Posts etiquetados ‘humor’

Hay cosas que deberían existir, no es justo que no vivan y sin embargo, estén en la conciencia de la humanidad, porque sus errores y delitos se hacen impunes.
De toda la miseria e ignorancia que han creado en tantos cerebros, no se responsabilizan de nada.
Me gustaría que dios existiera para rebanar con un cuchillo su sagrado cuello y que su hemorragia lloviera sobre los crédulos que tanto le han rezado para que creara sus fechorías.
Los dioses deberían desangrarse también.

Pasando el rato viendo una obra maestra del cine.
Lo que pasa es que no estoy acostumbrado aún a tanto arte.

Hay muertos que no saben que lo están y nadie se preocupa en cubrirlos de tierra.
Hay vivos que no están del todo muertos, y nadie los acaba de rematar.
Muertos o vivos, lo importante es que callen si no tienen algo interesante que contar. Porque sus historias de ultratumba y sus vidas, me hacen bostezar y provocan dolor de cabeza.
No entiendo porque tanto estupor por los asesinatos, no todos deberían ser tratados como delitos.

Una alucinación repetitiva como el ritmo.
Como drogarse…

Te contaré un secreto (a tus piernas), susurrando allá donde la ternura pasa a ser indecencia.
Te susurraré un espasmo y el dolor de un miembro latiendo con obscenidad voraz.
Y el amor dejará de angustiar con su ansia.
La lujuria liberadora…
La piel agradecerá el calor de mi miembro cuando me abrace a ti buscando tu sagrado coño.
Seremos íntegramente obscenos desatando la mente de ese atroz amor.
Te susurraré luego, tras recuperar el aliento, que te abraces a mí.
Porque ya llega la ternura desencadenada.
Que los dioses nos protejan de la locura de amar, mi amor.

Rihanna

En Telegramas de Iconoclasta.

Y yo que pensaba que un cadáver exquisito era un muerto con luces de navidad en las orejas y una fuente de chocolate para fresas en la barriga…
Estos surrealistas lo son demasiado.
El ocio y la absenta crean y recrean a los muertos.
Y dejan a los vivos exentos de cualquier exquisitez.
Malditos excesos, si no fuera por ellos…

No es broma ser Iconoclasta

Cuesta mucho ser Iconoclasta y revolcarse en el ridículo sin pudor. Requiere esfuerzo, voluntad y la total pérdida de la dignidad.
Como cuando en la playa algunos se calzan ese bañador floreado que deja ver el canal de las nalgas sin ninguna elegancia.
No soy nada banal conmigo mismo.
De la misma forma que en una relación afectiva que es una mierda, jamás diré: es complicado.
Tengo un vocabulario muy básico presto a ser usado para evitar esos eufemismos.
Soy Iconoclasta, aunque me pese.
Qué cruz…

No es por cegato, es incredulidad

Pudieran decir con alegría insana: ¡Vaya, el Iconoclasta ve menos que un gato de escayola!
Un poco de razón llevan los asquerosos.
Pero no es eso, me he quitado las gafas por incredulidad, no puede ser que esas majaderías las haya escrito yo.
Y la vanidad añadida de que salga el cuadrito con mi apodo.
Soy rastrero como nadie cuando me lo propongo.

Feliz como una perdiz

Hay momentos en los que a veces soy feliz como una perdiz. Son breves patologías que duran lo que el cigarro, luego vuelvo a ser Gregorio Samsa sin saber acomodarme bien.
Un tanto inquieto, un tanto hostil.