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Son tiempos normales, apacibles. No hay nada extraño y todo es mejor que hace cientos y cientos de años atrás por muchos feminicidios, infanticidios y parricidios que haya.
La tan cacareada violencia entre machos y hembras primates es casi inexistente, comparando a los primates actuales con los de hace simplemente cinco mil años. Hoy día son unos rumiantes inofensivos que jamás usan la violencia con sus parejas reproductoras.
Que un macho le pegue una buena paliza a una hembra, aunque habitual en las noticias, es un hecho puntual que estadísticamente no influye negativamente en la expansión demográfica de los primates, sois tantos que la muerte de una hembra o macho no significa nada.
El asunto de los asesinatos “de género” como pomposamente los llaman, son meros hechos anecdóticos y noticiosos para llenar espacios de noticieros y prensa.
Los humanos, sois plaga. No es preocupante que muera un mono o mona reproductoras y toda su descendencia.
En algún momento todo cambió y algunas hembras aprendieron a conocerse y poco a poco (tan poco a poco que les ha costado milenios poder entrar en los círculos de poder) se han hecho poderosas algunas líneas genéticas de monas. Los monos machos no han cambiado, son idiotas en todas las eras geológicas y sociales del planeta.
Las mujeres prehistóricas y antiguas no veían maltrato en las palizas y violaciones a las que eran sometidas a lo largo de sus cortas vidas. Nunca sintieron placer (como muchas hoy día, los machos más machos no saben follar y las dejan hambrientas y por tanto, putas). Hombres y mujeres eran animales en estado puro, incluso hasta hace apenas tres siglos atrás. El macho se la metía y ellas parían y servían de saco de entrenamiento cuando el mono frustrado y borracho por su propia torpeza no había sido capaz de aportar comida o dinero a la familia.
Tal vez, por esa prehistórica o antigua sumisión de las monas, la especie humana se hizo plaga. Las monas tragaban con todo y no existía cuarentena entre parto y parto. Parían sus crías como las ratas en las alcantarillas.
A medida que los monos os esclavizabais con las leyes y sus obligaciones, religiones y moralidades; os hicisteis más débiles machos y hembras, menos violentos y además, comenzasteis a procrear con más higiene y profilaxis, con más rapidez y seguridad. Las monas y sus crías sobrevivían más tiempo sobre el planeta. Os convertisteis en la peste que sois hoy.
Degenerasteis hasta convertiros en la mediocridad cobarde que sois hoy día, en animales de granja, productores con amos que os atan corto y os hormonan (suministrando licores y otros narcóticos) si es preciso, para que no baje la producción y se mantenga esa imbecilidad tan característica que tanta repulsión me provoca.
Lo cierto es que siempre os he odiado, os he matado y descuartizado por ser la especie más repugnante y amada por ese degenerado de Dios el melifluo, el maricón folla-ángeles.
Pero siempre quedan genes que de vez en cuando se hacen más evidentes en algunos ejemplares machos o hembras y por ellos, aún hay parejas y unidades familiares más o menos numerosas; formadas por sumisas de coño baboso por amor a sus maridos machotes, borrachos, violentos y lo más incomprensible: incapaces de darles un orgasmo de verdad.
