Archivos para octubre, 2018

Soy un hombre decente, porque la decencia no consiste en respetar una moralidad de mierda. Ser decente es seguir o intentar conseguir el ideal de vida en el que uno cree: venganza, valor, inmoralidad, desinhibición, violencia, injusticia e irrespetuosidad. A veces leo para reconocer las mentiras que la humanidad ha ido acumulando a lo largo de su historia. Conocimientos útiles cuando juegas al Trivial o al Scrabble…
Tengo un nombre que a nadie le importa y que muchos se han arrepentido de conocer y otros, los menos, se sintieron extasiados al conocer a un ser como yo. Con eso basta.
Durante un tiempo conviví con un ser absolutamente imbécil, un retrasado mental que no sabía ni respirar por la nariz (tenía tetas, era hembra). Obtuvo un título universitario pagando con mamadas a los catedráticos (en México es fácil y habitual el pago en especie sexual, es tan cotidiano que las putas ni se dan cuenta de que lo son). Que fuera una absoluta puta, me la pelaba; mi abuela era puta y no por ello me sentí traumatizado. Es más, lo decía con orgullo; era muy exótico decir “mi abuela es puta”. Y además internacional. Granada, Barcelona, Londres, Canadá…
La puta no me engañaba, por algunas razones prefería estar con ella que en otro lugar a pesar de que era sucia. A veces hay que elegir lo menos malo. Sin embargo, lo golfa que era no me llevó a darle la patada. La razón es que usaba el teléfono celular hasta de tampón. Cuando capté que la conversación no sería posible, sin más preocupación dejé de hablarle e hice mierda cualquier asomo de relación cordial.
Solo la follaba, porque ya que tienes una puta en casa, la usas o bien te hace una mamada si está bien borracha y se ha empolvado la nariz.
Así que a los seis meses de haberla conocido, ya empecé a desear enviarla a la mierda con sus putos hijos, hermanos y hermanas, y sobre todo con sus amigos y clientes sexuales, tan retrasados mentales como ella.
Al cuarto mes de compartir la casa le dije mientras sonreía como una mongólica ante la pantalla del teléfono y los dedos agitados: “Si quiero estar solo, no quiero que nadie me moleste, me gusta estar solo de verdad. Vete a tomar por culo”.
Me miró con los ojos abiertos sin acabar de entender, mostrando aquel cerebro vacío y liso. Creí estar delante de una caricatura como Homer Simpson.
Al sexto mes se lo confirmé de una forma más clara, para que lo entendiera: le rompí el móvil y le di tal paliza que pasó cuatro meses de operaciones reconstructivas de nariz y maxilar inferior. El brazo roto no le dio más problemas que un yeso terapéutico.
Como tengo dinero, la investigación y el juicio se retrasó, se retrasó y se retrasó tanto que la putarra ya se estaba follando al subnormal de su jefe y al guardia de seguridad de la entrada a la oficina, a cambio de un par de porros. Se olvidó de la paliza que le di e incluso me ofreció hacerme una mamada (quería que le regalara un celular nuevo), le dije que se fuera a la mierda y me sonrió cariñosamente diciéndome “hasta luego”. Recordé que su coño olía a mierda y pensé “Hasta nunca, corto y cierro”.
Ocurre que la imbecilidad siempre sobrelleva una inmerecida vanidad.
¿Veis? Con un par de huevos y decisión se arregla cualquier problema. Si no fuera por la violencia, hubiera llevado muchísimo tiempo de tortura psicológica, cosa que para una retrasada mental no es nada bueno tampoco.
El subnormal me lo tiene que agradecer.
Si alguien amenaza mi íntima libertad, me importa poco que sea macho o hembra, golpeo hasta quedarme satisfecho y seguro de que ha entendido bien mi punto de vista.
De México me fui a Guatemala a comerciar con niños indígenas, los usan de cenicero y para otros menesteres hospitalarios, domésticos y sexuales.
La vida es una mierda, lo sé; pero el dinero mejor tenerlo que no tenerlo.
Y la verdad es que putas y niños, hay muchos en el mundo.
Es importante ser decente en estos tiempos de degeneración mental.
Alguien tiene que tener cojones.
Bye.
ic666 firma
Iconoclasta

Pablo López

En Letralia. Tierra de Letras.

