Sexo en el Sistema Solar: Urano y Neptuno

Publicado: 22 octubre, 2009 en Humor

URANO

Es un planeta oscuro el 7º del Sistema Solar, es pequeño y los días son tan cortos como los de Saturno.

Es el anti-Saturno por su fealdad, -170 ºC, verdoso oscuro y las bandas de su atmósfera son nubes de metano con amoníaco.

Debido a esa atmósfera mierdosa, maloliente e irrespirable, se hace difícil interactuar sexualmente con los uranitas.

El uranita es un cruce entre terráqueo y pulpo. Se apañan bien con sus tentáculos, incluso más de lo que me podía imaginar.

Ni siquiera los poderosos filtros Hepa de mi nave pudieron evitar que se inundara de un auténtico olor a mierda al entrar en la atmósfera uranitas.

Viajar no proporciona esas alegrías místicas que dicen experimentar los románticos viajeros; a ver si son capaces de apreciar con una sonrisa beatífica la belleza de un planeta que huele a mierda y amoníaco.

Cuando uno se cruza con un uranita dan ganas de pincharlo con un arpón y meterlo en agua hirviendo con una pizca de sal y laurel durante 45 minutos para después, servirlo troceado en una tabla de madera con un chorrito de aceite de oliva y pimentón picante.

No son bellos ni ellos ni ellas. Su tronco es antropomórfico, pero en lugar de pies y manos tienen 3 tentáculos al final de cada extremidad. Tienen 12 tentáculos y es peligroso cuando no eres capaz de controlarlos todos cuando estás próximo a un uranita.

Sus rostros son más agradables, algunos casi tan guapos como yo. Se distingue fácilmente a los machos de las hembras porque las hembras tienen cara femenina y los machos masculina.

Y son promiscuos como la madre que los parió. Cuando a un individuo de cualquier lugar del Sistema Solar le llaman pulpo por su costumbre de meter mano en los cuerpos de forma rijosa o lasciva, también lo están llamando uranita.

Son amables y muy cordiales, pero al igual que en el Sol, no pude disfrutar de un acercamiento íntimo debido al traje de respiración autónoma que me veía obligado a usa para protegerme de aquella agresiva atmósfera.

El hotel donde me alojé contaba con atmósfera acondicionada, pero los uranitas no podían acceder sin traje. Si no das, te dan y se te dan te jodes, es una constante universal que uno va reconociendo en todos los lugares.

Me tuve que mentalizar de que tan solo me limitaría a pasear, cotillear todo lo que pudiera y probar su comida, que en la atmósfera adecuada (la mía nativa) dicen que es deliciosa.

No hay nada más molesto que comer entre uranitas.

Entré en un restaurante con habitáculos para extranjeros, eran burbujas de metacrilato con aporte de aire respirable y sellada. Una vez dentro de ella, pude liberarme del traje de respiración.

El sonido ambiente llegaba claro y diáfano, y de este modo llegué a sentirme completamente integrado en el bullicioso ambiente. Unas troneras y ventanas de doble cámara, servían para que los camareros pasaran a través de ella la comida y bebida.

Lo desagradable de comer entre uranitas, es la carencia total de vergüenza y decoro que ostentan. Llegáronme a sacar de quicio las constantes ventosidades que dejaban escapar. Era un continuo pedorreo que en principio me quitó el apetito. Soy solidario, rencoroso y vengativo, me tiré un pedo muy sonoro, tan sonoro que el uranita maricón que se sentaba en una mesa contigua, a mi vera, se giró y me sonrió.

Me arrepentí en apenas unos segundos de lo que hice, puesto que el pedo lo metabolicé yo solito, sin ayuda de nadie; tan solo con mis pulmones. Me olvidé llevado por la pasión de la venganza, que me encontraba en una burbuja, aislado.

Entraron dos uranitas hembras que tomaron asiento en la mesa contigua a la mía, a la siniestra; cosa que agradecí porque tendría el pretexto de entablar conversación con ellas y evitar el comprometido cruce de miradas al que me sometía continuamente el julandrón que estaba sentado a mi diestra.

-Perdonad. ¿Sabéis si por aquí hay algún lugar, un local para terráqueos con ganas de fiesta?

-¡Anda qué casualidad, somos putas!-dijo la rubia tirándose un pedo.

Me encantan las hembras sinceras directas y desinhibidas.

-¿Trabajáis en un local de alterne?

-No. Hacemos la calle.

