Posts etiquetados ‘música’

Reflexiones redes def

Se derrama incontenible en palabras que se deslizan por su piel, un óleo perezoso que le da el satén de un mador vespertino, cuando su cuerpo se rinde al sosiego del atardecer, ya cansada.

Ya desnuda y libre.

Se funde todo el amor y las emociones que lo conforman en una bastarda erección, infame en su obscena y palpitante presencia, obsesionada y obsesionante por ser parte de ese universo íntimo y secreto.
Me hace clandestino en la penumbra, animal, acechante.
El amor se ha tornado erecto, escabroso, duro… Sin piedad de mí. No es digno, solo puede ser así; no hay albedrío libre ni esclavo, no hay elección cuando describe el universo, el suyo.
Un deseo insoslayable, inconsolable y mortificante llena las venas de mi miembro desatado. La sangre no sabe adonde ir: si al corazón, al cerebro o ahí, presionando bajo mi vientre.
Brillo como ella en la penumbra, sudando, bañado por sus palabras desproporcionadas en un mundo mortalmente vulgar en sus proporciones.
Su vientre es un valle dulcemente anegado y yo una bestia entre los árboles, fascinado y avergonzado, confuso, epatado, amando.
Ya solo queda desbordarme, incontenible e incontenido como son sus palabras: la cadencia precisa, la frecuencia hermosa.
Bruto y desnudo oculto ante ella.
Justo allá donde se rompen las dimensiones conocidas y ella traza las suyas.
Desesperado al otro lado de un espejo.
Un día de libros y rosas completamente fuera de lugar, así es su universo.
Así soy sometido.

Impresora nueva

Publicado: 23 abril, 2015 en Histéricas, Humor, Lecturas, Reflexiones
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He adoptado una nueva impresora que imprime automáticamente por las dos caras. Me pasa con ella como con el microondas cuando pongo a calentar el arroz viejo: me quedo hipnotizado ante la puerta viéndolo girar y sufrir hasta que suena la tierna campanita.
Con la impresora igual: imprimo hasta hojas en blanco por ver como expulsa la hoja, la traga de nuevo y me la devuelve ptra vez. A mí… Es preciosa.
Es como ver un video de animalitos tiernos de yutup.
Y así paso el día, rodeado de papeles y el hermoso sonido de mi impresora.
Me importa nada la ecología, yo solo quiero ver esa cosa manipulando el papel con esa elegancia y sonido sensual.
Y cuando imprimo algo útil, soy uno con el universo, todo es karma.
Y no hablemos de la dulzura con la que el estéreo lleva a su interior el CD…

Iconoclasta versus Lorca

Publicado: 22 abril, 2015 en Humor, Lecturas, Libros, Reflexiones
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Iconoclasta versus Lorca

No, ni siquiera en mis mejores sueños osaría poner mi nombre al lado de un escritor de verdad.
Lo que ocurre es que he tenido la feliz idea de tomar en la biblioteca Un poeta en Nueva York.
Mi cerebro no es muy eficaz con las complejidades de Lorca; pero soy tenaz y le pongo interés, lo juro.
Y a pesar de que tengo un mes para leerlo, lo releeré varias veces sin entender sus ideas, sus imágenes; pero sé que dejará una serie de emociones que luego, con el tiempo, podré describir. De momento me voy a conformar con intuir lo que el poeta quiere transmitir y asumirlo para mí como buenamente pueda.
Un día, transmigraré a un cerebro inteligente y leeré cosas que comprenderé antes de morir.
Aunque posiblemente pierda la emoción de sentir que algo profundo e indescriptible taladra mi alma.

Reflexiones redes def

Se dejó caer dulcemente en la cama y pensó y soñó en ser amada.
Lloraba por tiempos de soledad infinitos, por tiempos perdidos de una soledad corrupta.
Su corazón latía despacio, cansado, desanimado.
Cada vez más lento en la penumbra de la habitación, con las persianas bajadas para frenar tanta soledad que entraba a raudales por las ventanas.
Porque hay seres que necesitan ser amados.
Hay gente muriendo porque nadie la ama.
Es algo que ocurre, no sé porque.
Te amo con toda mi alma, lo que queda de ella.
Ojalá pudiera tener el valor de decírtelo y salvar tu vida, si de algo te sirviera mi amor.
No puedo, hermosa mía. Tu tristeza, tu muerte es lo más hermoso que he visto en mi vida. Por la belleza de tu pena vale la pena vivir.
No romperé ese momento de tragedia. Moriría a tu lado sin darte una sola palabra de consuelo ni esperanza.
Ni siquiera puedo decir que lo siento.
No merezco la grandiosidad de tu muerte, y sin embargo…

