La lluvia es una ilusión efímera, nos regala un mundo saturado para evitar algunos suicidios, porque cliente muerto no paga.
Pareciera que está todo controlado.
Tienes ganas de volarte la tapa de los sesos y el mundo se hace feria.
Qué ganas de tocar los cojones.
Precioso…
Archivos para junio, 2015
Saturación
Publicado: 8 junio, 2015 en Conclusiones, Humor, Lecturas, ReflexionesEtiquetas:Citas, Humor, música, Ultrajant
Árbol foto-grabado
Publicado: 8 junio, 2015 en Conclusiones, Lecturas, ReflexionesEtiquetas:fotografía
Amantes desconocidos
Publicado: 8 junio, 2015 en Amor cabrón, Humor, Lecturas, ReflexionesEtiquetas:Citas, Humor, música, Ultrajant
Somos dos enamorados extraños entre si a los que les arde el corazón y la piel con las reminiscencias de tiempos anteriores.
Bastaron las precisas palabras y las tristezas claves para reconocernos.
Y explotó un amor rotundo convirtiendo la vida en una dramática carrera cronometrada por un ansia milenaria por el encuentro y el agotamiento de insondables distancias espacio-temporales.
Extraños que se sonríen con ojos tristes, con esperanzas casi erosionadas por áridos años. Que se estremecen al pensarse entre los brazos amados.
Si muero en la carrera, mi vida, lanza una promesa de amor eterno al viento, déjame un rastro de ti para buscarte y reconocerte de nuevo.
Tal vez seas mi vecina (me lo dijiste con una sonrisa de arrebatadora sensualidad) la próxima vez y la vida nos regale largos años unidos. Sonríe, mi amor, como tu me hiciste reír con tu ocurrencia.
Que la muerte pueda con mi vida; pero no con este amor.
Si no muero, solo dime: Ya está, mi amor, descansemos.
Y si vierto seis lágrimas, recógelas con tus dedos, con tus manos; que no caigan porque son tuyas.
Es amor fósil viejo como la Tierra, las he llevado conmigo como testigos de mi tristeza de años buscándote.
Somos nosotros en todos los tiempos y su fin es evaporarse en la calidez de tu piel.
Eres mi vida y mi universo, solo en tus manos las derramaré, como toda tú serás envuelta en mis brazos.
Alea jacta est, mi amor.
Mejor muerto que asistido
Publicado: 7 junio, 2015 en ReflexionesEtiquetas:aislamiento, apoyo, compañía, Reflexiones, vejez
Una pareja de ancianos charla en una de las mesas de descanso de un camino entre las montañas, han elegido la sombra, cosa rara porque los viejos suelen buscar sol; aunque es un día caluroso, es natural.
Yo paseo solo y dejo que el sol me avasalle, me gusta sudar, me gusta que las gotas de sudor caigan por mi rostro, como si sufriera.
No voy a analizar el porqué, sudo y no me complico.
La de los viejos es una imagen bonita, con cierta ternura y nostalgia; pero no me engaño, los observo largo y tendido e intento verme en sus pellejos.
No me convence.
No puedo asimilar estar con alguien en la vejez para sentirme aliviado o acompañado para nada, por pura cobardía senil. No es mi meta, no es mi ideal. No quiero ser la muestra de lo que es llegar a la vejez y tener compañía tal y como está insertado en el imaginario humano, como un ideal de plenitud antes de morir.
Me paso por los huevos ideales y tradiciones.
Insisto hay algo bello en ello, pero siento una especie de alergia.
Perdóneme padre, porque nunca he pecado, tengo mis leyes.
Sé que he nacido para estar solo, para morir solo sin pensar que un día podría necesitar a alguien que me ayudara o apoyara. Si llegara ese día, prefiero estar muerto que asistido.
Me gusta zanjar cuestiones, eso deja espacio en mi mente abarrotada de miserias.
Soy salvaje en esencia, solo busco la caricia en un momento breve y determinado del día, el resto lo necesito exclusivamente para mí. Soy gato, soy felino.
O quisiera serlo y no hacer el ridículo.
Me molestaría dedicar demasiado tiempo a alguien cercano. Ya es tarde, fue tarde desde que nací, los ideales sociales no han conseguido encajar en mi cerebro.
También ha habido voluntad por mi parte.
Pongamos que prometo no quejarme cuando solo, me enfrente a la muerte o a los dolores. Sabré salir por una puerta de emergencia dado el caso.
He tenido tiempo de entrenarme.
Aún a costa de follar menos, no tan habitualmente. No importa, es más importante la libertad que meterla. Siempre.
Y cuanto más me sumerjo en el aislamiento, mejor me siento. Creo que no soy de este planeta, no debería serlo. Me podrían desterrar a otro mundo, tampoco iba a llorar. Incluso podría ser un favor.
Comparto tan poco con los humanos, que tengo que dedicar como tarea obligatoria caminar un rato por la ciudad para seguir entrenado en la práctica de la vida.
