Archivos para febrero, 2015

Rihanna

En Telegramas de Iconoclasta.

Y yo que pensaba que un cadáver exquisito era un muerto con luces de navidad en las orejas y una fuente de chocolate para fresas en la barriga…
Estos surrealistas lo son demasiado.
El ocio y la absenta crean y recrean a los muertos.
Y dejan a los vivos exentos de cualquier exquisitez.
Malditos excesos, si no fuera por ellos…

No es broma ser Iconoclasta

Cuesta mucho ser Iconoclasta y revolcarse en el ridículo sin pudor. Requiere esfuerzo, voluntad y la total pérdida de la dignidad.
Como cuando en la playa algunos se calzan ese bañador floreado que deja ver el canal de las nalgas sin ninguna elegancia.
No soy nada banal conmigo mismo.
De la misma forma que en una relación afectiva que es una mierda, jamás diré: es complicado.
Tengo un vocabulario muy básico presto a ser usado para evitar esos eufemismos.
Soy Iconoclasta, aunque me pese.
Qué cruz…

No es por cegato, es incredulidad

Pudieran decir con alegría insana: ¡Vaya, el Iconoclasta ve menos que un gato de escayola!
Un poco de razón llevan los asquerosos.
Pero no es eso, me he quitado las gafas por incredulidad, no puede ser que esas majaderías las haya escrito yo.
Y la vanidad añadida de que salga el cuadrito con mi apodo.
Soy rastrero como nadie cuando me lo propongo.

Feliz como una perdiz

Hay momentos en los que a veces soy feliz como una perdiz. Son breves patologías que duran lo que el cigarro, luego vuelvo a ser Gregorio Samsa sin saber acomodarme bien.
Un tanto inquieto, un tanto hostil.

Escribir no es una forma valiente de vivir, es una forma de evadirse de la mediocridad.
Es una narcosis ingeniosa, cautivante, intelectual o no, pero otra adicción más.
Y todo porque la vida es tan predecible, tan plana…
Es una vanidad de autor, es dar importancia a una vida en muchos caso sobrevalorada, la mía.
Escribir es dar al pensamiento las tres dimensiones ancladas en cimientos de pulpa de celulosa.
¿No es maravilloso? El papel cruje y aumenta de volumen cuando escribo en él. Es obsceno pasar las hojas, manosearlas sin leerlas para sentirme confortado. Mi cuaderno pleno, me basta saber que es mío, que es mi pensamiento ya táctil. No necesito leer tanta miseria que he escrito, y es que cuando me leo, me desconozco.
Es descorazonador no engañarse uno mismo.
Solo deseo pasar las crujientes hojas y sentir la fuerza con la que he grabado mi pensamiento. Si fuera ciego, no sería infeliz.
Con la arquitectura de la fantasía me basta, porque los interiores requieren un tiempo infinito para remodelarlos y nunca acaban de quedar los tabiques inmaculados.

El arbol humano Portada libro

«La soledad es su naturaleza, o una parte de ella. Porque su otra naturaleza se marchita de pena entre savia y fibras que no acaba de asimilar como suyas.
Las noches son el descanso de los árboles, la fotosíntesis es agotadora.
El vegetal se retira y da paso al hombre.
Al hombre más solo del mundo.» (Iconoclasta)

Para leer en:
http://issuu.com/alfilo15/docs/el___rbol_humano_libro
y
http://binibook.com/details.php?id=1656

Las Tarjetitas de la sabiduría de Iconoclasta ya no son virtuales. Ya se pueden tocar, doblar, usar como papel higiénico de emergencia, etc…

Tarjetitas de la sabiduría de Iconoclasta
Tarjetitas de la sabiduría de Iconoclasta
Tarjetitas de la sabiduría de Iconoclasta

