Cualquiera que sea un admirador de la película El Jovencito Frankenstein 1974, automáticamente habrá pensado: “A estos hombres de entre 40 y 50 años, les han implantado el cerebro de un tal A. Normal”.
Y seguro que entre sus actividades de masculinidad, se encuentra la búsqueda de sus propios clítoris, identificarlos y tocarlos una y otra y otra y otra y otra vez.

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