Archivos para agosto, 2018

Prólogo.
Epicuro dijo: Vive oculto.
Et Iconoclasta respondiole: No me dejan.

Los filósofos y los dioses todos son una inagotable fuente de afirmaciones imposibles, confusas e inescrutables. Afirmaciones que de ser algunas posibles, sería vivir asfixiado en un mundo nauseabundo en su perfección. En vez de follar libarían y en vez de morir les saldrían putas alas de mariposa del ano.
Yo pienso que si eso fuera posible, tanta perfección y tanta bondad, los humanos deberían vivir no más de cuatro días (como algunos insectos) para no amontonarse unos encima de otros, ya que jamás se asesinarían entre ellos. Con todo este rollo quiero decir: los humanos, cuanto más viven, peor para todos e incluso para ellos mismos, sean malos o buenos.
Y como todos lloran: hombres, mujeres, heteros, homos, trans, minorías, mayorías, ciudadanos de gran carga patriótica y ciudadanos apóstatas de patriotismos; yo me meto mi pierna podrida en los huevos y pedaleo sin que me importe quién pueda morir o reír. Fumo y cargo a la sociedad con un (otro) posible cáncer sin ningún problema. Yo he pagado y tengo que pagarles a todos por sus vicios y aficiones, así que me deben miles porque soy uno solo contra todos.
Desde la montaña, Iconoclasta filosofando.

El consejo.
El único consejo vacacional que puedo dar (y el único que existe): salid siempre a pasear y visitar las horteradas (lugares, cosas o personas adocenadas, tópicos o vulgaridades de cualquier país elegido al azar) cuando prensa y televisión anuncien una gran ola de calor y aconsejen no hacer mucha actividad a las horas de más sol para evitar los posibles golpes de calor tan famosos y tan temidos por los más pusilánimes, serviles y obedientes ciudadanos. En esos días encontraréis que hay un 65 % menos de borregos entre ociosos indígenas autóctonos de la región y guiris (turistas, en gitano, en el original).
Tranquilos, no os preocupéis, no pasa nada. Por mucho que se escondan, el que debe morir morirá por calor, por frío, o haciéndole una mamada a su jefa/e para que le autorice un día libre de asuntos personales al inicio o final de un periodo vacacional o puente festivo.
Alabados sean aquellos que mueren por un golpe de calor, porque de ellos será el reino de las noticias cansinas, las bendiciones y los pésames de feisbuc.

Hay dos géneros biológicos indiscutibles e inalterables: hembras y machos.
Ambos géneros, en el caso humano, pueden asumir los rollos sexuales que más calientes los ponga e interpretar las escenas que más les guste; ello incluye decir con absoluta naturalidad y vanidad que, su coño o cojones son erróneos para su preciosa mente sensible hasta la sobre-edulcoración.
El humano es una tara evolutiva, es lógico que estas cosas ocurran.
Lo peor de todo esto es el asunto lúdico: los irisados ritmos musicales con los que se enorgullecen. Tienen un pinche gusto musical del carajo para sus fiestas.
Es extraño tener que llevar orejeras en día de calor; pero siempre será menos cruento que no usarlas.

Los burros buscan la sombra como los humanos o primates; excepto cuando estos últimos se frotan entre sí y aparean en grandes concentraciones en las playas, talmente como focas; pero sin ningún tipo de elegancia, alegría e interés.
Los burros tienen un sentido de la elegancia que los primates jamás conseguirán alcanzar.

En Telegramas de Iconoclasta.

Apareces en mis mediodías y en cualquier momento como un fascinante ángel perverso. Y sé que sabes con precisión adónde me arrastras y lo que me obligas a sentir.
Y todo el amor y el deseo que siento por ti, no te excusan: eres hermosamente culpable de ser mi (mía) perdición.
Perdición porque alteras mi mente y mi organismo con la engañosa simpleza de un “te adoro”, con un “delicia”, con un dragón y una guerrera cimeriana de cuentos de rol… Y luego, quedo abandonado a mí mismo, solo de nuevo; con tu rostro de eterna belleza flotando en un limbo místico-eléctrico.
Mi ángel perverso de piel lamible, de labios (los cuatro) que mordería insaciable.
Y sin dejar de pensarte, cada bocado de mi solitaria comida constituye la metáfora del hambre y el deseo de ti.
En ese instante eterno y mortificante, algo bajo mi vientre y entre los muslos se expande como un doloroso universo, con la misma proporción con la que aceleras mi corazón que parece escapar de mí a través del pecho para refugiarse en ti, en tus pechos, en tu piel, en tu esencia misma.
Me dueles, me duele. Ahí abajo, ahí adentro…
Eres y estás en el fruto carnoso que sostengo en mi mano. La mano que fría y húmeda de ti, se aferra a un pene encabritado como a una tabla de salvación en el Mar de los Naufragios de los Ausentes.
Eres mi caos que unas veces me arrastra a su tristeza, a su dolor, a su risa, a su hastío, a sus palabras, a sus muslos húmedos, a su amor…
Y en la vorágine caótica, el puño me estrangula a mí mismo bajo el pantalón encharcado. Y golpes desesperados, secos, precisos y verticales con la fuerza del deseo, obligan a que brote el semen hirviente que ahora se escurre entre mis dedos. Como si hubiera eyaculado mi alma en tu piel, en tu boca, en tus manos…
Siento que quiero gritar cuando el semen se enfría derramándose por los testículos y gotea cansado. Cansados él y yo…
Gritaría lo que te amo alzando mis manos cubiertas y pringadas de tu caos hacia tu rostro. Bramarte furioso: ¿Ves lo que haces de mí?
El jugo de la sandía se desliza por la comisura de mis labios hacia el cuello, por el pecho, hacia el pubis, hacia a ti.
Y se crea en el universo un fundido de negra tristeza de no estar en ti ahora y aquí.
Como la más triste y desesperanzadora película.
Adiós, mi bello ángel perverso.
ic666 firma
Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.