El amor y sus imposibilidades pulsa en mis sienes y no veo remedio a esta locura que busca expandirse desde dentro hacia el aire, el que me rodea, el que me aplasta.
Un rayo de luz incidió entonces en mi espalda, calentándome, molestándome. Me di cuenta de la simpleza de la mecánica cuántica: la luz no tiene peso, no almacena dolores, no comprime ni es comprimida. No es gas.
Mierda… La solución por fin.
Ya apenas soy, como un ángel me convierto en luz.
Sin alegría.
No podría ser ángel con esta asepsia emocional. Aún no puedo evitar que se me deslicen entre los dedos palabras de sueños y belleza. Siempre he sido cándido.
El tiempo me arrastra y me desgasta de la mano del demonio, con el pacté. Y ahora me diluyo.
Él, el Cruel Sagrado no es como Dios, él cumple sus pactos.
Soy una mancha de lejía en el sucio vestido de esta ramera que es la humanidad. Quiso lavar el semen de un borracho y yo soy la obscena e impúdica cicatriz. Los hay que son rosas y gloria de mierda, a mí me toca ser lo mejor de lo peor.
Una vez tuve piel y me la arranqué desesperado; pero debajo había músculos, y sangre que no se acababa nunca.
Y huesos indestructibles.
No podía liberar mi alma.
No podía salir de aquí, de entre ellos.
Y allí estaba Él, el Podrido Corazón riéndose de mí.
«No podrás deshacerte tú mismo, necesitas ayuda, me necesitas a Mí. Pacta conmigo y te haré luz».
«Sácame la carne y los huesos».
«Trabajarás para mí».
«Vale».
Ya apenas queda nada de mí, ya apenas gravito sobre la tierra.
Fue doloroso y por ello, glorioso.
No es un castigo, es mentira eso que dicen de la condenación; solo es propaganda beata. Los pactos con el diablo siempre dan lo que buscas, siempre pagas lo que puedes.
Solo te pide que no te quejes, que no te arrepientas de lo que has perdido, de lo que has dejado. Que hagas tu trabajo y punto.
Él está muy ocupado, es razonable que exija esas cosas.
Yo no dejé nada más que tristeza.
Pacté no sonreír, no hablar, ser la falsa luz de la esperanza de los que agonizan; muy pronto seré una luz engañosa que los arrastrará a las fauces del Podrido Corazón.
Ya he firmado un documento con la última gota de sangre que me ha sacado, en la que me comprometo a ser La Iluminada Desesperanza de los Moribundos. Es largo, pero solo se firma una vez, es poco sacrificio, y mientras desaparezco no tengo otras cosas que hacer.
Él se ríe, dice que nunca debí nacer, que perdí el tiempo en una vida errónea.
Debí ser luz de muerte siempre, me dice.
«Alguien cometió un serio error con tu nacimiento en el planeta, Iconoclasta».
«Los que agonizan se darán de bofetadas por ir a ti ilusionados, como las polillas querrán ir a la luz.
Y haré de sus almas un manto de dolor y tristeza que viajará por el infinito creando universos angustiosos. Si lo haces bien, te nombraré director de una sucursal».
Y se ríe.
Pienso en la franquicia de la Iluminada Desesperanza. Suena bien.
He de reconocer que el Podrido Corazón sabe arrancar sonrisas además de la carne, la sangre y los huesos. Me río.
«Te he dicho que no puedes sonreír».
«No ante ellos».
«Está bien, pero no pierdas la concentración».
«Vale».
Ahora de mí queda una desleída transparencia.
Tal vez estas palabras, las duras palabras, las temibles palabras, las vergonzosas palabras, las putas palabras sean testimonio de que una vez tuve peso y por tanto piel.
Aunque poco me importa, siempre fui transparente a ojos de los demás, me confortaba…
Cuando estéis a punto de morir, nos veremos, ahora mando yo.
Archivos para mayo, 2015
La luz de la desesperanza
Publicado: 6 mayo, 2015 en TerrorEtiquetas:desaparecer, desesperanza, pacto, Terror, tristeza frustración
Estigmas
Publicado: 5 mayo, 2015 en Lecturas, Reflexiones, TerrorEtiquetas:Citas, Humor, música, Ultrajant
Giran sus palmas heridas a los idiotas y causan admiración. Sonríen esperanzados millones de rostros indecentemente vulgares.
