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Hay afanes perversos y los hay obscenos.
Lo mío es la obscenidad.
No puedo soportar la perversidad de los cobardes, los que creen toda la mierda que leen y oyen. No puedo soportar a los pervertidos arribistas y los políticos.
Porque esos perversos son infames y huelen a mierda. Siempre a mierda.
Soy obsceno, sin amo ni dios.
Y siempre he tenido una buena habilidad para la hipocresía y mentir a los pervertidos o perversos para mantener mi comodidad y supervivencia en esta sociedad puta.
Si en algo soy bueno, es mintiendo a los idiotas.
Luego, cuando no he de soportar a los pervertidos; ya en mi reino, en mi casa le ordeno que separe las piernas, sabe que me ha de esperar con falda o una bata sutil. O con lencería de puta.
Con la navaja corto las bragas y las dejo despedazadas entre las piernas, o sobre los muslos. Que le molesten.
Y acaricio su coño, haciendo chapotear los dedos en su precioso y hambriento chocho. Está caliente como una perra y sus pezones le duelen de duros.
No la jodo porque quiero ver su rostro mortificado por el placer, sus ojos casi en blanco cuando mis dedos se agitan violentos dentro de su coño elástico, mojado, fragante. El aroma que impulsa mi instinto de posesión y reproducción.
Necesito ver su obscenidad, sentirla en mis dedos. Esa pornografía que la transporta a otra dimensión con los continuos espasmos de la vagina y el vientre. De su monte de Venus que asemeja elevarse y hundirse en movimientos telúricos.
Soy decididamente obsceno y saco mi rabo frente a ella cuando empieza la convulsión del clímax. Lo masajeo con tanta violencia que temo proferir por mi boca dolores más que placer; aunque se confunden las frecuencias entre ambas cosas.
Y eso, a mi puta la catapulta al paroxismo. Y se abofetea el coño que la hace desvariar cuando escupo mi leche en su vientre, en el monte de Venus, entre los dedos que ahora intentan sujetar el coño que parece expandirse como una supernova.
La bragas hechas jirones, se balancean próximas a las rodillas. Es la imagen más excitante del mundo…
Y nos corremos cada cual sumido en nuestras obscenidades.
Extiendo todo ese semen por su coño que aún tiembla agitado, entre sus labios dilatados y tiernos que no puedo evitar morder suavemente.
Gime mi puta y conduce, guía mis dedos brillantes y resbaladizos de leche hacia los rincones que ella desea, y me obliga a chupar sus pezones pringados. Y jadea…
Su corazón se relaja y mi polla pierde la dureza goteando leche sin fuerza por el meato, dilatado como una boca abierta sin dientes. Como si mi puta polla quisiera respirar…
Cuando digo que soy más de la obscenidad, no miento. Soy sucio, soy pornógrafo, soy todo aquello que es malo ser en un ciudadano integrado de mierda.
Y mi puta tampoco miente: miradla, aún está acariciando su coño irritado.
Guardo un semen frío y rancio para lanzarlo a los ojos de los perversos, con la esperanza de que los deje ciegos para toda su perversa y cochina vida. Obscenamente ciegos.

Iconoclasta

Piernas en la penumbra

Te susurro en la penumbra donde yacen tus piernas,
que las gotas de semen se mueren-enfrían
derramadas entre mis pies
con la tristeza profunda de una muerte inocente.

Del orgasmo desesperanzador,
de una corrida solitaria
como un cometa en el espacio gélido y oscuro.

De un pene que late colapsado de sangre,
empapado de amor y obscenidad.

De tu respiración que eleva y oscila tus pechos
y me la pone dolorosamente dura.

De mi mente desesperada cuando deseo penetrarte
desde malditamente lejos.

Soy un charco blanco y resbaladizo
que la arena de un desierto absorbe
y deja un cráter vacío.

Te susurran el deseo las manos crispadas
estrangulando ante ti esta puta erección
que canibaliza la alegría.

Y te susurro que a pesar de todo.
A pesar de la tristeza
del semen que muere
sin el consuelo de tu piel,
que soy capaz de sonreírte.

