No tengo elegancia alguna y no me cuesta esfuerzo alguno alardear de que disfruto más que un cerdo en una charca a pesar del calor y del comentario sarcástico de la camarera del frío que hace, asquerosa… Le he pedido tres sobres extras de azúcar y hemos pactado tácitamente una mutua antipatía eterna.
Me sudan las cejas, pero no importa, soy como el mejor de los relojes suizos, resistente a todo.