
Menos mal que no soy el único que se olvida de poner azúcar en el café y tras dar el primer trago de amargura, pensar en extinción y pandemias.
El alacrán no debería haber salido de su oscuridad, como yo no debería haber empezado el día con amargura. Mala suerte, chaval.
Y además, medio mundo (hijoputas), se ríe del otro medio.