La brújula me sitúa y guía en un punto del mapa de una geografía que no conozco. Sirve para no preguntar a nadie donde se encuentra mi destino. El que yo trazo y el que nadie puede dictar ni aconsejar. Y sobre todo evita que camine en círculos y transitar por lugares, tiempos y emociones ya pasadas. Es fascinante ver girar su limbo y caminar sin la injerencia de nadie. Me guía hasta a la muerte en rumbos directos como disparos al corazón.
Solo soy longitud norte y latitud este.
Longitud norte, latitud este
Publicado: 11 septiembre, 2015 en Conclusiones, Humor, Lecturas, Maldito romanticismo, ReflexionesEtiquetas:Citas
comentarios

Me tengo que agenciar una. Abrazos
¡Hala! ¡Qué guapa eres Followinghannah!
Lo cierto es que me encanta la orientación y las brújulas. De hecho, tengo unas cuantas que considero colección. Me gusta mucho ese aparato tan simple y aventurero.
Abrazos.
Yo no he usado una en la vida, pero tengo una tendencia a perderme en éste y otros planos. Además me gustaría no repetir espacios y personas, por lo que si el artilugio me ayudara a conseguir esto, tendría uno ya. Tendría que ser mágica, eso sí, y ambos sabemos que esa mierda no existe.
Claro que no existe, pero existe la imaginación y creamos los momentos y mundos a nuestra medida.
Me conformo con perderme un poco entre montañas y creer que soy el único ser vivo. Luego escribo y procuro creer que soy interesante, que no soy mediocre y que la brújula me ha llevado a lugares y situaciones emocionantes. Luego cojeo de nuevo a mi guarida y escribo cosas imaginarias, lo que debería ser.
Soy un mentiroso.
Mucho humor, Hannah.