-¡Vaya!-exclamé desanimado, no siempre soy locuaz.

Estaba visto que en ese planeta, definitivamente, no podría mojar.

-Te podemos hacer una paja aquí mismo por 20 sistemas.

A veces creo que hay un dios que cuida de nosotros, que nos mece y acuna en sus brazos protegiéndonos de ingratos y áridos destinos.

Me bajé la bragueta del pantalón echándole unas jaculatorias al buen dios y dejé el cipote al aire, oculto bajo la mesa.

Se tiraron dos pedos y rieron las muy picaruelas, se aproximaron a las troneras y cada una metió un tentáculo por las más bajas. Los tentáculos reptaron como serpientes por el suelo hasta situarse bajo la mesa y subieron palpando mis piernas hasta que por fin sentí las ventosas en la polla. Parecían pequeños labios besando y succionando a la vez.

Aquello era la paja de las pajas.

Ni siquiera la continua sucesión de pedos que se tiraba el celoso marica, eran capaces de sustraerme al placer que estaba sintiendo.

-¿Te gusta terráqueo?-me preguntó con voz sensual la morena.

-Sí, muchísimo.

-Lástima que no te la podamos chupar, vería que carnosas son nuestras lenguas.

No les hice ni caso, me concentro mucho cuando gozo. Eso y que las muy guarras me excitaban más para que me corriera enseguida. Son muy putas las putas.

Por lo demás, eran muy discretas, el resto de sus tentáculos manejaban con total naturalidad los cigarros, vasos, tenedores y cuchillos de la mesa; comían como si no me estuvieran haciendo una paja.

El camarero me sobresaltó.

-¿Desea algo más?-miraba con disimulo los tentáculos que agitaban los faldones del mantel esbozando una sonrisa de listillo.

-¡No, coño!-le dije irritado.

Y se largó tentaculeando a la zona de camareros.

-¡Oye terráqueo! Cuando estés a punto de eyacular avísanos, danos un toque en los tentáculos. Si nos pringamos con tu semen se nos irrita la piel.-me dijo la rubia.

-¡Joder! Mira que tengo una caja con 850 condones en la nave. Bueno, no os preocupéis, os daré un toque antes de salirme de madre.-les dije demostrando así la riqueza de mi lenguaje.

Tras casi 30 segundos, toqué aquel follón de tentáculos bajo la mesa.

Se retiraron y me dejaron abandonado a mi eyaculación. Mis cojones comenzaron a bombear y sujeté con fuerza y contenido sentimiento el tenedor en mi puño.

La morena me guiñó un ojo y al momento volví a sentir el tentáculo masajeando el bálano.

Las putas tienen buen corazón y ese ángel tuvo el detalle de no abandonarme en ese importante y bello instante.

-Eres una hermosura.-le dije agradecido.-Te daré 20 sistemas más.

Una ventosa succionó mi pijo en el momento más feliz; un pedo de alguien sonó a lo lejos, no me importó, estaba en el séptimo cielo.

Sentí el semen chorrear por aquel intenso masaje.

Las putas mantenían una conversación como si nada pasara; escupiendo mis últimas gotas conté sus sugerentes tentáculos. 24 tentáculos se movían y reposaban algunos encima de la mesa.

Y calculé con una sonrisa satisfecha que el que estaba bombeando aún mi pijo era el nº 25.

"Cada uranita tiene 3 tentáculos y sólo 3 en cada extremidad. Y cada uranita tiene 4 extremidades y sólo 4 4 extremidades x 3 tentáculos = 12 tentáculos x 2 putas uranitas = 24 tentáculos".

Un escalofrío me recorrió la espina dorsal, miré bajo la mesa y allí estaba el tentáculo, escurriendo mis últimas gotas de leche; enfundado y protegido por un condón rosa. Llegaba desde mi diestra. Lo comprendí todo; clavé con fuerza el tenedor en el infecto tentáculo nº 25, en el momento en el que el maricón me lanzaba un sonoro beso. Mis ojos se oscurecieron aterrados.

Si yo lo veía todo oscuro, el pulpo marica lo debió ver de color rojo, porque pegó tal alarido de dolor que provocó un pedorreo generalizado. Una especie de escatológica histeria colectiva.

Los uranitas tienen el vientre muy flojo.

El local se sumió en una atmósfera densa y verdosa, momento que aproveché para calzarme el traje de respiración y largarme de allí sin pagar. A las putas no les di propina.

