¿Sufren de artrosis las cosas? Aunque no tengan huesos.
Aunque estén vacías.
(Un quebranto que nadie escucha)
Porque lo están ¿verdad?
(Podrido)
Demasiado decrépito para soportar los cables y ahora es el despojo de una marioneta cuyos hilos penden sin que nadie le dé vida.
(No tiene un corazón tallado en su madera)
Está abrumadoramente solo, lejos de toda vida. Se nota en la mirada triste del aislador a la cámara.
(Avergonzado entre tanta vida y verticalidad)
Humillado ante el poste recto y firme de cables tensos.
Solo es un efímero reloj de sol antes de tenderse inútil en la tierra.
(Las cosas no fabrican esperanza)
Pero tampoco hay nadie que dibuje en la tierra las horas que marca. Su sombra es anciana y contaminaría el tiempo con un adelanto de la hora estimada de la muerte.
(Un Pinocho huérfano de hada azul)
Si alguien se apiadara de las cosas, sería culpable de no apiadarse de los humanos.
Es hermoso ver a los patos nadar río abajo y arriba. Divagando con vete a saber qué, mientras sus patas funcionan automáticamente, ajenas a su pensamiento. Es divertido observar cómo se dejan llevar indolentemente por la corriente y de repente, cambiar de opinión e ir en contra sin esfuerzo alguno, disfrutando de ser ellos. Solo les falta fumar. Reflexionar que son perfectos y hacen justo lo que deben, una línea de pensamiento que surge de una forma natural. No están obligados a pagar por el pecado original o el de haber nacido y sacrificar fuerza y salud a un dios o un líder por el simple hecho de vivir. El ser humano en sus sociedades antihigiénicas, antiéticas y criminales debe pagar caro el haber nacido. El ser humano en sus sociedades antihigiénicas, antiéticas y criminales debe pagar caro el haber nacido. No existe en el mundo, salvo los animales de ganadería, otra especie que nazca con pecado original y condenada al tributo o sanción por haber nacido. O deberíamos decir “nazido”, con absoluta propiedad y sin faltar a la realidad. Ningún ser no humano del planeta puede imaginar ser culpable de vivir. Solo la humanidad tiene la suficiente deficiencia mental para no concebir la vida sin pecado, ni pagar caro con una cadena perpetua a trabajos forzados y humillación el respirar. Un primer mono humano creó una sociedad donde el nacido es culpable y está condenado hasta la muerte. No es el gran secreto de la vida precisamente. No digo nada nuevo, solo me limito a describir mis observaciones de la naturaleza y los hechos evidentes. En algún momento un humano incapaz e inútil para la caza o subsistir; pero con el don de la envidia y la codicia, decidió vivir a costa de su clan de unos pocos monos. Y la humanidad evolucionó desde ese hijo de puta y de los idiotas que no le aplastaron la cabeza con una roca. Evolucionó endogámicamente desde esos genes que la definirán hasta su extinción. Y así hasta llegar a este momento, donde un ser humano, yo, debe escribir lo que es obvio para no olvidar ni por un segundo que es descendiente de un cabrón que no tenía la suficiente inteligencia y fuerza para cazar. Y por envidia y ambición lo estropeó todo convirtiendo a todo ser humano recién parido en criminal por vivir. Y claro, a los criminales hay que tratarlos con mano dura y darles unas cáscaras de premio si muestran obediencia. No hay que olvidar que el humano es esclavo de sí mismo por su intelecto inexistente, ergo también de la envidia y la codicia de los no aptos para la libertad: los gobernantes o líderes que nacieron sin habilidades para sobrevivir y tuvieron que parasitar a los aptos, que llamaron pecadores originales para seguir en el poder con la invención de dioses en forma de triángulo, becerros, toros, corderos, serpientes… La especie humana es una de esas mutaciones que no debería haber sobrevivido; pero por alguna aleatoriedad supo hacerse parásita en el planeta. Todo humano es pecador al nacer según dogmas, según políticos o religiosos (no hay nada que los distinga en esta era ya tecnológica). Según los poderosos (con “j” inicial por favor) para mejor definirlos. Es una ofensa a la dignidad y la razón que solo afecta a unos pocos seres humanos con una inteligencia eficaz que trabajan sin otra opción para alimentar a los puercos por una mera cuestión de supervivencia, no por respeto o porque se crean culpables de algún pecado original de mierda religiosa. Porque la religión es y era política, no hay diferencia. De ideologías y dogmas se alimenta la actividad insectil de la especie humana en su cobardía, envidia y estupidez. Por otra parte no hay donde elegir por mucho que conozcan la realidad. Deben hacerlo porque han sido paridos en un mal mundo, en una mala sociedad digna de ser exterminada y erradicar su podredumbre que afea el planeta. Les prohibieron aprender y ejercer su naturaleza, les castraron su posibilidad de vivir libres y por sí mismos apenas nacer. Que nadie se crea que nací indigno e incapaz como aquel primer mono con ambición por frustración, o de aquellos pobres idiotas que lo obedecieron cuando pudieron matarlo. Soy consciente de la mierda con la que intentaron cubrir mi pensamiento, mi inteligencia, desde el momento en el que nací. Afirmo sin duda ni retórica que la vida de cualquier ser humano es más mísera, pobre e indigna que la de cualquier otro animal en el planeta. Y esto, es un hecho, por mucho que quieran aplicar filosofías que solo son pobres sofismas para el consuelo de tantos miles de millones de seres ya, subhumanos. Nacidos con el pecado original y su condena. (Recuerdo vivamente aquel dibujo del libro de catecismo en el colegio, que indicaba en qué lugar de la cabeza del bebé se encontraba el pecado original.) Es denigrante la cochina realidad… Aquel gran error de imbecilidad e incapacidad de hace cientos de miles de años, cuando no mataron al más débil del clan. A aquel primer ambicioso inútil que grabó sobre la genética humana la única y exclusiva mirada que caracteriza desde entonces al ser humano, única en el planeta: la de la envidia. El verdadero y real estigma humano. No murió lo que debía, es así de simple y trágico. Una gran desgracia que se hizo una bola gigantesca hacia la degeneración y decadencia de una especie, de las más jóvenes del planeta y que afortunadamente, no tardará mucho en extinguirse dejando espacio a las especies perfectas, libres de los pecadores originales. Lo importante es que desaparezca la especie humana, no salvar a las abejas. Ojalá pudiera lavar mi sangre de aquella mierda heredada de los imbéciles.
