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No es verdad que la letra con sangre entra. Con la sangre lo único que entra es la infección, la ira y su violencia.
Por mucho que me hicieron “sangrar” en la escuela no consiguieron que en mi torrente sanguíneo se metiera uno solo de sus piojosos dogmas.
Sin embargo, que la sangre escribe letras y da color a la pluma entre mis dedos, no es un fascismo o una brujería.
Creo en la sangre que sale por un dolor y en la sangre que escribe y describe el dolor y una libertad salvaje.
Creo en lo que escribo con sangre permanente que el viento no puede llevarse, como creo en el hambre de aquel coño amado mil veces lamido y follado.

Foto de Iconoclasta.

Las hojas de fino papel, pobrecitas, al escribir se abarquillan. Se rizan las esquinas cerrándose sobre sí mismas para impedir el daño y su conclusión: el dolor que desencadena la hiriente pluma y mi inexcusable e irracional ira.
Soy malo.
E impío.
La pluma escarifica el papel que no puede soportar la mortificación y la hoja agita sus hombros mermados de brazos como los bebés fajados.
Y crujen.
Misericordia…
Qué lástima de lamento.
Un humano que nació sin manos en los brazos intenta defenderse de la puñalada en el pecho y el puñal, irremediablemente, hace lo que debe.
Como yo.
Soy un hijoputa.
La pasión es violenta y doliente sobre todas las cosas, les salgan brazos de los hombros o no.
Como si no supieran que los brazos no formados que se cierran sobre el pecho indefenso no pueden evitar la agresión del arrebato.
Todos esperamos actos sagrados de salvación.
Pobres hojas crujientes de pensamientos tallados sin cuidado.
No hay nada sagrado.
Y la salvación es un aciago azar.
Soy un criminal.
Siento pesar en el corazón, lo siento de verdad…
Pero no puedo parar o me estallará la cabeza.

Foto de Iconoclasta.

De los variados objetos de escritura manual, tal vez sea el roller (un híbrido entre pluma estilográfica y bolígrafo por su trazo) el que requiere más esfuerzo, habilidad y cuidado para escribir con rapidez y dar legibilidad al texto.
Porque el roller tan suave, tan nítido y tan fina y bien calibrada la bola de trazado; literalmente resbala en el papel, e incluso derrapa espectacularmente.
Su trazo es mucho más sólido y preciso; pero esa rapidez te puede sacar de quicio si pretendes escribir relajadamente.
En definitiva, el roller es para competir en velocidad.
Y pluma, boli y lápiz para recrearse y relajarse.
Si eres tan hábil como yo no hay problema con el roller; pero si al escribir tomas entre los dedos de forma rara y exótica (esas que están de moda gracias a los zurdos del cine; la inclusión es irritante por imbécil) tu procesador de textos y sus sufrimientos; y además sacas la lengua al escribir, será mejor que uses un bic transparente, de esos que tienen la punta del tamaño de una canica para niños con las manos grandes y te dará menos disgustos, cansancio, vértigo y sus mareos.
Y si no te importa ser efímero, un lápiz con la punta tan roma, que en lugar de escribir, pareciera que esculpes como los Picapiedra sus notas.
Y ya.
Ponte a escribir y déjame en paz.

Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.