Jamás hubiera reconocido públicamente que un maricón remató aquella paja; pero este testimonio servirá de ayuda y advertencia para otros putañeros espaciales sin experiencia. Que sirva al menos para el bien común aquella humillante experiencia por la que pasé.

A las dos horas estaba probando en mi nave el masturbador ultra Octopussy, especial machos.

Cuatro ventosas unidas a un tentáculo de realista movimiento me dejaba bizco mientras la nave penetra en el universo profundo.

Precioso de verdad.

NEPTUNO

Mi penúltima escala y el 8º del Sistema Solar.

Dicen que Tritón y Nereida, sus dos satélites, son de una belleza espectacular. Eran dos piedras sin ningún tipo de elegancia. El planeta en si, es una gigantesca charca de agua fría. Una Nueva Orleans pero más grande y oscura.

Sus habitantes, los neputnosos, viven en agua, comercian con el agua, se cagan en el agua y follan en el agua.

Parece ser que el nombre de su planeta los motiva mucho.

Son tímidos los neptunosos.

No es aconsejable para los que tienen el ácido úrico alto comer demasiada cocina uranita, como la típica que sirven en los restaurantes típicos en los que es típico pedir los típicos platos uranitas.

(Creí que jamás saldría de ese párrafo)

El 90 % de su alimentación es marisco; y va a precios reventados. Mucho más barato que las naranjas ácidas en la Tierra.

Entre los dedos de las manos y los pies tienen membranas interdigitales que imagino debe ser una mejora evolutiva para obtener más placer en sus tocamientos sexuales. Para mí, sus órganos genitales son tan invisibles como lo son los de los lenguados de la Tierra.

No importa, Freud dijo que un hombre seguiría siéndolo hasta que le cortaran la lengua. Freud era un feriante con divertidas sentencias.

La voz de los neptunosos es un agudo chirrido y me recuerda mucho a los chaperos travestis que rondan las cercanías de los estadios de fútbol de la Tierra; no me refiero a que ofrecen una mamada por unos pocos sistemas, sino a la falsa femeneidad con la que hablan.

Un taxi me llevó del aeródromo al barrio más putero, Glubs Pleasure.

El taxista era un emigrante vasco al que le costaba ya mucho hablar euzkera o español por la cantidad de años que llevaba en Netpuno. Me instruyó con su chirriante acento en lo que debía hacer para que en su genética timidez una puta neptunosa accediera a follar conmigo.

Tampoco tienen mamas y es difícil distinguirlas de los machos. El sabelotodo del taxista me indicó que lo mejor para los extranjeros era pronunciar unas palabras a través de un tubo de plástico, un suave embudo en el que en su extremo más ancho, estaba cubierto por una membrana transductora que a mí me parecía película plástica para proteger bocadillos vegetales con atún. Casualmente llevaba en el maletero 560 Provocadores del ansia de follar.

Aquel humano no conocía la sutilidad ni falta que le hacía, me sacó 100 sistemas por el Provocador del ansia de follar y 60 por la carrera de apenas 5 minutos.

Pensé en llamarlo hijo puta vociferando por ese aparato estúpido; pero hay pocos taxis en la zona y es muy posible que tuviera que volver de vuelta al aeródromo con él.

Me dejó frente a una sala de baile llamada La Sirena Cerda.

Con todos los neptunosos que me cruzaba en el interior del local, ocurría lo mismo: me dirigían la mirada a los ojos, la desviaban avergonzados hacia el provocador y luego daban media vuelta dándome la espalda avergonzados con una vergonzosa sonrisa.

Si en un principio pensé que eran tímidos, en aquel momento concluí que también tenían estupidez congénita invariable para todos los individuos.

En la barra del bar pedí un licor de sargazos rojos y me sirvieron también un cuenco con pulpitos vivos a modo de acompañamiento, que usé como cenicero.

Me sobrevino una arcada con el primer trago de licor. Abandoné el vaso y aferré con resolución el Provocador del ansia de follar.

Salté a la pista de baile, me coloqué frente a una neptunosa con un ademán sensual y me llevé el Provocador del ansia de follar a los labios para pronunciar la frase que el taxista prometió que la excitaría y obligaría a mostrar sus órganos genitales, disponiéndola así al apareamiento.

El apareamiento según el vasco es lo mismo que follar. Viajar enriquece.

-¡Abrete de piernas que te la meto!-le grité ante todos.