El nacimiento del primer líder humano. Grar decidió no salir a cazar con la partida al amanecer. Pensó que mejor era alimentarse de lo que traía el resto de la manada de monos humanos. Si alimentaban a la vieja mona, a él también. Ya mostraba el brillo de la mirada envidiosa que caracterizaría para siempre a la especie humana. Aquella envidia le daba una inteligencia del engaño y la codicia, que no eran aptas para la supervivencia por sí mismo. Nunca se le dio bien cazar y a menudo era humillado por los cazadores útiles. Se quedó en el asentamiento a pesar de los gruñidos de reproche del resto del clan. La vieja hembra a la que Grar envidiaba, apenas podía caminar, su cadera atrofiada y deformada no daba más de sí. Se quedaba al cargo de la vigilancia, para avisar con gritos a la manada en caso de invasión de un clan rival. Grar y la vieja Bruhr se gruñeron con hostilidad cuando la manada se internó en el bosque. La vieja mona, con desprecio, lanzó al rostro de Grar un puñado de tierra y hojas. El macho inútil tomó del suelo una gruesa rama y la golpeó hasta matarla. Hasta que la cabeza se fundió con la tierra. Con la sangre de la mona se embadurnó el rostro y esperó a que llegara la partida de caza dormido al sol en un claro cercano. Al atardecer, las cinco hembras y los ocho machos, llegaron al asentamiento con tres torcaces, dos conejos y un jabato. Gritaron y gruñeron asombrados y furibundos al ver el cadáver de la anciana y el rostro ensangrentado de Grar. El macho alfa, Trun, un tipo pesado y osco, se lanzó con el puñal de sílex hacia el asesino. Grar había atado a la rama una gruesa piedra. Antes de que el puñal se acercara demasiado, la maza golpeó a Trun que cayó muerto en el acto con un surtidor de sangre manando de la sien. Acto seguido, Grar se acercó a uno de los monos más jóvenes, no más de diez años; ante la mirada atónita de la manada, le golpeó las tibias y el pequeño cayó al suelo aullando. Siguió golpeándolas hasta hacerlas pulpa. Le arrebató el conejo que aún llevaba en la mano y lo devoró desgarrándolo con dientes y dedos. El resto de la manada, de una forma inaudita, se acobardó. Ningún otro macho o hembra se atrevió a retarlo. No mató al pequeño. Hizo guardia a su lado para que nadie se acercara a ayudarlo. El crío, con toda probabilidad debía sufrir una trombosis pulmonar por las heridas, cada vez que respiraba tosía débilmente y expulsaba sangre. Cuando comenzaron a asar el jabato, Grar exigió blandiendo la maza, la mitad del asado. El pequeño que aún no tenía nombre, fue ignorado en su agonía. Un enjambre de insectos nocturnos cubría sus muñones ensangrentados y las garrapatas se engordaban enganchadas en brazos y nalgas. Lentamente se debilitaron sus gemidos y se convirtieron en rápidos jadeos. En un momento dado intentó coger aire y vomitó una gran bocanada de sangre. Murió por fin poco antes del amanecer. Y así fue en aquel amanecer, Grar era ya el primer líder político-religioso de un asentamiento humano. Folló a las hembras y parieron monos muy parecidos a él. El resto de machos, obedeciendo a Grar, no solo debía cazar, sino conseguir nuevas hembras robándolas de otros asentamientos. Antes de llevarlas ante Grar, eran montadas por los raptores en el bosque. La manada de monos humanos, creía que la agresividad de Grar les protegería de otras tribus rivales. No era así, Grar no era valiente con quien no conocía. Negoció hembras y crías como esclavos y comida a clanes rivales y se aliaron. Se formaron los cimientos de los gobiernos. A partir de aquel momento, los individuos serviles y no aptos para la caza y la supervivencia hicieron coro de adulación a los dominantes inútiles, y se convirtieron en hechiceros o en acusadores: jueces religiosos, adivinadores… Toda la parafernalia parasitaria de toda sociedad. Los crías que nacían, mayoritariamente portaban el gen de la obediencia y el miedo de forma ya irreversible. Descendemos de aquellos envidiosos y de aquellos cobardes. Y nada ha variado salvo la decoración. Y que nadie se equivoque, los monos inteligentes y creadores han sido la excepción en estos centenares de miles de años, el resto de monos simplemente usurpó el conocimiento y los descubrimientos de aquellas pocas rarezas con inteligencia inventiva e investigadora que surgieron como anomalías o mutaciones. En los últimos cinco mil años se perfeccionó y asentó la cobardía y la envidia en el ADN humano gracias a la higiene y el conocimiento de la curación o medicina, que dieron una vida más longeva a la humanidad y por tanto, se produjo una reproducción ratonil de los seres humanos convirtiéndose así en una amenazadora plaga. Si no hubiera sido por esas pocas mutaciones humanas con inteligencia que prolongaron la vida humana, a día de hoy lo único humano que se encontraría en el planeta estaría grabado en una piedra, sería un fósil. Más que sufrir el pecado original, la especie humana debería sentir vergüenza de lo que pudo ser y fracasó: un animal digno sin pecados, sin una vida humillada desde el nacimiento mismo.
Un niño de ocho años con genitales masculinos sintió curiosidad por ver el mundo que dejaba tras de sí. Observar cómo se alejaba todo cuando caminaba.
Algo maravilloso ocurrió en su cerebro, porque no existían las enfermedades mentales. Se detuvo frente a papá y mamá biológicos, como era ley llamarlos en la escuela; en la asignatura de Catecismo de Familia Inclusiva: madre y padre biológicos o bien madre y padre del amor, lo que correspondiera.
Y dobló la espalda hacia atrás rompiendo con un terrorífico crujido la columna vertebral, hasta que la nuca descansó contra las pantorrillas. Ahora veía del revés a su padre biológico avanzar hacia él y le pareció mágico.
Papá biológico gritaba alarmado su nombre: Julia. Ya no había nombres de niño o niña. Mamá biológica en su niñez fue lesbiana y papá biológico dejó el travestismo cuando la conoció en el instituto.
Papá biológico hablaba por teléfono solicitando con gratas palabras una ambulancia para su hijo biológico con el terminal frente a los labios para que identificaran si estaba infectado de coronavirus. Mamá biológica se había detenido y gritaba afectada, porque estaba prohibida la palabra enloquecida, le enseñaron que se derivaba de loca y no existían locos y locas por decreto.
Julia caminaba alrededor de su padre, que seguía suplicando con todo el respeto que es debido a la Autoridad Sanitaria ayuda médica para su hijo.
El pequeño Julia trotaba feliz con la cabeza colgando entre las piernas, fue algo hediondo de ver cuando se cayó y se rompió los incisivos y los labios se partieron. Se agitaba como una lombriz aplastada por la mitad luchando por recuperar una verticalidad instintiva. Sus intestinos dejaron escapar excrementos que contaminaron el aire. Un policía hombre con genitales masculinos les amenazó con multarles climáticamente.
