Archivos para diciembre, 2020

Mi abuela se murió cuando yo era vigilante y dormía tras la jornada nocturna. Cayó fulminada al suelo mientras cortaba en la cocina unas judías verdes para comer.
Mi madre me despertó y luego llorando se largó y me dejó solo para llevar el fiambre hasta su cama. Me parece que la histeria a mi madre, le vino muy bien para escaquearse de cargar con el muerto (nunca mejor dicho y que dios si existe, la tenga en su gloria, si es posible que exista semejante gilipollez).
Si hubiera muerto en estas fechas, la habrían metido en el saco de los muertos por coronavirus.
Lo que quiero decir es que como no tengo abuela y lamentablemente no soy madrileño, me temo que no será necesario que use condón y bozal para reunirme con alguien en estas nuevas navidades del normal fascismo español.
Como se puede apreciar, cada cacique de cada autonomía se monta su fiesta de poder y represión como puede, según el dinero que pueda destinar a propagar la ideología fascista cuyo mensaje navideño 2020 dice:
“Tú obedece, que te vigilamos hasta en tu puta casa, asesino cabestro”.
Por lo demás, me la pueden chupar.

Hoy, tras dos largas semanas de frío intenso, ha subido un poco la temperatura, hace mucho frío, pero es más soportable que ayer, por ejemplo.
El sol calienta, hace lo que debe y no porque me tenga una especial simpatía.
Y un malvado y gélido viento quiere arrebatarme ese calor. ¿Estará celoso del sol? Romanticismos aparte, el viento también hace lo que debe, además, es su turno, el invierno.
Sin embargo, después de tantos días de intenso frío, el viento causa esa sensación de maldad, como si se hubiera quedado con ganas de congelar todas las cosas, orgánicas e inorgánicas. En este instante es como si se hubiera propuesto intentar enfermar mi cuerpo al saber que estoy al sol.
Sé que no soy el único al que le azota el frío aire; pero para esto escribo en lugar de hablar con nadie; para ser el único humano del planeta.
Quien quiera ser importante que escriba sus propias frustraciones y no molesten con su envidioso y egocéntrico: ¡Y yo también! ¡Y yo también!
Insultar, denigrar y despreciar con ingenio requiere nacer con ciertas habilidades. Ocurre lo mismo con los hijos de puta: nacen.
Y si no nacieron así, aprendieron rapidísimo. La mayor parte se hicieron políticos y luego presidentes; después mediocres dictadores que enferman y aprisionan a sus votantes subnormales que obedecen y aplauden las medidas de represión y hambre, con mucho más entusiasmo que las piaras de cerdos pastoreadas hacia el corral.
Y ya está, es todo lo que tenía que decir: hace un sol acogedor y un viento helado del carajo.

Hay gente que se esfuerza en entender y buscar la razón que explique tanta banalidad y engaño político y económico con argumentos apoyados en la fe de que la sociedad es capaz de encontrar algo de justicia entre las leyes creadas para defender el dinero y el poder; y así defender libertad y dignidad. Creen sinceramente convencidos por una lógica y una ética que no existen, que las cosas pueden cambiar; repararse más concretamente de forma pacífica, negociando o pactando.

Es mentira, es una ingenuidad creer algo así.

Y así transcurre todo inamovible, con las mismas esperanzas y frustraciones durante milenios.

No pueden asumir, debido a un pensamiento condicionado e integrado en la sociedad, que los más altos valores que rigen toda sociedad basada en poder y obediencia (de hecho, no existe otro tipo de sociedad), es la envidia, la ambición y la represión.

Cuando toda esa mezquindad se quiere explicar o excusar mediante leyes, política y moral; se otorga impunidad a los grandes estafadores electos, a los tiranos y a los ministros religiosos.

Si un estafador es tratado como político es impunidad.

