementos y la sangre.
Sin embargo, al amor no puedo acostumbrarme, él me ha convertido en lo que soy. Ella y sus pechos de masivas areolas, sus nalgas provocadoras entre las que enterraría mi lengua…
Lo peor son sus palabras, sus labios perfectos (los de la boca) que desatan la ternura que ningún ser humano ha sido capaz de transmitir.
Desde aquí, con los muertos a mis espaldas, la huelo. Husmeo el aire con una dolorosa erección, con los testículos plenos de la leche que deseo derramar en su piel.
Desde aquí, cansado y libre la busco enamorado. Y lo único que temo es que mi deseo pueda herir su piel con mis dientes.
Mi hambre de ella no tiene lugar en este planeta. No hay datos históricos de algo semejante. No hay parangón.
Conmigo muere una estirpe de un solo individuo.
En algún lugar y momento la encontraré y se la meteré. La localizaré y clavará sus uñas en mi pecho y en mi espalda para aferrarse al mundo cuando mi polla y mi lengua la arranquen de la realidad.
Ahora, desde aquí, observo la ciudad. He subido a lo alto para ser más que nadie, para que mi aroma salvaje llegue a ella y su coño se moje.
Para marcar mi territorio que es el mundo entero.
Desde aquí, con mi ropa sucia de sangre seca, con mis manos encostradas de piel ajena, la llamo con gritos primigenios descendiendo al primer estadio de la evolución humana y le ofrezco toda mi libertad, toda mi hostilidad y todo mi amor.
Estáis muertos si os cruzáis en mi camino.
Bajaré la montaña en su dirección, la que marca mi erección.
Es infalible.
La amo con absoluta libertad.
Desde aquí, desde el infierno si existiera.
La tomaré en bestial posesión, no importa los que mueran.
Lo juro desde aquí.
Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.
El drama de amar
Publicado: 27 abril, 2016 en Amor cabrón, Conclusiones, Humor, Lecturas, ReflexionesEtiquetas:Citas, Humor, Iconoclasta, Música, Pablo López Albadalejo, Reflexiones de Iconoclasta, romanticismo, Ultrajant,
No es que haga sol, es que desconfío del cura y dios. No me convencen. Amar es hermosa tragedia. Y yo soy un drama indecente y palpitante.
Silenciosos
Publicado: 27 abril, 2016 en Conclusiones, fotografía, Lecturas, Maldito romanticismo, ReflexionesEtiquetas:Citas, Humor, Iconoclasta, Música, Pablo López Albadalejo, Reflexiones de Iconoclasta, romanticismo, Ultrajant,
Como dos amigos viejos de piel gastada que asisten silenciosos e impertérritos al espectáculo de la vida. Sin nada que decirse, porque al fin y al cabo, ya nada sorprende y todo se cumple con la certeza que da haber vivido demasiado.
Y está bien, que la vida pase ante mí y no ser parte de ella.
Demasiada vida, demasiada sabiduría que no aporta alegría.
La muerte se infravalora en demasiadas ocasiones.
Ser un banco vacío y ajeno a todo…
Es cautivador.
El dolor del agua
Publicado: 27 abril, 2016 en Amor cabrón, fotografía, Lecturas, ReflexionesEtiquetas:Citas, Humor, Iconoclasta, Música, Pablo López Albadalejo, Reflexiones de Iconoclasta, romanticismo, Ultrajant,
«¿Le duele al agua romperse?
¿Le duele como a mí no metértela?
Igual que a mí me duele caminar.
Siento pena por ella, como la siento por mí. Porque nos rompemos buscando el mar y yo buscándote a ti.»
Fragmento de El Dolor del Agua, de Iconoclasta.
El cielo y la grandeza
Publicado: 27 abril, 2016 en Conclusiones, fotografía, Lecturas, Maldito romanticismo, ReflexionesEtiquetas:Citas, Humor, Iconoclasta, Música, Pablo López Albadalejo, Reflexiones de Iconoclasta, romanticismo, Ultrajant,
Ladies and gentlemen, con todos ustedes: el cielo y su grandeza.
Y la hermosa posibilidad de morir bajo su libertad, lejos de la grisentería.