
La mano tensa en su inmovilidad. Cruenta entre los muslos deseados.
Predadora.
Determinación e impudicia…
Parecemos tranquilos mano y hombre. Y lo estamos, seremos imperturbables hasta que la bella gima y sus ingles se tensen ante la líquida masacre del placer. Hasta que los dedos mueran dulcemente ahogados en su coño.