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Las compañías de internet de suscripción a películas y series como Netflix, HBO o Prime Video. Que además actúan como las grandes inquisidoras de la libertad trabajando para el Nazismo Poscoronavirus Homosexual, han modificado la clasificación por edades de su material visual, si así se le puede llamar al noventa y nueve por ciento de basura que ofertan como entretenimiento.
Las películas que en principio eran +7 han pasado a +16 y éstas a su vez, han ascendido en el escalafón de la censura a +18.
Ni que decir tiene que apenas hay películas para mayores de dieciocho años, comprenden que con la violencia y el terror juvenil de la serie Crepúsculo, ya tiene el espectador que paga su suscripción harta violencia y temas adultos.
Prefieren tener en catálogo las películas indias y filipinas, antes que el buen cine de los 70 u 80, por ejemplo. Y eso se debe a que las de los países subdesarrollados las compran por contenedores a precio de estiércol o morralla sin mirar ni un título; suelen ser blancas como la leche, cantan, lloran mucho y el homosexualismo es preciosista en ellas. El asunto de los hijos que son rebeldes porque solo dicen “no” a los padres (esa típica escena que madre y padre se miran asustados cuando el niño niega algo), es toda una oda a la familia cabestra unida que se vacunan con sonrisas y lucen su bozal con una dignidad, cuasi monacal.
Por otra parte, en la ficha de la película los “peligros” que supone que el público (pagador para mayor inri) vea esa película infantil, se riega con un chorro de advertencias del porqué podría herir la sensibilidad de los cabestros: consumo de drogas (como en el parque infantil enfrente de tu casa y en los bares de copas) consumo de alcohol (también en el parque de tu casa), violencia (la misma que los borrachos en el parque de delante de tu casa) y la más extraña: avisan de consumo de tabaco, como si el tabaco fuera malo y narcotizara.
O sea, mejor te asomas a la ventana y podrás ver gratis una película de adultos sin más remilgos de mierda, día sí, día no y fines de semana sesión continua.
Homosexualizar a la población y debilitarla física y anímicamente son maniobras necesarias para todo nazismo o fascismo con las que obtener la fe y la mansedumbre plenas de la población en el estado. Tan importantes como el oscurantismo con el que vienen infectando desde los 90 la educación y la cultura.
Y bueno, ahí está Netflix y Prime Video entre muchas, para trabajar para el Nazismo Poscoronavirus rabiosa y peligrosamente surgido sin pudor durante la estafa de la pandemia de coronavirus, o como se le llena la boca de piedad al nazismo español al llamarla “la covid 19”, que es el principio de la ternura aplicado a la semántica para subnormales que tan buenos resultados les ha dado entre la población cabestra.
De nuevo, bienvenidos a la nueva Edad Media, las épocas más oscuras que jamás otras ha conocido la humanidad.

Iconoclasta

Las producciones de películas y series de webs de internet se fabrican en tal cantidad para llenar espacios en blanco en los servidores, que ya no existe ni siquiera la probabilidad de encontrar algo decente a pesar de los cientos y cientos de grabaciones caseras que tienen en catálogo. En lo más que se esmeran, es en el reparto; debe aparecer en algunas ocasiones algún viejo y famoso actor ya decadente que sirva de anzuelo para los ingenuos suscriptores del portal de “streaming”.
Estas productoras de “streaming”, hacen de las películas de universitarios gilipollas estadounidenses (divertidas, toscas, sin interés intelectual alguno; pero matan el tiempo), por ejemplo; auténticas novelitas rosas aptas para niños de dos años hasta para tortugas centenarias por lo absolutamente blancas y aburridas que son. Literalmente, acabas rascando el culo de un vaso para distraerte de toda esa mediocridad que escupe la pantalla. Incluso las amas de casa (si existe alguna todavía) curtidas y acostumbradas a las horrendas telenovelas hispanoamericanas, bostezarán ostentosamente pintándose las uñas de colores que no puedan confundirlas con actrices porno, por supuesto.
De este tipo de películas han eliminado hasta el humor, incluso la tosquedad. Observar algo así, como por ejemplo la que últimamente ha incluido en su catálogo Prime Video: ¡Emergencia!, 2022; es lo mismo que abrir el envoltorio de una gasa o apósito estéril: no ofrece absolutamente nada más que un blanco trozo de tela sin ninguna gracia. Así de triste.
Ni siquiera tiene la emoción de la misa televisada los domingos a la mañana.
He de confesar mi satisfacción al no ver, como ya es habitual en toda película, a dos maricas o dos tortilleras (aunque las tortilleras me ponen) dándose el filetazo en las dichosas fiestas de las fraternidades universitarias; sin embargo, en el momento de escribir esto, aún no he acabado de ver el ladrillo. Pudiera ser que dicha escena de homos, se me hubiera pasado mirando como corren los segundos en el cronómetro del teléfono móvil, no sé…
El guion ha sido escrito, sin duda alguna, por alguna monitora de niños de guardería, cuando dormían la siesta y la dejaban tranquila.
Es tan aburrida que consigue cabrearme, estoy tentado por apagar la tele. La peor película de mi vida que he visto en los últimos quince minutos. Rebuscando en mis registros mentales, no encuentro momento más humillante que el actual, tanta vida perdida para esta mierda.
Sé que podría haber apagado la televisión y a tomar por culo la mierda; pero necesito llenarme de angustia vital para dar mayor dramatismo al texto, hijoputas.
Y al final, lo que no podía ser peor: un mal actor negro mal llorando en una lacrimógena mala escena que no sé cómo coño la han colado en la mala comedia. Como si en un vestido de gala negro hubieran zurcido un remiendo de color rosa motel/burdel mexicano, así de llamativo, en la zona del culo.
Siempre digo que el cine ha muerto con el neonazismo y su puritanismo. Lo apuñalaron con el cine infantil masificado de ideología del servilismo, beatitud y conformismo, y del tipo Dwayne Johnson-Marvel-Disney; y ahora huelo su descomposición.

Iconoclasta