Una mujer con cabeza de hombre y genitales femeninos que pasaba por allí, aplaudió al agente.
El papá biológico elevó al pequeño Julia por la cintura y le aconsejó con voz serena, para evitar denuncias de maltrato, que apoyara las manos en el suelo para mantenerse en pie. Una joven mujer con genitales de mujer, con el móvil grabó un video hasta que llegó la ambulancia. Y lo colgó en Yutup como Niño Bisagra, al instante se hizo viral (“famoso” estaba en desuso y casi prohibido). Y se convirtió en tres minutos, Dana Ortiz, en influencer millonaria (bustos parlantes de internet que por alguna inexplicable razón captaban la atención de millones de mujeres con genitales masculinos o femeninos y millones de hombres con genitales femeninos o masculinos).
Fue muy comentado por los seguidores el plano del rostro amoratado de Julia, congestionado por la bajada de sangre a la cabeza y las escleróticas de sus ojos teñidas de sangre dándole un aspecto fiero, demoníaco. De sus labios partidos caía una baba semi coagulada, muy espesa y rosada que inundaba las fosas nasales.
A pesar de todo, Julia sonreía divertido como cualquier niño jugando, y se convirtió aún sin saberlo, en el amado fundador de los Caballetes Humanos.
La Excelentísima Doctora que acudió a la llamada de papá biológico, felicitó a Julia por tan feliz y valiente idea, lo plegó bien para que no desestabilizara la camilla y lo trasladaron al hospital.
Por alguna razón que no pudieron explicar los médicos, el niño seguía vivo y con las piernas y brazos operativos tras partirse la columna vertebral; pero su nueva condición, libremente elegida por Julia, tuvo consecuencias: las piernas quedaron rígidas como estacas, es decir sin articulación en las rodillas. Nunca más podría ponerse derecho, los intestinos se vieron afectados neurológica y posturalmente (los excrementos encontraban una gran dificultad para ser evacuados), se le hizo una colostomía permanente. El pene, era funcional, aunque debido a la antinatural morfología, orinar era difícil y antihigiénico, lo sondaron. Pronosticaron su ceguera en no más de tres años. A los seis meses los ojos colapsaron por la presión sanguínea y le trepanaron el cráneo para instalar una válvula de purga de sangre. Nunca más volvió a experimentar como quedaba atrás el mundo cuando caminaba.
Dana la influencer documentó con el permiso de la familia y pagándole un porcentaje de sus ganancias, el día a día del niño Julia que se convirtió en el símbolo de la libertad de cada cual a ser lo que deseara a costa de los demás.
Uno de los momentos más emocionantes que recuerdan millones de seguidores, fue la primera masturbación asistida de Julia, cuando llegó a la adolescencia, un año y medio después de convertirse libremente en aquella cosa. Tenía doce años.
La madre biológica retiró la sonda, tomó en sus manos aquel pene tierno y pálido y escupió en el prepucio. En principio fueron caricias sosegadas, delicadas, hasta que el falo se inflamó y se puso rígido; a partir de ese momento la masturbación fue frenética y el niño lloraba de placer y emoción. Balanceaba con paroxismo la cabeza entre las piernas ante la proximidad de la eyaculación, ante la millonaria audiencia que lo seguía. José Luís, la madre biológica, mostró su mano goteando semen ante la cámara, Julia aún gemía excitado, con los pulmones colapsados por la prolongada y agitada posición en V invertida y el rostro congestionado de sangre. Abrió la válvula instalada en la sien derecha para purgar el exceso de sangre. Sus ojos opacos, saltones y ensangrentados, miraban a un lugar donde no se encontraba la cámara para dar más dramatismo a la escena. La transmisión finalizó con la boca del adolescente en un rictus obsceno, jadeaba con la lengua colgando por encima de la nariz.
Dana contaría en una emisión por Yutup dos días más tarde, que Julia exigió a su madre que le hiciera un par de felaciones cada día.
En las redes sociales había un tráfico demencial. Se pagaban pequeñas fortunas por ver las mamadas en directo por webcam, entre los seguidores se encontraba el Caudillo de la Nación, que manifestó en una entrevista televisiva: “Ha sido lo más hermoso que una madre y un hijo habían llevado a cabo jamás”.
Un consejo de ministros decretó la condecoración a José Luís como madre biológica excepcional de aquel estado democrático de pleno derecho.
A los trece años Julia perdió la capacidad de hablar. Solo salían gruñidos de su boca debido a que órganos como la laringe, cuerdas vocales y úvula, se lesionaron o degradaron. Un transductor implantado en el cuello escribía en la pantalla de un smartphone lo que el pequeño Julia pretendía decir. A esa misma edad sus riñones dejaron de funcionar y no había posibilidad de trasplante debido a que la zona lumbar era inaccesible. Los riñones estaban ocultos en el ángulo interior que formaba su cuerpo, entre las nalgas y la espalda. Romper la columna vertebral de nuevo para dejar su torso erecto, lo mataría.
Cada dos días se conectaba a una costosa máquina de diálisis para depurar la sangre.
En una de las emisiones de Yutup, se pudo ver como la madre de Julia, dejaba en la meseta que formaba el vientre una toalla para secar tras el aseo el rostro de su hijo.
Alguien escribió en los comentarios, que no era un ser humano, sino un caballete.
Y aunque muchos seguidores le afearon e incluso le insultaron por ello, no pudieron evitar referirse a Julia, como el caballete.
Aprovechando el tirón viral, la madre, el padre y la influencer, impulsaron una plataforma social para la protección de los Caballetes Humanos que pronto tuvo una masiva cooperación con fondos y actos de voluntariado. Julia se convirtió en el primer niño caballete activista por los derechos a la libertad de transformar el cuerpo y por una vida digna.
Un día, eyaculó ante la webcam semen ensangrentado, los testículos se habían infectado y lo castraron; pero tarde, la infección se extendió y murió a los catorce años.
En todo el mundo, más de quince mil niños, alentados por sus madres y padres biológicos o bien del amor, hicieron el rito de conversión en caballetes humanos para ver el mundo alejarse cuando caminaban.
Diez mil dieciséis murieron en el acto de quebrar la columna vertebral y sus padres recibieron cuantiosas ayudas económicas a costa de los presupuestos sociales por la trágica pérdida sufrida en nombre de la libertad de elección.
La OMS creó un protocolo de tratamiento para evitar el deterioro físico de los caballetes humanos. Las afecciones del habla y la visión consiguieron ser contenidas con cirugías ortopédicas y medicación para la hipertensión así como licuación de la sangre para hacerla menos densa.
Seiscientos murieron con hemorragias internas entre los ocho y diez años de edad.
