PLUTON
El 9º y último planeta, el más alejado del sol. La luz que emite es amarillenta y hay un disco a su alrededor porque los plutanacos usan el espacio como vertedero y los restos flotan creando ese caprichoso adorno.
Es el planeta más frío, alcanza el 0 absoluto.
Visitar Plutón requiere invertir el presupuesto anual de ropa en un solo día. Y mucha fuerza para poder moverse con tanto peso encima.
Es sabido que los seres vivos se adaptan a las condiciones de su entorno y la evolución los lleva a modificar su morfología y carácter hacia una vida más fácil y útil en su medio.
Los plutonacos son los más histéricos llevando a cabo su evolución, comen y beben como cosacos todo el día y fuman que parecen chimeneas. Son tan activos que el más sereno de los seres que moran el Sistema Solar puede acabar hasta las narices del maldito dinamismo plutonaco.
Me pusieron muy nervioso; si están sentados repican con los pies en el suelo continuamente. Si están de pie charlando, se balancean inquietos, y si pasean lo hacen a la carrera.
Mi mente sagaz intuía que es por culpa del frío; no hay quien pare quieto un instante. Sin embargo, no me cuadraba porque hacían las mismas idioteces en el interior de los edificios donde se encontraban calentitos. Y eso me llevaba por lógica a pensar que no se fiaban de las centrales ni redes eléctricas, que era tal el frío que sentían, que vivían estresados ante el temor de un apagón. El quedarse sin calefacción requería vestirse muy rápidamente la decena larga de abrigos que había que llevar encima para sobrevivir a aquel clima hostil.
Estaban en un constante estado de alerta. Pobres…
Me metí en un bar cualquiera al azar, había cientos. Pedí una cocacola y me la sirvieron caliente, esperé fumando pacientemente a que se enfriara apoyado en la barra.
-¿Tu no te mueves?-me interrogó el plutonaco que oscilaba a mi derecha.
Bebía un buen vaso de aceite de hígado de bacalao y hasta mí llegaba el hedor. Sé que este clima es extremo y es necesario proveerse de vitaminas; pero me parecía excesivo, prefiero caer anémico a vomitar mi propio estómago.
Y encima lo tomaban humeante.
-Un poco sí que me muevo, pero prefiero que me monten.-le respondí con mi innato ingenio.
No lo entendió y yo me quedé mirándolo con una sonrisa pícara y simpática mientras su cerebro daba vueltas y vueltas a lo que había dicho.
Al cabo de diez minutos me cansé de mantener la sonrisa y esperar una muestra que me hiciera creer que su mente había llegado a entender algo.
Le hice una pregunta más directa al Einstein.
-¿Dónde paran las putas?
-Aquí no hay putas; si quieres lo haces y ya está. Cuando veas a una tía que te guste, te acercas y la pisas.
Me gustó aquella metáfora ornitológica sobre el acto sexual. Sentí un repentino afecto hacia aquel planeta tosco y frío, de palurdos y libertinos habitantes.
Los plutonacos son de color gris oscuro, una necesidad para poder absorber el calor de los pocos rayos de sol que les llegan. Son imberbes porque hace un frío que pela. Y son más bien bajos, entre 1 punto 5 y 1 punto 6 m. de estatura.
Le ofrecí la mano al palurdo como agradecimiento por su atención y despedida, la aceptó crujiéndome tres falanges. Me movía inquieto soportando el doloroso apretón sonriendo.
Son muy efusivos los plutonacos.
-No te preocupes, no creo que haya ningún apagón por ahora.-me dijo, sin duda pensando que mis pies bajaban y subían alternativamente como respuesta a un estado físico y mental de alarma ante un apagón.
Soy una máquina procesando hipótesis.
Tras varios minutos más con mi mano apresada en la suya, se acordó de devolvérmela. Ya daba igual, gracias al corte de la circulación sanguínea se me había insensibilizado y no me dolía.
Me largué de allí tras haberle pagado los cuatro vasos de aceite de hígado de bacalao, no se resistió a ello, si no que insistió.
No son generosos en ese planeta.
Como soy decidido y mi apellido es peligro, salí a la calle dispuesto a follarme a la primera tía que se cruzara en mi camino (estaba ya harto de tanto viajar y quería acabar el estudio de una vez para volver a casa).