He visto monas llorar por el macho que les ha pegado patadas en el coño, cuando lo he abierto desde el pubis hasta el esternón desparramando sus tripas. Tuve que hacer callar los gritos de la sumisa asfixiándola con mi pene en su boca llorona de mierda. Bueno, lo cierto es que mientras me la mamaba intentando respirar, le hice un coño más largo y sonriente con el cuchillo. En aquel charco de orina y sangre me sentía como el dios que soy.
Que amen tanto a sus monos es algo que me divierte. A veces pisoteo bebés hasta convertirlos en pulpa que, tienen más capacidad intelectual y dignidad que esas sumisas primates.
Creedme, he visto evolucionar el planeta y las cosas que lo llenáis; y de todas las bestias que torturo y descuartizo, las que me provocan más placer son los machos que aún a pesar de no saber meterla bien a sus monas, tienen muchas crías como prueba de su virilidad.
También esas hembras taradas son gratificantes de matar: folladas sin placer, apaleadas como perras y pariendo como conejas, envejecen mal y en pocos años ya no inspiran una mísera erección. Vale la pena matarlas durante unas horas. Una pareja de monos así, es un buena forma de pasar el rato antes de la cena.
Hace unos meses, mi Dama Oscura y yo pasamos una sangrienta y sexual velada con un matrimonio de primates de la especie que nos ocupa: sumisa-violento.
¿Sabéis que los más agresivos machos con las hembras gritan como cerdos acuchillados ante el más mínimo dolor?
Y conmigo y mi puta Oscura no existe dolor mínimo.
Os cuento lo que hicimos. Podéis hacerlo si queréis; aprended. Pero vosotros pagaréis las consecuencias legales e incluso podríais morir cuando vuestras víctimas se defiendan. No sois dioses, así que sed muy cuidadosos cuando asesinéis o torturéis.
Barcelona es otra apestosa ciudad granja, que vestida de modernidad y cosmopolitismo, quieren creer sus reses que es un lugar especial.
Dejando atrás el centro de Barcelon, marchando en dirección norte y ya en plena sierra de Collserola (lo de “sierra” es una broma, es una montaña pelada de tan pisoteada que está; allí hasta los jabalíes se sienten ciudadanos), se encuentra el último suburbio más miserable de toda la comarca (Torre Baró). Formado por chabolas de fibrocemento, planchas de metal y maderas podridas. En el mejor de los casos, hay casas que no se han acabado de construir y los primates viven dentro entre ladrillos desnudos y los bichos que allí se esconden entre tanta miseria.
Gitanos, delincuentes sin cerebro, camellos que se colocan con su propia mercancía y las ratas que duermen e infectan con ellos y en ellos…
En fin, si quieres hacer embutidos y chacinas humanas, allí hay suficiente carne para ello. Solo hay que matar el que más te guste, lo despedazas y te lo llevas a casa sin ningún problema legal. Como ya he dicho, son tantos que el asesinato de cuatro o cinco monos de piel oscura por raza o por suciedad, crea hasta cierto alivio.
Así que aparco mi Aston Martin frente a un solar en el que hay varias tiendas de campaña sucias y unos cuantos tipos fumando hierba entre la mierda, bebiendo vino de cartón ante un hoguera maloliente.
No tocarán ni la pintura de mi coche, son bestias que entienden muy bien quien es el macho dominante y captan el peligro de una forma muy primitiva. Su cerebro es muy ineficaz; y de tan primitivo, instintivo. Les sirve para salvarles la vida alguna vez por ese carácter básico y animal.