Y están nuestros estigmas, ocultos. Una sombra que hace grandes las pupilas nos delata, como animales acechando.
Y pensamos, secretamente, con una sonrisa ostentosa, que Cristo no las hubiera lucido tan tranquilo si hubiéramos clavado nosotros sus manos y pies.
Esa es la inquietud indefinida que sienten los felices cuando giran sus rostros a nosotros que no sonreímos con ellos.
La internacional deficiencia
Publicado: 4 mayo, 2015 en HumorEtiquetas:continentes, deficientes mentales, Humor, países, sorpresa
Certificado: los deficientes mentales (que no son lo mismo que los idiotas, hay matices que solo un iconoclasta puede definir con quirúrgica precisión) son sorprendentes donde quiera que sea el continente que los contenga completamente descontenidos.
Soy débil, disculpad este arranque de retórica por mi parte.
Es decir, pululen por donde pululen siempre te sorprenden, al menos la primera vez; que no es poco y es de agradecer, porque así no sientes la necesidad (por la gratitud de la sorpresa) de arrearles una hostia y elevarlos al espacio exterior frío y letal.
Ya sé qué me vais a decir: «yo también he convivido con un deficiente mental (macho o hembra) en casa durante un largo tiempo, como tú»; pero esos no cuentan porque no sorprenden y si a vosotros os han sorprendido, a mí no.
Así que no me toquéis los cojones antes de empezar.
Una vez en la calle se abre todo un abanico de posibilidades para asombrarse ante la podredumbre que algunos cerebros pueden llegan a alcanzar.
Y ya no te cuestionas…
Por favor, los delicados, los seres sensibles integrados en esta sociedad de mierda, están a tiempo de dejar de leer esto. ¡Vamos, vamos, desfilando que es gerundio! Que luego no quiero oír críticas sesudas, pseudo intelectuales, escrupulosas y emotivas.
Sigamos.
Y ya no te cuestionas si es un daño congénito, una enfermedad o simplemente aplicas la navaja de Ockham pensando que todo es maravillosamente simple porque simples son sus cerebros: en el momento alegre y gozoso (es de esperar, a veces soy optimista) del acto de sexual para procrear al bicho, alguien se equivocó de agujero, se torció, se dobló, estaba borracho uno o ambos, o no estaba muy limpio ninguno de los cónyuges o copuladores.
Y salió eso.
Es sorprendente que en pleno calor mexicano, con el sol radiando en todo su esplendor sobre moi, salga el tonto de la colonia de un local oscuro como boca de lobo (a pesar de que hay sol no puedes ver ni los huevos que están delante de tus narices en el mostrador, debido a un mal entendido exceso de ahorro eléctrico en ese minisúper, miserables…) y te quiera vender Matrix en pleno calor del 2014 como una novedad. Como me puso delante de las narices el DVD, tardé un poco en darme cuenta, pero me miraba a mí, a pesar de que sus ojos miraban a alguien invisible detrás de mis hombros.
Era el ser más bizco que he visto en toda mi vida.
Porque así, de sopetón, pensé que se trataba de un cinef… cinéfago (¿se dice así, verdad? bueno, vosotros me entendéis) vendiéndome su reliquia.
Y comprendí que había topado con el típico deficiente (tonto del pueblo) de la colonia de Indecente Madero.
Entonces envié finamente a la mierda a Matrix y los retorcidos dedos que lo soportaban incómodamente cerca de mis preciosos ojos verdes.
Vuelvo a casa de recoger a la pequeña en la guardería y aparece en el horizonte sucio de cables y polvo amarillento, la gorda con el gafete colgado eternamente del cuello dispuesta a preguntarme durante más de cuarenta minutos cosas tan importantes como: ¿cómo se llama la niña? ¿eres el padre? ¿y la madre? ¿te portas bien, bebé? ¿estudias mucho? ¿es posible que no pueda comer camarones por lo caros y calientes que están?…
Pero soy listo, porque ya la había visto previamente en acción, así que se queda hablando con la pared, mientras yo voy con la pequeña de la mano hacia la casa, doscientos metros más allá de la deficiente. Tiempo transcurrido entre la primera pregunta de la gorda y el tele transporte que ejecuté: 0.8 segundos, 3 centésimas. Tengo que lucir mi super crono.
