Cuando el papel queda escrito adquiere un sonido crujiente, un peso y un relieve que provocan adicción de acariciar su superficie y pasar las hojas sin leer siquiera. El pensamiento se ha hecho sólido. Se puede acariciar, rasgar y llevar al pecho o las labios.
Las palabras son la vida de la hoja de papel de un cuaderno tan usado…
La tinta es su sangre y la mano que escribe su corazón convulso.
Siempre convulso…
Luego un teclado y una edición evitará que esas hojas de papel nos dejen desnudos e indefensos.
Aunque no es fácil prostituir el papel una vez ha cobrado vida.
El papel vivo
Publicado: 26 septiembre, 2015 en Lecturas, Maldito romanticismo, Manuscritos, ReflexionesEtiquetas:Citas
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