
Tomando un café y discutiendo civilizadamente, podéis (entre tú y el gato) elegir el nombre que más le guste y se adapte a sus necesidades psicológicas.
Incluso informarle que si no se encuentra a gusto con su sexo, convertirlo en transformer macho o hembra (según sea el caso), es una posibilidad a tener en cuenta.
Desde el momento en que aparecen este tipo de panfletos en la prensa, es que considera el estado (es quien paga esta mierda) que la población está absolutamente imbecilizada.
Tanto, que los meterían en un camión hacia el matadero municipal para convertirlos en foigrás y cantarían el Kumbayá extasiados de felicidad.
Bienvenidos a la decadencia, al infantilismo y retardo mental de los adultos de las sociedades consumistas.
Es un paso previo a su extinción.