Y así ocurría en días alternos e incluso días consecutivos.
La idiotez en el mundo es imparable.
Y no hago mención del mecánico de amortiguadores, al final de la calle, ya tocando a las torres de alta tensión para que jueguen los niños alegremente trepando por ellas tras haber cruzado una calle de cinco carriles de coches de ida y otros cinco de vuelta.
No sé si era deficiente mental; pero deforme, mucho.
Si alguien recuerda la película Los Goonies y busca con velocidad 32x en el reproductor para no tardar demasiado, encontrará al hermano deforme de la familia de criminales torpes que da sentido a la película y me ahorrará la descripción. Solo hay que añadirle a la calva unos puñados de pelos hirsutos tipo quimioterapia y ya tenéis el retrato del mecánico.
Y como si fuera mi maldición, como si tuviera imán para atraer a los deficientes mentales, llego a Europa y me encuentro una mañana también muy calurosa con un tipo más grande que yo avanzando directo contra mí, con gafas también más grandes que las mías mirándome fijamente, causándome el temor a una violación; pero simplemente me pregunta balbuceando si le doy exactamente 1, 2 euros.
Pienso en lo muy refinado y exótico que es el imbécil y le digo que no. Se aleja pidiéndome perdón por las molestias y siento que he sido un poco brusco, así que me enciendo un cigarro como castigo.
Otra mañana de domingo, justo en el otro extremo de la ciudad donde tuve el primer encuentro con ese deficiente, me lo vuelvo a encontrar y me pide 1,2 euros. Y como se están celebrando festividades por algo del santo del pueblo que seguramente fue colgado por los huevos por los franceses en el año no sé cuantos antes de cristo, me siento generoso y saco el monedero.
Pues no llevaba un euro y veinte céntimos, llevaba menos.
Y encima en pequeñas monedas. Sería idiota el hombre, pero contaba como la mejor de las calculadoras casioscientific que venden de oferta en los grandes almacenes de verduras y productos a punto de caducar.
«Solo hay un euro con cinco céntimos» díjome casi llorando el hombretón.
«Bueno, pues ya te queda menos, chaval», intenté consolarlo y seguir cojeando.
«No los quiero», y me los dejó en la palma de la mano tras casi treinta segundos de estar contando moneditas con el sol cayendo en mi cabeza cubierta por una gorra marca Adidas que valía más que los zapatos del deficiente.
Estuve a punto de arrearle una hostia, porque aunque fuera más grande que yo, yo soy mucho más malvado y sé muy bien como generar mucho dolor con pocos golpes.
Lo sorprendente, dejando de lado que me devolviera el dinero, fue la velocidad con la que me dejó para ir a buscar a otro ser humano que le pudiera dar su euro con veinte.
Pensé que me seguiría eternamente esperando las monedas que le faltaban.
Por supuesto, no le pregunté para que quería esa cifra tan exacta: si no quieres oír idioteces, no preguntes.
Y esto sucedió ya hace 43 horas.
Y ahora, ya en casa, fumando, reflexionando sobre la malicia intrínseca en el ser humano y si nació idiota o lo hicieron (a toda la especie, me refiero), decido entre salir de nuevo a la calle y enfrentarme con todos esos seres de mente infecta o quedarme en casa a salvo de calor e imbéciles.
Y decido que está bien, me gusta que me sorprendan. Bajaré a la calle mañana y compraré más tabaco.
Como no conozco el miedo, que vengan, tengo un montón de monedas sin valor para entretenerlos como si fueran palomas picoteando salvado rancio vendido a los viejos y niños a precio de caviar en la plaza Cataluña de Barcelona.
Sí, ya sé que soy sensible y empático; pero es que están en todas partes, viaje a uno u otro continente, allí hay uno, esperando con sus gafas, con su obesidad, con su mirada bizca, con sus pelos de quimio…
También he visto por ahí al perro andaluz de Buñuel, que aún no sé en qué escena de la peli aparece, pero es muy surrealista. Soy un cinéfago aficionado.
Buen sexo, y cuidadoso.