Se crearon jardines infantiles de uso exclusivo para estos niños, a los que llevaban sus progenitores biológicos o del amor, con una correa ceñida a la bisagra o vértice (la cintura de los que eligieron libremente no ser caballetes) para guiarlos y evitar las frecuentes caídas que provocaban humillantes y jocosos comentarios entre seguidores y público.
La sociedad parecía perder su capacidad de emotiva tolerancia hacia los monstruosos caballetes humanos.
Se prohibió la práctica del contorsionismo porque podía ser una forma de falsificar el estatus social y se consideraba ofensivo para la dignidad de los caballetes.
Los progenitores de los caballetes humanos que sobrevivieron al rito de transformación exigieron al estado que las pizarras en las escuelas se colocaran al revés, así como semáforos a nivel de suelo y prohibir la presencia de perros en las calles. También se sacrificaron los perros de los hogares para evitar que en algún momento escaparan e invadieran la calle que se haría prioritaria para los caballetes.
Les fueron concedidas semejantes demandas por los corruptos gobernantes del planeta, ávidos de votos fáciles. Pretendían ser gobiernos de la bondad y la piedad. A pesar de ser solo cuatro mil el número de caballetes vivos, los gobiernos pensaron que podrían ser con el tiempo muchos más, y se adaptaron escuelas, semáforos y señales viarias para los caballetes, los hubiera o no en todas las ciudades del mundo.
El papa de Roma beatificó en una gran gala a los pocos más de cuatro mil caballetes humanos de entre siete y trece años de edad.
El primer caballete humano que llegó a la mayoría de edad, fue designado presidenta honoraria de los Caballetes Humanos. Se trataba de una mujer con genitales masculinos llamada Feodor. Su secretario se hacía cargo de su movilidad y saciaba su deseo sexual, a los cuales tenía un derecho innegable.
Recibía a niños en su despacho para informarlos y demostrar con ella (a pesar de sus genitales masculinos, así quiso ser tratada) como ejemplo, la importancia de ser un caballete y los grandes beneficios sociales y económicos que reportaba semejante estatus.
Muy pronto se exigió una cuota de presencia de caballetes humanos en todas las instituciones mundiales. Se prepararon y organizaron espacios en las empresas y la administración del estado para la inclusión de caballetes adultos.
Debido a sus dificultades respiratorias, decretaron los caballetes humanos, como ministros de sanidad, los cierres de las tabacaleras y el consumo de tabaco en todo lugar, incluidos los hogares. Si ellos no podían fumar, nadie debía hacerlo. La sanidad pública celebró a sus nuevos ministros aplaudiéndolos en grandes concentraciones y promocionando con cortometrajes emotivos su gran capacidad para salvar a la humanidad de sí misma.
Consiguieron grandes sueldos y se elevaron a una casta superior a la de los seres humanos que habían elegido ser como nacieron.
Se fabricaron camas verticales con bisagra, se doblaban formando ángulo, bien podían dormir sobre el vértice o dentro del ángulo formado.
A medida que los caballetes llegaban a la mayoría de edad, eran situados exclusivamente en puestos del gobierno. Y exigieron secretarias y funcionarios caballetes, como ellos. Los gobiernos ofrecían grandes cantidades de dinero a funcionarios para que se partieran la columna vertebral mediante cirugía y así trabajar para los mandos caballetes.
Los momentos de actividad sexual estaban incluidos en la jornada laboral de los caballetes con altos cargos en el gobierno. Precisaban de especialistas sanitarios que los alzaran o movieran adecuadamente para realizar el coito, las estimulaciones orales o masturbarlos. Para las actividades anales disponían de largos vibradores articulados y flexibles para acceder al ano. Con el tiempo, en los despachos se colgaron columpios ortopédicos del techo para facilitar las penetraciones; pero siempre necesitaron la ayuda de humanos erectos.
Cuando los caballetes humanos sobrepasaban los veinticinco años de media, sus testículos se secaban y pudrían debido a la malformación del sistema circulatorio, por lo cual debían ser castrados e indemnizados millonariamente.
Un par de ellos se balancearon en las ventanas de sus despachos para precipitarse al vacío gritando que no podían correrse y “mi puta polla está muerta” o “mis cojones se han podrido”.
Gran cantidad de ellos se deprimían o sufrían graves alteraciones psicológicas que los llevaban a la violencia y mal trato de su servicio personal y humanos erectos en general, a los cuales discriminaban desde sus puestos de poder.
Entre la población se puso de moda llamarlos bisagras, cangrejos o rotos de mierda.
Y pronto se pasó de las palabras a la violencia.
El primer brote se dio en un colegio de primaria. Un niño erecto durante la ausencia de un profesor hombre con genitales masculinos, empujó al caballete humano diciéndole: “Me das asco. Tú no eres mejor que yo, cosa mierdosa.”.
El caballete humano se retorcía en el suelo entre una fila de pupitres intentando de algún modo incorporarse a cuatro patas. Los niños erectos del aula hicieron un corro en torno a él riéndose e insultándolo. Le llenaron la boca y la nariz con tizas hasta asfixiarlo.
Los treinta escolares de entre nueve y diez años fueron acusados de crimen contra la humanidad y la decencia. Los condenaron a cadena perpetua.
Un influencer secuestró a un caballete funcionario de baja categoría y en un almacén en ruinas e inidentificable lo decapitó ante la webcam, demostrando que por el tratamiento médico al que eran sometidos para prolongar la vida, sus cabezas cortadas seguían vivas durante diez minutos.
Feodor, la presidenta de los Caballetes Humanos, en un comunicado de prensa dijo haber tramitado un suplicatorio al tribunal para que los treinta escolares fueran condenados a muerte por decapitación. Tres días más tarde el palacio que le había sido asignado como vivienda oficial estalló con sus secretarios y cuidadores dentro. Murieron con ella, cincuenta y seis erectos y diez caballetes auxiliares.
Respecto al influencer que decapitó al funcionario caballete, los medios anunciaron que lo habían capturado, le partieron la columna vertebral con un martillo y luego fue decapitado a los pies de la Torre Eiffel como ejemplo para la humanidad.
Había rumores de que los servicios secretos del estado escogieron un influencer al azar y el verdadero asesino nunca fue descubierto.
Los humanos erectos en grandes multitudes organizaron manifestaciones y huelgas violentas exigiendo igualdad de trato. Era una atrocidad cometida por el estado el someter a los humanos erectos a la dictadura de los bisagras o caballetes que tan solo eran tres mil a esas alturas los que vivían.
Los gobiernos del planeta viendo peligrar sus votos eliminaron los privilegios de los caballetes. A partir de aquel momento fueron cazados sistemáticamente hasta su extinción. Al igual que los progenitores y los hijos adoptados por ellos.
No quedó nadie que hubiera sentido la más mínima simpatía hacia ellos.