Cinco lobitos

Publicado: 22 abril, 2015 en Humor, Lecturas, Reflexiones
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¿Es posible morir en paz?
No hay muerte tranquila… Joder…
Lo único apacible son los mimos que le prodiga una mamá a su bebé.
Está bien, puede ser relajante ese canturreo monótono por diez minutos.
A los once minutos empieza a ser notablemente irritante.
Trece minutos soportando el recital y deseas que los cinco lobitos que
tiene la loba detrás de la escoba sean arrojados al purificador fuego.
O degollarlos…
Hay que ver lo imprevisible que es la vida, comienzas hablando de la
muerte, llega la ternura y de una forma surrealista te encuentras
exterminando a los cinco lobitos que tiene la loba detrás de la
escoba.
Precioso…

Al nacer no morir

Publicado: 22 abril, 2015 en Humor, Lecturas, Música, Reflexiones
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Duncan Dhu dice en su canción En algún lugar:
«En algún lugar de un gran país, olvidaron construir un hogar donde no queme el sol y al nacer no haya que morir».
Solo estoy de acuerdo con lo que respecta al asunto del sol.
Porque en lo que respecta al nacer y no morir, me parece que no hemos tenido la misma vida Duncan Dhu y yo.
Me da terror que alguien pudiera construir un lugar así.
Queda bien como retórica; pero yo me abro las venas si…
Qué duro.

https://www.youtube.com/watch?v=Myn7ghLQltI&feature=youtu.be

Nueve largas e interminables horas en una ciudad de mierda, ¿y cuál no lo es?
Nueve horas… Ese número de horas no es mágico, es lógico. El número oficial y oficioso para agotar el cuerpo trabajando; pero por encima de todo, para agotarlo bailando, metiendo en sangre el suficiente licor para despreocuparse de que hay un ejemplar de ganado porcino esperando en la casa, tras las puertas del antro.
Me gustan las guarras borrachas con vestido corto que meando entre dos coches con las bragas en las rodillas, se caen sobre su propia orina riendo como subnormales.
Nueve horas es el tiempo perfecto para beber, cantar, bailar y rozar los cuerpos hasta quedar sexualmente satisfecho, o con las pollas y los coños debidamente lubricados.
Nueve horas que son las necesarias para asentar los fracasos, las carencias y las frustraciones de las parejas que nunca llegaron a amarse. Solo frustrados soñadores con pretensiones de amor ultra terreno. Nueve horas marcan el ridículo y la vergüenza entre gritos, copas y música mala y aburrida solo para idiotas.
¡Chum-chunga, chumba, chum! Y así infinitas veces.
El borracho saca su ridículo pene del pantalón para mear en las ruedas de un contenedor de basura en las sombras de una calle.
Nueve horas son las justas y necesarias, para que el ser despreciado sepa que causa repulsión, nueve horas son las necesarias para librarse de algo que no quieres y romper las cadenas de un amor que no lo es, viciado de terceros amantes, de ascos y decepciones.
Nueve horas para fumar veinte cigarrillos y toser sangre y mierda puta.
Un coche con cuatro borrachos ensangrentados, humea contra un pilar de hormigón, la muerte no siempre es romántica, suele ser muy aburrida también.
De seis de la tarde a nueve de la noche, los falsos amantes y sus mentiras prensadas con besos secos y sexos desganados, se relajan. Se olvidan en una descendente y suave curva, la basura que son, la tontería que han hecho durante años juntos, la porquería a medio construir que no pueden acabar.
De nueve de la noche a las doce, los impostores del amor se embriagan con copas de alcohol y bailes sensuales que creen realizar, para olvidar completamente lo que les espera al salir de ese antro encajado entre las calles de una negra, sórdida y aburrida ciudad. Como ellos… Ellos lo saben en el fondo de sus pequeños cerebros.
Se empeñan en ser indiferentes a lo que les espera en el mierdoso hogar, en la novena hora.
Hay vulvas sudadas y empapadas sentadas en las plásticas sillas, gotas de rancio sudor en escotes atrevidos, penes con restos de orina manchando los calzones y los pantalones. Hay una música estridente que alimenta el ridículo y la lástima en las tardes y las noches de las ciudades de los amores muertos.
De las doce de la noche a las tres de la madrugada, sus coños y penes están tan resbaladizos de deseo y de roces con otros cuerpos como ellos de miserables, que acaban follando o mamando los sexos de otros que no desprecian como lo que volverán a ver cuando sean las tres y un minuto.
El apestoso y mentiroso hogar…
Nueve horas son las justas para que miles de idiotas intuyan y asimilen con sus mentes ebrias, la vida fecal que se han creado.
Solo unos pocos elegidos, entienden que esas nueve horas son una liberación a un infierno de vulgaridad, cotidianidad y cobardía. Para ellos, el nueve, la novena hora , se convierte en un número mágico.
Como una bomba que estalla en esa hora tras haber estado corriendo el temporizador durante años. Reventando el techo de una caverna formada por rocas de decepciones, tristezas y amores que no pudieron ser.
Amores que intentaron ser suplantados con otros falsos en un ciclo vicioso cada vez más desalentador.
Cavernas con suelo inundado de guano; eligieron las menos malas dentro de lo malo. No tuvieron valor para aguantar la soledad el suficiente tiempo.
La novena hora tiene dos filos…
Nueve horas para los frustrados y mediocres que rozan sus cuerpos cuasi clones en danzas animales para consolarse en rebaño.
Nueve horas para la liberación de una larga prisión que pudre la confianza, el cariño y la tranquilidad.
Nueve… Un número de mierda y un número sagrado para percibir la realidad y escapar del engaño y la ponzoña.
Nueve horas pueden destruir un calvario si eres hábil.
Son las tres de la madrugada: ¿tendréis inteligencia y valor? ¿O volveréis con vuestras embriagadas y deficientes mentes al apestoso agujero del que salisteis para rozaros y emborracharos al son de una música patética en el antro del plástico y los humores rancios?
Solo sé, con una precisión absoluta, que tendréis hijos que harán lo mismo. Y vuestros nietos serán otros enfermos de vulgaridad y falacias.
Son las tres de la madrugada y algunos miramos la liberadora luz de la caverna, con el rostro lleno de mierda.
Como odio esa metralla asquerosa…
¡Bum!