Tal vez los mate luego si me apetece.
Miran las rotundas piernas bronceadas y musculosas de mi Dama Oscura al bajar del coche, su microfalda de piel deja ver su coño desnudo y rasurado y su blusa negra, abierta en un gran escote, deja asomar las areolas de sus pesadas y sólidas tetas a través de las copas de un sujetador negro sexualmente pequeño.
Todo primate sabe que es un hembra vedada, a ellos. Solo es mía, jamás podrían tener y satisfacer semejante mujer. Por eso la observan con disimulo, desconfiadamente y con sus pequeñas pollas duras latiendo en sus calzones cagados.
Tres chabolas más adelante y hacia la montaña se encuentra la casa a medio construir y con los agujeros de las ventanas cubiertos con plástico y maderas, del matrimonio cuyo macho es un tal Axel Perea y la sumisa Desiré Expósito. El macho tiene treinta y siete años; la hembra, a pesar de aparentar sesenta, solo tiene treinta y cinco. Un niño de doce años (Luismi) y una niña de cuatro (Angelina) son los hijos.
Madre de Desiré: “No puedes seguir con ese hombre, un día te matará”.
Desiré: “Es el padre de mis hijos, es un buen hombre, solo está pasando un mal momento”.
Cuando Axel la tira al suelo y la patea durante minutos, al quedarse sola restriega su clítoris con el puño hasta correrse.
Es una subnormal absoluta, una enferma y retrasada mental.
Sin pretenderlo, resulta que estoy haciéndole un favor a los humanos primates.
El bueno de Axel le ha dado una buena paliza a Desiré (la segunda del día) porque no le ha comprado la cerveza como él le ha ordenado. Los niños lloran en su habitación bien calientes por un par de bofetadas que les ha pegado su padre tan macho. Desiré con la nariz y los labios sucios de sangre y de rodillas, le chupa la polla a su marido en la cocina, si así se le puede llamar a esa pocilga. Axel marca el ritmo del movimiento de su puta mona sucia agarrándole el pelo con fuerza. De vez en cuando le pega una bofetada para que use bien la lengua.
Tarda mucho en correrse porque es un borracho y no es tan hombre como se cree. Hoy no se correrá en la boca de su hembra idiota.
Axel trapichea con drogas, roba en el centro de Barcelona en comercios y a los niños y adolescentes al salir de los colegios. Un día trabajó en una obra como peón; pero se cansó demasiado y tuvieron que ingresar en urgencias a Desiré y extirparle el bazo tras una patada que le dio al llegar a casa tan cansado.
“Por tu culpa tengo que matarme a trabajar, asquerosa”.
Entramos en la casa, casi con una actitud aburrida. A veces nos pesa un poco la iteración de nuestro trabajo.
Mi Dama Oscura se deja caer mostrando sin cuidado su coño en un asiento de coche que usan como sillón frente a la tele. Yo me dirijo al cuarto donde se encuentran los niños.
Los degüello con el cuchillo y los decapito.
Los he poseído, he entrado en sus pequeños y apenas eficaces cerebros para que no gritaran. No han muerto dulcemente, simplemente les inhibo la capacidad de hablar y moverse, les duele y son conscientes de todo. Me gusta que sufran los primates por muy pequeños y lindos de mierda que sean.
Le doy una cabeza a mi Dama Oscura, la de la niña, e irrumpimos en la cocina.

