-Baja.
-No quiero.
-Baja aquí con nosotros y recuerda, y comprende.
-Es que duele y decepciona.
-Perdí tiempo, no quiero perder más.
-Has bajado.
-Me ahogo.
-Y yo contigo.
-Morir no es paz.
-No te preocupes, sufriendo, la vida vale doble.
-No puedo, no quiero recordar toda aquella sangre. Resbalé y caí en ella.
-Lamiste la herida que destrozó su femoral, se te puso dura de nuevo.
-Y su coño.
-Estaba muerta toda ella.
-Aún conservaba calidez.
-Era verano.
-Te mereces morir, deberíamos morir.
-Te corriste dentro de ella y no puedes olvidar esa carne agitándose sin control con cada embestida que le dabas. Me das asco.
-Quiero subir de nuevo, contigo todo es peor.
-Es necesario, necesitas reconocer tu insania. No debe ser obra de un idiota.
-Cuando el filo se metió en su ingle y corté, sentí la muerte correr de mi mano, por el acero y descargarse en ella como electricidad.
-¿Por qué gritan tanto? Quise salvarla, taponar su herida para que callara.
-Pero golpeaste su cabeza contra la roca una y otra vez, con aquel río de sangre que brotaba violenta de su muslo y bañaba su coño.
-Estoy caliente.
-Dime que no te arrepientes.
-No me arrepiento, lo haré de nuevo.
-Lo haremos.
-Noto el frío de la muerte envolver mi pene.
-Estás loco.
-No. Solo soy malo.
-Ya podéis subir tú y tu maldad.
-Lo mataremos todo ¿verdad?
-Sí.
Iconoclasta