 

ic666 firma
Iconoclasta

ardiendo-en-hielo

Las orillas están blancas por el hielo y la hierba cruje con cada paso.
No existe frío tan feroz que anule mi pensamiento animal y encelado.
Estás presente y ardiente en el desierto y en los glaciares.
De mi boca y nariz sale humo aunque no fumo y siento frío en los mismísimos ojos.
Saco la polla para mear y pienso en la calidez de tu piel, en la acogedora y viscosa humedad de tu coño.
Y aquí, en este frío páramo se me pone dura entre los dedos, y no puedo hacer otra cosa que tirar sin piedad del prepucio y descubrir el glande congestionado de sangre, deseoso de fundirse en tu vagina. Del meato cuelga un obsceno filamento espeso. Es el hambre de ti, y lo sabes, mi puta…
Es el absoluto deseo de metértela sin piedad, sin cuidado. Cuasi cruelmente.
Quiero follarte en este helor y observar fascinado tu clítoris duro, asomando desafiante entre los labios que abriré con mis dedos toscos. Esa bestia que tienes entre las piernas calentará mis fríos y presurosos dedos muertos sin ti. Antes de que te invada con mi bálano y tome posesión absoluta de tu coño y tu voluntad.
No quiero mear, solo masajear el pene. Que este vaho que sale de mi boca, cubra tus pezones duros y las enloquecedoras areolas se ericen por la amenazadora caricia de mis dientes.
Ya no hace frío, has fundido con fuego mi pensamiento y mi corazón que lanza chorros de sangre hirviendo a mi pornográfico pene.
El semen brota y convulsiona mi vientre. Se confunde con el hielo y mi gruñido de placer hace detonar en el aire las alas de los cuervos en un estampido casi diabólico.
Las desnudas ramas del árbol en el que estaban posados, parecen gemir temblorosas al cielo, rogando no ver la obscenidad que cometo.
Es indistinto el lugar, el clima o el tiempo.
Te la metería en cualquier paraje, en una gruta oscura, de día y de noche, en un prado verde o en la puta Antártida.
Tú no sabes de tu poder sobre mí…
La última gota de leche cae en mi bota.
En mi mente perturbada suenan tus gemidos incesantemente.
Y estrangulo con el puño la polla para aliviar tu omnipresente presión.
Enciendo un cigarro cuando mi pene aún cabecea el orgasmo, dejando que se enfríe mientras ardo en el infierno de un invierno sin ti.
ic666-firma
Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

Yo practico la expiación y provoco la de mi amada.

Si Cristo expió los pecados de la humanidad, yo expío los de ella, mi propiedad, y los propios con cada una de las venas palpitantes de mi bálano.

Nuestro hijo será un cúmulo de pecados y nacerá maravillosamente culpable de nuestros miedos, goces y perversiones.

Si Cristo escupe sangre en la cruz, yo eyaculo sobre la faz de la humanidad e impido la resurrección de los muertos.

La sábana sagrada conserva la efigie y la piedad del nazareno. Mis sábanas conservan el acre olor del esperma endurecido. Entre ellas jugará nuestro hijo para purificarse, como los cristianos mojan sus cabezas para lavar las miserias con las que nacen.

Iconoclasta

Mis hijos idiotas

Publicado: 27 marzo, 2012 en Reflexiones
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Donde nacen los hombres y mujeres no es ningún lugar sagrado ni especial. No hay más que espermatozoides y un óvulo que creará una desgracia más.

Otro error.

La procreación es una masturbación avanzada en demasiadas ocasiones. Carece de interés.

La maternidad y la paternidad no son sacramentos sagrados ni conforman misterio alguno. No hay nada que explicar sobre ello y no deberían gastar tanta saliva en semejantes estupideces. Los cerdos son madres y padres también.

Un idiota folla a una idiota y si no van con cuidado, si no saben follar con inteligencia, engendrarán a otro idiota.

Siempre se preguntan si el condón hay que ponérselo en la lengua o en la polla durante el tiempo que rasgan el envoltorio con los dientes.

Lo malo es que no es una posibilidad, lo malo es que es una certeza. Los idiotas se reproducen como roedores, follan mal y tienen hijos. Muchos, asaz.

Y aquí está mi principal arma y estímulo para mi gran obra.

La rareza y la excelencia se hallan en la reproducción entre seres inteligentes y elegantes.

Donde nace el gran porcentaje de hombres y mujeres es una horma de zapato de carne sanguinolenta, un útero adocenado. Algo demasiado vulgar. No se debería celebrar el noventa y nueve por ciento de los nacimientos.

Yo no celebro el nacimiento de los prosaicos; pero colaboro en la población del planeta. Que se joda el puto mundo.

Los coños de las idiotas no son de oro, no brillan ni son tan hermosos como en las películas pornográficas. Los penes de los idiotas no son grandes, no llenan las bocas de sus anodinas hembras. Sus glandes son grises.