Solo saliendo de ese círculo vicioso (como ocurrió durante un breve tiempo con la Revolución Francesa, una excepción que rara vez se da en la historia), se puede identificar correcta y realmente a los políticos y su ambición desmedida de poder y dinero. Al reconocerlos como criminales, la conciencia propia se relaja y el pensamiento se hace más grande y potente una vez liberado del yugo de la presión social que excusa lo inexcusable por medio de esperanzas y argumentos que se esconden tras un grueso pellejo de estafa, cobardía, ignorancia e indolencia.

Saber que todo permanecerá igual que los milenios pasados o peor, otorga de por sí al pensador una visión clara, la herramienta necesaria para su liberación intelectual con la que a su vez, podrá asumir y entender que política, economía y religión son un conjunto de degeneraciones que más tienen que ver con la ganadería que con la humanidad.

Saber y entender que el poder de las actuales pseudodemocracias ahoga y asfixia, que no hay protección alguna a pesar de lo que te roban y pagas, es un acto de madurez contra tanta estafa, tiranía e hipocresía.

No dar crédito a los grandes estafadores de la política, la economía y la religión, es dignidad.

Por la evolución de millones de generaciones castradas mentalmente a lo largo de la historia, el instinto de defensa y supervivencia se ha fulminado definitivamente en la especie humana. Y esperan encerrados en sus establos produciendo la miel y leche necesarias para alimentar el poder político, religioso y económico; esperan con fe ciega que sus ministros y sacerdotes los guíen y los salven del hambre y la enfermedad.

Lo que en un tiempo lejanísimo se arreglaba por la fuerza y evitaba así la proliferación de cobardía, ambición y envidia, ahora se eterniza con sesudas discusiones y explicaciones de erróneas y amañadas comprensiones nacidas de la decadencia actual con votos, aplausos, fanatismos y militancias.

Y así, el poder actúa cada vez con más impunidad y virulencia, con el beneplácito de sus ingenuos votantes frustrados que, prefieren engañarse a sí mismos a realizar el esfuerzo de la correcta y digna defensa; pero sobre todo, si reconocen la degeneración de la sociedad en la que viven, deberían reconocer la suya propia y su cobardía; cosa que no les complacería si tuvieran la suficiente intelectualidad y cultura para concluir que gozan de semejantes “virtudes”.

Un solo tarado estafador, alimenta y da esperanza a millones de seres, sin que haga ninguna de las dos cosas. Desde siempre ha sido así.

Es una sociedad ciega que ocupa todo el planeta. Y no sé ya si su cobardía se debe a esa ceguera, o la cobardía le infectó los ojos. A efectos prácticos poco importa el origen o causa de ambas cualidades.

A efectos filosóficos, como ocurre desde tiempos inmemoriales, se han convertido la ceguera y la cobardía, el gobierno y la estafa; en un misterio indescifrable para ocultar la indignidad de que millones de seres humanos sean pastoreados por un sujeto de pocas luces y mucha suerte.

A un parásito, el gobernante; se une otro en simbiosis, el filósofo que los disculpa con sus meta estupideces (los filósofos, al final acaban creando leyes, tradiciones y culturas adecuadas para el rebaño). Al fin y al cabo, el filósofo, como animal nacido en granja, se avergüenza de sí mismo excusando al poder y por tanto su dignidad al vestir de complejos pensamientos su propia cobardía, inoperancia e indolencia.

Amén.

Iconoclasta

No ha quedado nada de lo que el hombre fue. Se convirtió en una bestia de granja, en una productora de la colmena.
Prostituyó su libertad por miedo, quiso una protección y pagó para ello a un timador que se convirtió en su rey.
Y aquella cobardía se hizo estigma para todas las nuevas generaciones.
No existe ningún pecado original, se trata una atávica cobardía ya inextirpable.
Y yo tengo que pagar, sin tener culpa alguna, de la cobardía de aquellos antiguos y lejanos hijos de puta.