En las escuelas anularon los sistemas de giro de las pizarras para los niños caballete y se destruyeron los semáforos y señales viarias para ellos.
Los últimos doscientos caballetes en el poder fueron eliminados en sus despachos en una operación mundial sincronizada por grupos de humanos erectos voluntarios. Los asfixiaban obstruyéndoles las vías respiratorias con colillas de cigarrillos y segundos antes de morir, tomando sus piernas y brazos, los enderezaban con un fuerte tirón. Luego los arrojaban por la ventana al vacío.
Los caballetes humanos cayeron en el olvido gracias a la eficaz revisión de la memoria histórica por parte de los gobiernos del mundo.
La ciencia avanzó. La gente podía cambiar su cabeza por la de sus animales preferidos o mascotas.
Y por ello surgieron miles y miles de cazadores de humanos-bestias.
Debido a aquellos trasplantes terribles y dada la baja calidad higiénica de los hospitales que ofertaban tales servicios, se desarrolló una potente bacteria que extinguió a la humanidad en cuatro meses. No quedó rastro alguno de la genética humana en el planeta, al menos, ninguna viva.
El resto de especies animales, tras milenios de evolución, aprendieron a hablar y elaboraron un lenguaje claro y preciso; pero siguieron viviendo como lo hicieron durante millones de años desde que surgieron en La Tierra.
Ningún meteorito cayó del cielo.
Simplemente, La Tierra se agotó y dejó de girar. Se convirtió en un astro sin vida. Abrasador de día, gélido de noche.
Camina pensando en sus banalidades de prostituta. En un momento dado no sabe dónde se encuentra y mira agitada y angustiada en derredor intentando hallarse en la ciudad. Tenía el cerebro podrido e incluso lo podía contagiar si eras débil o niño. A aquella puta le pasó unas cuantas veces. Se colocaba con drogas que conseguía en el trabajo a cambio de una mamada o una mala follada, incluso grupal; su coño era un cóctel de sémenes distintos. Su boca y su coño eran idiotas. O son, no sé si aún vive, y lo cierto es que tanto me da que viva o muera. Me la pela. Solo me revuelco desinhibidamente como un cerdo en el viejo y apestoso barro. En algún momento me confundió con un asistente social de yonquis. Pensaba que su coño era una joya irresistible, nunca le dije que olía a excremento. A veces cometo actos de piedad. Es una generosidad propia de los recios. Y en algún momento le di la patada porque no nací para misionero, soy discreta e infinitamente malo y perverso. Por supuesto, selectivo, mi cerebro no está podrido solo es indecente e indecorosamente eficaz; puedo apreciar cosas si me lo propongo. Una vez participó en la marcha de las putas; pero claro, no era de esas putas. Las putas no son malas personas por definición, ella sí. No sabía mamarla; pero le ponía interés. Y si no por arte y profesionalidad, por aburrimiento también te puedes correr, les ocurre a los borrachos; incluso sin que se la chupen. Me gusta la indecente poética de lo sórdido… Dicen que uno tiene la vida que se merece. Una mierda, es una puta suerte, una ruleta que reparte premios podridos en mayor o menor medida. Han confundido el misticismo con la ignorancia y el infantilismo. Ser adulto e ingenuo es lo mismo que ser retrasado mental. La vida no tiene desperdicio, me refiero a lo literario, a lo sórdido. Me muevo bien en ello; como el cerdo que he apuntado. Juego con ventaja, tratar con una puta mala es infinitamente más relajado que salvar la vida. Y si algo aprendes, o debieras aprender si no eres como la puta del cuento, es que la parte mala de la vida la has de extirpar cuanto antes, es en lo único que no has de reflexionar. Sé veloz e impío arrancándote las putrefacciones, aunque tengas que perder parte de ti. Porque apenas hayas leído esto, yo podría estar muerto. O tú. Yo pretendía ser un escritor de esos atormentados, hechos mierda por los golpes de la vida. Y mira por dónde, que he salido un buen hijo de puta. Soy la parte de la naturaleza humana que intentan barrer bajo la alfombra. No me quejo. Me gusta, qué cojones. Prefiero ser odiado a comer mierda. Si hay algún problema, encontraréis cochinas ventanillas de reclamaciones para tarados en cualquier lugar de esta sociedad degenerada e hipócrita; y también puta e idiota hasta para hacer mamadas. Y hoy tengo un buen día.
La especie humana no tiene futuro a largo plazo. Es una especie animal que ha caído en la endogamia. Nace todo lo que no debería nacer por naturaleza y los especímenes humanos han alcanzado tal longevidad, que sus genes se replican con una frecuencia que en sus inicios estaba vedada. Básicamente, la vejez existe para acotar la reproducción. Padres viejos y débiles: hijos débiles, cebados y cobardes. Es lo mismo que ocurre con las ratas que, al tener una reproducción tan rápida y abundante, mutan su genética a demasiada velocidad para el ecosistema que ocupan, por ello tienden a canibalizarse. Esta misma endogamia ha llevado a la especie humana a hacer del consumismo o la vida urbana su hábitat y única forma de vida; y por tanto ha modificado la educación y el desarrollo intelectual de sus crías hacia una culturización y costumbres que han dado cabida a especímenes de una gran cobardía y debilidad en tanta abundancia, que han aplastado a los especímenes idóneos para la vida; para una vida sana y acorde con su naturaleza. Desde el momento (hace decenas de años ya) en el que los abuelos o viejos se han dedicado a criar a los hijos de sus hijos para que el macho y la hembra puedan mantener una vivienda de propiedad y un coche, se ha desarrollado una infancia maligna para la naturaleza humana, una infancia que ha denigrado la fortaleza de la juventud con los ancianos como figuras paternas y maternas. Los abuelos o ancianos, han criado a sus nietos bajo las bases de su propia debilidad y miedo. Esto es: “no corras que te puedes caer”, “tápate bien no te resfríes”, “no comas tanto”, “si estornudas estás resfriado y si toses un poco, al médico”, etc… Han vivido demasiadas horas con una calefacción anormalmente alta para un espécimen joven; o con el frescor artificial de un acondicionador de aire. Han desarrollado el miedo de sus viejos educadores al calor, al frío, al viento, al esfuerzo, al sudor, al enfrentamiento y a la autosuficiencia o independencia propia y con ello, miedo a la libertad. La educación que han recibido en las escuelas, sin filtro alguno por parte de unos abuelos y padres criados en la misma política institucional, es puramente insectil, se les ha instruido en la firme creencia de que su naturaleza es colonial y que su cerebro no es apto para la creación o para el libre pensamiento. Es ya proverbial la presencia a nivel planetario, de grandes rebaños de miles de especímenes jóvenes humanos reunidos, para colonialmente (al igual que las termitas y las hormigas) embriagarse y escapar así de la frustración de ser auténticos machos y hembras castradas de toda libertad y autonomía, tanto física como intelectual. El indicativo inequívoco de que la especie