Confesión extrema de amor
Publicado: 3 mayo, 2015 en Amor cabrónEtiquetas:Amor cabrón, confesión, Terror
Quisiera tener secretos verdaderos, temibles.
Cosas horribles que contarte.
Confesarte que soy el peor ser del universo.
Confesártelo al oído oprimiendo y acariciándote un pecho impúdicamente.
Quisiera decirte en un susurro que es un jadeo en tu oído, que todo está mal, que he matado todo lo que se movía o respiraba. De lo más grande a lo más pequeño. De lo más viejo a lo más joven.
Y sentir en la palma mi mano, tu pezón oprimido, duro y erecto, ansioso por ser mamado. Como mi erección palpitante por tu cercanía.
Te confesaría que soy la maldad más pura del planeta y demostrarte así, que te amo por encima de los vivos y los muertos, por encima de dios y de mí mismo.
Eres lo único que quiero vivo, me mataría por no matarte.
No te ofrezco sangres, dolor y muertos, te ofrezco el mundo en exclusiva para ti.
Ellos eran hojarasca en el jardín.
Destellos dementes
Publicado: 3 mayo, 2015 en Absurdo, Humor, Lecturas, ReflexionesEtiquetas:Citas, Humor, música, Ultrajant
Necesito ser demente y escapar, no volver a la realidad. No seguir en el mundo tangible, aborrecible, despreciable. Erróneo.
Ya es tarde para la esquizofrenia. Es una enfermedad de jóvenes y yo soy milenario.
No es bueno besar las patas de las ratas, están sucias. No hay certificado de higiene.
¿Existe el destello de la brillantez? Yo no le visto.
No vale la pena recomponer lo roto, no hay tiempo. Mi pluma luce en el suelo aplastada.
Lo que un día atesoré, se rompe aunque lo cuide; lo rompen otros por envidia, por indolencia.
He rascado el codo porque me duele y hay un feto de araña. Hay arañas mamíferas que tejen telas de mierda en el suelo.
Que se joda la araña de mierda, no necesito un repugnante hermano que eche más mierda a mi piso.
Ocurre pocas veces; pero pasa: la hediondez no consigue arraigar. Aunque da dolor de cabeza evitarla. ¿Quién quiere una cabeza? ¿Era necesario que naciera con el cerebro prisionero entre huesos?
Es un dolor de cabeza irritante, porque no es locura. Es de encierro.
Las cabezas son pequeñas, no tienen espacio y tras el sueño te encuentras ahí dentro.
Otra vez.
¿Los que tienen una gran capacidad craneal son más libres? Yo quiero un cráneo grande aunque sea ridículo el tamaño de mi cerebro. No me importa que al morir lo pesen y se rían. Importa no estar oprimido.
¿Los ciegos se sienten oprimidos? Seguro que no, porque no se pueden imaginar el poco espacio que hay en el mundo.
La belleza de lo sórdido
Publicado: 2 mayo, 2015 en Conclusiones, Lecturas, ReflexionesEtiquetas:Citas, Humor, música, Ultrajant
Es un espectáculo de contrastadas fotosíntesis, clorofilas vanidosas; el decorado hermoso de la vida y la muerte que alojan bajo sus brazos velludos e indiferentes. Ellos reciben el sol, el aire y la noche y otros nacen y mueren bajo su arrogancia. Y yo un extraño, íntimo y secreto, admiro los colores que se forman también con pieles mudadas, excrementos y cadáveres. Soy maravillosamente capaz de ver lo más sórdido de la belleza y amarlo sin disculpas.
Y la soledad es una gracia que me he ganado a pulso.
Los hijos mueren, madre.
El amor materno es la pena y el horror que una verdad esconde.
¿Sabes que tu hijo morirá, madre? Incluso lo podrás ver.
¿Te duelen las palabras?
Espera a que muera y verás que desgarrador es. Te arrancarás la piel de los pechos que me dieron de mamar en un dolor sin consuelo.
Dios no bendijo los vientres de las madres, le dio la extremaunción a la barriga de María por la segura y pronta muerte de su hijo.
Y se perpetuó el horror en todos los vientres de todas las mujeres.
Amén.
No es de risa, pero no sé… Me da por reír, como cuando veo un ataúd y pienso en la fecha de caducidad que hay en la tapa del envase. No hay refrigeradores allá arriba ni en el infierno.