-¡Ejem! -carraspeo ostentosamente.

Desiré me mira boquiabierta, y también la cabeza del pequeño Luismi, con la polla de su macho a unos centímetros de sus labios y el puño sujetándola con profesionalidad. La inmovilizo entrando en ella antes de que pueda gritar o hablar mierda, como a su marido.
A mí se me escapa la risa.
La Oscura lanza la cabeza de la niña y el Axel no intenta cogerla, le golpea el pecho y cae a sus pies. Es tan sórdido que me siento como en mi infierno.
No hablan, no dicen nada. Ni siquiera pueden moverse.
Son tan graciosos que les hago una foto con el móvil para subirla a mi Instagram.
Es que me parto.
Con el cuchillo corto muy lentamente el pene del macho permitiéndole que se muerda la lengua para intentar descargar un poco de dolor. Le quito ese pequeño rabo de los dedos a su puta sumisa y se lo meto en la boca.
Axel parece estar fumando un extraño puro mientras de su pubis mana un torrente de sangre que impacta en los inmóviles labios de la sumisa Desiré.
La Oscura trabaja con Desiré: rasga la camiseta de Metálica (su macho se la regaló hace cinco navidades). Sus tetas ya deformes y de largos pezones oscuros le caen por encima de los michelines de la barriga. Mi Dama saca una larga aguja que sujeta su melena negra y la usa para ensartar los dos pezones juntos.
Los ojos de ambos primates están anegados en lágrimas y por la forma en que los abren, parece que se les van a salir de las órbitas.
Dentro de sus cerebros puedo sentir el dolor y el pánico que vociferan mentalmente pidiéndome piedad.
No sienten pena por sus hijos muertos, ahora mismo están pendientes de un pene que ya no tienen y unos pezones que duelen sin que el puto Dios sea capaz de hacer nada por ayudarlos.
Cuando los primates ateos son sometidos a una buena lección de anatomía forense, le rezan hasta a las cabras si es necesario.
Me acerco a Axel y permito que sus pupilas se dilaten cuando le corto las fosas nasales para que se asemeje a un jabalí.
También corto sus mejillas desde las comisuras de los labios hasta el tope que marcan los maxilares. Sus muelas podridas se hacen visibles y se aprecia en el aire el olor de una dentadura con muy poca higiene.
La Dama Oscura ha practicado un pequeña y precisa incisión en el cuello de Desiré para que mane un chorro de sangre que usa para untar sus manos (una práctica habitual con las reses en las aldeas africanas hambrientas). Se arrodilla ante mí, saca mi falo malvado y lo unta con toda esa caliente sangre, me besa con devoción el glande y yo le regalo una gota de semen en la punta de su lengua.
Conduce mi rabo ensangrentado a la boca de la inmóvil sumisa que bien podría confundirse con una fea muñeca de látex hinchable.
Tengo unas absolutas ganas de rugir de caliente que estoy. Le follo la boca y hiero mi polla profundamente con sus dientes y muelas.
Mi Dama Oscura hace algo con el Axel que provoca un chapoteo. Me corro en la boca de la mona y le doy un golpe en la cabeza con una sartén. El lado izquierdo de su cabeza se deforma con un crujido al romperse el cráneo y su pelo se apelmaza de sangre.
Me giro con curiosidad apartando la cabeza de Lusmi con un pie; resulta que la Dama Oscura ha hecho una larga raja en la garganta del macho, le ha cortado los testículos y los ha colocado de forma horizontal en la herida. El vello rizado que asoma por esa llaga fresca resulta repugnante.
Coloco de nuevo a la sumisa frente a su macho mutilado con el rostro mirando hacia a mí y los fotografío para enviarle a Dios la imagen por wathsapp.
La amo. Amo tan profundamente a mi Dama… Tiene una sensibilidad inhumana. Es una rareza entre millones y millones de primates.
La muy graciosa le quita la polla de la boca y simula que es un puro al que le da una calada mientras se mete los dedos en su caliente y húmedo coño incitándome a metérsela. Juguetea con la cabeza decapitada de la pequeña Angelina, metiendo sus dedos entre su pelo ensangrentado.
La subo sobre la mesita de la cocina y la follo, y la follo, y la follo… La cabecita rueda mudamente por el suelo hasta el salón.
Mis pies resbalan en sangre y la muerte huele rancia. Los gemidos de la Oscura se extienden por todo el barrio que, permanece silencioso, expectante de una forma primigenia y atávica. Supersticiosa…
Y es que cuanto más pobres son los primates, más parecen involucionar.
Nos corremos, nos fumamos un cigarrillo en silencio frente a los cadáveres y permito que sus cuerpos se derrumben ya (ambos han muerto desangrados hace unos minutos).
Dejando pisadas ensangrentadas en la calle, llegamos al Aston Martin y mato a tiros a los monos del solar con mi Desert Eagle .50.
Las mitades superiores de sus rostros desaparecen en una nebulosa rojiza antes de caer en la basura muertos.
Y ahora vamos a un buen restaurante a cenar en la “exclusiva” Barcelona.