Respiro los minutos y me sacudo sus cenizas de la piel. Es desesperante, nunca consigo quedar limpio.
El horno que incinera las horas no se apaga jamás.
A veces me asfixio y abraso. Muchas.

Las cosas se caen solas sin que nadie las empuje.
La fuerza de la gravedad es inagotable y la voluntad humana finita como el universo, que siempre son las mismas estrellas.
Astrónomos y su optimismo…
Qué chochos…

En Telegramas de Iconoclasta.

El río es como yo, cuando está furioso no le importa su destrucción. Solo necesitamos liberar toda la presión y la frustración acumulada con violencia salvaje.
Aunque nos joda.

No te lo digo, pero tiene los ojos más grandes, profundos y manifiestos del mundo.
No te lo digo, pero son bellísimos.
No te lo digo porque cuando las cosas bellas y amadas se pronuncian, el mundo te las roba por envidia.
Lo sé. Siempre ocurre lo mismo.
No te lo digo porque es un secreto. Y los secretos, pueden convertirse en ridículo cuando la luz los ilumina.
No te lo digo, pero sus labios son tan voluptuosos y carnosos que tendría miedo a besarla, porque cubriría mi alma con ellos.
Y me robaría el habla.
No te lo digo porque es un deseo sin base lógica y sólida, un fracaso anunciado. Y no lo quiero anunciar.
No quiero ser patético mientras respiro.
No te lo digo, pero es exuberante hasta la desesperación (la mía), una ligera abertura en el escote de su blusa muestra un universo rotundo y húmedo que sueño explorar y precipitarme suicidamente.
No te lo digo porque hay seres que por alguna razón no podemos acceder a paraísos o ilusiones, y aún así soñamos posibilidades con el riesgo de dolor que ello comporta.
Posibilidades tardías.
Como bebés que nacen rotos, así son mis sueños de amor y deseo con ella.
¡Shhh…! Me da vergüenza ser lo que soy, por eso no te lo digo.
Y su voz… A través de ella impone el poder de su belleza con cierta autoridad (divina vanidad) y me hace sonreír cuando no es necesario, cuando no tengo razones o ánimo. A veces la escucho de nuevo y cierro los ojos imaginando. Su voz transmite frecuencias inaudibles que deseo descifrar; pero no te lo digo, para hacerlo debería estar íntimamente próximo a ella.
No te digo como suena, porque te reirías de mí con una sonrisa forzada y triste, como si supieras que estoy acabado.
Y lo estoy, pero no te lo digo.
Solo te lo escribo con una pluma de tinta roja como la sangre, porque temo a los espías de Envidioland; no quiero que sepa nadie más que tú, papel, de mi fracaso y días tristes. No quiero dar pena, o en el mejor de los casos, inspirar desprecio.
No te lo digo porque un día te quemaré prendiéndote por una de tus esquinas y oleré el dulzón aroma de tu combustión y mis secretos.
Escribiré al final de estas cosas que no digo, de este amor y deseo secreto:
Este documento se autodestruirá en cinco, cuatro, tres…
Y yo con él un poco también.
Tan solo durante unos segundos se verán los trazos de mi letra en rizos frágiles y volátiles de un papel carbonizado. Nada que pueda probar que un día amé.
Cinco, cuatro, tres, dos, uno…
Cero.

 
ic666 firma
Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

Si yo fuera Dios te mataría ahora mismo para que estuvieras conmigo toda la eternidad.
Me perdonaría a mí mismo y dejaría que el universo se pudriera para dedicarte toda mi omnisciencia. Te enamoraría hasta el dolor.
No te regalaría flores, las crearía para ti.
Qué suerte has tenido (y el universo), amada mía, de que tan solo sea un mierda.