Sexo en el Sistema Solar: La Luna

Publicado: 23 abril, 2009 en Humor

 

LA LUNA

Es el satélite de la Tierra, mi planeta natal. Lo que en la Tierra pesa 1 Kg., en la luna pesa 164 g.
Está llena de cráteres y es molesto y penoso pasear por su superficie.

Las erecciones son allí mucho más ligeras y potentes. No se siente esa presión tan dura que provoca hasta dolor de huevos como ocurre en la Tierra.
Es un poco violento ser turista o extra-selenita y caminar por sus calles porque todos los machos andamos notablemente empalmados. Los machos selenitas nos tienen por unos salidos sin remedio. Las hembras no entienden eso de “salido”.
Las tetas de las selenitas y otras hembras no autóctonas, lucen y se mueven como en ningún otro planeta; y eso no ayuda al problema de la continua erección.

Los selenitas son altos y delgados, albinos en su mayoría. De los sobacos les penden unas largas melenas blancas y en la cabeza, machos y hembras exhiben una cresta rojiza recubierta de un rizado vello negro.
Extrañas gallinas.

A mí me da asco esa excrecencia que tienen en la cabeza, sinceramente; pero no debo ser el único que lo siente porque las putas y chaperos selenitas, llevan siempre la cabeza cubierta con gorras de la Pepsi o el Pizza Hut.

Son ambos sexos muy empalagosos y enamoradizos, es inevitable acabar con una selenita en uno de esos tan cacareados y preciosos cráteres, metiéndole mano en el culo y dándole un beso atornillador que acaba aburriendo al más melindroso y espiritual de los machos del Sistema Solar.
O a la hembra (no puedo evitar pensar como un macho porque no soy nada tolerante conmigo mismo y me cuesta ponerme en situación femenina).
Tienen una lengua larga y rasposa que acaba irritándote las cuerdas vocales una vez se han controlado las náuseas.

¡Ojo con la expresión vamos a echar un polvo! Su alimento los constituyen los minerales del suelo lunar, si les dices eso, te meten un puñado de polvo en la boca a tal velocidad que no tiene uno tiempo de reaccionar. A mí no me pasó; pero un grupo de terráqueos que habían llegado en sus naves tuneadas, borrachos y en busca de sexo fácil y económico (la Luna es una astro de 2ª categoría, un satélite, vamos), pasó una mala experiencia.
El más borracho y bocazas del grupo y recién apeado de la nave, gritó:

-¡Vamos a echar un polvo!

Les metieron a todos tal cantidad de polvo en la boca, que los sanitarios tuvieron que golpearles con un cucharón de madera en la nuca para que se vaciaran de tierra y polvo. Las putas selenitas, mientras tanto sonreían satisfechas de saber tratar a los machos extranjeros.

Son tan espirituales los selenitas que follan por antenas.
De entre los vellos de sus crestas siempre ingrávidas, cuando se excitan, emergen unos apéndices de unos 40 cm., un par por cabeza. Macho y hembra se dan la espalda mirando al aterciopelado espacio y trenzan entre si las antenas. Cuando los dos pares de antenas se han convertido en uno firmemente enlazados y cambian del gris perla al morado, exudan un líquido lechoso que les cae por la cara y recitan con voz melodiosa:

-¡Kindrescas estarticante, congojo!- (Coño que gusto, ya me he corrido).

Pues que queréis que os diga, no lo encuentro tan romántico.

Con los terráqueos, lo que hacen las putas y ninfómanas o simplemente adúlteras, es apresar el pene con las antenas y lo retuercen hasta que al macho se le saltan las lágrimas y en ese momento piensan que ha eyaculado. En realidad nos corremos después, por el placer que uno siente cuando se la liberan.
He visto hombres curtidos llorar como niños y a los segundos siguientes gritar como cochinos al correrse.

Las selenitas son muy populares entre los ambiguos que disfrutan tanto con mujeres como con travestis.

Yo le pedí a una puta una mamada desconociendo las características de su lengua y tuve que gastar tres tubos de medio kilo de cortisona en gel por la irritación que padecí. Eso sí, te dicen muchas veces que te quieren, como las zorras cubanas. Son muy sensibles.

Pero quienes disfrutan verdaderamente del sexo lunar, son las terráqueas. Los machos selenitas las penetran grotescamente con sus antenas y ellas, al no eyacular, gozan durante largo tiempo. Incluso les da un morbo añadido, los machos lloran de pena al no conseguir la eyaculación de la hembra. Y es que si una mujer terráquea paga, aprovecha hasta el último céntimo y se retienen de correrse lo que haga falta; así que el pobre gigoló selenita cobra una mierda por un polvo de dos horas de intenso trabajo y encima marchan con la cabeza cabizbaja al no conseguir que la hembra eyacule. Los he visto tirarse al suelo desesperados por su fracaso y llenarse la boca de polvo y excrementos hasta que les salen por las orejas. Hay una fuerte carga dramática ahí. Deprimente…
Y es que las mujeres terráqueas no se cortan un pelo tampoco.

Visto aquello y tras el doloroso francés, me subí a mi nave y despegué rumbo al Sol.

 

 

Iconoclasta

 

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