
Hay momentos que desciendo suave y desidiosamente por la pendiente de la idiotez. Y mientras mi cerebro se vacía y me siento feto sumergido en imbecilidad; pienso con una estúpida sonrisa: Que os jodan. Para lo que me queda en el convento me cago dentro.
Dios me mira con ojos terribles y yo le pregunto: ¿Y a ti que te pasa?
Y ríome, ríome, ríome, ri… rio… ri…