Quedó paralizada, se puso roja como un tomate y lanzó un graznido de vergüenza.

Su entrepierna se inflamó formándose un bulto que se abría lentamente por una ranura que iba desde el interior de los muslos hasta el inicio de la zona ilíaca (si es que tenían huesos). De aquel bulto y en mitad de la pista, cayeron dos cojones como dos camiones y un pene largo y fino como una anguila.

Era un macho, el taxista me explicó que las escamas de la cabeza en las hembras eran de un discreto tono rojizo. Las escamas de los machos, plateadas.

Buscando una explicación que fuera mejor que creer que el cochino taxista me tomó el pelo, vi que encima de la cabeza del neptunoso había un foco rojo que teñía las escamas.

Rompió a llorar, cogió sus cojones y el pene entre los brazos e hipando disgustado y avergonzado, se perdió tras la puerta de los servicios.

Yo no me amilano ante la adversidad, así que oteé el horizonte en busca de escamas rojas sin foco encima del tarro.

Me planté con gallardía frente a una neptunosa que bailaba medio borracha con la cabeza colgando indolentemente en un ademán de desoladora soledad. Pedía a gritos compañía, un cliente.

-¡Abrete de piernas que te la meto!-dije a través de aquella repelente bocina.

Tuve el presentimiento que aquello tampoco tendría final feliz cuando lanzó un alarido de sorpresa.

Otro neptunoso con los huevos por el suelo. También lloró desconsolado y se dirigió a los servicios dejando tras de si un rastro de confeti rojo en el aire que desprendía de su cabeza plateada.

En la pista me miraban todos con temor, quedé en el centro de un amplio círculo cuando retrocedieron al unísono.

Fueron 10 segundos cargados de tensión hasta que el discjockey hizo sonar Paquito el chocolatero y se olvidaron de mí para graznar todos juntos un extraño "hey, hey, hey".

Parece que tampoco tienen mucha memoria los neptunosos.

Puse más interés, examiné ausencia de focos rojos y elegí una neptunosa al azar, cuando me puse frente a ella le di un fuerte soplido en la cabeza para comprobar la ausencia de confeti de cualquier color. No había confeti.

Me miró horrorizada y al tiempo se le escapaba una risilla de lo más estúpida.

Ya me sentía más familiarizado con la fórmula y dije sin gritar pero con firmeza:

-¡Abrete de piernas que te la meto!

Se tapó la cara con una mano, avergonzada perdida, con la otra mano me quitó el Provocador del ansia de follar.

Debía temer que se lo repitiera y hacerse agua excitada perdida.

-Son 50 sistemas y el vivero lo pagas tú.

Habló muy claro y no sé si eso del Provocador del ansia de follar, era realmente un transductor o un timo del taxista vasco. De cualquier forma, me emocioné vivamente al oír aquellas palabras tan significativas para mí.

Entre sus piernas estaba creciendo un pequeño bulto que se estaba convirtiendo en una especie de pequeña hucha con forma de coño.

Neptuno es carnalmente retráctil.

Mirando al suelo y sonriendo nerviosa con su natural timidez, salimos de La Sirena Cerda para cruzar la calle y dirigirnos a El Vivero de los Enamorados, le pagué la pasta al neptunoso de recepción que se estaba poniendo hasta el culo de pescadito crudo.

Bajamos por una escalera hasta llegar a una piscina redonda de la que salía luz de su interior. Genial, tan hortera como los hoteles de las cataratas del Niágara. Me desnudé en escasamente 1,5 segundos y en menos tiempo aún, la muy puta me dio un empujón y caí en la piscina.

-¡Me cago en Dios! ¡Qué fría está, so puta!-le dije sin el Provocador.

Estaba empalmado cuando entré en contacto con el agua y supongo que por el brusco cambio térmico, el pene se quedó colapsado así de duro y firme pero, con un matiz azulado. Me sentía orgulloso de mi hombría.

La neptunosa puta se zambulló en la piscina dando voltereta con triple salto mortal y tirabuzón. De paso me dio una lección de cómo entrar en el agua elegantemente y no como yo. Son importantes los detalles.

Se colocó frente a mí, abrió sus piernas y la penetré con toda naturalidad y elegancia también.

Le hubiera preguntado si estaba gozando para que me dijera que sí, pero aún no estaba seguro de si me entendería sin el provocador.

