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Una vez has nacido, cuando es definitivo que puedes vivir sin estar conectado a un cordón umbilical, todo se acelera y comienzan a robarte la vida y todo asomo de esperanza de libertad y es tu responsabilidad cómo actúes y pienses, ante el acosador y aplastante Dios/Estado.
Desde su nacimiento todos los seres son responsables de su respiración, no basta con ser alimentados. A un nivel inconsciente todos los mamíferos marcan el ritmo de su respiración por sí mismos. El alimento es secundario, llega tras la voluntad de aspirar aire.
La única libertad de quien nace bajo el yugo del Dios/Estado (en un asentamiento hacinado de seres humanos), es respirar como su genética dicte.
La función de los progenitores es protegerlo hasta que desarrolle capacidades de defensa y ataque contra las agresiones. E instruirlo en las características del medio donde se desarrolla.
Desde que nació el primer Dios/Estado de la mente enferma de ambición y codicia, con delirios mesiánicos psicopáticos de un ser humano de genética corrupta; las crías humanas son cerebros vacíos que se rellenan con dogmas y sus leyes, dogmas y autodesprecio, dogmas y pecados, dogmas y castigos, dogmas y prohibiciones; pero ante todo: dogmas y servilismo al Dios/Estado.
Las crías humanas nacidas en cautividad (granjas de explotación humana o ciudades), nacen como reses lechales programables. Alguna de ellas nacerá con voluntad y pensamiento propio; pero no es preocupante para el Dios/Estado porque tiene miles de millones de reses aptas para el pastoreo. Si una de estas crías sobrevive y se desarrolla a pesar de la asfixiante mezquindad y mediocridad que le rodea, sólo será una efímera existencia que no trascenderá más allá de tres o cuatro individuos humanos, ya sea de su círculo familiar o amistoso.
Y en caso de que trascendiera, se le sacrifica.
Para el sacrificio el Dios/Estado usa la pobreza extrema llevando al individuo a la indignidad y humillación que, responderá con la violencia. Y así, el Dios/Estado actuará legal, constitucional y bondadosamente pegándole un tiro o metiéndolo en un establo (cárcel) hasta que se pudra.
De hecho, si no se es hijo de la endogamia corrupta de las familias poderosas, el humano nacido en la cautividad del Dios/Estado comerá mierda toda su vida y dejará, al Estado unas pocas posesiones. Porque el Dios/Estado le roba a los hijos de los cautivos lo que por derecho familiar les pertenece.
Y lo más asombroso es que esta vejación está “ajustada a derecho”, es “constitucional” y se habla de la existencia de cochinas “cartas magnas” que así justifican las atrocidades del Dios/Estado, cosa que tranquiliza a las bestias humanas nacidas en cautividad y adoctrinadas en el servilismo a la burocracia corrupta y voraz .
En el imaginario popular se presenta al Dios/Estado psicópata y asesino, como una institución justa y preocupada por las reses que explota hasta dejarlos secos de sangre la misión de la escuela y universidad es que desarrollen las crías humanas amor por ese psicópata que los denigra física y psíquicamente.
La mayoría votante se deja engañar por su teléfono y los dogmas que le transmite. Es ciego a la realidad, momento y mal lugar en el que ha nacido. Y asimila así su pobreza, indignidad y esclavitud como la única forma de vida posible que pueda darse.
Esos seres son la perfecta muestra de cómo el Dios/Estado ha seleccionado los mejores animales humanos para su reproducción y posterior explotación a lo largo de cientos de siglos de asesinar a seres humanos con capacidad de respuesta a la agresión y humillación, sin miedo alguno a la libertad.
Todo lo que nace en cautividad vivirá hasta su muerte cautivo, tras haber sacrificado una importantísima parte de su vida al Dios/Estado para convertirse en un ser humano disfuncional o lo que lo mismo, útil para alimentar al caníbal Dios/Estado.
Los primeros veinte o veinticinco años de vida de la especie humana bajo el yugo del Dios/Estado se pierden como excrementos. Son usados para el amaestramiento y castración mental. Los seres humanos cautivos nacen con casi treinta años menos de su vida que cualquier otra especie animal en el planeta.
Durante cuarenta o cincuenta años, el cautivo alimentará al Dios/Estado con su esfuerzo a cambio de apenas nada y al poco de envejecer morirá.
Es la vida que ofrece el Dios/Estado a una especie humana ya indolente sin la suficiente voluntad e imaginación para ser libres.
Estamos abandonados (una pequeñísima minoría consciente) ante el Dios/Estado y sus humanas hormigas de pensamiento electroquímico colonial.