Iconoclasta

Escribir sin música

Publicado: 1 noviembre, 2011 en Reflexiones
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Envidio a los cantantes: lo que sienten lo convierten en un placer melódico que proporciona deleite a los sentidos.

Pueden cantar de lo horrible de la soledad o de la plenitud del amor, cantan de celos y muerte. Y transmiten una pena y un placer; provocan que el cuerpo de extraños a sus sentimientos se meza en una hipnótica cadencia. Y se apropian de los sentimientos del cantante para hacerlos suyos.

Usurpan maravillas y miserias ajenas para bailar al son de la paranoia de un autor.

Cierro los dedos en un puñado de cristales rotos y no consigo arrancar ni un gemido a mis labios.

Estoy vacío.

Quisiera crear una música que hiciera sangrar los puños de extraños, que los apretaran fuertemente en un tormento del que no puedan librarse. Así de potente.

Así de eficaz.

¡Tachán, tachán!

Estoy acabado.

No tengo imaginación, no tengo habilidad y lo que hay en mi cerebro es lo que plasmo en el papel: basura.

Yo no puedo hablar de melancolía y provocar que el lector cierre los ojos y se deje llevar por un cadencioso ritmo. Cuento de añoranzas de tiempos de inocencia y de ilusión; pero el universo se queda mudo y mis letras vagan sin ánimo, con la sinuosidad de una víbora convertidas en luz por el espacio.

De pequeño era especial, podía llegar a cualquier parte. Era fuerte y lo sabía todo. No moriría. Me la metieron hasta hacerme sangrar.

Y se repite la historia con la cadencia de una música que no es. No hay banda sonora para el cerebro podrido.

La luz se transmite en línea recta en todas direcciones en el espacio. Mis letras se arrastran desgastándose por estériles asteroides sin que nadie mueva un solo dedo con el chirrido del alma haciéndose pedazos.

Tal vez sea mi voluntad, tal vez después de tantos años por fin soy isla. Por fin no interfiero ni me interfieren con melodías que antes provocaban que me retorciera con emociones que ya no recuerdo. Con notas que no puedo reproducir en mi mente pobre y escasa.

Sin embargo, siento como un dolor el silencio de mis letras, siento que la obra no está como debiera. No me mueve, no me provoca movimiento involuntario en el cuerpo.

Mis dos manos eran dos luchadores encarnando el bien y el mal. Peleaban entre ellas sentado en el inodoro, y yo tarareaba algo ¿qué era? Ahora las miro y son solo manos, ya no hay magia. Mis padres eran dioses, ahora son humanos, tanto como yo; ya no tienen poder para conjurar el miedo por las noches. Pobres padres que ya no son lo importantes que un día fueron.