Cruzó las piernas tras mis nalgas y estiró el torso atrás. Formábamos una coreografía de una belleza extraordinaria. Mis cojones estaban duros como pelotas de cuero por el intenso frío, sin embargo mi pene estaba calentito y empapado de su humor sexual.

Sin previo aviso, la puta me arrastró hacia el fondo de la piscina, yo estaba enganchado a ella; su vagina había aprisionado firmemente la polla y tuve que bajar acompañándola en su caprichoso paseo.

Se agitaba en vaivenes rápidos contra mi pubis (lo hubiera podido hacer igual sin tener que ahogarme. El instinto tira mucho de nosotros) y como era vergonzosa, no me miraba a la cara y no se daba cuenta del alarmante color amoratado de mi tez.

Para mayor inri y desasosiego, estábamos rodeados de vidrios y tras ellos las mesas de un restaurante; estaba repleto de neptunosos que nos miraban avergonzados y algún terráqueo que gritaba:

-¡Animo, paisano! Dale caña a la sardina y que aprenda lo que es un hombre.-no soy neptunoso y me sentí avergonzado.

No le hice ni caso.

Me era imposible desengancharme de la neptunosa y me sentía ya tentado de respirar agua y forzar así mi evolución hacia la respiración branquial.

Ya veía la luz brillante al final de un túnel cuando sentí en el glande una presión extraña, un músculo lo estaba oprimiendo y liberando alternada y rápidamente; una especie de bombeo. Sentí a continuación arder el pijo y un placer intenso provocó que los dedos de los pies se me contrajeran como si me hubiera puesto calcetines tres tallas más pequeños.

La puta apoyó sus pies en mi pecho y estiró las piernas con fuerza, salí disparado contra los vidrios dejando una estela de esperma flotando en el agua y con los dedos aún doblados por el placer y la asfixia.

-¡Joder paisano! ¿Qué comes para hacer tanto yogur?-gritó verdaderamente entusiasmado y admirado el animoso terráqueo.

No le respondí porque tenía prisa por emerger, encenderme un cigarrillo, y respirar.

-Hijalagranputa, cerda de mierda.-le grité a la puta apenas comenzó a salir mi pelo a la superficie.

No me hizo ni puto caso, cogió el bolso, mi dinero y se largó.

Lo que temía se hizo realidad, de vuelta al aeródromo me llevó el taxista vasco.

No levanté la mano para que parara, lo reconocí y me quedé muy quieto para que pasara de largo pero; me reconoció y paró delante de mí. Me hice el loco, como si no fueran para mí los bocinazos que estuvo dando durante cinco minutos.

Como la situación se estaba volviendo más molesta a cada instante, abrí la puerta del taxi.

-¡Hombre, es usted! ¡Qué alegría!-mentí.

Y el vasco me llevó hacia el aeródromo a través de los canales y barrizales del oscuro Neptuno. Aún sentía frío.

Me cobró esta vez 100 sistemas por la carrera le pagué, me bajé y a través de la ventanilla le pegué el Provocador del ansia de follar en la oreja y le grité:

-Chorizo de mierda. Me ha dicho tu madre que pases por la farmacia y le compres un bote de crema hidratante porque le he escaldado el coño de tanto tirármela. No tardes que le duele.

No sé que coño pasó, pero cuando se iba a bajar del taxi, seguramente para darme un abrazo, le creció el paquete pollal cosa mala y no pudo.

-Abrete de piernas que te la meto.-le dije con crueldad.

Se sonrojó con una sonrisilla idiota y bajó la mirada a algún punto de sus cojones hinchados.

Desaparecí tras las puertas de la terminal sin esperar que se abriera de piernas.

Me duché con agua hirviendo en mi vieja y confortable nave y sin ningún tipo de alegría puse rumbo al último planeta de mi tour turístico.

Me unté el glande con abundante pomada anti-hematomas por una especie de cardenal que me salió en el pijo. Lo verdaderamente importante es que mi pijo seguía allí, me temía lo peor.

Reflexioné durante unos minutos admirando esa pequeña porción de la Vía Láctea (aquel mes más láctea que nunca en lo que a mí se refería) y quise relajarme, dejar de oír aquel "plop" humillante transmitido por toda la piscina cuando la puta me lanzó fuera de si.

"No todo es belleza en otras civilizaciones o formas de vida, hay verdaderos cabrones en el universo.". Anoté esta frase llena de sensibilidad y profunda sapiencia y me comí un bocadillo de anchoas que chorreaba aceite y me puse perdido.

 

 

Iconoclasta

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