humana se ha decantado a la naturaleza insectil o colonial. En definitiva, cientos y cientos de generaciones castradas, han parido crías castradas casi genéticamente. Y por si fuera poco, se les ha atrofiado maliciosamente (dudo mucho de que sea lo que parece en un primer análisis: ignorancia) el innato sistema inmunológico con la aplicación de vacunas banales para combatir las enfermedades de la infancia como sarampión, varicela, paperas, etc…; inhibiendo así su natural sistema de defensa frente a las enfermedades. Nos encontramos ante una sociedad decadente que ha creado cientos y cientos de generaciones débiles y defectuosas que han llegado a ocupar cargos de poder económico, político y judicial. Y estos malcriados de la decadencia son los que ostentan el fascismo de un coronavirus con mano firme; pero es una mano débil, indigna, sin decisión ni efectividad alguna. Es la mano del miedo, de la mala educación y de una genética ya degenerada que rige los movimientos y la respiración de un plebe que ya no cabe en sus ciudades, que se asfixia. Un pueblo malcriado incapaz de entender su propio organismo, que ante los bandos del fascismo, dice sentirse enfermo e inmovilizado por el miedo. Y es razonable, porque las especies sometidas a estrés (ya sea por miedo real o inducido por propagandas institucionales) anulan sus capacidades inmunológicas. El sistema nervioso es el que rige la creación de anticuerpos y si se altera, la hipocondría desarrollará al final, un síntoma, el que el estado fascista dicte a sus plebes dominadas y sometidas con el miedo cuasi supersticioso. La mano fascista del miedo y la obediencia, del acoso y la dominación, es la mano que señala la extinción de su especie. La especie humana que ha adoptado la defensa del avestruz escondiendo su cabeza en un hoyo y abandonando a sus hijos a un desarrollo cobarde e indigno de la infancia. De cualquier forma, por lo que se ha podido ver, la especie humana ha sido bastante longeva, ha podido ver y provocar la extinción de muchas otras especies. No se puede quejar, tuvo una buena vida. Y ahora le toca desaparecer. Y no será por el coronavirus, si no por las guerras que provocará el fascismo desatado con la excusa de una gripe nueva. Porque los nuevos fascismos que han surgido con el coronavirus preparan ya grandes incineraciones de cuerpos vivos o muertos como ya se vio en la era de Hitler y sus brazaletes nazis o pasaporte covid en la actualidad. Por muy castrados que estén los especímenes humanos, siempre queda el rescoldo in extremis, de un instinto de supervivencia. Estos mismos fascismos producto de la decadencia han mostrado la cara más indigna, cobarde y mansa de una especie que nació como cazadora y se ha convertido en presa, en una especie estática como el coral, que malvive en unos arrecifes que han empezado a ennegrecerse. La historia tiende a repetirse, y cada día con más frecuencia gracias a la deformación informática del pasado, del presente y el futuro. El gran oscurantismo que reinó durante muchos siglos en la historia, vuelve a reinar de nuevo; el tiempo que dure el proceso de extinción humano. Lo que tarde en morir el último humano devorado por otra especie más fuerte e inteligente, por radiación nuclear, por pisar una mina o un tiro en la cabeza que se descerraje él mismo. Lo que importa es que la especie que está llamada a desaparecer, debe hacerlo y dejar espacio y alimento a otras que empujan para ocupar su puesto en la cadena trófica del planeta.
Hay gente que se esfuerza en entender y buscar la razón que explique tanta banalidad y engaño político y económico con argumentos apoyados en la fe de que la sociedad es capaz de encontrar algo de justicia entre las leyes creadas para defender el dinero y el poder; y así defender libertad y dignidad. Creen sinceramente convencidos por una lógica y una ética que no existen, que las cosas pueden cambiar; repararse más concretamente de forma pacífica, negociando o pactando.
Es mentira, es una ingenuidad creer algo así.
Y así transcurre todo inamovible, con las mismas esperanzas y frustraciones durante milenios.
No pueden asumir, debido a un pensamiento condicionado e integrado en la sociedad, que los más altos valores que rigen toda sociedad basada en poder y obediencia (de hecho, no existe otro tipo de sociedad), es la envidia, la ambición y la represión.
Cuando toda esa mezquindad se quiere explicar o excusar mediante leyes, política y moral; se otorga impunidad a los grandes estafadores electos, a los tiranos y a los ministros religiosos.
Si un estafador es tratado como político es impunidad.
Solo saliendo de ese círculo vicioso (como ocurrió durante un breve tiempo con la Revolución Francesa, una excepción que rara vez se da en la historia), se puede identificar correcta y realmente a los políticos y su ambición desmedida de poder y dinero. Al reconocerlos como criminales, la conciencia propia se relaja y el pensamiento se hace más grande y potente una vez liberado del yugo de la presión social que excusa lo inexcusable por medio de esperanzas y argumentos que se esconden tras un grueso pellejo de estafa, cobardía, ignorancia e indolencia.
Saber que todo permanecerá igual que los milenios pasados o peor, otorga de por sí al pensador una visión clara, la herramienta necesaria para su liberación intelectual con la que a su vez, podrá asumir y entender que política, economía y religión son un conjunto de degeneraciones que más tienen que ver con la ganadería que con la humanidad.
Saber y entender que el poder de las actuales pseudodemocracias ahoga y asfixia, que no hay protección alguna a pesar de lo que te roban y pagas, es un acto de madurez contra tanta estafa, tiranía e hipocresía.
No dar crédito a los grandes estafadores de la política, la economía y la religión, es dignidad.
Por la evolución de millones de generaciones castradas mentalmente a lo largo de la historia, el instinto de defensa y supervivencia se ha fulminado definitivamente en la especie humana. Y esperan encerrados en sus establos produciendo la miel y leche necesarias para alimentar el poder político, religioso y económico; esperan con fe ciega que sus ministros y sacerdotes los guíen y los salven del hambre y la enfermedad.
Lo que en un tiempo lejanísimo se arreglaba por la fuerza y evitaba así la proliferación de cobardía, ambición y envidia, ahora se eterniza con sesudas discusiones y explicaciones de erróneas y amañadas comprensiones nacidas de la decadencia actual con votos, aplausos, fanatismos y militancias.
Y así, el poder actúa cada vez con más impunidad y virulencia, con el beneplácito de sus ingenuos votantes frustrados que, prefieren engañarse a sí mismos a realizar el esfuerzo de la correcta y digna defensa; pero sobre todo, si reconocen la degeneración de la sociedad en la que viven, deberían reconocer la suya propia y su cobardía; cosa que no les complacería si tuvieran la suficiente intelectualidad y cultura para concluir que gozan de semejantes “virtudes”.
