666: un favor para el ex nazareno

Publicado: 15 junio, 2024 en Absurdo, Lecturas, Terror
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666 dormitaba con los ojos oscuramente abiertos en su trono de piedra centrado en la cámara principal de la fría, oscura y húmeda cueva que cubría el infierno. La Dama Oscura desnuda a sus pies dormía profundamente y un cruel lamía su vagina entre los muslos separados con premeditada obscenidad.
Percibió una vibración en el aire. Prestó atención a la frecuencia y su cerebro negro y venenoso la descodificó. Las pupilas se contrajeron hasta formarse dos rayas negras verticales apenas perceptibles.
– ¡Hola, 666! Soy JC ¿Puedo bajar a hablar contigo sin malos rollos?
– ¿Y eso? –preguntó perezosamente sacudiendo el pene y salpicando con semen las tetas de su Dama que gemía sin despertar. El cruel seguía hocicando en el coño con los ojos atemorizados observando al diablo.
–Ya te lo explicaré en un lugar más discreto. Mi todopoderoso padre tiene las orejas llenas de pelos; pero escucha por medio de sus querubines sexuales.
–Está bien, pero mejor nos vemos en la Tierra, aquí hace demasiado calor y si los condenados detectan tu presencia se alborota el gallinero y me da jaqueca.
– ¿Te parece bien en Jerusalén, frente al muro de las lamentaciones?
– ¿Estás deprimido?
–No ¡qué va! Sólo que hace muchos siglos que no lo visito y pensé que sería un buen momento.
–Bien, pues en un milisegundo allá nos vemos ¿Tu padre-dios te dio ubicuidad?
–No, le jode que alguien pueda tener tanto poder como él, como le ocurrió contigo.
–Está bien te abduzco hacia la entrada del infierno y nos vamos juntos a Jerusalén en una fracción de segundo.
– Gracias.
El sol de oriente medio creaba una atmósfera sucia por el eterno polvo en suspensión de las tierras desérticas. Apenas pisar suelo sagrado sintieron el calor abrasador en la piel y la mirada polvorienta.
Se habían materializado en Jerusalén, progresivamente se opacaron entre una riada de gente en la calle Bab El Silsilfh y accedieron a la plaza de los templos sin llamar la atención de la eterna muchedumbre que llenaba el sagrado lugar. Caminaron frente a la sinagoga Shomrei Hahomot y JC se sintió conmovido durante unos segundos. Encararon la vía Suq El Qatanin que los llevaría al famoso Muro del Oeste caminando paralelos a los interminables trabajos de arqueología. 666 movió una nube para que cubriera el fortísimo sol.
El rumor de tantas voces, el ruido de la ciudad, el roce con los monos…
–Es asqueroso, los destriparía ahora mismo y callaría sus repugnantes y pegajosas voces.
JC detectó un aura de sólido rojo sanguíneo alrededor de 666 y se separó de él con discreción.
–No temas, controlo. No entiendo cómo ese padre maricón tuyo pudo crear esta basura y sentarse a descansar tan feliz en su cochino cielo.
JC ignoró el repentino estallido de ira y expuso la razón del encuentro.
–Estoy preparando mi segunda venida. Padre está perdiendo la paciencia porque es algo que ya debería haberse cumplido; pues bien, antes quiero que los mates a todos.
– ¿A todos los monos?
–No, sólo exterminar a todo jerarca y burócrata que forme parte del gobierno o estado de todas y cada una de las naciones de la Tierra. Quiero que mueran todos.
– ¿Quieres su riqueza y poder?
– ¡Qué va! Tengo todo lo que quiero con mi padre. Sólo pretendo que antes de renacer entre ellos, no exista ninguna rata política o religiosa con mando en su nación. En ninguna nación, por pequeña o grande que sea. Necesito que los monos, como tú les llamas, se encuentren abandonados sin los amos que los dominan y mueven como muñequitos. Quiero el caos y el miedo, deben prestarme una atención absoluta y universal.
–Quieres ser el rey supremo… Está bien pensado. Eres tan narcisista como tu padre. ¿Quieres que acabe con ellos por la vía del dolor extremo?
