
Son tan pocos y están tan solos que parecen hacer como yo, evitar consuelos y mantenerse dignos hasta el final.
No se miran. No estropean el momento.
No se hacen compañía, no la buscamos.
No podemos prostituirnos al final. No podemos rendirnos a la vulgaridad.
No queremos sonreír cuando nuestro pensamiento es abrasión.