Un solo tarado estafador, alimenta y da esperanza a millones de seres, sin que haga ninguna de las dos cosas. Desde siempre ha sido así.
Es una sociedad ciega que ocupa todo el planeta. Y no sé ya si su cobardía se debe a esa ceguera, o la cobardía le infectó los ojos. A efectos prácticos poco importa el origen o causa de ambas cualidades.
A efectos filosóficos, como ocurre desde tiempos inmemoriales, se han convertido la ceguera y la cobardía, el gobierno y la estafa; en un misterio indescifrable para ocultar la indignidad de que millones de seres humanos sean pastoreados por un sujeto de pocas luces y mucha suerte.
A un parásito, el gobernante; se une otro en simbiosis, el filósofo que los disculpa con sus meta estupideces (los filósofos, al final acaban creando leyes, tradiciones y culturas adecuadas para el rebaño). Al fin y al cabo, el filósofo, como animal nacido en granja, se avergüenza de sí mismo excusando al poder y por tanto su dignidad al vestir de complejos pensamientos su propia cobardía, inoperancia e indolencia.
Cuando la mente se hace pedazos el cuerpo no atina en ningún movimiento, ni en la articulación de las palabras. No sé porque no se sincroniza la muerte del cuerpo con la de la mente. Es pornográfico que vaguen cuerpos con el cerebro podrido. ¿Es acaso una última forma de la naturaleza para dar alimento a los que no han tenido un buen día de caza? Tal vez sea eso. Un cuerpo descontrolado, excretando, abonando… Un cuerpo que vagabundea para servir de comida. Pero nadie caza esos cuerpos. Ése es el problema. No es una noticia feliz. A veces, los que tienen las mentes hechas pedazos aciertan a follar de forma accidental. Sin pretenderlo, tal vez en sus cerebros podridos guardan la reminiscencia de un episodio sexual y consiguen encontrar sus genitales en su cuerpo idiota. Y nacen bebés con la mente hecha pedazos, obedientes pero inoperantes. Y crecen, se eternizan sin control. Los cuerpos idiotas son un peligro en cualquier especie, la estropean. La pudren. Las mentes hechas pedazos han nacido de una endogamia azarosa e inevitable en el hacinamiento. Las grandes concentraciones de seres de cualquier especie acaban degenerando las líneas genéticas por los graves efectos consanguíneos de un follar ebrio e idiota. Hay animales que no han nacido para vivir en rebaño; pero no lo saben por desidia, por cobardía, por ignorancia, porque nacieron así de defectuosos… Una tara pegada a otra tara, a otra tara, a otra tara… Las mentes hechas pedazos no pueden impedir que los cuerpos sin control rellenen sus propios agujeros con materiales orgánicos e inorgánicos. Los anos han perdido su función para sacar y son para meter, las vaginas son meros estuches portaobjetos, los penes son orgánicos enemas de esperma y orina. Toalleros obscenos que nadie usaría, ergo patéticos. Los cuerpos idiotas se cortan las venas, o se tiran desde decenas de metros al vacío. Sin saber por qué. Si sus mentes no estuvieran hechas pedazos, sabrían que se matan por frustración de la más alta pureza. No hay cementerios para las mentes y ese cadáver se queda en los cuerpos torpes infectándolos con su descomposición. El dios de las mentes hechas pedazos solo supo hacer cosas semejantes a él. Murió el dios y sus creaciones ahora yerran sin padre, gimoteando imbécilmente. Estamos abandonados…
España es una de las sociedades más oscuras y opacas del mundo, es el ejemplo máximo del advenimiento de la tiranía de los estafadores de paternal retórica; pero no quita por ello un ápice de despotismo al resto de países que anuncian una nueva era de mierda gracias al terrorismo de estado del coronavirus: en lo que se han convertido sus habitantes o votantes y el destino que les espera. En Ripoll, donde vivo, hay un túnel bajo las vías del tren que lo resume todo con una decepcionante y escalofriante claridad. El acoso y la extorsión en España, es tan solo la muestra de un catálogo de miseria, hipocresía y control dictatorial a los que se verán sometidos todos los rebaños humanos de todas las naciones-granjas. Igual que España, el resto del mundo ha marcado un camino lleno de sombras, sin ninguna bifurcación, sin un lugar en el que protegerse de la amenaza de los policías que hacen guardia formando oscuros muros de opresión. De aniquilación de cualquier tipo de libre pensamiento. Así han quedado la sociedades una vez aniquilada la fuerza, la pasión, la creatividad y la libertad del individuo: todo son manadas de rumiantes sin más inquietud que mal reproducirse ebrios e idiotas. Han hecho de la vida un túnel sucio, de paredes ennegrecidas por la pobreza, el miedo, la represión y la mentira institucional. El pensamiento creativo, el poder y libertad del individualismo han sido devorados por la imbecilidad de la sociedad grupal, del pensamiento insectil que insulta a la inteligencia única de cada hombre y mujer de los que aún pudiera haber. La mediocridad más pura, más carente de ningún tipo de rasgo, se ha instalado de la mano del gran engaño, ha creado un pensamiento obsceno, comparable al de una colonia de insectos cualquiera. En la oscuridad de esos cenagosos muros del túnel se castrará con comodidad y en serie a todos los humanos que aún ostenten un libre pensamiento crítico, convirtiéndolos en cerdos de granja que avanzan hacia el dibujito que ellos ven como una pantalla de ordenador conectado a la red. No se dan cuenta que el dibujo indigno e infantil, es el tope de su propia libertad, de su irrelevante intelecto. De su mediocridad tallada a golpes de sonrisas idiotas, de paternalismos y lágrimas de mal actor. De una indecente decadencia de cobardía y fe ciega en sus matarifes. Es la nueva sociedad donde caminan todos juntos y hermanados hacia libertades que limitan con los oscuros muros del estrecho e infame túnel decorado con infantiloides mentiras de bondades que indignamente creen. La única libertad es el muro al final del túnel. La mediocridad es el cáncer del pensamiento. Y ahora todos lucen su tumor como una mierda envuelta para regalo. Creyendo las patrañas de sus líderes cuando les decían que eran héroes por quedarse en su casa “confinados” y cagados de miedo, que así luchaban contra la enfermedad. Te juro que se lo creyeron de verdad, te juro que dan ganas de vomitar ante tanta hipocresía y retraso mental. Deberían llevar a juicio a esos millones y millones humanos-vacas que creyeron que su cobardía era auténtico heroísmo. Los he visto y los he olido; y son seres humanos formados con excrementos y cables viejos. Es necesaria una extinción, hoy más que nunca. Lo malo no es la enfermedad. El coronavirus hace lo que debe y puede para limpiar de basura una especie que es plaga. Lo malo son los cobardes que han asomado sus antenas de cucarachas desde las ventanas y balcones de sus casas, mirando la peste avanzar bajo el manto protector de su dictador que los hizo tarados hace generaciones atrás. Lo malo es la hipocresía ofensiva de esa alegría en tiempos de muerte, de los aplausos que el gobierno les ha condicionado a ofrecer, con fe ciega en que serán salvados por ellos, por sus matarifes. Son los descendientes directos de los que quemaban brujas y seres humanos en hornos industriales. Lo malo es una sociedad degenerada y decadente que vive sobre ríos de mierda, orina y ratas. Es una sociedad prescindible, no hace bien al planeta. Y lo que ha de morir debe morir. Debería… Pero no ha podido ser. Es pecado mortal gastar recursos y tiempo en cosas perdidas, como esos rebaños de millones de humanos, ya bestias de pastoreo, que se dirigen felices de su mezquina existencia hacia el único destino, un muro, el puto muro al final del túnel. Las ratas jamás deberían haber subido a la superficie de las ciudades. Al final del sórdido túnel debería haber una picadora de carne; pero nada es perfecto. No hay que matarlos, solo mantenerlos estabulados y que rindan beneficios con obediencia grupal a cambio de no sufrir por coronavirus. El coste ha sido la especie humana misma, su degeneración, la aniquilación de la creatividad, la inteligencia, la libertad, la independencia y la grandeza del individuo. Porque solo el individuo merece la vida; las masas, la colectividad es el insulto, la degeneración insoportable de una sociedad podrida que debe desaparecer por peste o por balas.