Os aseguro que no salió en las noticias. Que unas mierdas mueran no importa a nadie.
Nada nuevo bajo el sol y una familia de piojosos monos menos en el mundo.
Tenéis que reconocer que sin mí, el mundo sería infinitamente peor.

Siempre sangriento: 666.

Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

Soy un hombre rencoroso y descontento con el mundo. Tengo una angustia interior que crea una presión espantosa y necesito liberarla.

Aún me asiste el control y el cinismo para reír y parecer cortés en lugar de vomitar mi hígado podrido sobre la faz de la humanidad.

Necesito un solo motivo, tener la suerte que algunos tienen para hacer pedazos a alguien con la total satisfacción de haber cometido una buena obra. Es mentira, me da igual que sea una buena o mala acción. Solo quiero denigrar y destruir a alguien, a ser posible, lo que personifique lo más sagrado.

Una mala madre me hubiera servido de entrenador para desfogar toda esta ira.

Quiero una madre como esa, como “eso”.

Esa madre repugnante que hirió con un cuchillo a su propia madre loca.

Madre lo es una rata, no es algo tan divino la maternidad. Que no se crean algunas que por haber rasgado su coño para parir, son santas.

Yo hubiera querido una madre como esa para tener a alguien cercano a quien escupir y sentirme mejor.

Esta ira que me pudre en vida busca un motivo…

“¿Sudas maltratando a tu madre, mamá?”. Le diría arrancando mis profundos mocos de la garganta.

Daría lo que fuera por haber tenido una madre como esa que dice: “Aguanta. Es tu marido y el padre de tus hijos”, cuando llega la hija con la cara reventada a puñetazos y la sangre de su coño violado y reventado bajando por las piernas como dos ríos indecentes.

Necesitaría eso, un motivo para bajarle las bragas y destrozarle las nalgas con el cinturón, hasta que le sangrara el culo como mana la sangre de la nariz partida y el coño forzado de su hija.

No he tenido suerte, no tengo una madre así, que junto con su otra hija, hagan pasar hambre y necesidad a mi padre. Que le roben todo porque él es más viejo e indefenso.

Yo quiero una madre puta así, a la que poder pegar todas las palizas que me apetezca y cuando me apetezca. Dar rienda suelta a toda esta violencia que tengo reprimida. Yo no quiero una madre buena; quiero una rata como esa.

Mi ira es un cáncer que me amarga la vida.

Ojalá mi madre lo hiciera: follarse al hombre que ha violado y maltratado a su hija. Quisiera encontrarla mamándole la polla al hijoputa y con una vara fina arrancarle la piel de la espalda mientras se bebe el semen de ese cabrón.

“Madre puta… La cerda del vecino también ha parido, no eres para tanto”.

Quisiera una madre que no me deja libertad para follar con quien quiero y meterle mis condones usados en la boca mientras come su mierda de sopa.

Quiero una puta madre como esa que miente diciendo que su hija maltrata a sus nietos. Miente para arrebatárselos y criarlos con el puerco que violó y maltrató a su hija. El mismo que le mete esa polla pequeña en su vagina estéril y fría.

Yo quiero una madre así a la que poder hacer rodar a patadas hasta romperle todos los huesos, porque tengo tanta ira en mi sangre, que necesito cometer actos de crueldad que ni siquiera están legislados.

Ojalá mi madre mintiera, me despreciara y diera cobijo a mi asesino. La mataría a golpes, la escupiría, me orinaría en sus ubres secas y viejas.

Y saldría a la calle más tranquilo y desahogado.

Si mi madre fuera como esa, cuando muriera celebraría un fastuoso festín y su foto quemaría en una tarta de cumple-muerte.

No he tenido suerte, no puedo desahogarme.

Solo me queda soñar con una madre como esa, a la que darle una bofetada cuando les arrebata los juguetes a sus nietos para que no puedan jugar, porque es su capricho.

No soy un hombre con suerte, y tengo que tragar toda mi hostilidad en sorbos amargos día a día, sin encontrar a una mala persona a la que destrozar.

Y así, sufro de envidia cuando hay gente que disfruta de tener una madre cerda, a la que un día ir a visitar para arrancarle la piel a tiras.

Un sparring que me ayude a desfogar esta hostilidad y que me dé algo de paz en vida.

Envidio tanto a quien tiene una madre así…

Mierda.

Iconoclasta

666 y la violencia de género

Publicado: 30 junio, 2011 en Terror
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Menos mal que en mi cueva no da el sol, nunca.

Jamás.

Las rocas se mantienen frescas, el tabaco es más aromático y mis recuerdos más vívidos. De hecho mi memoria no falla en ningún instante, como mi pene… Como mi sed de mal. Sólo pretendía hacerme más asequible a vosotros; un poco más cercano.

