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Las tan cacareadas “grandes” civilizaciones o antiguos imperios murieron por el peso del odio de sus enemigos que, supieron recordar y entender que siempre se debe devolver la agresión.
Es la ley básica desde que el ser humano apareció en el planeta. Primera ley e inalterable e incorruptible: Quien la pega la paga.
Por esto es tan sumamente importante y vital la justicia retributiva de la ley del talión. Porque dice que la vida es lo más sagrado que existe y devolver sólo una muerte por tanto dolor causado es indolencia, pereza y cobardía.
Tiene que entender por la violencia el futuro agresor, que también será candidato para ser pasado a cuchillo: Quien a hierro mata a hierro muere.
Es preciosa la venganza en su sencillez y justicia salvaje.
Sin embargo, cuando se mata a un allegado y no hay respuesta contra el agresor, convierte a esos familiares y amistades del asesinado en cobardes y presas del agresor.
Es algo que no explica o no cuadra en el pacifismo, que es el ridículo disfraz del cobarde mezquino.
El pacifismo nace como movimiento porque, prácticamente todas las agresiones las comete el estado contra su población. De ahí que se adoctrine a los rebaños humanos, castrando a sus crías en las escuelas, adoctrinándolos en la paz y la obediencia: Déjate matar, porque quien bien te quiere (el estado) te hará llorar (el estado de mierda de nuevo). Y se le llena la boca al jerarca corrupto de turno, adulando a la masa humana bovina por su virtuoso y cívico pacifismo que la hace tragar con toda corrupción y asesinato en “interiores y exteriores”.
Toda sociedad consumista es cobarde por definición y alabará al asesino por cobardía haciéndole ver que lo ama. Y atacará a los que se defienden del agresor porque temen su ira.
Los cobardes nacieron para ser esclavos y su esclavitud, servilismo y carácter pacífico, son las armas que la cobardía usa para pedir piedad al asesino.
Es exactamente lo que está ocurriendo en Oriente Medio y se refleja en las sociedades consumistas cobardes occidentales: unos religiosos asesinos quieren extinguir a los judíos y éstos, según la moral cobarde los pacifistas, deberían dejarse decapitar; pero no, los muy hijoputas devuelven el mal que se les ha hecho.
¡Malditos judíos! –claman los cobardes consumistas –¿Por qué no se dejan matar?
Es algo parecido al efecto Franco y sus españoles ante los fusilamientos y torturas de los disidentes al fascismo franquista (amigos, vecinos, conocidos, familiares), el pueblo llano sentenciaba muy recto él comiendo como puercos ante el televisor: “Pues que no se hubieran metido en política”.
En su profunda ignorancia e incapacidad mental, preferían la indignidad y la esclavitud, a una libertad que no hubieran sabido qué hacer con ella por su severa castración mental y física (por su genética cobarde, servil y pacífica).
Hoy es una pauta conductual tácitamente aceptada en toda sociedad pseudo democrática.
La modernas sociedades occidentales de sus pseudo democracias consumistas, están formadas por los mismos mezquinos cobardes que corrían a pedradas a los leprosos y quemaban mujeres, hombres y niños inocentes de todo por ser brujos disfrutando hasta la festividad por ello. Embriagados en la fe haia su líder asesino político o religioso.
Una buena mamada cobarde al estado y al llegar a casa una buena paliza a la mujer para ocultar su maricona y servil cobardía.
La cobardía es todo un clásico en la historia de la humanidad moderna y documentada.
Los valientes se pasan los “imperios” por el culo (vietnamitas) y los cobardes ceban césares como cerdos o vacas sagradas en las pseudo democracias occidentales del coronavirus y su 5G.

Madre puta querida

Publicado: 19 mayo, 2011 en Reflexiones
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Yo no celebro el día de la madre. Celebro el de mi madre puta.

¿O acaso te has pensado, mi puta madre, que te voy a amar por el simple hecho de que me escupieras por tu coño?

Las cerdas también paren hijos. No te creas tan especial por haber dilatado tu coño durante unas horas.

Eres especial, mamá de mierda, porque cuando el perro de mi marido me partía los huesos, cuando yo llegaba a tu casa amoratada, dolorida y llorando de miedo, ni siquiera me mirabas.