Dicen los actuales sofistas, captadores carroñeros del voto oportunista (populista, de moda) que la transexualidad no es una enfermedad.
Oradores de mierda, de cerebro corrupto y ambición desmedida y farisea.
¿Cómo se debe llamar a la desesperación, depresión y tristeza que una mente sufre por estar encerrada en un cuerpo que no quiere? ¿Cómo se ha de considerar física y mentalmente a quien necesita y desea someterse a agresivas y lesivas cirugías y tratamientos químicos de por vida?
¿Cómo se debe considerar a quien pierde una parte de su vida en cambiar su cuerpo de forma tan drástica?
Están sanísimos los transexuales ¿verdad, buitres sofistas?
Hay tanta degeneración, tanta ignorancia, tanta cobardía e ingenuidad infantil en la sociedad acomodada, que más que preocupante, es repugnante.
La humanidad como especie, está ahora pagando con semejantes enfermedades y taras el error cometido al intervenir en el orden natural: muchas parejas no deberían haber tenido hijos, y las fertilizaron artificiosamente. Y por lo tanto, muchos hijos y nietos no deberían haber nacido.
Hay trastornos y errores que no se dan en el medio natural. Y la humanidad empieza a estar seriamente dañada por una mierdosa mutación que lleva a la “zombignorancia” y a una sonrisa generalizada de deficiente mental.
Demasiadas madres y padres que no deberían serlo, bebés que no deberían haber nacido…
No, no hay enfermedad en el fondo; solo ignorancia, estupidez y usurpación.
Idos a la mierda sofistas asquerosos, hijos idiotas.
El sistema límbico del cerebro consiste en una estructura con diferentes zonas que gobiernan las emociones, la memoria, el hambre y los instintos sexuales.
Seguro que ya lo sabías, amor; pero haz como que no. No pasa nada, reconozco tu superioridad intelectual.
Y tus pechos que me hacen tar… tar… tartamudear, no hacen nada fácil mi elocuencia.
Perdona, tomo el control de nuevo.
Disculpa esta pequeña disertación médico-académica (casi forense), no pretendo parecer pedante. Solo quería explicar con precisas acotaciones, que amarte no es tan fácil, no es sencillo. No es un dulce fluir.
Aunque sí lo es, porque ocurre aunque no quiera.
En principio llegué a pensar que no tenía o había perdido mi sistema límbico (a veces soy casi infantil con mi entusiasmo por las cosas nuevas que aprendo, disculpa mi redundancia; es que me gusta eso de límbico porque me lleva al limbo donde estás hermosa y rotunda, soy tan plano…); pero no, mi sistema límbico está íntegro, aunque un poco alborotado. Por decir algo, lo mínimo.
Te explico:
Lo has convertido en un caos descontrolado ( si un caos puede descontrolarse más de lo que su definición indica), porque esperando saber de ti olvido mi nombre de tanto recitar el tuyo, devoro comida como un animal insaciable, mis emociones se han fusionado hasta ser solo una: tú. Ya no hay matices, todo lo llenas.
Y mis instintos sexuales me llevan a practicar agujeros en las paredes y follarte hasta la lesión, hasta que sangro.
Y no hay dolor, así que nada me frena.
No es divertido, cielo. Es sórdido.
En principio a mí también me parecía cómico; pero cierro los ojos en momentos de lucidez y soy un misil que vuela a Match 1700 hacia el asteroide Autodestrucción XY-22344/5.
Esto me recuerda una película que vi hace tiempo, que se llamaba Mi Sistema Límbico, y en medio de toda aquella comedia había una tristeza profunda y angustiosa que anulaba toda sonrisa. Me di cuenta de que cerraba con fuerza los puños en la butaca, horrorizado por el final que auguraban todas aquellas escenas de amargo humor que la enorme pantalla lanzaba directamente a mi ¿sistema límbico?
Como es posible degenerar, descender tanto… Me preguntaba.
Pobre hombre…
No me acuerdo quien la protagonizaba, no recuerdo en que cine la vi.
No recuerdo que fuera una película y un escalofrío de locura eriza mi piel, como lo harían los fríos dedos de la muerte en una película que tampoco he visto.
¿Puedes tener siquiera un atisbo de lo que has llegado a alterar mi sistema límbico?
Eres un virus en mi cerebro, un obsceno y hermoso virus del que no quiero sanar.
Mi sistema límbico ahora está perfecto, mi amor.
Gracias, mi vida. Besos, cientos.
Hola cielo: ¿Sabes en qué consiste el sistema límbico? Seguramente te es familiar, porque me provoca cierto déjà vu.
El sistema límbico hace de mi desoladora y sórdida soledad una paranoia en la que estás presente en todo momento, donde calmas mi horror a morir sin ti desplegando una sonrisa, con un beso. Diciendo mi nombre como si fuera un niño pequeño.
¡Ops…! Ahora no sé si quería hablar de una triste película que vi hace tiempo o del vacío que dejas en el aire cuando no estás y que me lleva a sangrar de una forma que mejor no te cuento.
Amar es felicidad, lo sé, soy feliz; pero aún así hay una bruma densa que me preocupa un poco.
¿Puedes tener un atisbo de… Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.