Mi pene permanece tranquilo en el fresco trono de piedra, pero durará poco, mi Dama Oscura está excitada porque le cuento algunas historias, y se toca. Coge la mano de unos de mis crueles para que le acaricie frente a mí, con su vagina abierta. Y poco a poco me excita…

El cruel, como buen malvado que es, excitado, le pellizca un pezón. Y mi Dama Oscura le arranca los ojos. Y me hace reír. Mi carcajada resuena en todas las rocas y los crueles se hacen un ovillo protegiéndose de mi agresividad. De mi maldad.

Me acuerdo de aquella muejer maltratada en la calle. Yo estaba buscando una mujer a la que convertir en ninfómana; vereís, la mejor forma de provocar destrozos matrimoniales y de parejas, es crear a una mujer tan sedienta de sexo que destruirá familias y hombres y mujeres.

Pero para convertirlas en ninfómanas se requiere un proceso sexual un tanto aburrido, sin violencia. Y eso me aburre un poco. Pero un día de estos ya os lo contaré, para que luego vayáis a joder con vuestras parejas, excitados y sudados.

Ahora os contaré de una mujer, (una primate) que me llamó la atención cuando su marido en mitad de la calle le dio un puñetazo en un pecho. Cuando cayó al suelo y él la levanto a tirones de cabello. A mí me gustó, me llenó; pero había algo en aquel mono, que me molestaba. Se creía más malvado que yo, más macho. Y ahí se equivocaba.

—Levántate hijaputa —le decía a su rechoncha mujer.

Debería rondar los cincuenta años, como él. Él era un tío bajito y delgado. Muy delgado, con una voz muy potente, de muy macho. Muy borracho. De muy muerto ahora…

No me importa una mierda los motivos. Los seguí ilusionados y aún oía a la primate pedirle perdón, que no la pegara más. Que no se pasaría con el gasto durante el resto de la semana.

—Paco, por el amor de Dios, no me pegues más.

Y él decía continuamente: «Malaputa, malaputa, malaputa…» Y de vez en cuando la golpeaba en la nuca con la mano abierta.

Un viento suave y fresco refrescaba mi frente sudada y de vez en cuando se me cerraban los ojos con placer. De ese refrescante aire; de ese dolor inhumano que infligiría con total impunidad. Con mi desmesurado poder.

Los seguí hasta su bloque de mil apartamentos, un bloque de incultos y pobres primates. Olía a fritanga de mierda, el olor se extendía de las mil cocinas como una muestra de la primate miseria. De adocenamiento revenido.

Y me metí tras ellos en el portal, ni me miraron porque a mí no me dio la gana.

Observé el piso que marcaron en el ascensor y subí más rápido que la máquina. Él abría la puerta del apartamento empujando a la mona adentro para darle una buena paliza, yo me acerqué raudo y los empujé a los dos. Al mono le di un puñetazo en la mandíbula y se la saqué de su articulación, se le quedó torcida y me miraba completamente aturdido. Ella comenzó a lanzar un grito y le destrocé los labios de un puñetazo. Quedó tendida en el suelo mostrándome sus bragas grandes y bastas. Metí la mano y exprimí su culo. Delante de su mono. Es un plus que les ofrezco a los amantes.

Como quiera que el mono intentara hablar, así con desmesurada fuerza su maxilar inferior desencajado y acabé de separarlo abriendo su boca salvajemente a la vez que extraía la mandíbula hacia fuera, un fuerte crujido y el primate sacó toda clase de líquidos por la nariz.

A la mujer le di una fuerte patada en el exterior de un muslo para que fuera espabilando.

Me acerqué mucho a sus ojos cerdos y le dije:

– De morir hoy, no te libras, mono de mierda.

Deberías ver lo gracioso que quedaba con los ojos abiertos y la mandíbula desencajada, cuando se movía por el dolor, la quijada se balanceaba de un modo que seguramente era doloroso. Es que me parto el rabo.

Por cierto, se me ha puesto duro como el acero y le indico con el dedo a mi Dama Oscura que venga y me lo chupe.

Tiene una boca…

Oigo un rumor y tras una cortina encuentro a un ángel, un enviado del jodido dios para intentar arreglar este matrimonio; para salvarles la vida.