Ya de noche a las 18:30 y a 3º Celsius de temperatura, tomarse una cocacola y unas patatas bravas en la mesa del bar en plena calle y fumando con los pezones duros por el frío, es liberador.
Pero ante todo, de muy macho. Supermacho…
No intentéis hacerlo o se os comerá el frío y el coronavirus que seguro anda por las deliciosas patatas que me como entre eructo y eructo; la cocacola, además de engordar la titola es asaz digestiva. Yo puedo hacerlo porque soy SuperIconomacho.
Y mientras me fumo el segundo cigarrillo, medito profundamente sobre la aleatoriedad de las erecciones y lo dura que es la bragueta del pantalón que me está jodiendo.
Y entre patatas picantes, cocacola y tabaco concluyo que, Los Vengadores llorarían avergonzados de ver la calidad y potencia de mis superpoderes.
Por lo cual estoy pensando en hacerle un favor a la humanidad y donar unos litros de mi preciado semen para mejorar la especie humana de una vez por todas (está visto que si no actúo se convierten todos en cerditos) y de paso, que saquen de ahí también la vacuna para el coronavirus, que la doy gratis si hay suficientes hembras buenorras para desear preñarse de Mí, incluso de quintillizos; no respondo de los superpoderes de mi leche, son tan potentes como imprevisibles.
Y ahora me voy a casa a empezar a sacar leche para el banco de esperma.
Lamentablemente, no voy con mascarilla, ya que en el bar no tenían servilletas y la he usado para limpiarme la boca, los dedos y las manchas de salsa que han caído en el macuto.
Super Iconoclasta os desea unas felices corridas si el coronavirus y el gobierno fascista español (o cualquier otro de las fascistas democracias que existen elegidas al azar) os lo permite.

Hay un pobre consuelo en el refrán que dice: mejor solo que mal acompañado.
Lo que quiere decir tras esas sencillas palabras, es la decepción, el error de haber buscado compañía. El imperdonable error de haber querido a quien no se debía querer.
La verdad es una puta que la chupa mal y te deja con sus besos, un sabor ácido en las muelas que provoca una abundante salivación.
La mentira es salvación y da una vida cómoda, la prefiero mil veces a la verdad.
Sin embargo, es inevitable en caso de tener un mínimo de madurez intelectual; identificar certeramente la hipocresía y su mezquindad. Cosa que lleva a observar cada amanecer como otro apestoso día más.
Solo te queda bajar la persiana para que la oscuridad oculte a tus ojos la miseria que duerme a tu lado.

Y es que el nuevo y normal fascismo del gobierno español del coronavirus, no va a permitir de ningún modo perder el chollo de tener a la gente encerrada con sus toques de queda y de recibir dinero de la UE a costa de la salud de los cabestros españoles. De ahí el que hayan decidido que la vacuna tenga efectos secundarios.
Y si no, esperad a los que ya están haciendo cola para el jaco o chute del gobierno fascista español (nuevo y además, muy normal) empiecen a mutar.

En el supuesto de que viváis entre manadas familiares de cabestros que incluso en su propia casa usan bozal (mal llamado mascarilla), una de dos:
a: Los enviáis directamente a la mierda. Si estáis en el trabajo rodeados de subnormales todo el día y vuestra familia no os paga, no necesitáis pasar un mal rato sin cobrar. Que los follen.
b: Os ponéis el puto bozal para no contagiaros de imbecilidad, le dais una buena paliza a padres, madres, tíos, abuelos, etc. Y luego os vais corriendo para no perder el tiempo con una familia que, desgraciadamente no habéis tenido la culpa a la que pertenecer.
En el caso de que aceptéis a pasar un rato rodeado de ellos con bozal y tenéis una hermana o hermano que estén buenos, mantened relaciones sexuales sin anticonceptivos para que la consanguinidad de la endogamia no se pierda nunca.

En el imposible caso de que al igual que en las películas, la tipa estuviera basada en un hecho real, caben dos posibilidades:
1 – La tipa está enferma; pero de una ponzoñosa envidia.
2- Se debería denunciar a los Caudillos Españoles Sánchez e Iglesias por usar a deficientes mentales para su propaganda ideológica del miedo al coronavirus.
Y por supuesto, por poco que sea posible, calcinar las oficinas de toda la prensa prostituida al coronavirus con sus “redactores” como combustible libre de plomo.