Como si no existiera violencia, robo, vandalismo, fallos de transporte, suciedad y precariedad de la vivienda; el ayuntamiento de Barcelona se dedica a trabajos más amables, menos peligrosos y más recaudatorios como multar juguetes como patinetes y con el tiempo, a los playmobil también. Se dice despectivamente que España es diferente; pero Barcelona con este ayuntamiento usurero y su dejadez de obligaciones, no es diferente; es simplemente corrupto e inoperante, al más puro estilo mexicano.
La vida no
es un río, es un despeñadero hiriente que te rompe los huesos y el ánimo con
cada piedra, en cada recodo.
Un torrente
que tiene más piedras que agua, más turbidez que nitidez, más miedo que alegría
y más muerte que vida.
No puedo entender porque la espuma que se forma al estrellarse el agua contra las rocas, pueda ser blanca. Debería ser roja de sangre y negra de muerte.
Y sin
embargo, tú estás ahí, bella y deseable en algún lugar para que todo el dolor
valga la pena.
No quiero
encontrarte y sonreírte así de roto, quiero tu abrazo, tu consuelo antes de que
sea un despojo arrastrado al mar.
A veces me siento así, triste de una forma desesperada.
Fumo y observo
las nubes bajar y cubrir los altos bosques, haciendo fascinantes espectros de
los árboles. He escuchado como el sonido se retira, se esconde en lo más profundo
del bosque, bajo las otoñales hojas muertas. Como si se inclinara el rumor del bosque
ante la aparición de sus majestades.
Como si todos los
seres contuvieran la respiración, así se crea el silencio cuando las nubes
bajan al bosque.
Como yo la
contengo ahora consumiéndose el cigarrillo entre mis viejos dedos.
No hacen daño sus
ilustrísimas; pero me hacen demasiado pequeño. Como si fueran maestras de viejas
escuelas rancias que ordenan silencio con el semblante grave y fiero de aquellos
maestros perros.
Solo que las nubes
son mucho más hermosas y son amadas. A pesar de que al cubrirme me convierten
en un ser más que habita la fronda y sinceramente, me siento mucho más indefenso
que los animales que callan y apenas respiran.
Salvo los
escandalosos cuervos, negros y graciosos ácratas…
El tiempo ha
pasado en un suspiro contenido y cuando he llegado a casa, he visto en el televisor
a los mismos patéticos de siempre, empleando y prostituyendo su tiempo quemando
papeles y mierda por orden de sus amos, gritando como putas y maricones
enceladas, con alaridos tóxicos escupen la rabia de que no les han regalado el país
de Nunca Jamás. Gritando para esconder el ridículo de una ingenuidad infantil
en rostros adultos. La vergüenza de ser adultos torpes, crédulos, decadentes…
He vomitado en el
instante que apagaba el televisor y deseado que Barcelona fuera cubierta por
sus majestades las nubes y que fueran venenosas. Que mataran
indiscriminadamente a cientos de miles de seres porque imbecilidad y fanatismo solo
con dolor y muerte se erradican. Porque lo que está podrido debe derribarse o
quemarse y hacer algo nuevo tras haber barrido escombros, cenizas y esqueletos.
En un tiempo de gritos
y llantos por libertades y paz pueriles, indignas de adultos, yo mascullo cosas
de violencia, dolor y muerte.
Alguien tenía que
hacer el trabajo sucio y desear que a tantos se les pudriera el corazón envueltos
en mis nubes queridas.
Nubes, ahora sí,
de justicia verdadera.
Me da miedo seguir imaginando y caer también en una imbécil ingenuidad, he de ser cuidadoso si no quiero morir indigno.