Las ilusiones

Las ilusiones no son como la energía, hay cosas que se destruyen sin más, no se transforman. No habrá una forma de energía volando por el espacio con el estigma de nuestra ilusión convirtiéndola en una ameba de otro sueño.
Lamento ser aguafiestas, pero el dolor, la frustración, el desasosiego y el rencor de los sueños rotos no pueden calmarse con los restos deshilachados de las ilusiones, porque no queda ni rastro de ellas.
Los físicos son ingenuos, son fantasiosos, tal vez deberían experimentar el dolor. Ese optimismo hace daño…
Las lágrimas no son energía transformada, es una reacción alérgica a la pena.
Dicen que quien llora no mea. No me gusta esa vulgaridad, no me gusta sacar mi pene y ver que es un animal triste, que es algo que expele suciedad nada más.
La ilusión lo pone duro en su boca, en sus pezones, entre sus piernas, dentro de su coño, en su vientre soltando su carga de amor cremoso; en su piel para que contraste lo blanco con su tono tostado.
Y si el sueño se rompe, no hay transformación alguna, el hueco que deja la ilusión lo llena el desánimo, la ira.
Mi ira salvadora que impide que llore en rincones oscuros a salvo de la luz delatora.
A salvo de miradas viciosas que me observan masturbarme en un llanto. Expeliendo un semen calmo, que escurre por mis muslos y se enfría más rápido que un cadáver.
Las ilusiones tienen la propiedad de autodestruirse sin dejar rastro. No volarán como cometas, esos símbolos que indican que el sueño de la libertad está sujeto a un hilo que se puede romper y arrastrarnos para destrozarnos inevitablemente contra la tierra de nuevo.
¿Alguien ha visto el humo de las ilusiones incineradas? ¿Una piel reseca en el suelo de lo que era un sueño?
No hay transformación, tiene que haber un vacío que se alimenta de esos sueños, tal vez con el tiempo se convertirá en un agujero negro donde nada se transforma y todo es devorado, como un intestino ciego.
Es igual, que se desintegren, tenemos más ilusiones por crear.
Mira mi erección, es mi sueño, eres tú.
Otra vez.
Intransformable, inviolable, inmutable. Esta ilusión se desintegrará, jamás degenerará con una transformación. Se esfumará pura, no se convertirá en un resto que apeste, que ridiculice lo que un día fue.
La idiosincrasia de las ilusiones, es que no se convierten en mierda. Desaparecen y se crean otras, sin vicios, sin dobleces. Sin que haya cambiado su composición química.
Estamos locos, mi amor, todo se transforma a nuestro alrededor y nosotros lo hacemos desaparecer.
Somos derrochadores, si lo supieran los verdes…
Somos prestidigitadores de las ilusiones, solo que no hacemos de un pañuelo una paloma; lo desintegramos y el público aplaude angustiado ante la tragedia de una ilusión evaporada.
Somos crueles soñando y dilapidando ilusiones, cuando todos las atesoran como si fuera la única que han podido y podrán tener.
Y sonreímos a los angustiados esperando la nueva , la próxima que será despedazada también para desaparecer.
Tal vez eso nos haga vivir como dioses creadores que crean y destruyen.
Y nuestra capacidad para escapar de las leyes físicas, las leyes terrenas.
Mira mi mano, mi amor, otra ilusión creada para ti. Otra ilusión para vivir hasta que desaparezca.
Y sin embargo, hay una excepción: tú. Eres mi sueño eterno que nunca desparecerá.

ic666 firma
Iconoclasta

Hay cuatro tipos de películas:
Las malas, que pasan directamente a ser piratas en paquetes de 10 unidades y suelen servir para espantar palomas y otras aves en los balcones.
Las buenas (o populacheras como Bob Esponja, la película), que pasan directamente a piratas, pero clones ¡ojo!. La peña las compra como si fueran donuts.
Y están las incomprensibles, que se convierten con el paso de los años en películas de culto. Nadie las compra; pero luce tener una en las estanterías. Da caché al negocio o al salón de casa.
Luego están las ponográficas que nadie ve más allá de tres minutos si no está realmente enfermo; pero forman parte de la mitología etílica y narcótica de las clases más bajas.