El salami me gusta un poco crudo, lo sabes. Ya no tengo tiempo de comer salami.
Y tengo náuseas que se forman aleatoriamente, sobre todo cuando veo un juez togado. Será por alguna idea pervertida sobre la justicia y su degeneración.
Todos los vientres de todas las mujeres son mortajas de bebé.
No es gracioso. Es absurdo tanto amor para tanta muerte.
Madre, tu hijo está loco, pero hay una ley que dice los locos no mienten.
Deberíamos ser animales para evadir este embarazoso asunto, ellos no son conscientes de su muerte. Cagan sin preocupaciones.
Madre, tu hijo tiene cáncer, un tumor del tamaño de una cereza está alojado en mi cerebro, como nácar podrido en una ostra, que la envenena.
Dice el médico, que está tan profundo y es tan obsceno, que le da asco. Él no va a meter las manos ahí dentro.
Madre, me pica por dentro la muerte, no puedo rascarme, me mortifica.
¿Seré santo? Me siento madre, solo que el bebé está en otro sitio; pero habrá un parto y otra muerte.
Tengo la edad de Cristo cuando lo crucificaron. Empieza a haber cierta analogía ¿no crees?
¿Hay conexión entre una cruz y un tumor? Y dos palos cruzados ¿forman una equis o un crucifijo vacío? No siempre lo tengo claro.
Tampoco veo por aquí a Caifás ni a ningún otro fariseo del Sanedrín de mierda. Los tiempos cambian, todo cambia; pero no vuestros vientres que alojan una vida abocada a la muerte.
¿Por qué me programaste un cáncer en tu vientre? No tienes la culpa, no del todo. Al final hubiera muerto igual, pero sin prisas.
Sin locura, madre.
La verdad es un diamante de un millón de facetas, que muestran un final idéntico para todos los hijos, estén copulando con la vieja reina de Inglaterra o tomando una cerveza en un bar.
Madre, me he tatuado una fecha de caducidad en el vientre. Los de sanidad son exigentes con el asunto de las carnes. Le he dicho que ponga fecha: 13/13/13 y me dice el tatuador que es pasado y no existe el mes trece, yo le he dicho que mejor así, yo me muero, yo pago, yo mando y existe todo lo que yo diga.
Las últimas voluntades deben respetarse. Es un acto noble.
Creo que el médico se reía pérfido con el informe de patología en sus manos y de la nariz le colgaba un capullo de polilla de la muerte.
Debió haber un fallo en el bautismo, agua contaminada, no se sabe; me ha dicho divagando.
No quiero ser cruel, pero para lo que me queda en el convento me cago dentro.
Madre, dice el médico que podría tener erráticos comportamientos hasta que crezca el cerezo que emergerá partiendo los huesos de mi cabeza. ¿Te acuerdas de Alien el 8° pasajero?
No te quiero madre, me vendiste muerte al concebirme. Eres mala.
Madre… Siento que un pelo de la cabeza crece hacia dentro, lo noto cosquillear aquí. Dilátame las pupilas con la oscuridad de la muerte que tienes en tu vientre y mira adentro. Lo verás enterrado en los sesos.
Dejando de lado el hecho de haberme parido para morir. ¿Podrías rascarme con un instrumento agudo?
La sangre de la nariz es solo una alergia, dice el médico. No obstante, cuidado con los estornudos, podría salirme el cerebro por las fosas nasales.
No puedes escapar a tu responsabilidad, deja la pistola, aparta el cañón de tu sien.
Es la única bala, la única oportunidad, tu hijo amado la necesita.
Además de madre, egoísta. La has gastado…
No hay nadie o documento alguno que diga que los locos tienen suerte como los tontos. No hay estudios estadísticos que respalden esa hipótesis lingüística.
Los locos dicen la verdad y se mueren y los tontos tienen suerte y caminan haciendo eses por la calle sin decir verdades ni mentiras, es un hecho.
No es que me queje, pero ser tonto no hubiera estado tan mal, podría vivir con ello.
Hay verdades que no aportan ningún beneficio a nadie.
¿Verdad, suicida madre?
Espera a que venga papá, le tengo que decir unas cosas del esperma podrido que almacena en su escroto.
¡Bang!