Es muy difícil reconocer el sexo de un plutonaco en el exterior, llevan demasiada ropa. Y más difícil aún es saber si la plutonaca está buena.
Me guié por mi instinto y por los tonos pastes en azul pálido, rosa y verde que vestían la mujeres. No me arriesgué con los colores neutros y oscuros. Detecté y localicé a una tía que andaba-corría tranquila y veloz en sentido contrario al mío. Sólo pude apreciar sus ojos de entre los 10 Kg. de ropa que llevaba encima, capucha incluida.
Me preparé mentalmente para ponerme en su camino y decirle alguna gracia que le indicara que era mi voluntad mantener ayuntamiento carnal con ella.
Y como ella, tan solo mostraba mis preciosos ojos verdes en la profundidad de la capucha.
Me planté delante cortándole el paso. Se detuvo frente a mí y sus ojos se dulcificaron.
-¿Quieres foll…?
Tomó la iniciativa, no me dejó acabar mi estudiada pregunta.
Fueron cuatro pisotones rotundos, me pateó cuatro veces seguidas, 2 el derecho y 2 el izquierdo.
Con los pies helados y a una temperatura de 0 absoluto (-276 ºC) cualquier pisotón suave duele como una amputación traumática.
Y aquellos pisotones no fueron suaves. Lloré como un crío por el intenso dolor.
Se retiró la capucha y grité asustado, era más fea que Picio; retiró la mía también, me abrazó y me tumbó en el aire aguantándome en vilo con sus poderosos brazos. Mis doloridos pies pugnaban por no resbalar en el suelo criogenizado.
Me sentía mujer bailando un tango.
Abrió la boca y me llegó un nauseabundo olor a podredumbre, me besó los labios y me metió la lengua hasta el píloro.
Me estaba cansando ya de tanto sexo bucofaringeo.
Saltaba a la vista que acababa de beberse unos cuantos vasos de aceite de hígado de bacalao y lo degusté entre arcadas.
Llevó una mano a mis cojones y grité.
-¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!
Me dio 10 apretones mientras le rogaba que me dejara vivir.
-¿Ya?-me preguntó.
Le dije que sí mil veces con la cabeza.
-Es que los tíos altos me ponéis…
Me soltó y siguió su camino rumbo a un destino desconocido para mí.
Me mantuve reflexionando en el aire dos segundos y por fin caí de espaldas contra el suelo, me di la vuelta para esconder mis lágrimas y consolé con el calor del guante helado el dolor de los genitales.
Caminando con los pies aplastados como un pelícano, me dirigí a un supermercado; compré un tubo de dentífrico y un cepillo de cerdas blandas porque no quiero que me sangren las encías.
Entré después en el bar, pedí un vaso de sifón con cubitos y palmeé con los pies hasta el servicio.
Cuando conseguí sacarme las botas y desprenderme de los diez pares de calcetines de lana, pude apreciar la magnitud de la lesión. Se habían formado hematomas que iban desde las uñas hasta los tobillos incluyendo el empeine.
Me lavé los dientes y la lengua con vigor y vehemencia tras haber vomitado. Cuando salí del servicio me sentí más relajado.
Tomé un solo trago de sifón y volví al exterior combatiendo mi pánico.
Un grupo de plutonacas hembras paseaban-galopaban veloces y sonrientes hacia mí. Miré el suelo haciéndome el loco y doblando las rodillas para parecer más bajito me apreté contra la fachada de un edificio.
Me interceptaron, las miré angustiado, dos de ellas se pusieron frente a mí y las otras seis hicieron cola detrás. Aguanté casi con dignidad los 8 pisotones, pero cuando me retiraron la capucha no me dejé coger en sus brazos y me tiré al suelo hecho un ovillo. Llorando de nuevo.
Me llamaron nenaza e impotente y se largaron al trote.
No me gustaba nada el follapisa, era doloroso, estúpido, extraño e incluso anómalo.
A pesar de esto, decidí en aquel momento llevar la iniciativa y no largarme sin follar, o al menos sin haberme esforzado como es habitual en mí.
Eché a caminar de nuevo y esta vez todo lo rápido que me permitían mis pies destrozados.