Cada día me cuesta más esfuerzo pasear por las calles cruzándome con humanos y tomarme un café, cada día la sensación de estar entre la gente es más incómoda, más molesta y siento una enorme urgencia por acabar el café y estar lejos de ellos.
Me asustan, son mi terror los finales felices, o los institucionales.
La muerte es salvaje como lo intento ser yo, y si estoy solo, nadie verá mis ridículas y grotescas caras de agonía o dolor. Eso es solo para mí.
Yo no quiero, no puedo compartir un momento tranquilo con alguien al lado demasiado tiempo, debería decirle que me dejara solo y eso no le gusta a nadie a oírlo y a me molestaría decirlo.
Nadie quiere saber lo que pienso, podría deprimirse.
La visión de la vejez no me da miedo, no voy a asegurar posiciones para recibirla en compañía. La cobardía no es opción.
Y mejor muerto que inválido.
No necesito ayuda de nada ni de nadie, y no la querría por muy viejo que fuera.
Que tome nota el idiota del notario, que para eso cobra un dineral.

Iconoclasta
Fallos en el adiestramiento
Publicado: 7 junio, 2015 en Conclusiones, Humor, Lecturas, ReflexionesEtiquetas:Citas, Humor, música, Ultrajant
No es placentero, es un dolor.
Alguien dijo que duele amar, yo entendía que pudiera doler la cabeza o el corazón.
No la polla.
Ni por un momento pienses que me avergüenza, no creas que acaricio esta carne dura ante ti para alardear de nada.
Es mi cortejo de amar, nací bestia y me quisieron convertir en hombre, solo que algo les falló.
No pienses que soy telépata, ciego o invidente.
Si toco, acaricio y rozo continuamente, no es para entrar en tu mente.
Es para que separes tus piernas (cosa que parece que no acabas de entender porque no hay manera), tomes mi mano y la lleves a tu coño con fuerza y ansiedad.
Que el tacto sea insoportable y que tu consuelo sea mi mano atenazando tu coño.
No pienses en mí como en un obsceno, lascivo, libidinoso o pura y llanamente sexual.
Soy animal puro, pero por lo visto cuando me quisieron convertir en hombre, tuvieron otro fallo en mi adiestramiento.
No dieron ni una. Son más tontos que mis huevos, que llevan más de cincuenta años juntos y aún no se saludan.
Cric-clic-cric (el corazón ha cambiado su potente latido por el ruido chirriante de un engranaje roto) algo está mal.
Se ha jodido el día, quiero volver a casa y empezar de nuevo. Esto no está bien.
No quiero otro descenso.
El aire es una delicia fresca que confortaba mi piel y mi ánimo.
Es una mañana preciosa, no era necesario ésto.
Llevo una cantimplora con agua y hielo, ahora hace frío en la sangre.
No puede ser… Eres un muñeco ¿verdad?
Me cago en Dios…
¿Cuánto ha tardado en morir?
Levanta pequeño, no seas perezoso.
Tienes que cazar el sol quema ya.
La Hostia Puta Consagrada…
Por favor…
Ningún ser vivo permitiría que las moscas se le metieran tan adentro.
Qué ganas de llorar… Qué mierda.
Puto Dios y lo que creó…
Puta pena…
Los animales de pelo al morir parecen peluches, muñecos de infinita y desoladora ternura.
No le hablo al cadáver, le hablo a la vida que antes contenía. Porque quiero pensar que está cansado y dormidito.
Clic, cric, clic, el corazón duele sordamente entre trinos de pájaros y el sonido de las hojas de los árboles.
La sección de agua la orquesta un pequeño riachuelo cantarín que toca graciosamente las piedras unos metros a mi espalda.
Algún coche veloz pone la nota de la justa realidad en esta desesperanza.
¡No, basta ya! Sigue caminando, déjalo que duerma.
Para siempre…
Hay días que no deberían existir y que fuera eterna la noche anterior a lo aciago.
Nadie tiene la culpa. Solo él es el responsable de su muerte; pero no se merecía pagar el error.
Es muy pequeño, no era necesario ensañarse.
Se equivocó y murió.
El error se transforma de una forma repugnantemente fónica en orror. A la muerte le importa una mierda la «h». El orror no necesita una correcta ortografía, basta con que lo sea, a nadie confunde.
Alguien quiso ser demasiado eufemístico respecto a lo que comporta un error, y lo diferenció con un «h» y una «o» para que nadie viera la dramática relación y viviera tranquilo lo que le quedara de vida mientras la «e» se transformaba en «o».
Doy una palmada; pero ni las moscas se mueven, siento una metástasis de tristeza, y miro a las montañas hermosas y frondosas que no nos prestan atención. Miran a otro lado ante mi inusitada pena.
Y bajo el rostro hacia el suelo cuando me cruzo con alguien, no es un buen momento para saludar.
La muerte es igual para todos los seres, cualquiera que sea su tamaño. Es por ello que en los animalitos pequeños, es más doloroso, hay un exceso de muerte.
La muerte los aplasta y la ternura se aferra al corazón clavando las uñas, hay una hemorragia que no consigue salir y se queda en el cerebro dando vueltas, coagulando la alegría y el ánimo.
