Archivos para septiembre, 2014

He encontrado flores llorando sucias de restos de seres humanos en los camposantos, junto a las estatuas rotas y viejas. Lápidas sin nombre, viejas y mohosas.
Lloran lo que tienen que soportar: muerte y desolación. Y el único sonido que las rodea es el llanto y las oraciones tan inútiles como la ropa con la que entierran los cadáveres.
Salpicadas de vísceras y sus raíces agusanadas, se preguntan porque han sido plantadas y dejadas entre tanta muerte.
No está bien…
He visto flores entre vertederos de basura, mierda y miseria, con trozos de alimentos podridos en sus pétalos.
Y no entienden porque viven entre podredumbre y enfermedad.
Hay flores en hermosas y cuidadas casas y mansiones. Jardineros que las cuidan y hacen mejores de lo que fueron y las hacen vivir más tiempo del que ellas quisieran.
Y odian toda esa hipocresía y artificialidad. Están bellamente tristes.
Hay flores en las habitaciones de los hospitales donde la madre amamanta con cansancio y dolorida a su hijo recién nacido. Y ellas, las flores, piensan que no les gusta ese olor a vida que es una mezcla de sangre y leche. Es algo que no va con ellas; las mataron para celebrar la vida, como si no importaran sus vidas.
Hay flores amputadas de la tierra en los burdeles y moteles, soportando jadeos comprados, inventados. Olores a semen rancio, orina y excremento. Se marchitan de asco y de vergüenza con condones usados en sus tallos cortados encima de una mesita donde hay dinero, tabaco y licor.
Hay flores en salas de baile soportando ritmos neuróticos, sus pétalos caen secos con la vibración de un sonido que no entienden.
Hay flores que ha cortado un hombre, en manos de una mujer. Y no saben cual será su destino, no saben que ocurrirá con ese hombre y esa mujer, no lo quieren saber.
Su vida tampoco importa a los amantes.
Hay flores en los campos, montañas, ríos y en las orillas de los caminos. Y un colibrí metálico e irisado liba de una de ellas flotando, flotando, flotando…
Hay flores mecidas por ondas de agua en un lago, sin pensar, sin sentir.
La belleza es tan cautivadora…
No razonan, no temen, no les duele nada. Alojan insectos y su vida es efímera porque el sol no perdona a ningún ser de la tierra.
No necesitan pensar, no tiene que ser felices. Solo son, viven y mueren.
No existe lugar alguno para las flores, más que allá donde nacieron sin que una mano humana las jodiera.
Yo no soy una flor, pero quiero lo mismo que ellas: morir y vivir en la tierra.
Que de mi muerte broten flores, o puedan brotar. No soy un romántico, soy praxis pura.
Por ello pienso como una flor: en lo malo, en la miseria, la enfermedad, la vanidad y la envidia.
Todos los seres pensamos cuando algo no está bien.
Y el pensamiento crea miedos, rencores y dolores. Ilusiones ahogadas de realidad…
No soy una flor que camina, pero ellas dicen que sí, que soy una fea flor de carne que no está donde debiera. Ni en tiempo ni lugar.
Las flores son buenas aunque estén tristes, no tienen porque desanimarme. Pobres flores…
Nos encontramos inevitablemente humanos y flores iguales, tal vez sea el único consuelo. El descontento encuentra a otro descontento. Luchamos por hacer un mundo mejor, pero el decorado es tan desolador…
Nos marchitamos como ellas, pero mientras tanto, dañamos y somos dañados. No acabamos nuestra vida en un jarrón o secas por el frío y el sol, no es así de fácil para los seres que andan sobre dos patas.
Que vergüenza da mi vida, hasta las flores lo saben…
Al menos para ellas esta mala dimensión dura solo unos días.
Envidio a las flores por ello, por su efímero pensamiento cuando lo padecen.
Tengo trozos de amores rotos en la piel, encima de los trozos de pena, dolor y muerte. Son demasiados estratos. Y la vida es tan larga…
No soy una flor, soy una roca lisa sin ningún interés, de color gris, algo que nadie recogería del suelo.

Iconoclasta

En Telegramas de Iconoclasta.

«La soledad es su naturaleza, o una parte de ella. Porque su otra naturaleza se marchita de pena entre savia y fibras que no acaba de asimilar como suyas.
Las noches son el descanso de los árboles, la fotosíntesis es agotadora.
El vegetal se retira y da paso al hombre.
Al hombre más solo del mundo.» (Iconoclasta)

Para leer en:
http://issuu.com/alfilo15/docs/el___rbol_humano_libro
y
http://binibook.com/details.php?id=1656

Las Tarjetitas de la sabiduría de Iconoclasta ya no son virtuales. Ya se pueden tocar, doblar, usar como papel higiénico de emergencia, etc…

Tarjetitas de la sabiduría de Iconoclasta
Tarjetitas de la sabiduría de Iconoclasta
Tarjetitas de la sabiduría de Iconoclasta

El tiempo y los cadáveres.

Exceso de comunicación.