Agarro al querubín por los cojones:

– Dile al maricón de tu jefe, que ha fallado, lo arreglaré yo. Y son míos. Estos monos me pertenecen, maricón.

El ángel mira con lágrimas en los ojos al mono y a la mona.

Le doy una patada en el culo para que aligere y se va cantando no se qué mierda clásica (Haendl) con su angelical voz.

Precioso de verdad; pero si vuelve lo descuartizo.

Agarro al marido por la cintura después de haberle roto un par de costillas a patadas y lo ato con su propio cinturón al radiador del pequeño y oscuro comedor. Un comedor deprimente con una sola ventana que deja las paredes interiores en penumbra, así que enciendo las luces y mejora un poco el ambiente.

Le separo las piernas sin preocuparme por los brazos, los cuales al doblarlos en sentido contrario a su articulación, le he reventado los codos. No los puede mover y he tenido que sacudirle de hostias para que no se me durmiera. Hostias como las que da dios, sólo que las mías son putas. ¿Entendeís?: Hostias putas.

Soy lo que rima con joya de ingenioso.

Silbando felizmente a los Rolling y su famosa Angie, saco mi navaja Laglioli de acero inoxidable pulido y clavo la hoja profundamente en su muslo, muy cerca de sus cojones, hago correr el filo unos cuantos centímetros hasta que un chorro de sangre a presión salta a borbotones rítmicos con cada latido de su miserable y cobarde corazón.

Con mi cinturón le practico un torniquete hasta que sangra justo lo que necesito para que se muera poco a poco; sin perderse nada del espectáculo.

Podría haber invadido su mente para que no sintiera dolor, pero no mola.

Desnudo a su mujer delante de él tras haberla despejado con ligeras palmadas en la cara.

Parece sumida en un marasmo intenso y queda desnuda y quieta, inmóvil.

Yo me desnudo también y la obligo a arrodillarse delante de mí. Le apoyo el pulgar en la barbilla para que abra la boca, le meto mi pene en la boca y muevo la pelvis. Mi mano le indica que ha de mover la boca y chupármela. Nos hemos colocado de perfil a su marido para que capte todo el detalle.

Mi pene se ha inflamado como si le hubieran metido aire a presión y su boca se llena.

En un momento dado, sale de su sopor y vomita al darse cuenta de lo que tiene en su boca.

Yo es que me parto.

Pues no es delicada la mona… Seguro que nunca le ha comido el rabo a su asqueroso macho.

La navaja amenaza su garganta y mi mano muy cerca de los ojos de su marido masajea su vagina seca, así que meto los dedos a ver si así corre un poco más de flujo. Ella no reacciona, continúa forcejeando con sus tetas gordas bamboleándose.

He visto cierto odio en los ojos de su marido, odio hacia a mí. A mí ni el puto dios me mira así.

Hay una grapadora en un estante de una librería, así que estiro de uno de sus párpados hasta pegarlo a la ceja y de un fuerte golpe le clavo una grapa. Hago lo mismo con el otro ojo. Y le dejo gritar porque me pone.

Le pego otra hostia a la mujer porque se resiste y mira a su marido con pena. Como si le quisiera, como si temiera por la vida de su verdugo…

Siento un odio ciego.

La planto encima de la mesa del comedor y la penetro sin miramientos, su coño está tan seco que me da un placer extremo, no hay lubricación por su parte y mi glande se frota contra unas paredes elásticas pero ásperas y disfruto. Y disfruto con el dolor y el asco de ella. Disfruto apretando sus pezones hasta el punto de cortarles la circulación.

Y el marido apenas se mueve, la sangre continúa saltando rítmicamente de su muslo y yo resbalo en ella.

Decido invadir la mente de la mujer para que él vea que ella disfruta de un verdadero macho. Me meto en su mente con brutalidad y allí huele mal, así que me tapo la nariz y comienzo a excitar su lóbulo derecho con mis poderosas ondas mentales. Mi otra mano amasa su vagina entera, mi mano exprime su vulva y se va deslizando por su interior, al cabo de unos segundos mis dedos están manchados de una baba fuerte, densa. Ella misma se ha acostado de lado en la mesa con una pierna en alto ofreciéndome su coño mojado. Meto mi polla y resbala suave allí, sus ojos lloran pero sus labios lanzan gemidos de placer, el marido llora sangre mientras la ve chuparse sus dedos con una lujuria intensa.