–No, lo más rápidamente posible. Que no respiren más tiempo del necesario para que los anodinos monos esclavos de sus jerarcas no se enteren de nada hasta que vean los cadáveres enfriándose y pudriéndose los restos en las calles. Ahora bien, si los quieres quemar vivos para tu distracción y placer, no hay problema. Ardiéndoles la carne no podrán hacer o decir idioteces y mucho menos seguir con su mando. Total ¿cuánto pueden tardar en morir envueltos en fuego?
–Cuenta que un par de minutos de media, en cuanto aspiran las llamas mueren con los pulmones carbonizados, incluso antes que se les queme la piel de los pies, las crías mueren en un minuto y los neonatos en veinte segundos. Como mucho, alguno de los adultos puesto de coca podría aguantar un par de minutos y medio. No te preocupes, todo el que pase de ahí, se le arranca el corazón y asfixia metiéndoselo en la boca. Mis crueles son infalibles; pero necesitan por naturaleza practicar tormento, es la forma de recompensarlos. ¿Y qué pasa con sus familias y amistades?
–Extínguelas también, a todas las familias de todos los jerarcas, religiosos o burócratas que formen parte del estado, amistades y simples conocidos. No ha de quedar nadie vivo amigo o con intereses de los que rigen las naciones; incluidos los bedeles que usan como aparatos sexuales. Ha de morir toda línea sanguínea de cada uno de ellos, sean crías o adultos, no quiero que me molesten con sensiblerías y martirologios. Con sus lutos de mierda, manifestaciones y homenajes. Ya sabes cómo funcionan estos putos monos. No debe quedar prueba viva alguna de existencia de autoridad política y religiosa.
666 caviló unos segundos.
–Esas líneas sanguíneas del primer al último pariente vivo más sus amistades, suman unos setecientos millones de monos, millón arriba, millón abajo. Asesinados en pongamos, pueden ser extinguidos en un par de horas; pero a cambio, no quiero que aparezcáis tú o tus ángeles en cien siglos en mis masacres para llevaros las almas de los monos que descuartizo. No saber de tu padre marica y sus ángeles asexuados durante unos días me dará cierto relajo.
–¡Hecho! Tenemos el cielo a reventar de idiotas. Incluso un día te puedo enviar al infierno unos millones de almas como combustible.
–Los odias como yo ¿verdad? A mí me dan asco por su mera existencia; pero lo tuyo es venganza. Ven conmigo al infierno, has nacido para ello, tu padre fracasó contigo… Cuando te quedes solo frente a la chusma ¿qué harás?
–Bueno, aprendí cosas cuando me crucificaron y les debo unas cuantas. Mañana haré mi epifanía ante la humanidad, les daré un tiempo de espera de diez años para que demuestren su fe y su buena voluntad y entonces llegará el juicio final. Durante esos diez años los abandonaré como ellos hicieron cuando me crucificaron. Tengo planeado que algunos millones fanáticos se suiciden por desesperanza, creerán que no volveré. Combatirán entre iguales sin ningún fin y morirán otros cientos de millones; y será perefecto, cuantos más mueran más limpio estará el planeta. Y ya relajado, con menos monos a mis pies, los juzgaré y condenaré a muerte, salvo a unos pocos de miles para que sirvan de comida a los depredadores naturales y conservar la diversidad zoológica en la Tierra. Una vez ejecutada la sentencia, controlaré a la población mundial: cuando esté a punto de superar los trescientos millones de reses en todo el planeta, para contenerla como plaga, montaré un segundo juicio final o si me siento agobiado, la extinción. Y que mi padre cree otra especie animal que los sustituya. La verdad es que me aburren.
–Te van a confundir con el anticristo.
–Eso es tu gracia, hiciste creer a los monos que no estabas entre ellos y los angustiaste con tu venida. Astuto. Sin embargo, el cabrón de mi padre, me hizo torturar y asesinar para nada. Me humilló. Tal vez, algún día deberíamos hablar tú y yo del viejo y jubilarlo.