No es verdad que haya un exceso de información por parte de los medios audiovisuales y de gestión del poder. Y si lo hubiera, según los diletantes que lo discuten, no es siginificativo. Al 99 % de la población, la información le entra por una oreja y le sale por la otra sin haber sintetizado nada de ella.
El problema es el exceso de comunicación, poca madurez intelectual, poco cerebro y demasiados canales.
Demasiados medios para la comunicación banal e inmadura.
Todo lo que se traduce de la palabra electrónica al pensamiento se transforma en una versión de ellos mismos completamente distinta de si esas palabras son manuscritas o manifestadas en una conversación frente a frente donde no escapen los matices de miradas y ademanes.
Porque para escribir es necesaria la reflexión y la habilidad. Para hablar es necesaria una integridad y eficacia mental. Y ambas cosas escasean como el agua en el desierto.
El problema de la comunicación banal se agrava cuando se realiza entre más de dos personas al tiempo. Habitualmente, gracias a los teléfonos con conexión a internet, las conversaciones suelen realizarse entre más de seis o siete especímenes. Son malas conversaciones, un esnobismo por usar un aparato electrónico sin la suficiente educación o cultura. Pero sobre todo, sin la suficiente capacidad intelectual.
Seamos sinceros, la gran parte de la humanidad escribe mal o con dificultad y es incapaz de entender y asimilar lo que lee. Tienen en sus manos un instrumento que ofrece más posibilidades de lo que su intelecto puede asimilar.
La comunicación banal y sin fundamento, es una epidemia que hace de los comunicadores la caricatura de unos amantes, de una amistad o de una cultura inexistente.
Las parrafadas a través de los medios sociales y baratos como la mensajería instantánea, son un mero ejercicio de vanidades infundadas, donde se buscan los elogios y afectos entre imágenes irreales y prefabricadas de esos individuos (que la individualidad no conocen), porque son como cabezas de ganado que necesitan rozarse las grupas continuamente los unos a los otros para no sentirse abandonados.
Las capacidades intelectuales y la madurez mental de tantos millones de seres, no está preparada para mentir (consciente o inconscientemente) en tantos canales. Se confunden, toman mentiras por verdades y crean su propia realidad a su medida, porque piensan que entre ellos hay miradas sinceras.
Y no las hay, no hay miradas. Solo son intentos de pobres cerebros para lucirse a cualquier precio y demostrar que no son lo que ellos se reconocen en el fondo. Intentando ocultar con eternas sonrisas y mensajes de amor y lamentos de soledad sus decepciones. Crean protagonismos que calman una vanidad de decepcionado.
Cuando llega el momento (rara vez ocurre porque el valor y la determinación no es cosa de cobardía) en el que esa mediocridad disfrazada de literatura barata, de vanidad que pretende ser belleza y divinidad espiritual se encuentran; asisten con vergüenza a sus propias limitaciones y la realidad pone de manifiesto con un golpe de mazo en la mesa que son tan vulgares como lo que día a día respiran.
Incapaces de entender lo que ha pasado se convierten en mártires de un dolor que no existe. Porque la decepción de darse cuenta que no se es un ser especial, no es un dolor. Es vergüenza.
No, el problema no es la información, el problema son las mentiras y las falsas imágenes que la peña crea de sí misma para intentar destacar.
La realidad se impone, afortunadamente en la cotidianidad y quien no sirve, no trabaja, no folla, no mama…
Toda esa banalidad comunicativa nace de la cobardía. Se ha degenerado tanto la especie humana desde que los leones dejaron de comer hombres, mujeres y niños, que la cobardía se ha hecho genética en la humanidad.
Los cobardes se amargan y lloran si están solos más de cinco minutos.
Y por ello, si hay que engañarse y engañar, cualquier medio vale para no estar solos y demostrar que se es lo más querido y admirado de todos los mediocres que figuran a su alrededor.
Los niños miran con atención las videomentiras de yutup y cosas semejantes que sus padres llevan al hogar como muestra de cultura y entretenimiento. Y lamentablemente creen estar viendo cosas reales, que solo dan risa a los tontos.
La cobardía y la ignorancia crean religiones y otros mitos. El exceso de comunicación disfraza la miseria y el analfabetismo en excelencias y seres especiales que no tienen fundamento en la vida cotidiana, para combatir así el miedo a la soledad que es el único y verdadero estigma con el que nacen los bebés en el planeta Tierra.
Porque de otros planetas, no conozco nada.
Hay tantas reses de ganado, que las religiones, el fútbol y la televisión de masas no bastan para mantener a la peña contenta con su mísera existencia, han tenido que crear un medio para que se mientan a sí mismos. Y es bueno que ocurra, que haya una marcada distinción entre la chusma y la élite.
Otro problema iresoluble es que todos se creen élite.
Smartphones, tabletas, ordenadores… Margaritas a los cerdos.
El mejor medio de comunicación, mi único canal, es una voluta de humo de tabaco que se deshilacha caprichosamente en un contraluz.
El tabaco… Mi eterno e infalible compañero.

 

567b9-ic6662bfirma

Iconoclasta

Meterla es tan primigenio y tan básico, que ya sea pagando o por atracción, provoca siempre lo mismo.
El sexo no contempla errores, nacimos para cazar, follar y dormir. El resto es condicionamiento del comportamiento, como ratas de laboratorio. O simplemente una epidemia endémica del planeta de delirios de grandeza.
Chimpancés fumando con gafas y un libro al revés entre las manos…
Precioso.

En Telegramas de Iconoclasta.

«La soledad es su naturaleza, o una parte de ella. Porque su otra naturaleza se marchita de pena entre savia y fibras que no acaba de asimilar como suyas.
Las noches son el descanso de los árboles, la fotosíntesis es agotadora.
El vegetal se retira y da paso al hombre.
Al hombre más solo del mundo.» (Iconoclasta)

Para leer en:
http://issuu.com/alfilo15/docs/el___rbol_humano_libro
y
http://binibook.com/details.php?id=1656