Me avergüenzo de haber jugado con mis manos, de haber creído que eran héroes y villanos. Perdí el tiempo.

Escribo de cosas pasadas, del cariño de un padre muerto, de una infancia ya lejana, del candor. Y no hay música. Solo sangre que corre veloz por mis venas, como si quisiera huir de mí. El corazón, el muy cerdo, late con más fuerza para que se forme hemorragia en los poros de la piel.

Me acuerdo de canciones que me hicieron sentir feliz, que tarareaba con amigos como si de himnos de camaradería y alegría se tratara. No sirvió de nada, de mis letras sale un silencio vergonzoso. No pude aprender nada.

Nadie baila, nadie se mueve con mi letras mudas.

Un disparo en la cabeza, una fuente de sangre mana en la sien derecha.

Sangre que se avergüenza de si misma. Solo hay un sonido, y es el del fin. No puedo sonreír o llorar cantando mi vergüenza. Mi fracaso.

No es música la sangre que mana a presión.

No hay registro de emociones.

Mi sangre me quiere dejar porque mi angustia no aporta música. Mi sangre está triste. Mi sangre está quieta. No entorna los ojos de nadie soñando y creando una mirada ilusa y húmeda. No hay un ritmo que provoque un distraído movimiento de pies o cabeza.

Me falta armonía y arte para hacer una obra que transmita algo a quien sea.

Mis ideas son la letra pequeña de una noticia en un periódico que se lee sin pena ni gloria.

Que provoca un bostezo.

Que me deja solo con mi palidez.

Aburro a mi sangre y a mi corazón. Le robo calor a los cuerpos con toda esta mediocridad. Los dejo tibios, ni calientes ni fríos.

A temperatura ambiente.

Los cadáveres parecen fríos; pero todo depende de la época del año en el que están. Independientemente de una melodía.

Un réquiem siempre va bien para ellos, es oportuno.

Debería meterme un catéter por el culo, una larga aguja que saliera por la boca y con el rasgar de las entrañas provocar un sonido.

Alguien baila y otros lloran ante la potente emoción de una canción. Me corroe la envidia.

Mis letras caen pesadas en el papel sin un solo sonido. Ni siquiera se puede hacer nadie una idea del ruido de mi respiración rítmicamente enfisematosa que producen mis pulmones abrasados por miles de cigarrillos ansiosos y amusicales.

Siempre supe que de mi sangre no podría sacar un solo ritmo. Siempre conocí mi incapacidad para provocar emociones. De pequeño no entendía estas cosas. Ahora las entiendo como mi fracaso. Debería haber sido menos inocente.

Soy un fallo, una genética defectuosa para un cerebro con deseos de hacer sentir. Mi mente no puede enlazar dos notas. No puede imaginar los tonos.

Solo puede describir aislamiento y un resentimiento hacia lo humano que desanima a mi propia piel.

Leer mis palabras es desear tirar a la basura el papel y hacer funcionar el estéreo. Yo también deseo colocar un CD de mierda y que suene la música, que ahogue mi pensamiento arrítmico. Que se emborronen las letras.

Cada ser vivo tiene una música; pero yo carezco de ella. No soy permeable a ciertas frecuencias. O dejé de serlo en algún momento, en el instante mismo en que supe lo que era y lo que me esperaba. En ese mismo instante un piano cayó veloz y mortífero desde un quinto piso de altura y sus cuerdas al saltar, cortaron mis emociones.

Las teclas muertas del piano ya no hacían música.

El alma se puede romper en pedazos, lo supe. Lo sentí. Dolió la verdad.

Y como siempre, la verdad es algo que se escupe a la cara con rabia, la verdad es una bofetada que hiere, la verdad es un redoble de tambores que destroza los tímpanos. La verdad arruina la ilusión. La verdad ni siquiera necesita música para impactar. Es demoledora.

Vamos Maestro, enséñeme su secreto, dígame como ponerle música a esta mierda de vida. Dígame cual es la presión justa en el gatillo, el calibre acertado para que acabe todo pronto con un rítmico estampido y lo rojo de la sangre sea un videoclip acorde con toda la pena y la añoranza. Con todos los resentimientos acumulados en medio siglo de vida.

Que alguien baile al son de mis letras.

Porque el réquiem en mi funeral no es mi música, jamás lo oiré.

Es el gusto de otros, es algo aleatorio. Sin voluntad mía.

Y estoy cansado de escuchar músicas que no son mías, que nunca lo fueron.

Iconoclasta

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