Es el día de mi puta madre; todos los días recuerdo llorar con mi coño sangrando y escuchar tus palabras y consejos: “Es tu marido, el padre de tus hijos. No lo dejes”.

Y yo me iba a mi casa de nuevo a meterme agua fresca en mi chocho violado. Me preguntaba como corregir mi comportamiento para no ser violada y golpeada.

Podía ser perra o cerda como tú, hubiera hecho cualquier cosa porque no me partieran más la madre; pero no supe más que tener miedo y sentirme sola.

Madre puta de mierda, no me dolía la cabeza por una depresión; me doblaba de dolor por los golpes que me daba tu yerno de mierda.

El cerdo padre de tus nietos.

Hoy, como cada día, mi vieja y puta madre; escupo en tu coño piojoso. Y te digo mientras tus nalgas se pudren de llagas creadas en ese pañal que nunca te cambio, que tu hija se divorció del perro que la mataba a golpes. Que tuve al final, un coño más grande y más valiente que el tuyo.

Tus pañales huelen a muerte lenta, vieja y puta madre.

Madre puta querida: te oí hablar a menudo con el criminal que le rompía la madre a tu hija (yo), día sí y día también.

Le decías que me perdonara, que con el tiempo yo aprendería a ser una buena esposa: a fregar el suelo de rodillas, planchar calcetines y dejar que me metiera su ridículo pene en mi reseco coño sin llorar.

Eso es lo que debería ser una buena madre y esposa, ¿verdad madre puta querida?

Cuando me divorcié con la nariz rota y mi mente desvencijada y humillada, me reprobaste con la mirada.

Y algún día, madre puta querida, dijiste que debería volver con él por el bien de mis hijos, por mantener una familia como debe ser.

¿Te das cuenta, madre puta asquerosa; de que ese cáncer que obligó a que te extirparan la lengua, nació de tu ser de madre puta, de tu repugnante comportamiento? Estabas y estás podrida, madre puta querida.

Te hiciste amiga de mi enemigo y lo llamabas para conversar con él. Con el que me follaba haciéndome sangrar el coño. El que me hacía vomitar con su olor.

Pretendías que volviera con mi asesino, madre puta querida. Te avergonzaba que tu hija fuera una divorciada más.

Por eso eres madre puta. Y ahora inválida.

Dejaré que tus propios excrementos fermenten tus nalgas y lo infecten  todo hasta llegar a tu cerebro que ya hace años sólo sirve para que te mees con más incontinencia.

Ni tus nietos voy a dejar que te visiten, vieja inválida y muda puta madre.

Dile a tu querido yerno de mierda, que te los traiga él, díselo con tu voz muda de mierda. De puta sifilítica. Que se presenten ante ti tus nietos para que vean a la abuela más puta del mundo pudrirse en vida.

Vamos, no llores madre puta querida, este puñetazo que te he dado en esas mamas secas e inservibles no duele comparado con un buen puñetazo de un macho en el cuello.

¿No me decías que me aguantara? Aguanta ahora tú, mi puta madre querida, al fin y al cabo es el dolor de tu hija, sangre de tu sangre.

Al fin y al cabo a ti no te meto nada en el coño a la fuerza.

¿Por eso lloras, puta madre querida?

¿Quieres que tu yerno de mierda te llene el chocho como a mí me lo llenaba?

Con aquel cerdo pasé cinco años, tú llevas ocho conmigo; pero yo soy tu hija.

Yo a ti nada tengo que perdonarte y cuidaré así de ti cada día.

Y tus otros hijos, mis hermanos, seguirán diciendo que soy la mejor hija y hermana que pudiera desear madre. Que de no ser por mí, te verías en un asilo.

Madre puta querida… ¡No llores!

Yo sí que te hago caso, te entiendo.

Cada día, cuando te doy de beber vinagre y sal, me doy cuenta de tu dolor y angustia.

Te miro directamente a los ojos y te digo que tienes razón al sentir dolor y miedo.

Jamás te ignoraré. Hasta que te mueras, madre puta querida.

Iconoclasta

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