Ellos y ellas piensan que sí, que sus genitales y sus rostros son hermosos. Se sobrevaloran, ergo sobrevaloran a sus crías.

Si tuvieran algo de entendimiento más allá de comer, dormir, follar y dejarse deslumbrar por sus amos y las migajas que les regalan, ahogarían a sus hijos al nacer.

No es odio, es puro desprecio. Puedo vivir rodeado de idiotas sin sentirme infectado. Es una cuestión de sabiduría, de reconocerse único.

Ella es idiota; pero está buena, es como una carcasa pulida y bien pintada con un motor defectuoso. Me he corrido en su vagina con un gruñido viejo, una mezcla de molestia y placer. Es la número cincuenta y tres de mi colección de mamás cachondas.

Me la he tirado, y se va a quedar embarazada de la misma forma que la orina huele mal. Es un hecho.

Mi leche las preña, mi semen es poderoso y especial. No existe nada que pueda detener mis espermatozoides, no hay píldoras que puedan frenar mi leche inundando y permeando su coño y su útero.

No hay antibiótico ni antiviral para acabar con mis genes y su poder reproductivo. Soy Supersemen, el héroe de marvel que avergüenza a los bienhechores.

Es tan poderosamente imbécil esta mamá, que sus genes arrollarán los míos inteligentes y perfectos. Es algo que no importa, es algo que tengo controlado. La subnormalidad siempre anula la inteligencia y la fantasía. Lo sabe todo aquel que no es deficiente mental. Yo y unos pocos más.

No pienso reconocer como mío a ese bebé con mirada de imbécil que nacerá. La idiota está casada con otro tarado y mantendrán juntos a la criatura. Será mi regocijante secreto.

Ni siquiera guardaré memoria de su nacimiento.

Mis espermatozoides me importan el rabo de la vaca, no me importa que solo sirvan para dar un cuerpo sano a una criatura con cerebro de mierda. Ojalá naciera sin sesos.

Será mi justa aportación a este mundo de mierda tan lleno de miseria y vulgaridad.

Es mi harén de mujeres idiotas casadas con otros idiotas. En mi despacho de director las jodo por el culo, las asfixio metiéndoles mi lustroso pijo en la boca y me corro en sus coños, en lo más profundo. Nacerán bebés rollizos y hermosos con una larga vida, con unos buenos cojones o una vagina poderosa para la reproducción; pero serán tan vulgares como sus madres y los padres que trabajarán para alimentarlos como si fueran suyos. Y esos bebés gilipollas, a su vez, tendrán tantos hijos como veces les metan la polla a su mujeres. O sus parejas se corran dentro de ellas. Y otra andanada de idiotas nacerán de esos bastardos míos para llenar las calles y alimentar a jueces, políticos y funcionarios de mierda.

Adoro la progresión geométrica cuando me lleva al orgasmo.

Una de ellas, la número cuarenta y nueve quedó embarazada la semana pasada tras penetrarla analmente. El semen que rebosaba entre su esfínter y mi pene, se escurrió como una serpiente viva en su vagina.

Me gusta follarlas, me gusta joder a las mamás idiotas que traen a sus hijos a mi colegio; pero no me gusta desperdiciar mi excepcional semen. Si mis hijos son idiotas, obedece a mi voluntad.

Mi primogénito, el que ame, será inteligente como yo. Su madre es la profesora de matemáticas que he contratado. Me adora y le encanta que la joda en horas lectivas. Sentarse en mis muslos cuando estoy en mi sillón y a través de las cortinas observando a los niños jugar en el patio, llegar a un intenso orgasmo y desclavarse de mí con su coño goteando semen. Piensa que sus anticonceptivos sirven de algo.

Ya es una embarazada inteligente, lo sé por su forma de expresarse, sus maneras de seducirme y usarme, el tono de sus gemidos cuando se la meto.

Mi hijo, el amado, será el más joven de todos esos bebés idiotas.

Tengo algo que las humedece. Detectan mi especial naturaleza, por encima de mi capa de amabilidad y cultura hay algo ponzoñoso que las excita. Mi semen huele aunque esté dentro de mis cojones; ellas aspiran el aroma entrecerrando los ojos. No son estudios, es mi experiencia.

Sean idiotas o inteligentes, mis testículos desprenden un vapor que las prepara para abrirse de piernas y dejar regar sus úteros con mi esperma elegante e inteligente.

Toda mi energía se dirige a mi cerebro para interferir en la selección genética de la humanidad, y a mi polla para crear muchos estúpidos.

