Confesártelo al oído oprimiendo y acariciándote un pecho impúdicamente.
Quisiera decirte en un susurro que es un jadeo en tu oído, que todo está mal, que he matado todo lo que se movía o respiraba. De lo más grande a lo más pequeño. De lo más viejo a lo más joven.
Y sentir en la palma mi mano, tu pezón oprimido, duro y erecto, ansioso por ser mamado. Como mi erección palpitante por tu cercanía.
Te confesaría que soy la maldad más pura del planeta y demostrarte así, que te amo por encima de los vivos y los muertos, por encima de dios y de mí mismo.
Eres lo único que quiero vivo, me mataría por no matarte.
No te ofrezco sangres, dolor y muertos, te ofrezco el mundo en exclusiva para ti.