Y se toca su clítoris embutido en grasa mientras la follo…

Se da la vuelta, porque tiene el coño tan mojado que no nota ya el roce de mi pene. Y abre sus nalgas ofreciéndome su ano oscuro. Yo escupo en él y la penetro con una violencia salvaje, ella tensa la espalda y parece querer separarse de mí, la tomo por la cadera y empujo con fuerza. Mi polla resbala entre su culo ensangrentado. Y empiezan sus jadeos sincronizados con mis embestidas.

El marido parece próximo a perder el sentido, así que le saco la polla a la mona, y le reviento la nariz, el masivo derrame alcanza los ojos que han perdido el blanco.

Y la vuelvo a penetrar con mi pene ensangrentado, su culo está tan irritado que me excita hasta la eyaculación.

Y empujo su mente…

Y mis cojones se contraen, el semen está siendo bombeado al pene, y ella siente toda esa presión. Sus ojos tristes y aterrados, me miran profundamente cuando se lleva mi glande a la boca, pasando la lengua por él, succionándolo de rodillas ante mí, ante el Maldito.

Y me acaricia los cojones sin que su cerebro pueda evitarlo; me lleva hasta su verdugo y cuando la primera gota de semen le llega a la lengua, dirige el pene hacia la cara de su macho, y me corro en la cara del mono, en sus ensangrentados ojos, en su boca abierta y deforme. Y apenas se mueve, su sangre mana muy lenta ya.

Y le cuelgan hilos de blanco semen de su nariz.

Mi vientre se ha contraído tantas veces que me duele. Y mis piernas flaquean.

Ella con asco en los ojos limpia mi pene. Con la lengua.

Yo abandono su mente y vuelve a llorar, abrazándose a su cabrón de marido.

Le coloco la navaja en su mano y ella la mantiene obediente. La policía necesita huellas y entender lo que ha ocurrido sin prestar atención a los “desvaríos” de la primate.

Le penetro el culo sorpresivamente con cuatro de mis dedos y vuelve a sangrar. Grita llevándose las manos al ano destrozado. Y ensucio con su anal sangre los cojones de su puto marido. Para que metan a esta tarada en la cárcel.

Para que se pudra allí.

Acabo de escurrir la poca sangre que le queda a su verdugo introduciendo la mano en la herida del muslo y rasgándola más aún con un tirón seco.

Aúlla y acerco mi boca a la suya metiendo mi lengua en ella, sorbiendo su muerte. Convirtiéndome en muerte.

Tras vestirme y darle un golpe en el cogote a la mujer, como su marido le hacía, me largo cerrando la puerta suavemente.

—Mi Paco, mi Paco… ¿Qué te han hecho, mi vida? —la oigo con asco lamentarse, seguramente abrazando la muerta cabeza de su puto marido.

¿Sabéis lo que pretendía ese dios cabrón con ella?

La quería convertir en una mártir. Ese dios homosexual y folla-niños quería que ella cayera un día bajo el cuchillo de su mono macho.

Y les he jodido su puto plan de mierda.

Soy mejor que vuestro puto dios, al menos le he dado placer, le he dado más años de vida y más dignidad.

Pero sinceramente, estoy seguro de que no ha aprendido; estoy seguro de que un carcelero, día sí y día también la follará por el culo y le dará palizas, tremendas palizas. Pero no morirá pronto. Morirá vieja y apalizada.

No soy un ser bueno, soy un anti-dios.

Y mi Dama Oscura se está acariciando su sexo rasurado mientras mi pene palpita excitado en su boca.

Me voy a correr…

Ya os contaré más cosas otro día.

Secretos, secretitos…

Siempre sangriento: 666

Iconoclasta

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