–No es una buena idea, porque sin tu padre sólo quedaremos tú y yo en un mundo sin dolor, sin cruentos designios divinos contra vidas miserables hasta morir. Ver a los cometas dar la vuelta al universo continuamente todos los días sería espantosamente aburrido. El dolor, la hipócrita misericordia, la caza y el tormento son nuestros alicientes.
–Eres oscuramente sabio.
– ¿Quieres que a tus monos les envenene el agua que beben durante tu descanso de diez años y vivan una especie de plaga que les haga creer en las viejas profecías que se inventaron aquellos locos? No es trabajo, me place. Y te los dejaré bien blanditos esperándote de nuevo con ansia.
–Por supuesto. Sólo asegúrate de que queden unos cuantos para que haga mi performance del juicio final ante un numeroso público. Y así, angustiados de miedo y penurias, les pasaré a esos hijoputas un video que guardo para la ocasión en mi palacio del octavo cielo. Un documental de mi tortura y crucifixión. Nunca me acuerdo… ¡Ah, sí! Pasión la llaman.. ¡Oye! Podrías aparecer conmigo como bestia surgida del infierno llenándolos de terror. ¿Te imaginas? Incluso podríamos interpretar que me arrancas la cabeza ante la multitud en un “gran evento global” y pierdan toda esperanza de salvación; en unos minutos resucito te doy una patada en el culo y te esfumas creando una tormenta de espinas y vidrios rotos.
–Sabes que soy impredecible y que podría acabar mal, es mi naturaleza. No juegues con ella JC, tengo una escasa tolerancia hacia la lealtad y cualquier ente surgido de la sustancia de tu padre maricón.
–Está bien, pero cuando llegue el momento si te sientes de humor, podríamos montarnos una buena comedia.
– ¿Sabes, Jesusito? Si me llegas a pedir piedad para los monos, tu cabeza ahora estaría metida en una sombrerera, sobre el regazo de tu todopoderoso y maricón padre.
Jesucristo le sonrió encendiendo un par de porros de maría y los fumaron a espaldas de los judíos que cabeceaban automáticos y mecánicos pegados al muro.
– ¿Me dejas sostener tu daga?
–Sácala tú mismo; pero no toques el filo o pasarás un mal rato, causa severos daños en el tejido celestial.
666 alzó la camisa por encima de la cabeza dejando descubiertos sus omoplatos, entre ellos, hundida en su carne palpitaba su puñal.
Con un sonido viscoso, Jesucristo lo extrajo. Del filo goteaba un miasma rojizo y gelatinoso desprendiendo vapor y restos de tejidos corruptos.
666 rebuznó como un asno y los monos que se encontraban frente al muro y los alrededores de la plaza del muro, quedaron congelados en el tiempo y el lugar.
– ¿Puedo? –JC señalaba con el puñal a un judío frente al muro.
–Adelante, disfruta.
Admirando el puñal en alto y haciendo movimientos de ataque y defensa en el aire, Jesús llegó correteando hasta el judío, con la inmovilidad de una estatua mantenía la cabeza gacha frente al muro, muy tentadoramente. Deslizó el filo por la nuca y el puñal se hundió dulcemente en la carne, se detuvo durante unos segundos en la médula espinal para encontrar una vértebra por la que pasar y acabó decapitándolo. La cabeza cayó al suelo de losas de piedra con un ruido sordo; pero no manaba la sangre, quieta y vibrante permanecía al borde de los vasos sanguíneos, el tejido de los muñones tenía el aspecto de las carnes que se venden en los mercados, limpias de sangre, crudas.
No pudo evitar cierta incomodidad, sentía que el decapitado era un muñeco roto, como si no lo hubiera matado. Es importante que mane la sangre como la suya corrió festivamente y sin pudor bajo el látigo romano, con cada pedrada en la cabeza, entre las espinas de la corona, entre los clavos y la lanza… Cuando 666 mata todo a su alrededor queda encharcado de sangre. ¿Cuántos litros de sangre son los de setecientos millones de monos desangrándose en dos horas? ¿Se evaporará parte de la sangre y luego lloverá espesamente? Sonrió, sería estupendo que mañana en su segunda venida, lloviera la sangre de los muertos sobre los rostros de la “humanidad redimida” dos mil años atrás.