Me detuve un momento para aspirar un pulmón que se me había salido por la boca y seguí mi furiosa carrera.
Una plutonaca con sus anoraks color rosa caminaba 20 pasos por delante, me lancé al trote imprimiendo velocidad a mis palmeados e hinchados pies y me coloqué frente a ella.
Se paró.
Levanté rápidamente el pie derecho para darle un fuerte pisotón, acumulé energía en la boca del estómago y lancé el pie con un grito de guerra. Pisé el suelo. ¡Qué rápida era la mala puta!
Levantó el suyo y lo bajó con una fuerza que no lo parecía, me pisó y sentí algo sísmico.
No me arredré y levanté el otro pie al tiempo que le decía:
-¡Me cago en tu madre!
No fallé, fue ella la que me esquivó y me piso en contraataque, sin que pudiera hacer nada por evitar mi propio drama. Me sentí abandonado.
Grité de dolor, me abrazó, me sostuvo en el aire, me besó, sentí de nuevo el aceite de hígado de bacalao inundar mi ser como un torrente fétido aunque ya no sabía tan mal como al principio. Me masajeó la laringe con la lengua y aunque le rogué hecho un mar de lágrimas que no lo hiciera, lo hizo. Me estrujó 10 veces los huevos.
Ni en este 2º polvo sentí excitación o placer alguno. El follapisa no me decía nada, no me gustaba.
Me recogió del suelo un plutonaco y al ver mi desconsuelo y angustia, me escoltó hasta el aeródromo para que no me volviera a pisar otra hembra ardiente.
Por el camino me aclaró que la zona erógena está en sus pies y que si muchos se balancean no es por un atávico temor a un apagón eléctrico, simplemente se la estaban pelando. Eso sí que me cuadraba, porque nadie podía ponerse a follar en pelotas en Plutón.
Le di las gracias y 30 sistemas que me exigió por la compañía y la información. Me destrozó la mano con un caluroso apretón.
Por mi parte le expresé mi asco hacia Plutón y sus mujeres. Confesó que eran realmente feas, pero como no se iban a poner en pelotas y cuando se sacaban la capucha cerraban los ojos, tanto les daba.
Me importaba una mierda la forma en que nacían y como se desarrollaban los plutonacos así que no le pregunté por miedo también a que me sacara más pasta.
Despegué de Plutón con los cojones gordos y tumefactos (si no fuera por el dolor y el color, no me hubiera importado que estuvieran gordos) rumbo a mi asqueroso planeta la Tierra (no estaba de buen humor). No pude hacerme una paja en tres días.
Pasé casi una hora molesto por la humillación y violación a la que fui sometido en Plutón.
———————————————————–
ULTIMA REFLEXION
Hace ya un año que realicé aquella exploración para conocer y difundir los diferentes comportamientos sexuales en el Sistema Solar.
Estoy seguro de que no copularé jamás fuera de la Tierra.
Da igual que una mujer me diga que está caliente pero; no lo quiere hacer conmigo porque es muy bonita la amistad. Sé que en cuanto vea los billetes en la cartera, todas esa amistad se irá a la mierda y nos convertiremos en perros en celo.
Los terráqueos somos complejos, ilógicos y terriblemente predecibles.
Y eso da seguridad.
Si deseáis más información, no acudáis a agencias de viajes porque todo lo encuentran precioso. No os hablarán del follaoreja o el follapisa.
Ellos sólo quieren vender y vender.
Lo mejor que podéis hacer para manteneros informados, es llevar este dossier y leerlo; aprended de mi dolor y humillación. Por sólo 700 sistemas seréis sabios.
Y sobretodo no olvidéis vuestros condones hiperlubricados, sedosos y sensitivos: La polla del Sistema Solar.
Su integridad ha sido probada por mí, en persona.
Además, tenéis el aliciente de encontraros un condón con restos de mi semen; si lo encontráis, remitidlo en sobre cerrado de PVC a Latex Manufacturated Pleasure y os regalarán un llavero enorme: mi pene a escala 1/10.
A ver si os creíais que no iba a hacer negocio la empresa después de subvencionarme.
Ni que yo iba a sacar beneficio de mi odisea sexual. Además de carnal soy material.
Poneos negros de tanto follar.
Buen sexo.
Iconoclasta