Mi ansia por hacer daño a la humanidad no es locura, es una decisión tranquila y meditada. Quiero que mi vida transcurra plácida, no tiene porque ser traumático ni demencial ser malvado.

Los hay que cometen masacres. Yo simplemente hago que nazcan más idiotas y además me gano bien la vida.

Si no me causara demasiadas molestias, podría apretar el botón rojo de una explosión nuclear a nivel planetario mientras me como unas patatas fritas al punto de sal.

Ya me he follado a cincuenta y tres madres, y como idiotas que son, se han quedado embarazadas por segunda, tercera o cuarta vez. No aprenden, se pueden pasar años embarazadas con una sonrisa estúpida en la cara.

Algunas de ellas ya no me miran a los ojos; saben que si dejan de traer a sus hijos a la escuela por algún estúpido remordimiento, enviaré una carta a sus maridos para que sepan de quien es el segundo o el tercer hijo que alimentan. Evidentemente, ninguno de esos maridos subnormales me va a encontrar, tengo demasiado dinero como para quedarme a su alcance y unos buenos cojones para seguir embarazando a idiotas en cualquier otro lugar. Además, vendo mi semen muy caro, las clínicas de fertilización me tienen muy bien considerado.

Me casaré con la profesora de matemáticas y criaré a mi hijo a mi imagen y semejanza, porque mi futura esposa es buena e inteligente; pero es demasiado amable con la chusma y querrá dar una educación demasiado relajada y bonancible a mi primogénito.

Mi hijo crecerá y se educará en mis propias aulas, rodeado de todos esos cincuenta y tres bastardos que he creado. Cincuenta y tres idiotas entre los que aprenderá a abusar de ellos, a engañarlos, a ser superior y usarlos para sus medios.

Hasta los nietos de los bastardos serán de utilidad a mi hijo. A mi amado hijo.

Ellas están preñadas para que mi hijo se haga grande y poderoso a costa de ellos, de los idiotas.

Tal vez nazca alguno con síndrome de Down por la avanzada edad de algunas de las que me he follado, no importa, le daré clases también.

Dejar preñada a una mujer está sobrevalorado. Ser padre es una cuestión que muy pocos entienden más allá de enseñarles a jugar al fútbol y darles de comer mierda.

Esta capacidad mía para procrear hombres y mujeres idiotas, es lo que me hace superior a ojos de mí mismo. Ellas, las cincuenta y tres madres, son estúpidas; pero sé que por dentro se arrepienten, que algo no funcionó bien a pesar de cómo gozaron. Tal vez porque cuando me corrí dentro de cada una de ellas con total precisión, se dieron cuenta de que fueron usadas y que no era tan excitante como pensaban. Cuando tras correrte apartas a una tía sin amabilidad, cuando le empujas la espalda para que salga del despacho y no le das las gracias por el buen rato que te ha hecho pasar, pasas a ser un mamón y un poco despreciado.

Aún así, la mayoría seguirán viniendo a mi despacho hasta que sus barrigas les impidan follar con comodidad.

Sus bastardos entrarán cogidos de sus manos en mis clases y entre ellos se desarrollará mi hijo, el auténtico.

Hay que tirar estiércol para que el fruto crezca grande y pleno.

He creado cincuenta y tres sacos de abono. No ha sido laborioso. No es trabajo que te coman la polla y luego hundirla en las entrañas idiotas de tantas mujeres. Y es que además, las madres estúpidas, son las que mejor follan. Lo he disfrutado, lo gozo.

Cincuenta y tres sacos de mierda serán suficientes para que mi hijo se parezca a mí.

¿No es gracioso? Tal vez se folle a su propia hermana a los quince años en los lavabos de mi escuela y la deje preñada de otro bebé de mirada imbécil; continuando así mi trabajo, mi educación. Mi sofisticada forma de ver la vida.

Sin violencia; pero con asco.

Estropeándolo todo desde el génesis.

De hecho, siempre lo han hecho así los curas, los jueces, los millonarios, los políticos y los pervertidos que tienen el poder; solo que yo lo hago con gracia y mi polla es gorda.

Mi hijo los convertirá en mierda cuando cumpla tan solo los dieciocho años, a los que ahora están en el poder por una mera cuestión de azar y que son idiotas también. Ni con todo el dinero del mundo podrían tener mi poderoso semen para crear más ciudadanos a los que violar.

Mis hijos son idiotas porque es mi voluntad.

Mis hijos son idiotas porque yo así lo he querido.

Ni siquiera son mis hijos.

Iconoclasta

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