
Es una cuestión de negocio y política.
Y universal sea cual sea el país: convertir el luto en espectáculo y usurpar dolores ajenos.
Son tiempos extraños, la chusma está necesitada de espectáculo y las instituciones alientan el miedo como forma de control: uniformar y estandarizar los sentimientos.
El dolor requiere silencio e intimidad.
Demasiada música, demasiada gente, demasiado dolor mimético…
La sociedad padece una seria ludopatía.