666 captó el pensamiento de JC frente al muro.
–Está bien, lloverá sangre en tu performance. No me gustan los milagros, porque le dan a la muerte un acto de furia divina; pero se debe reconocer que será impactante– le transmitió.
Jesucristo esbozó una sonrisa. Encantado le dio una patada a la cabeza que rodó tan solo media vuelta para quedar detenida contra el muro, los judíos ojos permanecían cerrados y la boca congelada en un lamento, de la que escaparon por los labios dos gotas de sangre espesa y pesada que cayeron semejando las cabezas carmesíes de dos clavos en la piedra.
–Todo cuadra, es perfecto –pensó divertido JC.
Sonriente e ilusionado, dio media vuelta para volver con 666.
– ¡Qué belleza de arma! Parece un ser vivo…–comentaba introduciendo de nuevo el puñal entre la carne de 666.
–Me espera mi Dama Oscura, vamos a pasar la tarde con cuarenta familias en un pueblo de Ucrania. Las descuartizaremos. No hay nada que desestabilice más el ánimo de los monos que muerte sobre muerte. Cuando los colmas de asesinato, dolor y hambre, pierden el control de sí mismos. A veces se atacan con sus propios excrementos. Luego, el tonto del pueblo contará cosas increíbles.
–Vámonos de aquí –concluyó 666.
–Yo me quedo, quiero ver qué hacen cuando los descongeles y vean al decapitado. Más tarde le pediré a mi padre que me arrastre al cielo. ¿Cuándo empezarás la masacre?
–Dame cuatro horas para hacer mi obra en Ucrania y luego follarme a mi Dama Oscura. Después cenaremos en algún bistró de París. Calcula esas cuatro horas y dos más para masacrar a esos setecientos millones de monos. En seis horas puedes hacer tu segunda venida. Yo te aviso.
–Te debo una- le respondió con entusiasmo.
666 se desmaterializaba.
Y la inmovilidad en aquel lugar desapareció y se elevó de nuevo en la atmósfera el insoportable rugido de la colmena humana.
El decapitado creó una gran alarma, la sangre manaba ahora con fuerza de los muñones. La gente huía aterrorizada de la plaza por miedo a un acto terrorista, otros rodeaban el cadáver. Nadie se lamentaba frente al muro en ese momento. No se entendía como pudo pasar algo así, en qué momento…
La policía israelí y un convoy de militares antiterroristas crearon puntos de control prohibiendo salidas y accesos al lugar sagrado. En pocos minutos se inició la tarea de identificación de los testigos.
Los sanitarios, tras la actuación de la unidad forense, retiraban la cabeza y el cuerpo del judío dentro de una bolsa para conducirlo a la morgue para su autopsia. Por protocolo antiterrorista, podría la víctima estar contaminada química o biológicamente. Repentinamente a los sanitarios les cayeron encima cinco musulmanes descabezados lanzados desde la cara opuesto del muro, sus kaftanes blancos estaban ensangrentados. Policías y soldados apuntaron con sus armas hacia el muro esperando algo más, un helicóptero volaba en círculos a muy baja altura. No ocurrió nada más.
JC sintió la carcajada de 666 en su cerebro:
–Estaban en la lista de los setecientos millones. Bueno, hay un par que no; pero es más difícil no matarlos que matarlos. Nos vemos Jesusito, sé malo.
JC sacó del bolsillo de la camisa empapada de sudor otro porro de maría y lo encendió esperando el momento en el que su padre lo elevara de nuevo al cielo. Admirando los cuerpos, ahora sí, sangrantes. La agitación de los monos le evocaba a las hormigas moviéndose neuróticas cuando se aplasta con el pie la entrada de un hormiguero.
Tras unos minutos de idiocia narcótica, dulcemente se desmaterializó dejando una voluta de humo en aquel aire sucio de polvo y fétida religiosidad humana.
Siempre sangriento: 666

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