Me cago en Dios y su justicia de mierda, en su desproporción repugnante.
No estoy bien, a veces no es bueno caminar tan despacio y captarlo todo en su realidad y consecuencias.
Por última vez, despierta y ve a cazar, pequeño, es tarde para estar al sol.
Corre a tu madriguera.
La mujer que llora
Publicado: 5 junio, 2015 en Amor cabrón, Humor, Lecturas, ReflexionesEtiquetas:Citas, Humor, música, Ultrajant
Oye mujer, no sé cual es tu aflicción, no sé porque estás triste.
No es que me quiera entrometer en tu vida. El caso es que tú te has entrometido en la mía con ese llanto inconsolable.
Lloras en una frecuencia que duele, a mí.
No quiero saber cuál es tu dolor, sería insoportable para ambos.
Solo quiero desviar tu atención hacia a mí, para que dejes de llorar de esa forma que me dobla.
No soy insensible, pero si me contaras el porqué de esa forma de morir de pena que tienes, no te podría ayudar, seríamos dos llorando. Un drama de cojones e irresoluble.
Así que mientras aún tengo ánimo, dime si te gusto. ¿Quieres sexo? ¿Quieres comer pizza? Luego nos preguntamos los nombres y si va bien nos montamos el romance del siglo.
¿Te parece?
Tres horas
Publicado: 5 junio, 2015 en ReflexionesEtiquetas:animales, montaña, prosa dramática, Reflexiones
Tres horas sin cruzarme con un solo humano, tres horas sin escuchar más que el ruido del bosque, de mi respiración y pisadas.
Tres horas de liberación, en las que he dudado que conservara mi capacidad de hablar.
Una ardilla de cola roja ha corrido delante de mí, sin miedo.
Y un águila a un millón de metros de altura, daba círculos buscando qué cazar.
De vez en cuando algún animal grande hacía ruido en lo frondoso, invisible. Yo observaba sudando lo oscuro, pero solo presentía la presencia de algo que contenía la respiración.
Está bien, es más de lo que he visto en otros tiempos y lugares. Es mejor.
La libertad estaba servida, sabía que yo era de aquí, de las montañas, de lo salvaje, de lo cansado.
El dolor de la puta pierna apenas molestaba, es mi compañero, me hace caminar despacio y observar todo con minucioso detalle, gracias a la podredumbre de una pierna aprendo más allá de lo que veo en lo salvaje de las montañas.
Observo tragedias, observo a los animales calientes por reproducirse, a los animales hambrientos. No es gracioso, ellos sufren y viven el nerviosismo de la incertidumbre, como yo.
Y sigo subiendo hasta llegar a la más alta de las torres de la línea de alta tensión.
Los humanos están abajo y yo les obsequio el sudor que gotea de la visera de mi gorra empapada.
El reloj marca 970 metros de altitud, no es demasiado si no eres un lisiado.
Los tarados tenemos récords mucho más humildes de mierda.
No hay más donde subir y la pierna parece que da gracias a los duendes del bosque.
Dejo que el sol haga arder la piel de mi torso, al fin y al cabo, las bestias no llevan ropa. No cuesta nada soñar con la brutalidad y ceder a ella.
Tengo una buena tolerancia al dolor.
Y cuando el cuerpo pide bajar, llegar a casa, mojarse, beber, comer. Me dejo deslizar abajo, es fácil pero más doloroso que subir, los tendones se irritan tanto…
Y mi mente resbala también hacia lo más profundo de la conciencia y padece una revelación: ahora ya sé dónde ir a morir cuando llegue la parca. Porque uno sabe muy bien cuando va a morir, salvo si se le parte el corazón o se asfixia durmiendo. Lo supe una vez y lo sabré de nuevo.
Lo saben los animales de aquí y los elefantes, dicen que tienen sendas de la muerte.
Pues yo soy un elefante, coño.
Y sacaré fuerzas para morir en la montaña, caminaré con ese bastón de mierda montaña arriba hasta que escupa sangre por la boca, o la mee. Hasta que lance un ronquido como mi padre cuando su corazón se partió y caeré en mitad del sendero.
Sea joven o viejo, me la pela, yo no me muero aquí entre ladrillos y asfalto.
Y llevaré agua, por si la agonía es larga, y una libreta y un bolígrafo para intentar contar como muero. Y por supuesto una cajetilla de cigarros y dos encendedores, uno de repuesto.
Hace ilusión morir si se convierte en un acto de libertad y libre albedrío.
Ya lo tengo todo claro, ya lo sé todo.
Todo cuadra.
Solo me queda tener algo más de suerte de la que he tenido hasta ahora para un buen morir.
Iconoclasta
Cumple años Galilea Montijo
Publicado: 4 junio, 2015 en Humor, Lecturas, ReflexionesEtiquetas:Citas, Humor, música, Ultrajant
Transcurriendo
Publicado: 4 junio, 2015 en Conclusiones, Humor, Lecturas, ReflexionesEtiquetas:Citas, Humor, música, Ultrajant







